Mi deber más preciado

Isabella

–No se ve feliz, ¿no crees? –le pregunto a Liam cuando mi sobrina pone los ojos en blanco ante la conversación de George–. Me gustaría que se llevara bien con él, harían una linda pareja.

–No lo creo, Issy, tu sobrina es una chica inteligente.

–¿Perdón? –pregunto cuando no lo entiendo a la vez que me giro para mirarlo.

Su mirada oscura me recibe con preocupación.

–He escuchado algunas historias de ese joven… y te aseguro que no querría a ninguna sobrina mía cerca de él.

Arrugo el ceño, incrédula. –No puede ser, es el hijo…

–Del Marques, lo sé –dice, interrumpiendo lo que iba a decir–. Le das mucho valor a los títulos, Issy –agrega golpeando cariñosamente con la punta de su dedo mi barbilla.

Sonrío ante ello.

–Lo sé, pero conozco a George III y a su esposa, ellos han sido unos excelentes padres.

La mirada de Liam se oscurece aún más. –Me gusta tu forma de ser, Issy, pero tienes que entender que no toda la gente es amable y buena persona como lo eres tú. Tu amigo, el Marques, ha ocultado muchas de las barbaridades que ha cometido su hijo para no mancillar el nombre de su familia –termina, poniendo los ojos en blanco.

Liam es así, al igual que mi sobrina, no le importa los títulos, y encuentra ridícula nuestra forma de actuar en sociedad, pero él no lo entiende, no realmente. Nuestras familias tienen el deber y la responsabilidad de actuar correctamente ante la sociedad. El peso sobre nuestros hombros es una carga que hemos aprendido a llevar desde la cuna.

Suspiro al pensar en mi vida, y en todas las cosas que he dejado ir, oportunidades que no volverán a presentarse ante mí, todo por el deber que tenemos con nuestra nación.

–¿Estás bien?

Sonrío. –Sí, eso creo. A veces creo que entiendo a mi sobrina, esas ansias de libertad, de escapar lejos.

–Oportunidad que tuviste –susurra Liam, y mi corazón duele como aquel día.

Lo miro a sus ojos oscuros y sonrío tristemente. –Lo sé.

–¿Te arrepientes de ese día? –pregunta y sus ojos se llenan del mismo pesar que siento yo–. ¿Te arrepientes de todo?

Niego con mi cabeza, firmemente. –De todo, no –digo y sus ojos se iluminan–. Y de ese día, creo que… –mi voz queda silenciada ante los gritos y exclamaciones de los invitados.

Confundida me giro hacia el salón y palidezco cuando veo al señor Black caminando hacia el centro del salón, arrastrando a George IV y otro joven, al que no conozco.

Los lanza al suelo, con una fuerza inusitada, logrando los gritos indignados de la multitud.

–¿Qué significa esto? –pregunta a gritos el Marqués George III–. Llamen a seguridad, que arresten a este energúmeno –agrega acercándose a su hijo, quien se encuentra en el suelo, con el rostro inflamado y sangrando por su boca, nariz y por un corte en su ceja.

–Ve –dice Liam.

Me acerco lo más rápido que puedo, sin correr, eso no está permitido, ni siquiera bajo una urgencia.

–¿Señor Black? –pregunto sin entender nada.

–¿Este asesino trabaja para ti, Condesa?

Asiento. –Lo hace.

El Marqués enrojece de furia. –Lo quiero en la cárcel. ¡Mató a mi hijo!

Black sonríe. –Eso hubiese querido, pero lamentablemente quedó inconsciente ante de que pudiera terminar con él.

Mi rostro palidece, sin entender, y luego me congelo. –¿Mi sobrina? –pregunto tratando de controlar mi miedo y fallando a la vez.

–La Duquesa está bien, llegué a tiempo –dice Black y es cuando otro coro de exclamaciones suena por el salón.

Miro hacia el estruendoso ruido y es cuando la sangre abandona mi cuerpo.

Sin importarme nada, corro hacia mi sobrina y hacia Louis, quien viene con ella. Mi pequeña está afirmada en él, con su rostro sangrando y un enorme moretón en el costado de su rostro.

–Estoy bien, tía –me calma Cathy antes de que pueda sostenerla en mis brazos.

La abrazo y luego recuerdo donde estamos, y recupero la compostura y me alejo unos centímetros, sin embargo cojo su mano, la cual está helada.

