10.

Cuando el viernes llegó, pasó de forma lenta.

Éley sintió que cada hora eran como diez. Por varios momentos estuvo a punto de dormirse en las clases, pero Cheng se encargaba de despertarlo cada ciertos minutos.

Estaba cansado y le dolía la cabeza, así que, cuando abrió la puerta de la biblioteca sintió que podía descansar en paz hasta que vio que, su puesto que ocupaba habitualmente, estaba ocupado por alguien más.

Por un Alfa de cabello negro, brilloso y largo, y unos ojos que lo observaban de forma atenta esperando a que se acerque. Éley tragó saliva con dificultad y sintió nuevamente su corazón acelerado solo por verlo. Estaba sentado ahí, con sus brazos detrás de su cabeza y relajado en el asiento como si no tuviera ni un solo problema en su cabeza. Llevaba una polera sin mangas y se marcaban más que bien sus bíceps y tríceps, además de sus hombros anchos. Solo faltaba que subiera los pies a la mesa para terminar de demostrar la gran cantidad de egocentrismo que tenía encima.

Quiso dar la vuelta y salir, pero formó puños y solo siguió caminando hasta él.

Observó el rostro lleno de burla que tenía y quiso golpeárselo para que dejara de tener esa sonrisa llena de superioridad y perfecta. Al momento de llegar a su lado, lo observó unos segundos, pero solo se sentó y se quitó su mochila para dejarla en el respaldo de la silla. Cuando alzó la mirada, se encontró con sus ojos que lo seguían examinando de forma atenta, casi como si quisiera ver todo dentro de él.

—¿No estás feliz? Quise guardarte el puesto para que nadie más lo ocupe.

Éley le dio una breve mirada y luego sacó un libro que andaba trayendo en su mochila para comenzar a leer.

Lukyan lo observó con cautela. Veía como sus ojos se movían por ir leyendo y como lo ignoraba como si nada. Entonces, solo saco su cuaderno y un lápiz para comenzar a dibujar. No era algo que hacía siempre, pero a veces le ayudaba para quitarse estrés de encima. Éley no se dio cuenta de lo que estaba haciendo pues lo estaba intentando ignorar con todas sus fuerzas, así que el pelinegro solo comenzó a dibujar. Levantaba la mirada de vez en cuando para luego volver a bajarla y seguir dibujando.

Sintió que, después de mucho tiempo, tenía algo lindo para dibujar frente a sus ojos. Sintió que era algo especial y único que merecía ser dibujado de forma lenta y, a pesar de que solía estar con muchos Betas y que eran cosas de una sola noche, ninguno le había causado tanta curiosidad por Éley. ¿El por qué? No tenía ni la más mínima idea, así que, por una vez en su vida, quiso dejar de pensar tanto las cosas y solo se concentró en lo que había frente a él.

Solía darse demasiadas vueltas a las cosas que incluso no lo dejaban dormir, pero, a pesar de que Éley se había llevado su dinero y tarjetas bancarias, no se había preocupado en lo más mínimo. Le había restado tanta importancia que ni siquiera las había bloqueado, ni siquiera contó el dinero, le había dado lo mismo todo.

Se había pasado horas viendo el poleron y, cuando lo llevó a su nariz sintió que estaba impregnado del perfume del pelirrojo. Era tan intenso que sintió que podía ser la droga más poderosa del mundo.

Entonces, cuando terminó el dibujo estaba más que satisfecho. Sabía que era el dibujo más genial que había hecho por el simple motivo de que Éley estaba ahí. Siempre andaba con lápices de colores, así que solo los saco para comenzar a pintarlo todo. Llevaba contadas las hojas que el pelirrojo había pasado y los minutos que se demoraba en leer cada hoja, así que llevaban una hora sin decir ni una sola palabra, pero sintiéndose cómodos con el otro.

Éley tenía sus codos apoyados sobre la mesa, así que su libro abierto tapaba a Lukyan. Solo sintió como algo se deslizo entre sus brazos y bajó la mirada para ver un cuaderno. Entrecerró sus ojos al ver lo que había dibujado, bajó el libro para mover el cuaderno y dejarlo de la manera correcta.

Pestañeó un par de veces al ver el dibujo y sintió su corazón latiendo de forma desbocada porque era él. Sin duda alguna, era un dibujo de él mismo. Detrás de él se podían ver los estantes con libros y todo lo que había en la biblioteca. Y ni siquiera parecía un dibujo, se veía como una fotografía. Todo era tan bien dibujado que sintió miedo.

