8.

Éley no supo qué decir.

Sintió miedo y nerviosismo porque se veía alto. El hecho de que había apretado su brazo con fuerza era más que obvio, pero también el hecho de que había dejado de ejercerla cuando lo vio.

Sintió su mirada intensa y su presencia era imponente. Retrocedió unos pasos y estiro el bolso hacia él con la mirada baja.

—Lo siento, olvide quitármelo, pero ahí está todo. No he sacado nada, es decir, revise para ver que había dentro, pero no robe nada. Todo el dinero está ahí. Discúlpame.

Lukyan lo vio estirando el bolso hacia él incapaz de mirarlo a la cara y no supo lo que sintió realmente. Solo tomó el bolso de forma lenta para ver su ropa dentro. Luego, lo quedó mirando porque él se seguía viendo igual de intimidado y asustado, casi como si hubiera hecho lo más horrible que pudiera existir. Él ni siquiera se molesto en revisar si el dinero estaba o no, pues eso no le importaba en lo absoluto. El dinero siempre le había dado igual.

Y quiso observar su rostro, pero le era imposible. Éley mantenía la mirada en el suelo todo el tiempo.

—Eso era todo, adiós —agregó y giró sobre sus pies para comenzar a alejarse.

Lo vio caminar de forma rápida, casi corriendo y no pudo simplemente ignorarlo. Soltó un suspiro cuando sus piernas comenzaron a caminar antes de que su cerebro le diera la orden.

Éley sintió los pasos acelerados detrás de él y quiso apresurar el paso, pero sus piernas cortas no podían recorrer tanta distancia contra las piernas larga y rápidas de Lukyan. Cuando llegó a la escalera, sintió su brazo ser tomado y se detuvo. Por un momento, dio un paso en falso al escalón de abajo y pensó en que iba a caer, pero el Alfa rodeó su cintura y lo pegó a su cuerpo para sostenerlo.

—Andas muy torpe hoy día —soltó el pelinegro.

Éley tragó saliva al sentir su cuerpo demasiado cerca y aclaró su garganta para alejarse de forma rápida.

—Lo siento.

—¿Por qué te disculpas tanto?

—Lo siento —repitió y quiso golpearse la cabeza —. Es decir..., lo siento.

Sintió la mirada de Lukyan buscando la suya y, de reojo, lo vio ladear su rostro y no le quedó de otra que alzar la mirada. Azul y verde lo observaban de forma atenta y quiso desviar la mirada, pero le fue imposible. Se sintió atrapado en esos dos ojos que se podían comparar con la fiereza de un león.

—¿Cómo supiste que esa era mi aula?

—Le pregunte a un amigo.

—¿Amigo?

—Amigo Beta —corrigió y vio como su rostro se relajo.

—Ya veo.

—Sí y ya te di lo que debía darte, así que ahora tengo que irme.

Comenzó a bajar las escaleras de forma rápida.

—Te ves muy asustado —escuchó detrás suyo —. ¿Crees que estoy molesto?

—Solo no quería que pienses que soy un ladrón. El dinero está todo ahí —habló y siguió caminando.

—Entonces, ya que me devolviste el dinero, ¿vamos a comer?

—No tengo tiempo para salidas de mejores amigos, lo siento —habló de forma tajante y se lamento porque se había oído peor de lo que quería.

Lukyan lo siguió por detrás y metió las manos en su bolsillo.

—Y, ¿qué tal una salida para conocerse mejor? —preguntó probando para oír que le respondía.

—Sabes cómo me llamo y sé cómo te llamas, eso ya es suficiente. No hay nada más que conocer sobre mí.

—Sabía que ibas a decir algo como eso.

—Felicidades, eres un profeta. ¿Me piensas seguir todo el camino?

Lukyan no pudo evitar sonreír. Observó como caminaba, observó todo su cuerpo en realidad y pensó en qué era pequeño y delgado y que sería muy sencillo tomarlo en sus brazos o hacerle lo que quisiera. Pero era quisquilloso y nada fácil, eso le animaba más a seguir hablando con él.

—Solo voy en la misma dirección que tú y ya. No hay otra salida después de todo.

No obtuvo respuesta.

Éley le daba la espalda, pero podía sentir su mirada casi incrustada en él. Sintió un escalofrío por todo su cuerpo y tragó saliva con dificultad cuando se dio cuenta de lo sudadas que estaban sus manos. Tomó una respiración profunda y cerró sus ojos por unos segundos para mentalizarse.

Se detuvo en el paradero que había fuera de la universidad y de reojo lo vio apoyado con sus brazos cruzados sobre su pecho. No sabía lo que tramaba realmente, pero si su intención era ponerlo nervioso, pues le estaba funcionando demasiado bien porque estaba nervioso a más no poder. Jugó con sus manos y al final solo se sentó en la banca que había. Sus ojos le jugaron en contra y buscaron a quién se encontraba ahí. Tenía un rostro serio, su cabello negro se movía por la brisa del ambiente, sus ojos brillaban a pesar de que estaba bajo la sombra, su ropa le quedaba a la perfección. Los jeans negros, con puños al final eran rotos en las rodillas, la polera, del mismo color, era de mangas largas así que se ajustaba a sus brazos grandes.

