13.

Era fin de semana y, como era costumbre, Éley acababa de llegar a casa por haber salido con su madre. Ordenaban las cosas de forma lenta pensando en qué cocinar para cuando llegarán los demás.

—Mamá, ¿te puedo preguntar algo?

—Claro, cariño —respondió ella sonriente mientras guardaba las legumbres en el lugar correcto.

Éley pensó en cómo hacerle la pregunta, pero solo lo hizo.

—¿Qué piensas de la familia Chevron?

—¿La familia de Alfas?

Él asintió.

—Pues, bueno, lo que ha dicho tu padre siempre. Tampoco es un secreto, ya que todo el mundo dice lo mismo siempre sobre ellos. Aunque no sé mucho, ya sabes, no me gusta andar metida en los chismes.

La vio tomar su cabello pelirrojo en un moño alto y lavarse las manos para comenzar a cocinar algo delicioso para su familia. Siempre se preocupaba de todos sin dejar a nadie de lado y amaba los fines de semana porque siempre estaban juntos. Tal vez su esposo era un poco cascarrabias, pero los fines de semana todos siempre estaban felices.

—¿Tú en serio crees que su familia está maldita?

Ella lo quedó observando porque lo vio triste. Pestañeó un par de veces porque conocía muy bien a su hijo y sabía que algo le ocurría.

—¿Por qué, cariño? ¿Paso algo?

—Es solo curiosidad, mamá. Que en mi universidad está uno de ellos.

—¿Uno de sus hijos?

Lo vio asentir.

—¿Quién de todos es?

—No lo sé, pero tiene sus ojos de dos colores y cabello negro.

—Todos tienen los ojos de dos colores, pero supongo que si está en la universidad debe ser el menor. Creo que tu padre dijo que se llamaba —puso cara pensativa mientras tomaba unos tomates —, Lucas o algo así.

—Lukyan —le corrigió Éley —. Se llama Lukyan.

—¿Has hablado con él? Cariño, sabes que tu padre detesta esa familia. Es mejor que no te involucres con ellos para evitar problemas. Si tu padre lo sabe se volverá loco. Ha discutido muchas veces con el padre de ese chico y las cosas nunca han terminado bien.

—Él no se ve malo, es... simpático.

La madre lo quedó mirando y se acercó a él de forma lenta porque conocía esa mirada.

—Éley, ¿te gusta ese Alfa?

—¡¿Qué?! ¡No! No me gusta —respondió de forma inmediata.

—Cariño, escucha, que te guste un Alfa no está mal, pero ese chico no sería el correcto. Los rumores que rondan por todos lados no son lindos y no me gustaría verte involucrado en ellos. Es normal que, a tu edad, te sientas atraído por un Alfa y más cuando se trata de esa familia. Todos saben que todos, Omegas y Alfas, son muy hermosos y llaman la atención de todo el mundo, pero hay muchos más.

Éley la quedó mirando por unos segundos. Tenía un rostro amable y dulce como siempre. Sus ojos lo observaban con ternura y el color gris, al igual que el de él, casi brillaba. Le regaló una sonrisa y beso su mejilla.

—Descuida, mamá, no me gusta.

—De todas formas, sabes que puedes contarme lo que quieras, ¿verdad? Tu padre a veces es muy mañoso, pero te quiere también. Es solo que se preocupa por ti, tal vez de una manera diferente a la que lo hago yo, pero lo hace.

Soltó una pequeña sonrisa y continuaron ordenando algunas cosas.

Le ayudó en lo que más pudo y a preparar algunas cosas para la cena. Era temprano aún, pero su madre siempre comenzaba a cocinar temprano. Sus hermanos y padre llegaban a las siete de la tarde, así que aún tenían cinco horas para aquello.

Ambos comenzaron a cocinar mientras hablaban y reían por recordar cosas de sus hermanos.

—Ilay es un tonto, sigue mintiendo sobre eso pero yo ya sé la verdad.

La madre sonrió.

—Lo sé, pero es mejor que lo dejemos como que no sabemos nada. El pobre se va avergonzar mucho.

—Tal vez lo moleste un poco después. Ellos siempre me están recordando mis momentos vergonzosos, así que yo también puedo hacerlo.

—Ese par un día me sacara canas verdes. Solo espero que sí se terminen casando y no haciendo cosas locas como suelen hacer.

Éley no pudo evitar pensar en todas esas veces que estaban con Omegas ambos. Y es que solían compartirlo todo, incluso los Omegas. Aunque eso era algo que su padre no sabía, pues, si lo supiera era probable el hecho de que le daría un ataque cardíaco.