Alzó la mirada y lo vio apoyando su rostro en su mano mientras le regalaba una sonrisa. Sintió que su corazón se había saltado dos latidos y, a pesar de que no quería emocionarse o sentirse especial, le era imposible.

—Esto es nuevo, nadie había intentado ligarme con un dibujo —soltó y movió el cuaderno hacia él para agregar—: Buen intento, pero no.

—¿Ahora si vas a querer ir a comer conmigo?

—¿Me dibujaste solo para que te diga que sí? Que esmerado de tu parte.

Levantó el libro para volver a cubrirlo y cerró sus ojos con fuerzas. Inhaló profundo más de cinco veces y se repitió una y otra vez que no debía ser un tonto.

—Eres muy... difícil —habló, pero el hecho de que fuera así solo provocaba que su curiosidad fuera aumentando —. Pero, no te dibuje para que dijeras que sí, solo lo hice como una disculpa. El otro día fui grosero contigo, perdón por eso.

Éley quiso golpearse la cabeza con el libro.

—De acuerdo, haces que me sienta culpable. Vamos —habló y comenzó a guardar el libro en su mochila para ponerse de pie y ordenar—: Ponte de pie y camina ya.

El Alfa no recordó la vez que alguien había tenido la altanería de hablarle de aquella manera y mucho menos de darle una orden tan clara, pero solo se puso de pie para seguirlo.

—Lo diré desde ya, no me gustas y no me vas a gustar, así que no creas que por llevarme a comer vas a ganar algo.

Comenzaron a bajar las escaleras de forma lenta.

—Además, tengo hambre, por ende, voy a pedir muchas cosas. Cuando veas la cuenta, querrás dejarme en paz.

El Alfa no dijo nada, entonces, cuando llegaron a su auto se detuvo, pero vio como Éley seguía caminando sin darse cuenta.

—Éley —habló y él se detuvo para girarse y verlo unos pasos detrás parado al lado de un auto rojo oscuro —. Súbete aquí.

Pasó sus ojos del auto a él muchas veces porque se sintió incapaz de estar en un espacio tan estrecho como ese y rodeado de su aroma como si nada. Sintió pánico y retrocedió un paso cuando vio el auto como un arma mortal para su estabilidad emocional y pobre corazón.

Intentó pensar en un excusa, pero nada se le ocurría y solo dijo lo más estúpido que le llegó a la mente:

—No me gustan los autos pequeños, si quieres ir a comer conmigo, pues tendrás que usar el autobús.

Siguió caminando hasta el paradero y tomo asiento. Una parte de él rezo que no se acercara, que solo se fuera a casa y lo dejara en paz, mas no fue así.

Lo sintió llegar a su lado y sentarse.

—Bien, vamos en autobús. No es como si nunca me subiera a uno.

—Pues, eso es bueno. Así sabes lo que es ser clase media y no tenerlo todo siempre.

—¿Crees que no sé eso?

—No lo sé, tú dime.

—Ya veo. Y tú, dime, ¿por qué no te quieres subir a mi auto?

—Ya te dije, no me gustan.

—¿No eras tú quien se subió al auto de Jerley?

Éley le dio una breve mirada.

Se quedaron observando por unos segundos y, antes de que pudiera hacer algo, sintió como el Alfa tomaba un mechón de su cabello. Sintió toda su sangre hirviendo y todas esas cosas extrañas que le recorrían el cuerpo cuando lo tenía cerca. Bajó la mirada y movió su cabeza un poco para alejarse de él.

Lukyan lo vio con sus mejillas sonrojadas y visiblemente nervioso.

Cuando Éley lo volvió a mirar se sintió incapaz de apartar la mirada. Sus ojos grises brillaban y se veían dulces y lindos. Sus labios carnosos se veían entreabiertos y termino bajando la mirada de forma lenta. Su cabello se movió por la brisa del ambiente y fue cuando el autobús se asomo por la esquina.

El viaje fue silencioso y, de forma rápida, llegaron al mismo restauran de la vez pasada.

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Comments

Elinxs

Elinxs

descubierto y el otro bn chismoso el celoso

2025-02-16

0

Lotus flower

Lotus flower

si, mi amor.

2025-02-14

0

Lectora Anónima

Lectora Anónima

Qué ocurrencias tiene este chico, no me extraña que esté volviendo loco a Lukyan /Chuckle/

2024-12-06

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