–¡Alguien llame a un médico! –pido a la multitud, pero nadie hace caso, todos están murmurando y apuntando a mi sobrina y al hijo del Marqués, solo Liam coge su celular.

–La revisé, está bien –dice Louis, y mi pánico baja unos grados.

Louis está en cuarto año de medicina, me imagino que sabe lo que hace, aunque de todas formas miro hacia Liam y asiento cuando lo veo conversando con alguien al teléfono, necesito una segunda y tercera opinión.

–Juré que te protegería –susurro a mi sobrina–. Se lo juré a tus padres –agrego y mi voz se rompe.

Cathy sostiene mis manos con fuerza. –Estoy bien, tía, lo juro.

Niego con la cabeza. –Se los juré –insisto.

Mi sobrina trata de sonreír, pero hace una mueca de dolor. –Lo has hecho. –Se acerca a mi oído–. Mejor de lo que ellos alguna vez lo hicieron.

Sonrío y coloco mi mano con delicadeza en la parte de su rostro que no está golpeada.

–¿Qué pasó? –pregunto mirando a mi sobrina, a Louis, pero sobre todo a Black.

–Me puso algo en el champagne, creo –empieza confundida–. Y luego estaba en el baño, y apareció otro hombre, y yo…

La abrazo y miro furiosa a los chicos en el suelo.

–Quiero que los detengan –digo alzando la voz.

El Marqués enrojece y se levanta furioso. –No. No lo permitiré. Mi hijo y mi sobrino son hombres intachables, y no podemos decir lo mismo de la Duquesa –dice con un claro desprecio en la última palabra.

Black lo sujeta firmemente del hombro. –Discúlpate con la Duquesa –le ordena con esa voz que sólo los militares tienen.

–¿Cómo te atreves a tocarme? –pregunta y trata de soltarse de Black, pero éste lo tiene en un agarre férreo–. No eres más que parte de la servidumbre y esa muchacha es una cualquiera –agrega.

Miro a mi sobrina, quien palidece.

Black gira al Marques hacia a él, pero antes de que lo golpee, me acerco y le doy una cachetada que resuena por todo el salón.

Ignoro los murmullos y le digo furiosa: –Respeta a la Duquesa.

George III lleva su mano a su rostro. –Que se respete ella primero. No dejaré que mi hijo vaya a la cárcel por una falsa acusación. Todos los vieron juntos por el salón –dice girándose hacia la multitud escandalizada–. Todos saben el comportamiento de la Duquesa, y todos saben que mi hijo…

–Todos sabemos los crímenes que ha cometido tu hijo, y de los cuales te has encargado personalmente de ocultar –dice furioso Liam quien se acerca a mi lado–. La policía y una ambulancia vienen en camino.

Asiento agradecida.

George me mira furioso. –Esto es tu culpa, Isabella, este desastre es gracias a la ramera que has criado. Creo que todos debemos sentirnos agradecidos de que no tengas hijos que puedan contaminar estas tierras con su indecencia.

Black y Liam se acercan a él, pero es Black, quién lo coge del cuello.

–Respeta a la Condesa de Maryland –le gruñe Liam.

La multitud mira hacia nosotros, y evito con todas mis fuerzas que mis ojos se llenen de lágrimas ante las horribles palabras de George. Cuando creo que estoy perdiendo la batalla, ya que mi mirada se nubla y me cuesta ver a través de las lágrimas retenidas en mis pestañas, siento la mano de mi sobrina en mi hombro, y mi cuerpo se relaja.

Mi pequeña está bien, y eso me da la fuerza para hablar sobre los murmullos de las personas, quienes miran atentamente todo lo que pasa.

–Desde hoy las relaciones en nuestras familias están rotas. Y creo que entiendo por qué tu hijo es así, le has enseñado a no respetar a las mujeres –digo mirándolo con disgusto. Observo a su esposa, quien está en shock–. Espero que al menos trates a tu esposa con el respeto que se merece –agrego al recordar los rumores de hace unos meses de que Olivia había aparecido en una fiesta con exceso de maquillaje, y todas las mujeres hablaban en susurros de que esa falta grave de protocolo lo hizo para ocultar marcas de golpes.

Black suelta el cuello del Marques, pero lo retiene del brazo.

Sonrío al escuchar las sirenas acercándose.

–Buen trabajo, señor Black –digo.

Éste asiente y luego mira a mi sobrina y a su alrededor, vigilando su entorno, como si temiera otro ataque, y al ver eso me relajo visiblemente.

Mi sobrina estará a salvo.

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