- Buenos días mundo. - Dice el niño irradiando felicidad apenas abrió los ojos. - Por cierto, - Se cuestiona a sí mismo. - no le pregunté a Mr. Star que debía de hacer hoy. - Piensa por un segundo. - De seguro Mr. Star querría que vaya a recolectar ropa y utensilios para que no tenga que pasar otra mala noche. ¡Si! Estoy seguro de que eso querría. - Confirma para si mismo.
El niño salió de la caja que lo resguardaba. Se levantó intentando mantener el equilibrio sobre la nieve. Se dio unos golpecitos en la cara para despertarse por completo y comenzó a bajar la colina. Se detuvo cerca de algunos árboles para conseguir un poco de madera de algún roble. Trato de recolectar toda la madera que le fuera posible llevar en sus diminutas manos. Al terminar subió de vuelta la colina y unos metros por debajo de donde estaba ubicada la caja, en una superficie suficientemente plana para originar una fogata estable se detuvo y colocó los pedazos de madera en conjunto. Busco un encendedor que tenía guardado entre sus harapos junto a la caja e intentó encender la fogata.
- ¿Que pasa? - Se preguntaba a sí mismo al darse cuenta de que no podía encender la madera. - ¿Que debería hacer?
De pronto una sonrisa se dibujó en su rostro. Corrió hacia la caja y tomó algunos trapos sucios que apenas se podían considerar algún tipo de ropa. Corrió de vuelta al lugar donde intentaba crear su fogata, dejó caer los trapos a acepción de uno, el cuál encendió en fuego y colocó despacio en el tope de la pila de madera. Situó el resto de los paños sobre, por debajo y a los lados de la fogata para ayudar a encender la madera. Apoyo una olla entre dos rocas, que estaban colocadas justo a los lados del fuego. La olla contenía agua, o más bien hielo. El agua sería utilizada por Abiel con el fin de darse un baño. Y guardar un poco para beber después.
Por mucho que lo pensó no encontraba la forma de poder bañarse sin que su cuerpo quedara congelado al instante. Debía desvestirse, que de por sí era una locura, estaba al aire libre con una temperatura demasiado baja. Sabía muy bien que aunque al sacar el agua de la olla estuviera caliente, en el momento en que hiciera contacto con su cuerpo iba a estar fría. No estaba dispuesto a pasar por ese tormento.
Lo mejor será no bañarme hoy. Puedo ir a recolectar las cosas. Además no estoy sudando. ¿Se enojará Mr. Star sino me doy un baño? - Decía en sus pensamientos.
Decidió esperar que el agua se caliente lo suficiente para que hierva, y luego apagó el fuego con un poco de nieve . Inició su viaje hacía el basurero de la ciudad. En poco tiempo ya había llegado debido a que el basurero se encontraba bastante cerca de las colinas, por suerte para Abiel. El niño comenzó a buscar cualquier objeto que le pudiera servir para algún fin. Ya sea una caja más grande, o algunas prendas de vestir que no se vieran tan mal, incluso mantas para cubrirse del frío. Solo necesitaba algunas cosas y luego subiría de nuevo a su hogar antes de que la oscuridad se apoderará de la ciudad.
El niño duró casi toda la tarde buscando algún objeto que le pudiera servir. Aunque busco mucho encontró muy poco, tal vez por el hecho de que no tenía muchas fuerzas para mover grandes cantidades de basura, pero el menos encontró varias mantas más dos abrigos y un coat, lo que hizo al niño muy feliz.
- Debería tratar de encontrar comida. - Dijo para sí mismo.
Envolvió las cosas una dentro de la otra formando una especie de bolsa, y así, emprendió un viaje hasta el centro de la ciudad. Fue exactamente a un vecindario conocido por ser bastante peligroso, pero era el único lugar donde Abiel podía conseguir comida. Allí se encontraba un anciano que a veces le guardaba la comida que quedaba de su pequeño restaurante. Con la bolsa en manos camino hasta llegar al restaurante, se detuvo al frente de la puerta, tocó y espero paciente que alguien abriera.
- Buenas noches señor Gu. - Dijo con voz alegre y un poco tierna en el momento que vio al hombre.
- Buenas noches pequeño Abiel, pensé que hoy no vendrías. - Le responde el hombre.
- Me encanta la comida del señor Gu, no sería capaz de no venir.
- Aquí tienes pequeño. - Le acaricia el pelo al niño y le entrega una bolsita.
