15.

Días habían transcurrido desde la última salida al cine.

Era viernes nuevamente y, como era costumbre, iba a la biblioteca. Había hablado más con Lukyan, pero tampoco demasiado. No obstante, esperaba que, al abrir la puerta, estuviera sentado ahí igual que aquella vez que lo estaba esperando.

Abrió la puerta de forma esperanzadora, pero no había nadie. El puesto estaba vacío y soltó un suspiro. Miró detrás de él, pero no se veía por ningún lado. Tomó asiento como siempre y, cada vez que la puerta se abría, alzaba la mirada pensando en qué lo vería entrar. Minutos pasaron, pero Lukyan nunca se asomó. Se sintió triste, tan triste que pensó en que podía comenzar a llorar. Y, cuando quedaba solo una hora para irse, la puerta se abrió y lo vio entrar.

Quiso sonreír, pero entonces lo vio con el rostro golpeado y sintió miedo.

Se quedó sentado viéndolo acercarse a él y tomar asiento.

—Pensé que ya te habías ido. Estoy cansado, despiértame cuando te vayas.

Sin más, solo echo su cuerpo hacia adelante para apoyar su rostro en sus brazos. Éley quería preguntar qué le había pasado, pero solo guardo silencio. Vio su mejilla golpeada, su labio partido y sus nudillos heridos. Tragó saliva y, lo único que hizo, fue mirarlo.

Lukyan si estaba durmiendo, pero, cuando sintió como su rostro era tocado, fue despertando, mas no abrió sus ojos. Sintió como Éley lo tocaba de forma lenta y cuidadosa. Sintió las yemas de sus dedos tocando su mejilla y sintió que, donde él tocaba, su piel se calentaba con fuerza. Sintió que algo recorría todo su cuerpo de una extraña manera que no podía entender y aún se sentía molesto por aquellos Alfas con los que había peleado, pero el toque de Éley calmaba todo el enojo que estaba instalado en su interior. Sintió que el toque del pelirrojo era suave, dulce, tierno y perfecto mientras tomaba mechones de su cabello para apartarlo de su rostro y es que Éley sintió que su cabello era tan suave que quería tocarlo mucho. El tocar su piel se sentía como tocar fuego puro y, por un instante, quiso quemarse por completo.

Cuando Lukyan no pudo resistirlo más por comenzar a pensar cosas que no debía e imaginar todo lo que le podía hacer, rodeó su muñeca y Éley dio un respingo. Había dado por hecho de que estaba durmiendo, pero no era así. Vio sus ojos peligrosos y salvajes que lo observaban como si estuviera listo para devorarlo por completo. Sus dedos grandes rodeaban su muñeca y la alejó, entonces fue cuando se dio cuenta de lo cerca que estaban. No sabía en qué momento se habían acercado tanto, pero casi podía sentir su respiración en su rostro.

—Cuidado —habló Lukyan de forma lenta y clara —. No me controlo tanto como crees.

Éley no supo qué decir. Solo se quedó mirándolo de forma lenta. Por un momento, vio que sus ojos no eran completamente de un color azul o verde, sino que tenían una pizca de color dorado en ellos.

De forma rápida, vio como acortaba aún más la distancia sintiendo que se llevaba todo su oxígeno de golpe. Sintió su corazón latiendo con fuerza y bajó la mirada por no ser capaz de mirarlo. Sintió que estaba cerca de lo más peligroso, excitante y hermoso que había visto en toda su vida. Sintió sus dedos grandes tocando su mejilla y acomodando su cabello detrás de su oreja.

Quiso apartarse, pero apenas era capaz de respirar.

—Estás respirando muy fuerte —susurró, pero, a pesar de que veía lo nervioso que se encontraba, no hizo esfuerzo en alejarse. Por el contrario, se acercó mucho más.

Éley bajó la mirada para observar al otro lado y quiso controlarse, quiso mantener su mente clara, quiso calmar su corazón, quiso muchas cosas, pero sabía que no iba a ser capaz de realizar ninguna de ellas.

—Eres muy bonito —murmuró casi contra su oído —. Ojalá no me hubieras tocado, porque ahora tengo muchas ganas de tocarte también.

Sintió su rostro contra su cuello y la respiración caliente que soltó le erizo la piel.

Cuando reunió un poco de fuerza, se puso de pie de golpe.

