Capítulo XIV: Misterio.

Narrador.

Dracus era un vampiro astuto y curioso, diferente de las brujas que se guiaban más por la intuición mística, los vampiros preferían usar la observación minuciosa de los hechos para sacar conclusiones. Analizó cada uno de los gestos, miradas y reacciones de Matthew en el momento en que Samantha entró por la puerta del living; dedujo de inmediato que ese chico sentía una fuerte atracción por la bruja, aunque pretendía disimularlo con una frialdad inverosímil.

Los primos se reunieron con Cynthia en una fino restaurante, la amiga insistió tanto en conocer al primo que finalmente Samantha accedió a una salida los tres. Bebieron unas copas de vino, comieron comida italiana y luego fueron a ver la obra "Don Juan Tenorio" de Tirso de Molina en el Royal Theatre de la ciudad. Dracus era un caballero agradable, culto, de modales refinados, reflexiones simples llenas de prosa poética, galantería innata pero respetuosa; toda mujer podría sentirse encantada en su compañía.

Matthew, solo en casa estudiando para un test en el living de la casa, luchaba por mantener la concentración en su lectura pero resultaba imposible; la mente estaba perdida en descifrar qué pasaba con él, no le gustó escuchar que Jeff se sentía atraído por Samantha y, hace unas horas, Dracus lo descubrió mirando a su prima como un idiota embelesado.

–No, no, no. Me estoy volviendo loco, esta oscura mujer no me permite tener paz mental. No sale de mis pensamientos, ni de mis sueños, la quiero tener frente a mí las veinticuatro horas del día. Pero hay una parte de ella que oculta, ese misterio que la rodea, me genera interés ¿Qué es lo que oculta esta muchacha?

Dirigió los ojos a todos los rincones de living, había muchos detalles místicos que antes ignoró: calaveras en la cima de los muebles, mini esculturas de gárgolas en en librero de uso común y candelabros envueltos en ramos de yerbas aromáticas. Estando solo en casa, vio que se presentaba la oportunidad adecuada para investigar si Samantha y Dracus eran psicópatas o no.

Guiándose por lo mostrado en las películas de asesinos seriales, decidió ir a uno de los lugares prohibidos de la casa: el oscuro sótano, consiguió una linterna y descendió por las viejas escaleras. A primera vista destacaba un antiguo estante con botellas pequeñas de variados colores, Matthew creyó que eran tragos, pero al acercarse notó que unos nombres extraños: yerbas para purificación, pócima de la pasión, brebaje de transformación acuática...

–Estás personas pertenecen a un tipo de secta oscura como muchos psicópatas ¿Qué tipo de bebidas son estas?– cogió la pócima de la pasión– Quizás Samantha es una bruja charlatana que lee tarot o junta parejas– riendo con mofa se guardó el frasco en el bolsillo del pantalón, registrar las pertenencias ajenas lo arrastraba desde la infancia simplemente porque le causaba diversión.

Un ruido entre unas cajas en la parte este del espacio lo puso en alerta, imposible que uno de los primos estuviese escondido jugándole una broma; no creía en cuentos de fantasmas ni nada fuera de lo lógico y empírico, pero el ruido no se apagaba... su incredulidad se veía a prueba. Apuntó con la linterna en dirección a las cajas, una se precipitó al suelo de golpe, Matt contuvo el aire y lo expiró al ver a Clow caminar en medio del desorden.

–¡Maldito gato endemoniado! Querías ver si me asustaba– Clow maulló agudo– ¿Qué? Estás tratando de pelear– el miauuuh se oía molesto– Uy si, me asusta mucho con tu maullido de furia, déjame en paz Clow. Como odio estos animales...

El gato desprecio por una rendija que sabe al patio trasero, un pequeño espacio que permitía la entrada de la luz exterior. El chico miró por si había se encontraba otro artículo fuera de lo común ¡Si que existía un artefacto particular en el sótano! Descendiendo por la pared se encontraba un ataúd de mármol negro, el cual brillaba con el resplandor que entraba de afuera.

–¡QUÉ HACE ESTO AQUÍ! Los primos dark comparten una fascinación con la muerte, debe haber una persona oculta– con la luz artificial iluminó la placa de bronce que contenía el epitafio– ¿Valerius? Extraño apellido, me recuerda a un sueño que tuve hace unas noches...

A través de la rendija vio un taxi detenido justo afuera de la casa, Samantha lo mataría si lo descubría en ese espacio vedado. Subió las escaleras casi a saltos, puso el cerrojo a la puerta y corrió de vuelta al living.

–¿Qué te pasa Matt? ¿Te sientes enfermo? Estás pálido como un fantasma– indaga Dracus sentado en un sillón de cuero negro, pues sospecha que ocurrieron cosas.

–Dracus tiene razón, llevas una cara que causa espanto ¿malas noticias en tu familia o la universidad?– la chica se quita el abrigo, reposo en un sillón modelo Ámsterdam y cruza las piernas para quitarse los tacones.

–Ehhh... supongo que no, todo está en orden– se perdió apreciando las piernas cruzadas de Samantha, en vista que el vestido permitía poco espacio a la imaginación.

–Bebe un trago, te devolverá los colores– Dracus ingería una copa con el brebaje que le preparó la bruja.

–¿Qué trago es ese? ¿Me convidarías para probar? Si es rojo debe estar hecho a base de granada– se levantó a tomar una copa y entregárselo al invitado.

–Mmmm... pienso que no te va a gustar, no es apto para cualquier ser. Lo digo en serio, no está hecho para ti– el vampiro mintió para no verse expuesto.

–Dracus, bebo todo tipo de alcohol desde la adolescencia, mi hígado resiste todo tipo de bebida ¡Vamos dame un poco!

Los primos se intercambiaron ojeadas, ese brebaje fue preparado exclusivamente para vampiros, su sabor a sangre con la combinación perfecta de pócimas y magia resultaba agradable para un no muerto. Si un mortal llegaba a beberla podría ser fatal.

–Mi primo no te está mintiendo. Créele. Te causará arcadas de solo olerla... Tengo otro vino. Déjame ir a buscarlo para ti– nerviosa, salió corriendo a la cocina para poder hacer un hechizo, que me permitiera producir un vino de granada, de apariencia similar al otro.

Matthew permaneció asombrado esperando el trago, la dueña de la casa nunca era tan atenta, en vez de preguntarse la razón era mejor disfrutar verla venir con la copa y entregársela en bandeja. Al recibirla, atrapó el dedo anular de la mano derecha de Samantha, estaba caliente, percibió un leve temblor, alzó la vista y ahí estaban esos indecisos ojos verdes pestañeando acelerados; acarició esa minúscula zona con las pupilas fijas en la mujer de vestido negro, hasta que ella, nerviosa, soltó la copa y se fue al baño con la excusa de sacarle el maquillaje.

–Contemplas a mi prima con escaso disimulo, que podría llegar a pensar que sientes un fuerte deseo por ella.

–¿De dónde sacas esas ideas infundadas? Le queda bien ese vestido, eso es todo– afirmó alterado.

–Mi querido Matthew, te advierto que andes con cuidado, Samantha no es una mujer común y corriente. Quien ansie amarla, deberá hacerlo de verdad y sin miedo; amará cada una de sus características, cuidará su corazón como un sagrado altar y la protegerá de todos los peligros que la puedan amenazar. Únicamente un hombre valiente, se atreverá a entregarle su alma.

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