Ya había perdido la cuenta de cuantas veces había ayudado a algún Omega a salir de casa sin que su padre lo supiera. Ambos creían que sus hijos se comportaban y llevaban el apellido de la familia en lo alto, mas no era así. Los gemelos hacían lo que querían, con quién querían, y dónde querían. No sabía si los Omegas que estaban con ellos eran afortunados o no, pues sabía que sus hermanos eran unos salvajes que no se contenían en lo más mínimo.

—De seguro que quién se casara primero seré yo, porque dudo que ellos estén pensando en eso.

—Bueno, hay que tener esperanza. Ellos creen que yo no me doy cuenta, pero sé muy bien las cosas que hacen —habló en un susurro mientras revolvía la sartén —. También sé que tú siempre los ayudas para que tu padre no se enteré. Se tapan las maldades sin dudarlo.

Éley soltó una sonrisa.

—No sé de qué hablas.

—Sí, claro, como no. A mí no me hacen tonta. Conozco muy bien a mis hijos.

Cuando estaban por finalizar, Éley se fue arriba para cambiarse de ropa. Tenía que ir al restauran donde Cheng trabajaba, así que se despidió de forma rápida y salió de casa.

Tomo un taxi que lo dejo en el centro de la ciudad y luego caminó lo que le faltaba para llegar al lugar.

Como siempre, estaba repleto. Miró por la ventana, pero su amigo no se veía por ningún lado. Camino hasta la puerta y habló con el recepcionista de manera rápida. Vio a Cheng salir de forma apresurada.

—¿Lo pudiste hacer? —preguntó Éley.

—Sí, a las nueve de la noche en la mesa cinco. Es lo máximo que pude hacer.

—Genial, entonces le diré a Dárle.

—Bien y toma —susurró entregándole dinero.

—¿Y eso?

—Es de parte de él. Nos vimos ayer en la mañana y dijo que si podías hacerlo que te entregue el dinero.

Cheng lo quedó mirando, pero negó con su cabeza. No lo había hecho por dinero ni por el Omega, solo lo había hecho porque Éley le había pedido el favor y ya, así que se negó a recibir el dinero.

—No lo quiero, mejor se lo devuelves. Por cierto, tengo mis minutos de colación, ¿me acompañas?

—Claro, ¿dónde vamos?

—Espera que voy por mi mochila y regreso.

Se quedó esperando afuera hasta que salió nuevamente y le envió la respuesta al Omega. Cuando Cheng salió caminaron hasta el parque que estaba en la esquina. Era grande con árboles de flores y algunos frutales. El pasto era muy verde y corto, la brisa estaba fresca y el cielo estaba despejado. Quedaban muy pocos días de verano y luego venía el otoño, así que Éley inspiró profundo y soltó una sonrisa porque el día estaba más que lindo.

Habían unos puestos donde vendían algodones de azúcar, helados, palomitas y más. Muchos niños habían haciendo la fila para poder comprar y algunos adultos.

—¿Quieres? —le preguntó Cheng cuando sacó una fuente con un pedazo de pastel.

—¡Sí!

Comieron en silencio por unos segundos solo disfrutando la dulzura del pastel. A ambos le gustaban las cosas dulces, así que siempre uno de los dos andaba con algo para compartir.

—Oye, Éley, ¿cómo te fue con la entrega del poleron?

—Bien.

—Entonces, ¿ya no le vas hablar más?

Mastico de forma lenta y pasó la lengua por sus labios.

—No lo sé.

—No te conviene. Ya te he dicho que si sabe que le mientes se pondrá como loco. No quiero tener que ir a verte al hospital porque te golpeó o algo peor. Incluso a Alfas ha dejado de manera horrible, dejar así a un Omega es pan comido para él.

Soltó un suspiro y le dio una breve mirada a su amigo. Sabía que no lo decía de mala manera y que solo quería ayudarlo, pero no quería escuchar nada de esas cosas. Por un momento, quería olvidar el nombre de Lukyan.

—Ya lo sé, no te preocupes. Estoy bien.

—De acuerdo. Cualquier cosa sabes que puedo ayudarte.

—Claro, por eso somos amigos.

Ambos sonrieron y siguieron comiendo en silencio.

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Yinet Rengifo Reyes

Yinet Rengifo Reyes

Se repitió el capítulo 12

2024-06-30

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Sofisita Wii

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