Entonces, Éley escuchó su nombre. Miró a la izquierda viendo a quien se acercaba. Era un Omega con quien solía hablar algunas veces. De forma inmediata vio a Lukyan, pero él solo lo miraba a él hasta que el Omega se cruzo en su vista. Éley vio claramente como desvió la mirada de mala gana y metió sus manos en sus bolsillos.

—Éley, que bueno que te encuentro, te estaba buscando porque necesitaba preguntarte por Cheng.

—¿Qué pasa con él?

—¿Crees que me podría reservar una mesa para este fin de semana? —preguntó el Omega de cabello rubio —. Es urgente, si pudieras ayudarme con eso, por favor.

Éley escuchó claramente lo que le estaba diciendo, pero también vio como desviaba la mirada para observar al Alfa. Lukyan se mantenía con la mirada al frente todo el tiempo. No le prestaba la más mínima atención. Y es que, el solo hecho de oír la voz del Omega, lo hacía enojar. Respiro solo por la boca porque el chico estaba liberando feromonas y le dieron ganas de vomitar.

Formó puños y no pudo evitar pensar en qué Éley iba a quedar impregnado de todo eso. Por un momento, pensó en meterlo a una ducha para quitarle todo ese aroma asqueroso que le revolvía el estómago.

—Eh, no lo sé, tendría que preguntarle, pero es muy probable que no pueda. Ya sabes, las mesas siempre se reservan con una semana de antelación.

El Omega soltó un suspiro y puso cara pensativa, luego se acercó un poco más a él y tomó sus manos en un gesto amable.

—Por favor, Éley, me ayudarías mucho y prometo devolverte el favor.

—Eh...

Sintió como tocaba sus manos y observó su rostro que estaba lleno de suplica. No sabía qué decirle. No quería ser alguien malo, pero no podía asegurarle nada. Era probable que Cheng pudiera hacer algo al respecto, pero no estaba seguro.

—De acuerdo, intentaré hablar con él.

El chico soltó una sonrisa y le dio un abrazo.

—¡Muchísimas gracias! Yo sé que él te dirá que sí porque son amigos. Ten —le entrego un chocolate que andaba trayendo en su bolsillo —, prometo devolverte el favor cuando tú quieras.

Se marchó de forma rápida, pero no pudo evitar darle una breve mirada al Alfa que se encontraba de pie. Se veía molesto, no, más bien se veía como alguien que, en cualquier momento, podía dar vuelta un automóvil con un solo soplido.

Éley quiso acercarse, pero se quedó paralizado. Sintió que no podía dar ni un solo paso o podía morir. Sintió que, el simple hecho de respirar estaba provocando que su vida corriera peligro. Bajó la mirada y soltó un suspiro porque era obvio que se había puesto de esa manera por el Omega que se había acercado. Pudo sentir incluso como el chico había liberado feromonas. Tal vez no lo había hecho a propósito, pero ya estaba hecho.

Entonces, no se pudo contener de preguntar:

—¿Por qué odias tanto a los Omegas?

Lukyan escuchó claramente la pregunta, pero no le dio ni una sola mirada.

Estaba más que molesto y, cuando estaba así de molesto, la agresividad solía dominar su cuerpo por completo sin que pudiera hacer nada al respecto. Entonces, lo sintió acercarse y retrocedió de forma inmediata para darle una breve mirada con la clara advertencia de:

No des ni un solo paso más.

—¿Que por qué odio a los Omegas? —preguntó y soltó una carcajada de mala gana —. Porque son unos malditos manipuladores. De seguro el hecho de que tu amigo consiga una mesa es casi imposible, pero le dijiste que sí únicamente porque te hablo bonito.

—Solo me habló de forma amable.

—La amabilidad es muy diferente a la manipulación.

Éley bajó la mirada y retrocedió unos pasos.

—Siempre andan por ahí esparciendo sus feromonas asquerosas —habló y formó puños —. Que maldito asco.

La voz que había utilizado para decir todas esas cosas era muy diferente a la que utilizaba en otras ocasiones.

—Lo siento, ya me voy.

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Comments

Adaleska Amaya

Adaleska Amaya

ujummmm si supiera el pobre esto va para mal en serio lukyan es muy explosivo y agresivo casi que con problemas de conducta pero se entiende el por qué pues

2024-12-02

0

Lectora Anónima

Lectora Anónima

Pobre Éley... Cada vez que Lukyan pronuncia este tipo de palabras, mina la autoestima de nuestro pelirrojo, le hace más chiquitito, le aleja de él... No me gusta que se hagan daño, aunque sea de forma inconsciente /Grievance/

2024-12-06

2

Si supieras lo que hace con ese amigo no te relajarías tanto 😏🙊

2024-05-28

8

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