1.

Ser un Omega recesivo no era tan malo como todos pensaban y Éley lo sabía muy bien. Tenía sus ciertas ventajas, por ejemplo: no liberaban feromonas con normalidad, así que podían caminar con tranquilidad sabiendo que no iban a provocar nada malo, como todos lo hacían ver, pues un Omega en celo podía provocar que los Alfas pelearan y se enfrentarán por estar con él. Por otro lado, no tenían que preocuparse por quedar embarazados.

Y era simple, pues cada individuo recibía dos versiones de cada gen, conocidas como alelos y era una de cada padre. Si los alelos de un gen eran diferentes, entonces el alelo que se expresaba era el del gen dominante. Por otro lado, el efecto del otro alelo, denominado recesivo, quedada enmascarado.

Mientras Éley caminaba, solo estaba rodeado de Alfas, Omegas y los Betas algo por lo que solía ser confundido debido a que no liberaba feromonas con normalidad y no le molestaba. Estaba más tranquilo al ver que creían que era Beta. Los Alfas no se le acercaban mucho y pasaba sus días en paz. Su ciclo solo llegaba una vez al año y a veces ni siquiera le duraba un día, así que era algo que podía controlar con suma facilidad.

Era su primer año en la universidad y era un mundo nuevo. La secundaria era muy diferente y donde la mayoría comenzaba a descubrir lo que era realmente. Cuando supo que era Omega había estado un tanto feliz, pues sabía que algún Alfa iba a gustar de él, pero cuando un mes después le dijeron que era recesivo debido a unos problemas que había presentado, todo empeoro. Al escuchar eso, su padre se había puesto furioso y, desde aquella vez, lo único que hacía era presionarlo cada día para que encontrará a un buen Alfa.

Cuando entró a su aula sintió las feromonas de muchos Alfas y solo soltó un suspiro. Estaba cansado de esos que se aprovechaban de sus feromonas para provocar que los Omegas entrarán en celos. No eran todos, pero sí en su mayoría. Eran muy pocos los que eran realmente buenos, pero los que eran buenos destacaban mucho más que los demás.

—¿Llego tarde? —preguntó alguien a su lado.

Giró su rostro y vio a Jerley. Un Alfa dominante del cual se había hecho amigo por extrañas circunstancias.

Éley lo observó tomar asiento a su lado. Era alto, fuerte, su cabello era castaño claro y lo, suficientemente, largo para pasar sus dedos por el y sus ojos eran tan verdes que brillaban.

—No, a tiempo como siempre.

—Genial —respondió él con una sonrisa.

Éley nunca había sentido las feromonas de Jerley, así que algunas veces se preguntaba cómo serían y lo que le podrían producir, pero a él no le gustaban los Betas, así que nunca había hecho nada.

Las únicas personas que sabían que era Omega recesivo, eran sus padres, hermanos y su mejor amigo. No tenía problemas con sus hermanos porque asistían a otra universidad diferente, más prestigiosa, más especial, donde estaba casi llena solo de Alfas respetables y muchos Omegas ricos. Ambos sacaron sus cosas para el comienzo de la clase. Era una materia opcional y, debido a eso es que se habían conocido, pues ambos habían elegido materias diferentes, pero el programa los había cambiado a ambos a Artes y, cada día miércoles en la tarde, compartían asiento y hablaban de diferentes cosas.

—Espero que avance rápido la clase, la verdad tengo sueño —confesó Jerley mientras observaba al frente.

—Pero, duerme, te despierto cuando la clase finaliza. El profesor es simpático, no se molestará.

Quedó observando a Éley mientras revisaba su teléfono. Vio su cabello pelirrojo y liso cayendo a los lados de su rostro y, por un momento, lo vio como lo había conocido, con el cabello largo. Pensó que se veía más lindo con el cabello largo que como lo tenía ahora. Cubría sus oídos y era lindo y brilloso. Su piel era blanca y suave a simple vista. Sus ojos eran grises y en el sol se veían casi hipnotizantes. A veces no podía evitar preguntarse, ¿cómo podía ser un Beta tan lindo? Todos sabían que los Omegas eran lindos, dulces y tiernos, pero los Betas tenían una belleza más recatada, pues estos eran simples humanos normales, sin ciclos, sin feromonas, sin nada.

