¡Que chico tan molesto!

Los rayos del hermoso sol mañanero se asomaban por detrás de las montañas. Traspasaba las ventanas postrándose en la cara de las personas. Mientras Abiel sentía esa sensación tan satisfactoria no podía sacarse de la cabeza el hecho de que en algún lugar del universo estaba Star. Haciéndose cargo de él.

- Buenos días Señor, - Entro el hombre a la habitación sacando a Abiel de sus pensamientos. - disculpe la interrupción, tiene visitas.

- ¿Visitas? ¿El príncipe Tadeo? - Se emociono al pensarlo. No estoy esperando a nadie. - Frunce el ceño.

- Es el príncipe Alfonso de Jordania. El príncipe Tadeo de Bélgica y Leonora Marian de Bélgica espera por usted afuera.

- Si, si. No es necesario que seas tan formal. Solo vete, diles que estaré allá en unos minutos.

Ahora estaba nervioso y confundido. ¿Que hacia Alfonso en ese lugar?

El hombre salió tan rápido como pudo de la habitación.

- ¿Canceló sus citas del día? - Preguntó Nicanor.

- Cierto, olvide que mañana voy a ir de viaje. No canceles nada. En cuánto a Alfonso, me desharé de ese hombre tan rápido como pueda. ¿Quien se cree que es para venir a mi casa a estas horas sin enviar un aviso previo?

- Entiendo, recuerde que hoy será un día largo. Y debemos abordar un avión a las diez de la noche.

- Lo entiendo Nicanor, no me estreses más. Iré a darme un baño. Cuándo vuelva estaré más preparado para escucharte. - Entro al baño.

Abiel se tomó su tiempo en la ducha. Al salir ya había pasado casi una hora, y los sirvientes habían ido más de una vez a pedirles que bajaran. El príncipe insistía mucho en ver a Abiel.

- Abiel, ya perdimos una reunión. Debía ser a las ocho en punto.

- Adivina que hora es.

- Son las siete y media.

- Exacto, aún tengo cinco minutos para vestirme, cinco para deshacerme del príncipe y diez para llegar a la reunión.

- Jamás en tu vida te vas a cambiar en cinco minutos. ¿Y piensas dejar a Tadeo solo?- Cerro las puertas del armario para darle privacidad.

El chico salió vestido de traje, tan pronto como salió bajo al jardín donde lo esperaba Tadeo y Alfonso.

- Buenos días su majestad. - Se inclinó ante Tadeo y le sonrío.

- Buenos días su señoría. - Nicanor le siguió los pasos a Abiel e hizo una reverencia.

- No, por favor. Me avergüenza que hagan eso. Además soy yo el que está en su casa.

- Buenos días señor Abiel. Me da mucho gusto estar aquí.

- Si, a las siete de la mañana. Sin previo aviso. - Recalcó y tomó asiento.

- Quiero disculparme por eso. Se que le estoy faltando el respeto a usted y a su familia. - Dijo Alfonso.

- No es por mi su señoría, es más bien por su honor. Si me lo hubiera dicho le habría preparado una bienvenida más… Adecuada. Un príncipe no merece estar sentado en un simple jardín cuándo podría estar viendo acrobacias o un baile de bienvenida.

- No me interesa nada de eso. Solo te quise venir a visitar como un amigo cualquiera.

- Los amigos informan antes de visitar.

Alfonso tragó y bajo la mirada.

- Se que fue estupido, lo siento.

- Eso no hará que las cosas dejen de ser.

- Creo que debería de-

- Irte, no es algo que me da mucho gusto, pero te prometo que agendare un visita. Hoy es un día muy ocupado.

- Entiendo. - El chico entró a la casa.

- ¿Donde están las chicas? - No las veo por aquí.

- Nathalie esta jugando con tu hermano menor y Leonora está en la cocina.

- Entiendo, ¿Que le gustaría desayunar su majestad? Mis cocineros y cocineras estarán encantados de hacerle el plato más exquisito.

- No tengo hambre. Ahora solo me gustaría hablar un poco con usted mientras mi hermana llega.

- No hay problema. - Se río un poco.

- ¿Por qué te ríes?

- Cuándo éramos pequeños, para ser expecificos la primera vez que nos vimos éramos muy formales. ¿No te parece gracioso?

- De hecho lo es. - Se río.

- Debiste venir ayer. Mañana iré a Francia a visitar a mi madre.

- ¿Irás a Francia? - Su tono de voz se disparó.

- Si, así como lo oyes.

- Espera, ¿Irás a Francia mañana? - Su tono de voz decayó.

