- No mires a la Señora Embani a los ojos sin su permiso. Suele ser muy amable, pero si le faltas el respeto puede dar miedo. - Dijo caminando muy despacio al lado del niño.
- E-entendido. Aunque... ¿Quién es la Señora Emabni?
- Tu madre pequeñin. Cuando entres en la sala te darás cuenta.- Abiel asintió Nicanor dejó al pequeño frente a la gran puerta, que se abrió de inmediato. Abiel pudo observar a Gabe con dos niños a su lado y una mujer sosteniendole las manos.
Al instante se sintió nervioso, esos dos temerarios niños frente a él y esa mujer que desprendía supremacía desde lo más profundo de su ser, junto al intimidante hombre que aunque lo había conocido antes no parecía ser para nada el Gabe que conocía. Era una familia hermosa, y tan suma que daban de qué temer.
Un silencio incómodo se adueñó de la habitación por varios segundos.
- ¿Es este el pequeño? - Se acercó la mujer despacio a Abiel.
Por su tono de voz perdió un poco la rigidez, pero recordó el comentario de nicanor hace apenas unos minutos: Suele ser muy amable, pero si le faltas el respeto puede dar miedo. Esas palabras retumban en su cabeza, bajó la cabeza para mostrar respeto, su cuerpo perdió el equilibrio y de un instante a otro sin darse cuenta estaba de rodillas.
Ha quedado claro que Abiel es un pequeño bastante amable e inocente en casi todos los aspectos, pero de sumiso (A menos que se trate de Star) no tenía nada.
Sus claras mejillas se tornaron rojas al ver que la señora se arrodilló frente a él y tomó suavemente sus manos.
- ¿Por qué te has hincado? - Preguntó con un tono de preocupación. - ¿Es que acaso aún no te recuperas?
- Y-Yo, y-yo, y-yoo- El pánico se apoderó de él. Le temblaba la voz.
- ¿Acaso tienes miedo?
- ¿Qué tienes pequeño? - Gabe se apresuró hacia Abiel, que yacía rigido.
- Perdóneme si le falte el respeto. - La mujer frunció el ceño.
- ¿Es por eso que estás así? - Pregunto desconsolada y un poco decepcionada.
Con la señal de su esposa Gabe cargo a Abiel en sus brazos. No creía que perder el equilibrio de esa manera fuera una reacción natural. Tal vez estar ligeramente nervioso o emocionado, hasta vomitar habría sido más natural que lo que acababa de pasar. Abiel debía ver a un psicólogo antes de lo planeado. No quería poner al pequeño bajo esa presión, sabía todo lo que había pasado en el laboratorio, no quería que volviera a ese estado de delicadeza, pero al parecer en ningún momento logró salir de ese estado emocional realmente.
- Papá, ¿Qué le pasa? - El mayor de los niños se acercó asustado a su padre. - ¿Él va a estar bien?
- Tranquilo, solo esta un poco nervioso. Lo llevaré a su habitación. Otro día conocerás a tu nuevo hermanito. - Gabe se retiró con Abiel en manos, seguido de Nicanor y una que otra criada.
- Ese niño. - Exclamó enojado el menor de los niños aún presentes en la sala que Gabe acababa de abandonar.. - Cree que puede llevarse la atención de mi padre.
- Acaso estas loco Edan. La atención de padre es lo ultimo que deberia preocuparte en este momento.
- Tu no entiendes nada Markel. - Salió de la sala irritado.
Por otro lado Abiel estaba en su cama, aferrado con mucha fuerza a Gabe, quien seguía a su lado. Se abstuvo de dejar salir las lágrimas, pero el miedo seguía ahí. Sin duda alguna.
Abiel se quedó dormido en brazos de Gabe. El hombre se retiró de inmediato de la habitación, dejando a Nicanor a cargo del cuidado del pequeño.
La mansión estaba un poco agitada por los sucesos recientes. Se rumoreaba entre los empleados que el nuevo niñato que había llevado el Senor Emabni a la casa tenía problemas mentales severos. O que estaba perdiendo la cabeza. Bien se sabía que el pequeño había estado en un laboratorio. Y por el hecho de que Gabe tiene uno en casa muchos de los empleados sabían las cosas que les hacían a los animales en ese lugar, y por el hecho de que muchos se enteraron que Abiel duró algunos meses en recuperación no era difícil adivinar que las cosas que le hicieron no estaban lejos de las que le hacían a los animales.