No entendía mucho eso, pero el simple hecho de recordar que era Beta provocaba que sus dudas se esfumaran. No estaba interesado en los Betas sin importar qué fueran hombres o mujeres. Solo le gustaban los Omegas.

—De acuerdo, gracias.

—No hay de qué —susurro Éley con una sonrisa y continuó revisando algunas cosas en su teléfono.

Estaba concentrado en lo que veía, pero no pudo pasar por alto el hecho de que Jerley lo estaba mirando. Sabía que a veces lo miraba más de lo debido, pero siempre le terminaba restando importancia. La clase avanzo de forma rápida. El profesor, que era Beta, solo explicó algunas cosas breves, les enseñó otras diferentes y dio un nuevo trabajo.

Éley anotó todo porque no sé quería olvidar de nada. Era una materia opcional, pero siempre le podía ayudar en su promedio si tenía buenas notas.

—Jerley, despierta, ya terminó la clase —le susurro mientras lo movía un poco.

Él abrió un ojo seguido de otro y observó a todos lados para soltar un bostezo.

—Me envías fotos de lo que pasó el profesor, por favor.

Éley asintió y ambos salieron. Jerley era más alto que él, así que sus pasos eran más largos. Era uno de los Alfas conocidos de la universidad, pero habían muchos más y, como era normal, le gustaba a muchos Omegas e incluso Betas.

—Escuche que algunos van a ir a beber al bar, ¿vas a ir? —preguntó Jerley mientras caminaban por el pasillo.

Observó a Éley que caminaba a su lado y bajó la mirada para verlo levantar los hombros. Una respuesta que esperaba.

—La verdad, ninguno de esos es mi amigo, así que lo dudo.

—Iré yo, puedes ir conmigo, no hay problema. Te puedo presentar otros amigos.

—No, gracias, muchos Alfas, paso de ellos.

—Ya veo, es lo que dices siempre, pero, no es como si pudieran obligarte a algo, ¿o sí?

Éley alzó la mirada y observó sus ojos intensos que lo examinaban. Sabía que se refería a las feromonas, pues ellas no causaban nada en los Betas y no podían ser obligados a tener sexo u obligarlos a entrar en celo.

El pelirrojo solo soltó una sonrisa.

—La verdad, no, creo que mejor iré. ¿A qué hora vas a ir tú?

—Llegaré como las once, ¿quieres que te pase a buscar?

Éley negó de forma inmediata, pues el solo hecho de que un Alfa lo fuera a buscar a su casa iba a provocar que su padre se pusiera como loco y creyera que una boda se acercaba.

—Llego yo, tengo que hacer algo antes.

Ambos asintieron y se fueron por lugares diferentes, pues el único lugar donde compartían eran los días miércoles en las clases de arte.

Cuando la noche llego, Éley soltó un suspiro y solo se puso de pie para salir de casa. Estaba estudiando un poco para unas pruebas, pero pensó en que tal vez distraerse no iba a ser tan malo. Cuando salió de su habitación, se cruzó con sus hermanos gemelos. Hablaron un poco y lo animaron. Cuando se cruzaron con su padre, ayudaron a Éley a salir en paz debido a todas las preguntas que le hacía y lo hostigante que podía ser. Al momento de cruzar la puerta siendo libre, sus hermanos levantaron sus dedos pulgares y él les regalo una sonrisa. Ambos también tenían el cabello rojo, pero sus ojos eran negros. Eran buenos con él y lo cuidaban mucho siempre.

Sabía que sus hermanos no tenían problemas con su padre y que incluso él los quería más, pero sus hermanos jamás lo trataban mal o lo hacían sentir miserable como él. Las veces que oía a su padre y sus hermanos discutir por él eran casi incontables al día. Y su madre no hacía mucho. Era Omega igual que él, así que su padre tenía el control de toda la casa y lo que sucedía. Era el que decidía sobre todo lo que se hacía y lo que no.

