Cathy
–¿Qué dijiste, Catherinna? –pregunta mi tía.
Obligo a mis ojos a mirar hacia mi tía.
–No, nada.
–Creo que si dijo algo –dice seriamente mi guardaespaldas.
Muerdo mi labio, nerviosa y jugueteo con mis manos. Mi cuerpo se siente extraño, pesado y acalorado. Mi guardaespaldas debe ser el hombre más apuesto que he visto en toda mi vida. Debe medir un metro noventa, de tez clara, pero apostaría a que la suya si toma ese tono bronceado bajo el sol, a diferencia de la mía. Innegablemente está en buena forma, supongo que en su trabajo eso es un requisito, pero nunca imaginé algo así, su traje apenas puede contener los músculos de sus brazos cuando se mueve. Tiene una fuerte mandíbula, pómulos altos y unos labios gruesos y firmes, todo acompañado de una barba muy corta y bien cuidada. Pero lo más sorprendente son sus ojos azules y penetrantes. Esa mirada tiene el poder de doblegar a una persona y ahora está usando su fuerza en mí.
¿Dónde demonios está mi hombre calvo de cincuenta años?
Me sonrojo bajo su intensa mirada y miro al suelo, cohibida.
–No dije nada de importancia –murmuro.
–Oh, bien. Los dejo para que se conozcan –dice mi tía.
Niego con mi cabeza, aterrada.
–Tía, no, por favor –le ruego y uso mi mirada que siempre logra que me perdone algunas faltas.
–Catherinna –advierte–, debes aprender a ser una buena duquesa, y a mí ya no me haces caso –dice antes de salir y cerrar la puerta.
Corro hacia la puerta.
–¡Haré caso! –exclamo tratando de abrir la puerta, pero no alcanzo a tocar la puerta porque mi guardaespaldas toma mi mano, impidiéndomelo.
La retiro rápidamente al sentir una corriente que pasa desde el dorso de mi mano hacia mi brazo.
Tomo mi mano con la otra en un vago intento de olvidar la sensación.
–Soy Nick Black –se presenta con su intensa mirada sobre mi mano–. Seré tu guardaespaldas de ahora en adelante –agrega mirándome con esos sorprendentes ojos azules.
Sin ser capaz de hacer otra cosa que mirarlo, me quedo muy quieta y comienzo a marearme al ver la profundidad de esos hermosos ojos, y es entonces que me doy cuenta que no estoy respirando.
Me alejo de su lado y me esfuerzo por recuperar el aliento.
–Yo… no… –titubeo y enrojezco. Camino hacia el interior del despacho de mi tía y fijo mi mirada en el cuadro de mi abuela–. No necesito un chaperón –consigo decir finalmente.
–Tu tía no cree eso. –Escucho a mi espalda.
–Mi tía no me conoce, no realmente –murmuro y pienso que eso es mi culpa. No muestro mi verdadero yo a nadie, ni siquiera mi abuelo me conoce completamente.
–¿Quién te conoce? –pregunta.
Callo. No responderé algo tan personal.
Miro a mi abuela y mi corazón se siente apretado. La extraño. Solo guardo algunos recuerdos fugaces de mi madre, pero mi abuela supo llenar ese vacío, ella y mi abuelito, y es por lo mismo que la extraño tanto. De alguna manera perdí dos veces a mi madre.
–¿Quién es ella? –pregunta el señor Black a mi lado.
Me siento incomoda de inmediato.
–Mi abuela.
–Ya veo –dice solemnemente.
Lo miro de reojo, pero él tiene su mirada dirigida al cuadro. Luego de unos segundos su mirada cae sobre mí.
–No podrás salir de este lugar sola.
Me cruzo de brazos molesta.
–No eres mi padre.
Sus labios se curvan en una sonrisa diabólica.
–Claro que no lo soy, si fueras mía no te comportarías así. No te lo permitiría.
¿Mia? ¿Suya?
Trago el nudo en mi garganta.
–Soy una mujer adulta –digo y me levanto derecha en la postura de la realeza que se me ha inculcado desde pequeña–. Soy la duquesa, no puedes decirme lo que tengo que hacer.
Sus ojos se estrechan. –Puedo y lo haré. –Se acerca un paso y yo intento con todas mis fuerzas no retroceder. No quiero que vea que me atemoriza, eso le dará poder sobre mí y no pienso permitirlo–. Estás en mis manos, niña.