Una semana después Abiel se siente más confiado. Se acostumbró muy pronto al buen trato que le ofrecían los anfitriones de la residencia. Gabe y su esposa Vera lo habían estado visitando con regularidad. A veces salían a jugar, o uno que otro pequeño paseo en el jardín.
Vera, la nueva madre de Abiel era realmente amable con él. Estaba sorprendida con su gran conocimiento sobre el mundo, y que aun así fuera tan dulce e inocente.
La mayoría de las actividades la realizan solo con uno de sus padres o con ambos. Aún no creían que estuviera listo para conocer a sus hermanos. No por los hermanos en sí, sino más bien por él mismo. Podía tener otro ataque de pánico e hiperventilar. Era mejor prevenir que lamentar. Así que decidieron mantener a los tres niños alejados uno de los otros por el momento, hasta que Abiel ya haya sido visitado por psicólogos y estos afirmen su estabilidad emocional.
Todos los jovencitos tenian horarios estrictos y a pesar de lo que se puede llegar a pensar; Que es imposible o muy complicado que tres niños que se la pasan correteando no se vean en una casa. No era tan difícil. Todos tenían programados su día a día, agendas perfectamente diseñadas para que con actitud no se toparan unos con otros.
- ¿Por qué mi padre te aprecia tanto? ¿Por qué eres tan especial para él? - Susurro desde la esquina de la cama observando al niño que descansaba tranquilo. Había estado casi una hora solo observando a Abiel.
Estaba decidido a encontrar el por qué del interés de su padre a este extraño que querían que lo llamara hermano.
- Como te atreves a desobedecer una orden de tus padre Edan. - Grito al entrar a la habitación.
- M-ma-mama, - Musito asustado.
- ¿Acaso crees que puedes salirte con la tuya? Baja en este instante de la cama de Abiel. - Ordenó muy enojada.
- ¿Acaso lo estimas más que a mi? - Bajó despacio por las escaleras.
- Es ridículo que no seas obediente por celos Edan. Pensé que te habíamos educado mejor. - Lo miro con ira.
- Ese niño, apenas lo conoces. - Grito. - No puedes darme un castigo severo por un espécime del laboratorio de papá. - Los gritos desesperados llamaron mucho la atención. No sólo despertando a Abiel, sino también haciendo que Gabe y Markel acudan a la escena.
- ¿Qué está pasando aquí? - Gabe preguntó confundido.
- Debemos hablar sobre el comportamiento de Edan. Acaba de desobedecer nuestra orden. Se atrevió a entrar a la habitación de Abiel a escondidas.
- ¿Edan? - Lo miro desesperanzado.
Por mucho que lo quisiera disimular, no tenía muchas expectativas de Edan. No era la oveja negra de la familia, pero tampoco había desarrollado un nivel de inteligencia emocional razonable, así que no se podía esperar mucho de un niño que se deja llevar por sus impulsos y que desarrolló malas emociones como la ira y los celos desde pequeño.
Aunque si, era un caso muy parecido a el de Abiel, pero Abiel no había tenido ninguna crianza posterior a la que intentaban darle, no ascenso a educación ni a recursos que un niño normal debería de poder tener. Aunque era muy inteligente en muchos aspectos sus emociones se habían visto corrompidas. Tal vez por el hecho de haber llegado al laboratorio de Gabe o tal vez algo dentro de él siempre estuvo roto.
- Papá, yo.... sólo quería echar un vistazo. La curiosidad me ganó. - Se hincó de rodillas. - Perdonen mi insolencia.
- Levántate Edan, este no es lugar para darte el castigo apropiado y aún más importante no es lugar para disculpas. - Lo tomó del manto para que se levantara y se lo llevó junto a Markel a otro salón.
- Todos salgan, ¿Qué están mirando? - Exclamó Nicanor sacando a todos del dormitorio. Salió y cerró ambas puertas, dejando dentro a Abiel y a su madre.
- Lo siento por el alboroto. - Sonrio.
- Mamá, ¿Por qué estás aquí a esta hora?
- ¿Cómo sabes que hora es? - Preguntó sonriente mientras subía las escaleras hacia la cama de Abiel.
- Es... tarde, es todo lo que se. Debes descansar.
- Lo sé cariño, tu también. Te prometo que esto no volverá a pasar jamás. - Le dio un beso en la frente de despedida y con delicados pasos bajo las escaleras.
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