Mientras caminaba de forma lenta, iba escuchando música con sus audífonos. Observaba la noche y no pudo evitar pensar que era una linda. Las estrellas se veían claramente y la luna iluminaba con fuerza. Vio unas chicas caminar en la esquina de la cuadra y no pudo evitar pensar en el hecho de que no tenía muchos amigos. Básicamente, solo eran Jerley y Cheng, un amigo que era Beta. Con él pasaba más tiempo, pero en las noches siempre estaba ocupado porque trabajaba, así que solo se veían en la universidad y algunos fines de semana. Y, claro, Cheng también sabía que era Omega, de lo contrario, no serían mejores amigos.

Cuando llegó al lugar del encuentro estaba bastante lleno. Habían muchos chicos y chicas de la universidad. Sintió el olor de las feromonas de golpe, pero estaba tan acostumbrado que solo termino por entrar. Miró a todos lados, pero no vio a Jerley por ningún lado y solo tomo asiento en la barra para esperar a que llegara. Observó a las personas que habían dentro, pero no conocía a nadie.

Le envió un breve mensaje, aunque no obtuvo respuesta y asumió que podía estar ocupado. Pidió un vaso de jugo porque no pensaba beber esa noche, solo quería divertirse un poco para quitarse un poco de estrés y nada más.

De pronto, noto que todo se quedó en silencio. Pestañeó un par de veces y miró sobre sus hombros porque todos habían dejado de hablar de golpe. Pensó que una pelea estaba por empezar o que incluso alguien se había desmayado, pero no fue nada de eso. Cuando dirigió su mirada a la entrada vio entrar a un chico. No supo quien era, pues era recién su primer año en la universidad y no conocía a nadie, así que solo dirigió su mirada al frente e ignoró todo lo que sucedía. Revisó su teléfono, pero Jerley no daba señales de vida.

Soltó un suspiro y pensó en solo irse porque ya llevaba casi veinte minutos esperando, pero se detuvo cuando vio de reojo al chico sentarse a su lado. Por un segundo, su sangre se congeló porque era una presencia imponente y fue suficiente para saber que era un Alfa dominante. Sintió su cuerpo temblar y sentirse un poco extraño, entonces no fue capaz de moverse por sentir un ligero miedo que le recorrió la espina dorsal. Lo escuchó pedir un vaso de licor y se armo de fuerza para beber lo que le quedaba de su vaso de jugo.

—¿Una mala noche? —preguntó el chico que servía las bebidas.

Era Beta, amable y mantenía una sonrisa linda.

Éley lo quedó mirando pensando que había cometido un gran error en hablarle, pero, a pesar de que tenía un rostro serio y las claras ganas de querer golpear y romperlo todo, él le respondió de forma amable para decir:

—Una mierda todo. Este lugar huele horrible.

El Omega permaneció en silencio todo el tiempo y solo buscaba la primera oportunidad para poder escapar, pero entonces sintió la mirada del Alfa y se tenso. Tragó con dificultad y no supo qué hacer.

—¿Eres Beta? —escuchó que le preguntaba.

Sabía que sus feromonas no iban a salir, que estaban controladas, pero, a pesar de eso, sintió miedo de alzar la mirada y verlo.

Y quedó perplejo.

Su cabello era negro y rizado hasta casi sus hombros. Era unos centímetros más largos que el de Éley, pero eso no fue lo que más lo dejó anonadado, sino que fue el hecho de que sus ojos eran de dos colores. El derecho eran tan azul como el mar, el otro tan verde como la esmeralda más hermosa del mundo y tragó saliva con dificultad. Sintió su corazón acelerarse porque era el Alfa más lindo que había visto. Y, con dificultad, respondió:

—Sí, soy un Beta.

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Comments

Margarita Espinoza

Margarita Espinoza

está mintiendo porque eso lo hace sentirse seguro 🔐🔐

2024-11-12

0

Daniela Dager

Daniela Dager

jajajjajàja yo hice lo mismo con El pelo y los ojos jàhahaja

2024-06-15

0

Anonymous

Anonymous

Regresé a ver la ilustración de Lukyan pa confirmar el color de ojos, señorita autora, yo lo vi bien lacio jajajaja

2024-06-07

7

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