- ¿Te sientes bien? ¿De verdad no quieres desayunar? - Se levantó y se acercó a él.

- No, muchas gracias. - Abiel le tengo el estómago.

- Hermano, - Grito a lo lejos. - este té sabe delicioso. - Llegó exhausta a donde los chicos. - Oh Por Dios. Si solo hubiera algo así de delicioso en casa. - Noto la presencia de Abiel y de inmediato saludó. - Oh, lo siento mucho, buenos días.

- Buenos días dulzura.

- ¿Por qué le dices dulzura a mi hermana? ¿Ya se conocían?

- Si, - Respondió la chica. - es el mejor amigo de Coral. Nos presentó en una fiesta. Dijo que su amigo estaba soltero y necesitaba ayuda.

- Leo no es necesario que digas eso. No quiero seducir a tu hermano.

La chica se rió a carcajadas.

- Es tarde para eso. Incluso te quiere invitar a su fiesta de cumpleaños. - Abiel y Tadeo hicieron contrato visual.

- ¿Invitarme? No lo ha mencionado.

- No seas mentirosa Leonora. Vine porque Nathalie quería verlo.

- No sabes mentir, estás rojo. - Colocó la taza de té sobre la mesa y se sentó.

- ¿Nathalie quiere verme. Entonces, tú no. - Se da la vuelta.

- No, y-yo también quiero verte.

- ¿Como esta? La pequeña.

- Ya salió de estado de riesgo, pero un no está bien del todo.

- ¿Por qué la dejaste ir con mi hermano?

- Es una niña, está muy cansada de que le digan no por sus problemas de salud. Cuándo está conmigo la dejo hacer lo que le plazca, no creo que se sienta tan libre, pero al menos la ayudo.

Abiel miró por unos segundos la cara desolada de los dos hermanos.

- ¿Cuándo será la fiesta?

- El martes, pero irás de viaje con tu madre.

- Si, que casualidad. Me gustaría mucho asistir.

- Pero, ¿No puedes ir el miércoles a Francia? También volvemos ese día.

- Lo siento mucho Leo, pero es mi madre.

- Entiendo. - Bajo la mirada la chica.

- ¡Tadeo! - Grito mientras corría y subió a las piernas del chico al llegar.

- Hola preciosa, ¿Que pasó?

- El monito dijo que le gustaría ir a tu fiesta de cumpleaños. Si el monito va yo también quiero ir.

- Claro que vas a ir, eres mi hermana favorita. - Leonora alzó la mirada y clavó sus ojos en Nathalie.

- ¿Quien es él? ¿Es el novio de Leonora?

- No pequeña, el no es novio de Leonora.

- ¿Tu novio? - Miro al chico.

- No Nathalie, no es novio de nadie.

- ¿Por qué estás rojo? ¿Tienes fiebre? - Le tocó la frente. Y luego tocó su pecho. - Tu corazón se va a salir.

- ¿Que?

- Esta latiendo muy rápido. ¿Estás bien? Yo también me pongo así cuándo no puedo respirar bien. ¿Te presto mi inhalador? - Saca el inhalador de la diminuta cartera que llevaba en las manos.

Abiel y Leonora se rieron a carcajadas.

- Lo llevaré con el doctor. - Tomo a la niña en manos y se la pasó a Leonora.

- No dejes que ese doctor le haga nada malo. - Exclamo la pequeña.

- No te preocupes. Estaré con él. - Abiel comenzó a caminar hacía lo profundo del jardín. Ambos dejaron a sus guardaespaldas atrás y caminaron solos.

Tadeo no paraba de mirar a Abiel. Por mucho que Abiel no quiso decir nada comenzaba a ser incómodo. Se detuvo y se dio la vuelta para quedar frente a frente con Tadeo.

- ¿Q-Que estás haciendo? - Musito Tadeo.

- ¿Que estás haciendo tu? ¿Intentas seducirme?

- N-no, claro que no. Eso, te juro que solo quería invitarte a mi cumpleaños y que Nathalie pudiera verte.

- Te ves muy tierno cuando estás nervioso. De verdad estaría encantado de asistir a tu fiesta.

- De verdad quiero que estes conmigo este año.

- Quisite decir, ¿En tu cumpleaños?

- No, todo el año. Vine a Estados Unidos para quedarme contigo.

- ¿De que hablas? - Sonrío un poco.

Tadeo lo tomó de los brazos y lo acercó al tronco de un árbol.

- Abiel, desde aquel día no he podido pensar en nada más que tú.

- Tadeo, yo no se que decir.

- No tienes que decir nada.