–¡No soy una niña! –digo golpeando el aire con mis puños cerrados al dejar caer mis brazos.
Cuando sonríe divertido, sé que cometí un error.
–Pues no lo parece –dice alejándose y lo agradezco–. No más portadas escandalosas en tu futuro y no más llegar de madrugada.
Me cruzo de brazos y lo miro con altivez.
–Quisiera ver eso –lo reto.
–Oh, lo harás, te lo juro. Las mocosas malcriadas como tú son mi especialidad.
¿Cómo se atreve?
–Vigila tu lenguaje frente a tu duquesa, guardaespaldas –mascullo y levanto mi cabeza para mirarlo a los ojos, con toda la desaprobación de la que soy capaz.
Nunca pensé que imitar a mi tía se me diera tan bien.
–No eres mi duquesa, niña. Yo no vivo aquí, por suerte –dice mirando con censura a su alrededor.
–Estás pisando mi país y mi casa –siseo olvidando lo último de su pulla, tampoco me gusta este lugar–. Exijo respeto. Soy la duquesa de Maryland –agrego con disgusto, nunca he usado mi título nobiliario en mi vida, se siente horrible, pero este hombre tiene que saber su lugar.
–El respeto, de dónde yo vengo, se gana. Y aquí –dice mostrándome una carpeta–, no hay nada que me haga respetarte. No eres más que una niña con ínfulas de mujer juerguista.
Veo rojo. Todo rojo.
Nunca he sido tratada con tanta falta de cortesía en mi vida.
En un impulso levanto mi mano para abofetearlo por tratarme de libertina, pero él detiene mi mano en el aire.
–Si me pegas, niña, te daré las nalgadas que nunca te dieron tus padres, ¿estamos claro?
Abro mi boca, indignada, pero la vuelvo a cerrar cuando no sale nada a excepción de bufidos de justa indignación.
–¿Decías? –pregunta burlón.
–Estás despedido –digo furiosa
–Mi jefa es tu tía, niña, no tú. No tienes un centavo, no podrías pagar lo que valgo. –Abro mi boca nuevamente, indignada–. Crees que no sé que dependes de tu tía hasta los 21 años. Soy muy bueno en mi trabajo, así que ya sé todo lo que hay que saber de ti y tu gran problema de querer llamar la atención.
–Le diré a mi tía como me trataste, te despedirá.
Sonríe y se sienta sobre el escritorio de mi tía.
–Anda, corre, hazme ese favor. Estoy aburrido de tratar con crías insoportables como tú.
Me lanzo contra él y comienzo a golpear su duro pecho con mis puños, pero en un segundo me tiene inmovilizada.
Me congelo al sentir su calor traspasando mi blusa y mis pantalones.
Trato de mover mis manos, pero Black las tiene inmovilizadas tras mi espalda con solo la fuerza de una de sus enormes manos.
–¡Suéltame!
–Lo haré cuando te calmes –susurra acercándose a mi oído–. Vas a aprender a ser una buena chica.
–¡Suéltame!
–Sé una buena chica –pide con una sonrisa divertida. Luego, toma mi mentón entre sus dedos y me obliga a mirarlo fijamente–. Di que lo serás, duquesa –termina con sarcasmo.
Mi piel se eriza al sentir su contacto y un escalofrío recorre mi cuerpo. Sus ojos me ordenan que obedezca, pero la terquedad en mí me obliga a no hacerlo.
–Veremos quién se rinde primero –digo.
Sus ojos se abren y me parece ver, por un segundo, un fuego en ellos, casi como si tuviera una vela al frente y la flama se reflejara en el azul de sus ojos.
–Lo veremos –dice soltándome.
Acaricio mis muñecas adoloridas y camino hacia la puerta a una velocidad lenta, no quiero que piense que estoy huyendo de él.
–Nos vemos en un rato –dice y en su voz hay una clara amenaza.
Idiota. No podrá encontrarme.
Me giro y le sonrío y hago una reverencia antes de salir hecha una furia.
Ya verá de lo que soy capaz.
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Comments
Lesly Argumelo
bien revoltosa la condesa
2024-11-27
3
Lesly Argumelo
/Facepalm//Facepalm//Facepalm//Facepalm//Facepalm/
2024-11-27
2
Rositha🌹📝📚
Jajaja 🤭🤭
2024-09-14
2