- ¡¿Esto es una hamburguesa?! - Exclamó muy emocionado al abrir la bolsita y ver el contenido. - Señor Gu, usted es el mejor. - Una lagrima casi se le escapa. - Muchas gracias Señor, de verdad algún día le pagaré todo lo que hace por mi. - Sacó la hamburguesa y le dio un gran mordisco.
- ¿Como dices eso mocoso? Quisiera poder hacer más por ti. - Mira al chico con un poco de pena, pero rápido recupera la postura. - Que tengas una buena noche.
- Muchas gracias Señor Gu. - Dijo con la boca llena de comida. - También le deseo una buena noche.
Salió del lugar con rumbo a la colina, trataba de caminar mientras comía y sostenía la bolsa donde llevaba su equipaje. Fue detenido de golpe por un hombre que colocó su pie justo al frente del niño, provocando que la hamburguesa que llevaba en manos cayera al suelo.
- De-dejaste caer mi hamburguesa. - Artículo entre llantos sin hacer el mínimo contacto visual.
- ¿Que no te enseñaron modales tus padres? Debes saludar a tus mayores. - Artículo una gruesa y pesada voz.
- L-lo siento Señor, pero usted dejó caer mi hamburguesa. - Repitió entre lloriqueos sin apartarse de al frente del hombre.
- ¿Y eso es razón para ser irrespetuoso? - Preguntó otro hombre. Tenía la voz mucho más gruesa que el anterior sin duda, pero había algo bastante obvio que se podía percibir con solo escuchar su voz, estaba ebrió.
Se comenzó a hacer patente que quedarse más tiempo junto a esos hombres sería peligroso, por tanto Abiel trató de alejarse lo mas que pudo de los hombres.
- Lo lamento mucho, soy un niño muy tonto, pero ya me tengo que ir. Mis padres esperan por mi. - Declaró un poco asustado.
- No me digas, ¿Donde están tus padres? ¿En la colina esperando por ti? - Ambos hombres se hecharon a reír.
Abiel estaba furioso, pero no había nada que pudiera hacer. Si corría o incluso intentaba correr los hombres lo iban a atrapar y en el caso de que no lograran atraparlo sabían dónde buscarlo. ¿Que caso tenía forcejar?
- Por favor, déjeme ir. Les prometo que no volveré a molestarlos. - Expresó el niño.
- Oh pequeño, estamos muy seguros de que no volverás a molestarnos. - El hombre sujeto fuerte al niño de los brazos y lo entró a lo que parecía ser una discoteca. Le arrebató las bolsas de la mano y las lanzó a la calle.
Cuándo ambos hombres entraron con el niño en manos todo se silenció. Cada persona en aquel establecimiento observaba solamente a los hombres.
- Mis queridos amigos, acabo de encontrar a nuestra carnada para esta noche. Confío en que hoy tendremos una buena noche llena de diversión. - Cuándo el hombre pronuncio esas últimas palabras se escucharon los estruendos de botellas chocando entre si, en conjunto con el júbilo de los presentes.
- Se-Señor por favor, no quiero ser ninguna carnada. Se lo ruego, y-yo haré lo que sea que me pida, por favor tenga piedad. - Parloteaba sin parar mientras las lágrimas salían de sus ojos.
- Esto es lo que te pido niñito. No te preocupes, si no te mueves mucho vas a estar bien. - Limpia las lágrimas de los ojos de Abiel.
- Eres muy lindo, si te calles prometo tratarte con delicadeza. Además hueles horrible. Serás una carnada perfecta. No podemos dejarte ir.
Lleva al niño a una habitación y lo lanza provocando que Abiel se lastimará la cabeza. El crío intenta forcejar para salir, pero su fuerza no era nada comparada con la de los hombres enfrente de él. Lo dejaron ahí por un largo tiempo. En una habitación completamente oscura y vacía. No había ninguna ventana al rededor, solo la puerta. De ninguna manera se diferenciaba de estar en una cárcel.
Abiel se arrinconó, asustado. Abrazo sus piernas y escondió su cabeza entre sus brazos. ¿Por qué a mi? ¿Por qué ese día? ¿Que mal le hice al mundo? Se preguntaba una y otra vez mientras las lágrimas caían sin parar. ¿Que tenían planeado hacer esos hombres? Era aterrador solo pensar en las posibilidades. Inclinó su cuerpo hacia una pared. Retiro la gabardina que llevaba puesta, dado que no la necesitaba. El lugar tenía calefacción, así que por primera vez en varios días se sentía cálido, de cierta forma. Posó la gabardina debajo de él y trato de recostarse. No había nada más que pudiera hacer. No podía resistirse, muchos menos tratar de escapar.
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