Mi paciencia no es a prueba de balas

Nick

Mientras los cientos de invitados recorren el lugar con sus extravagantes vestimentas, reviso el lugar. Es un gran salón, pero tiene una puerta doble, relativamente pequeña, lo que significa que en caso de una urgencia, los invitados se empujarán para intentar salir.

Me giro y veo los grandes ventanales, supongo que con un disparo podré quebrarlos y sacar a la duquesa de aquí de ser necesario.

Me paseo entre los invitados, sin quitar mis ojos de la duquesa y de lo que le rodea. Sobre todo, de quienes la rodean.

–¿Su abrigo, excelencia? –pregunta uno de los muchos meseros, de los cuales tengo estudiados sus antecedentes. Por suerte la empresa de mi hermano no tuvo problema en acceder a la información.

–No, gracias –responde la duquesa y sus mejillas se sonrojan.

Estoy seguro que tiene ese minúsculo vestido puesto. A mí no puede engañarme como lo hizo con su tía, quien se encuentra hablando, al lado del gran ventanal, con un caballero con unas horribles gafas, alto, pero desgarbado.

No es un lugar muy seguro, ya que sería un blanco fácil para un francotirador con algo de experiencia. Pero ella no es mi trabajo, así que sigo a la niña malcriada, quien no deja de mirar su teléfono.

–¿Pasa algo? –pregunto cuando saca el teléfono por quinta vez.

Da un pequeño salto antes de girarse hacia a mí y clavar esos increíbles ojos en los míos.

–Nada… Solo estoy esperando a Louis, tiene que traer algo para mí hoy –susurra y sus mejillas se vuelven a enrojecer.

–Mira, duquesa, si tienes pensado tener sexo con tu “amigo” –digo haciendo unas comillas en el aire–, no es un buen momento. Estaré siguiendo tus pasos, y no creo que quieras que observe, a no ser que seas exhibicionista.

Su cara ya sonrojada se vuelve roja.

–Yo no… yo no… –Su boca se abre y se cierra, sin poder formular una respuesta.

Levanto mi mano y con mis dedos cierro su linda boca.  –Mi mamá siempre nos decía que en boca cerrada no entran moscas.

Se aleja de mi mano.

–Louis y yo… nosotros no… no tendremos… eso –susurra mirando hacia todos lados.

–Es tu vida, duquesa, sólo te advierto que te estaré siguiendo. –Me acerco a su oído–. Y estaré mirando.

Retrocedo y la cara de espanto de la duquesa me hace reír contra mi voluntad.

–¿Estás bromeando? –pregunta luego de unos segundos.

Me encojo de hombros, antes de alejarme de ella unos pasos y continuar con la vigilancia.

La cría coge una copa de champagne de unos de los meseros y se la bebe en dos sorbos, y luego seca su barbilla, que gotea, con el dorso de su mano, ganándose exclamaciones escandalizadas a su alrededor.

La duquesa mira a su alrededor y pone los ojos en blanco antes de seguir avanzando, ignorando los comentarios a su espalda.

Así se hace, niña.

******

Miro aburrido a la duquesa, quien se ha visto obligada a bailar con el hijo de un marqués, por obligación de su tía. El crio en cuestión es obeso, con granos en la frente, y un color rojo zanahoria en su cabello, que no favorece en nada el color rojizo de su piel.

Sin embargo, se cree el tipo más apuesto del lugar, e insiste con bajar las manos por la espalda de la duquesa para tocar su trasero. Ella está cada veinte segundos subiéndole las manos. Considerando su reputación, debe encontrarlo muy repulsivo para evitar que la toque.

El chico la lleva hacia el fondo del salón, así que camino siguiéndolos y observando todo. Mi cuerpo se tensa cuando el hijo del marques trata de esconderse con la duquesa y lo logra por aproximadamente veinte segundos, ya que con la cantidad de personas me tomó más tiempo del necesario alcanzarlos.

Me relajo cuando la duquesa me mira y pone los ojos en blanco antes de beber de la copa que le tiende el crio.

Mi celular suena, y ya que la duquesa está a mi vista, decido contestar.

–Diga.

–Soy yo –dice mi hermano y su voz suena extraña.

–¿Pasa algo?

–Creo que estoy en problemas.

Mi cuerpo se tensa de inmediato.

–¿Estás herido?, ¿necesitas que envíe a alguien?

–No, estoy bien… creo.

–Rick, ¿qué mierda está pasando?

Mi hermano suspira, y sé que debe estar agotado. –No sé.

–No jodas mi paciencia, Rick –mascullo molesto. Mi hermano ríe con un extraño tono ronco–. ¿Estás ebrio?

–En camino.

–¿Qué mierda está pasando contigo? –pregunto casi gritando, mi hermano prácticamente no bebe. Sea lo que sea que esté pasando debe ser grave.

–Cometí un grave error, quizá el peor de mi carrera.

–¿Tu modelo está bien?

–Lamentablemente, sí.

Paso mi mano por mi pelo, completamente frustrado.

–Si no eres claro, te cortaré, estoy trabajando –mascullo mientras mis ojos miran a la duquesa ponerse empalagosa con el hijo del marqués. Está prácticamente recostada sobre él.

Esa mujer no deja títere con cabeza.

Escucho a mi hermano mascullar palabras sin sentido al teléfono, que incluyen bruja, calientabraguetas, narcisista, y otras mierdas más, mientras el crio lleva a la duquesa hacia el baño de hombres

–Debes estar bromeando –digo molesto–. Rick, tengo que dejarte, la niña está a punto de meterse en problemas.

–Sí, eso es lo único que saben –masculla con la lengua trabándose en la última palabra–. Siempre provocando, y luego… No debí haberme acostado con ella –susurra y escucho lo que parece un vaso rompiéndose.

Oh, mierda.

–¿Te acostaste con la modelo?

–Sí –sisea–. Uno de los peores errores de mi vida.

Cuando ya no veo a la duquesa, me desespero. –Mira, hermano, te llamo más tarde. Debo cortarte ahora. Y hasta que no te llame, no te acerques a esa mujer, menos ebrio.

–Ya quisiera ella que vaya a su lado, eso es lo que debe estar esperando –continúa mascullando palabras sin sentido hasta que corto la llamada y ya no escucho su balbuceo.

Camino hacia el baño, más molesto que esta tarde. Se lo advertí, le dije que no tuviera sexo hoy porque estoy obligado a seguirla.

Quizá si es exhibicionista, pienso cuando escucho unos sonidos provenientes desde el baño, que suenan como gemidos.

Maldita sea, no me pagan lo suficiente.

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