—Tengo que irme —soltó y salió casi corriendo cerrando de un golpe la puerta de la biblioteca.

Lukyan lo quedó observando hasta que se puso de pie también.

—Demasiado escurridizo —susurró para él mismo cuando abrió la puerta. Miró a todos lados, pero no había la más mínima señal de Éley y claro que no lo iba a ver, pues ya se encontraba arriba de un autobús.

Y, mientras Éley llegaba a su casa casi desesperado por sentir paz, Lukyan llegó a su departamento sintiéndose extraño. El pensamiento de que Éley era diferente no lo dejaba en paz. No tenía feromonas algunas, pero había sentido como su cuerpo había reaccionado de manera diferente a su cercanía. Soltó un suspiro y se tiro a su cama y Éley se metió a la ducha para poder despejar su cabeza.

Aquella noche, para ambos se les fue imposible el poder conciliar el sueño. Se daban vueltas en la cama sin parar solo pensando en el otro. Si cerraban sus ojos, solo veían al otro sin poder evitarlo. Éley lo tomo como una estupidez que no lo quería dejar en paz porque estaba cansando y quería dormir, pero Lukyan solo se quedó mirando el techo de su habitación. Había llevado a muchos Betas a su departamento, pero, por un momento su mente solo le hizo ver a Éley en su cama. Pasó las manos por su rostro y se sentó, pero lo mismo hizo el pelirrojo porque la calor que estaba sintiendo era extraña.

Éley se removió en la cama molesto y terminó tirando todo al suelo sintiéndose enojado. Lukyan no hizo nada porque estaba intentando procesar lo que le sucedía ya que era algo que no le había ocurrido antes.

Al otro día, como todo día sábado, salió con su madre. No habló mucho y ella se dio cuenta de que algo, sin duda alguna le ocurría. Conocía a todos sus hijos a pesar de que ellos pensaban que no era así. Sabía muy bien lo que sus gemelos hacían y sabía muy bien lo que Éley estaba sintiendo. Quiso hablarle, sin embargo solo guardó silencio porque era obvio que el pelirrojo no quería decir nada.

El día transcurrió de forma lenta y sin muchas cosas interesantes qué contar. Todos estaban sentados en la mesa hablando y riendo, pero el único que no decía algo era Éley. Todos lo observaban sin saber qué le ocurría, hasta que su padre, simplemente, le preguntó:

—Éley, ¿qué pasa? No has comido nada.

Ni siquiera escuchó a su padre, se quedó solo mirando la comida que había en su plato.

—Éley.

Nada.

—Éley, te estoy hablando.

Alzó la mirada para observar a todos lados hasta que choco miradas con su padre.

—¿Qué pasa?

—Eso me pregunto yo, ¿qué es lo que te pasa? No has dicho nada sobre la cena.

—No es nada. Estoy bien.

—Últimamente, ya ni siquiera comes, ¿qué es lo que te ocurre? ¿O qué has hecho? Porque si me vas a decir que algo malo hiciste y...

—No he hecho nada.

—¿O es qué le estás guardando algún secreto a tus hermanos nuevamente?

—¿Por qué nos metes a nosotros? —preguntaron los gemelos al unísono.

—No me vuelvan loco diciendo lo mismo a la misma vez.

—No lo hacemos —repitieron ambos y se quedaron mirando de forma atenta —. Tú lo hiciste. ¿Yo? Claro que no, fuiste tú. Deja de repetir lo que digo. Deja de hacerlo tú. No tú.

Su padre los quedó mirando de mala gana porque estaban hablando a la misma vez discutiendo por lo que decían. Sintió que le comenzaba el dolor de cabeza y solo se puso de pie para ir por un vaso de agua.

Éley soltó una pequeña sonrisa porque sabía que lo habían hecho a propósito para ayudarlo. Su madre los observó negando con su cabeza y ellos le regalaron una sonrisa angelical de lo cual, obviamente, no tenían ni un solo cabello. Cuando terminaron de comer el pelirrojo solo se fue a su habitación y se acostó. No se sentía bien, así que solo se acurrucó en la cama y cerró sus ojos.

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Comments

Lankita☕

Lankita☕

Manilargo

2024-09-12

0

sour grapes💗

sour grapes💗

Eley q si c baña no como OTROS (Lukyan) jsjsjs

2024-07-12

4

sour grapes💗

sour grapes💗

quietooo recuerden 1.5m d distancia

2024-07-12

0

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