Encuentro inesperado

Cathy

Miro a mi abuelo conversando con sus amigos de toda la vida, y sonrío. Me gusta cuando ríe. Sus amigos sirvieron con él y creo que ese es un lazo que dura toda la vida.

Imagino que las personas que tienen formación militar forman ese tipo de lazo con su escuadrón.

Suspiro al pensar en otro ex militar.

Un mesero se acerca a ofrecerme champagne, pero niego con la cabeza, no estoy de humor.

Mis intentos, cada vez menos sutiles, de atraer a Nick no han funcionado. Supongo que quizá no le gusto por todas esas cosas que me ha dicho. Me ve como una niña malcriada y cada vez que sus ojos se posan en los míos no veo más que tensión y lo que parece ser ira.

Vuelvo a suspirar, creo que es hora de darme por vencida.

–¿Estás bien? –pregunta Louis a la vez que se sienta a mi lado–. Es el cumpleaños de tu abuelo, pensé que esta noche te animarías.

–Estoy feliz por él… es solo que me siento desanimada por tú ya sabes qué.

–Ah, el HOMBRE –susurra–. Pensé que sería más fácil de convencer, después de todo es un hombre y tú eres preciosa.

Sonrío con tristeza. –Supongo que no soy suficiente para él.

–No digas eso, eres suficiente para cualquier hombre.

Lo miro y hago una mueca. –No fui suficiente para ti –le recuerdo.

–Pero nena, eso no es tu culpa, el problema es que nos gusta lo mismo –dice y eleva las cejas logrando que ría por primera vez esta noche.

–Lo sé, pero quizá hay algo malo en mí –digo mirando mis dedos–. Primero tú y ahora él –agrego mientras miro a mi guardaespaldas quien mantiene los ojos fijos en Louis.

Quizá le guste él más que yo.

Louis golpea mi brazo. Me quejo, pero luego miro hacia donde apunta.

Mi tía se acerca con uno de los jóvenes más atractivos que he visto últimamente, no como Black, pero nadie es como él.

Me levanto inmediatamente y espero paciente.

–Cariño, te presento al señor Nathaniel Vincent Hastings III, hijo del Conde de Escocia, Nathaniel Vincent Hastings II –lo presenta mi tía y él pone los ojos en blanco, lo que me hace reír.

–Solo dime Nate –pide.

–Un gusto, Nate. Mi nombre es Catherinna London, pero puedes decirme Cathy –le pido y ambos sonreímos.

Liam, el amigo de mi tía se acerca a nosotros en un paso apurado, mi tía lo ve y pierde el color de su rostro.

–Bueno, chicos, los dejo para que se conozcan –dice y se aleja rápidamente, logrando una maldición de Liam, quien se apresura a seguirla.

Creo que discutieron.

Louis ve a su amigo especial a la distancia y se aleja de nosotros, no sin antes despedirse.

–¿Te apetece bailar? –pregunta Nate.

Asiento. –Me encantaría.

Necesito distraerme hoy o de lo contrario caeré más profundo en la depresión que me agobia desde ayer.

Me guía hacia la pista y luego me toma en sus brazos y coloca su palma en mi espalda baja y comienza a moverse. Yo coloco mis manos en sus brazos, los cuales me sorprenden.

–Veo que vas mucho al gimnasio –digo y Nate ríe.

–Sí, es lo que me mantiene cuerdo. En este momento mi madre está pendiente de nosotros. Eres la décima mujer a la que me han presentado este último mes –murmura molesto.

Me tenso. –Si no quieres estar conmigo, lo entiendo.

Sonríe apenado y puedo ver unos hoyuelos que se marcan en sus mejillas que lo hacen parecer muy joven.

–Lo siento, mi intención no era que te sintieras mal. Soy un bruto –agrega y sonrío.

–¿Cuántos años tienes? –pregunto curiosa.

–Veintiuno.

–Ah.

–Sí, ah. Estoy en edad de casarme y engendrar un nuevo heredero –dice imitando la voz de alguien, que puedo imaginar se trata de su padre.

–Te entiendo –susurro.

–¿Veintiuno?

–No, me falta poco para cumplir los veinte años, pero…

–A las mujeres las casan antes, lo sé. ¿No te fastidia que toda tu vida esté planificada desde antes de nacer?

Miro sus ojos oscuros y asiento. –Sí, lo odio.

–Deberíamos huir a Norteamérica y comprar uno de esos autos en los cuales se puede vivir y recorrer el país e incluso viajar hacia el hemisferio sur.

–Me anoto –digo y ambos reímos–. Sería maravilloso.

–Lo sé –dice y ambos suspiramos–. Creo que tu tía y mi madre esperan que nos llevemos bien para concretar una posible unión entre nosotros.

Me estremezco al pensarlo.

–Hey, que no estoy tan mal –dice haciendo un gesto ofendido para luego reír, y yo lo sigo.

–No es por ti.

–Lo sé, me pasa lo mismo. Aunque debo decir que hasta ahora eres la chica más linda  y divertida a la que me han presentado.

Me sonrojo. –Gracias, pero nos conocemos hace dos minutos.

–Créeme que con menos me ha bastado –masculla–. La última chica que me presentó mamá comenzó a hablarme de inmediato de cuántos hijos quería tener y de lo que le gustaría usar en su boda.

–Patético –decimos al mismo tiempo y nos largamos a reír.

–Así que sí, eres una gran mejora.

–Gracias, pero no quiero casarme ni tener hijos, no todavía.

–Ni yo. Me gustaría hacer lo que la gente joven hace a nuestra edad, ¿sabes? Salir de fiesta, fumar un porro, tener sexo indiscriminadamente hasta tener una quemadura por roce… Un amigo me dijo que le pasó eso una noche.

–¿Es posible? –pregunto asombrada.

–No lo sé, pero quiero averiguarlo.

–Yo también –susurro y mis ojos se encuentran con los ojos azules de Black, quien nos mira furioso. A veces pienso que mi sola presencia le molesta.

¿Tan detestable soy?

–¿Sabes qué? Deberíamos divertirnos. Somos jóvenes, tenemos derecho.

–Sí –digo.

Me da una vuelta y me río cuando vuelvo a chocar con su pecho, luego me inclina hacia atrás y deja un suave beso sobre mi mejilla. Ambos nos sonreímos.

–Démosles un espectáculo –susurra en mi oído.

–Un espectáculo que no olviden en mucho tiempo –digo antes de hacerlo girar a él y recibir miradas molestas.

Que se vayan todos a la mierda.

Quiero sentir lo que se siente vivir antes de que sea demasiado tarde. Antes de que mi vida se trasforme en mi peor pesadilla.

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