3.

La familia de Éley estaba compuesta por cinco personas.

Su padre y hermanos gemelos que eran Alfas dominantes y él y su madre que eran Omegas, la única diferencia es que Éley era recesivo. Sus hermanos y padres eran muy conocidos y se ganaban el respeto a donde fueran. Tenían mucho dinero y, como siempre, el dinero les daba respeto a las personas sin duda alguna. Su padre y hermanos eran la cabecilla de la casa y los que más solían verse.

Éley había decidido irse a otra universidad porque no quería vivir, por decirlo de alguna manera, en la fama como sus hermanos. A ellos aquello no les molestaba y no se molestaban en ocultar lo que eran ni el apellido de su familia.

Los Kirstel era una familia muy grande con muchos Alfas, pero también con algunos Omegas dominantes que les daban respeto al apellido. La mayoría de los Omegas habían dado a luz a Alfas fuertes, pero también a Omegas hermosos que destacaban en cualquier lado y, uno de ellos, era Éley, a pesar de que se conformaba con que lo vieran como un Beta. Durante mucho tiempo oía a personas hablar sobre aquel apellido, pero se mantenía en silencio ante todos los comentarios porque no deseaba ser participe de nada. Vivía más tranquilo estando en el anonimato que confesando ante todos que, de toda su familia, era el único Omega que había nacido recesivo. No era algo que le fuera avergonzar, pero sabía que el apellido de su familia se podía manchar y tendría problemas con su padre.

Cuando despertó, lo primero que se encontró en el pasillo fue a su padre. Era alto, media casi dos metros y muy autoritario. Hablaba una sola vez y todos los sirvientes le obedecían. Lo oía diciendo cosas detrás de él mientras avanzaba con su mochila y saludó a su madre.

—Si no encuentras un Alfa antes de los veinticinco años, tendrás graves problemas —hablaba el padre.

—Sí, padre.

—Puedes hacer más que solo caminar por ahí. Tienes diecinueve años, si no puedes tener hijos, al menos consigue a alguien que pueda mantenerte.

Éley soltó un suspiro y tomo una manzana.

—No necesito un Alfa que me mantenga, puedo vivir muy bien solo.

—¡Eres un Omega y...!

—¿Y solo por qué soy Omega tengo que conseguir un Alfa a la fuerza? Tal vez quiero un Beta —soltó y vio el rostro furioso de su padre —. No necesito a nadie a mi lado para que me mantenga o proteja, puedo hacerlo bien solo. Si algún Alfa me tiene que ayudar en algún momento, para eso tengo a esos dos tontos.

Señaló a sus hermanos gemelos que estaba sentados viendo la televisión. Eran tres años mayor que él.

—¡Necesitas...!

No dejó que su padre terminará cuando comenzó a caminar a la salida.

—Adiós, cariño, cuídate mucho —le dijo su madre.

Ella tenía el cabello pelirrojo y sus ojos grises, así que Éley era idéntico a su madre.

—Adiós, mamá, nos vemos luego.

Salió fuera respirando aire puro y comenzó a caminar para tomar el autobús.

Estaba cansado de su padre y de todas las cosas que le repetía a diario como un disco rallado. Ya no lo soportaba más y cada vez estaba más seguro de que quería irse lejos para poder vivir en paz. Sus hermanos se iban a vivir solos la próxima semana y estaba a nada de pedirle poder irse con ellos. Sabía que ellos le dirían que sí, como siempre le dicen que sí a todo, pero no quería irrumpir en sus vidas porque sabía que ellos debían tener privacidad.

Escuchó la bocina de un auto y giró su rostro para verlos a ambos.

—Sube, hermanito, te llevamos.

—No hasta la universidad, luego los verán y no me dejarán en paz por pedirme que les diga o de cosas.

—A la orden —hablo Alay y se subió en el asiento trasero.

—No le hagas caso a papá, no tienes que hacer nada —le dijo Ilay mirando por el espejo retrovisor —. Ya luego se le pasa y nosotros hablaremos con él. No te sientas presionado a nada.

—No me siento presionado. No estaré con el primer Alfa que se me cruce solo por darle en el gusto.

Ambos sonrieron y se sintieron orgulloso de su hermano. Sabían que tenían que cuidarlo siempre, pero la mayoría de las veces ni siquiera se molestaban en preguntarle si algo pasaba o si alguien le había hecho algo, pues sabían que podía defenderse bien solo. Le habían enseñado a golpear muchas veces y Éley era un Omega, pero no se dejaba manipular por los Alfas ni se las hacía fácil.

Recordaban muy bien, hace tres años, cuando lo fueron a buscar a una fiesta. Llegaron para ayudarlo, pero a quien terminaron ayudando fue al Alfa. Éley le había roto una botella en la cabeza por haber intentado liberar sus feromonas sobre él sin permiso alguno y por haber intentado obligarlo a algo.

—Solo diviértete mucho —le dijeron ambos al unísono cuando lo dejaron a dos cuadras —. Cualquier cosa nos llamas.

—Sí, claro, váyanse por ahí a hacer sus tríos raros.

Se alejó despidiéndose con la mano y sus hermanos lo vieron hasta que desapareció por entrar a la universidad y se marcharon.

Caminó de forma lenta por la entrada viendo el cielo despejado totalmente. Soltó un suspiro y esperó a que fuera un día tranquilo y bueno. No quería problemas y que solo avanzara de forma rápida. No tenía muchas horas de clase, solo eran del medio día hasta las cuatro de la tarde, pero sentía que esas cuatro horas serían eternas.

Avanzó por el pasillo y esquivo a algunas personas. Mientras caminaba sintió más de una feromona volando por el aire. Eran diferentes olores tanto de Omegas como Alfas. Olor a uvas, a vainilla, menta, limón, durazno, lavanda y más.

Todos hablaban con todos y apenas se podía avanzar por el pasillo.

Cuando llegó a su aula, entró para ver a Cheng. Lo vio alzar su mirada y observarlo con sus ojo negros. Tomó asiento a su lado y se relajo, pues se había sentido inquieto desde que había bajado del auto de sus hermanos.

—¿Todo bien? —le preguntó Cheng.

—Sí, todo bien. Te cortaste el cabello.

—Ah, sí, ya estaba un poco largo y me molestaba —confesó tocando su cabello rubio que ahora estaba muy corto.

—Ya veo, te ves bien.

—Gracias, oye, ¿realizaste las estadísticas?

Éley se tomó unos segundos para sacar su cuaderno y se lo mostró.

—Lo hice de esta forma porque era más practica, pero siento que algo quedó mal. Lo revisé varias veces por si acaso, de todas formas, es como si me hubiera equivocado en algo. ¿Lo puedes revisar? No quiero que luego el profesor me diga el error.

Cheng asintió y tomó el cuaderno para revisar el ejercicio. Leyó todo, pero no encontró ningún error, así que estaba realizado de forma correcta.

—No tienes ningún error. Está todo bien.

—Genial —soltó aliviado y se relajo en el asiento.

Se quedaron en silencio por unos segundos. Mientras el Omega revisaba otros ejercicios, el Beta se encontraba haciendo los suyos, pues debido al trabajo no había tenido mucho tiempo. Cuando el profesor entró, Éley solo le entregó su cuaderno para que los copiara. Eran amigos hace cinco años, así que se ayudaban mucho. Cheng algunas veces incluso le había ayudado con su ciclo cuando llegaba de forma imprevista.

No era un calmante perfecto, como un Alfa, pero lo hacía bien. Y a Cheng no le molestaba, no por el hecho de que pudiera gustarle, pues no era así, pero eran amigos y era el único que sabía realmente lo que le pasaba y cómo se sentía. Muchas veces lo había visto llegar triste y cansado de las cosas que tenía que oír de su padre. Sabía que ser un Omega recesivo no era muy sencillo porque en su familia tenía algunos primos que tenían esa condición, así que siempre estaba para escucharlo o hacerlo sentir mejor.

Cuando la clase finalizó, ambos se fueron por el pasillo para ir al comedor y poder comer algo. Estaban hambrientos y el calor comenzaba a aumentar con cada segundo que transcurría.

Al momento en que cruzaron la puerta del comedor, fue que vieron y escucharon todo. No era algo de todo los días, pero ver a dos Alfas peleándose eran algo normal. Todos comenzaron a salir y las feromonas, debido a lo enojados que estaban, se esparcieron por todo el lugar creando más de alguna reacción en los Omegas que habían dentro. Éley retrocedió con Cheng de forma rápida al igual que todos para evitar algún problema. Las feromonas de los Alfas enojados solían ser demasiado intensas y creaban caos por todos lados.

—¿Estás bien? —le preguntó Cheng cuando llegaron a las bancas bajo unos árboles.

Éley asintió.

—Sí, simplemente me maree un poco, pero ya me siento mejor.

—¿No quieres beber algo?

Negó con su cabeza.

—Estoy bien, descuida. Mejor sigamos con la siguiente tarea.

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Comments

4419

4419

Cómoasi 😦

2024-06-18

4

Anonymous

Anonymous

Saije, Mika, Jim y Lessy

2024-06-07

6

Hacerlo sentir mejor en qué sentido??? 😳

2024-05-28

2

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