Por mucho tiempo qué pasó el jovencito no lograba relajarse. Y no era para menos, aquella situación no era para que se estuviera relajado. Comenzó a hacer un tipo de oración, a su propio ser celestial. Mr. Star. Su soporte ante cualquier situación de peligro, lo iba a salvar una vez más, ¿Verdad? Hablaba y lloraba sin parar, trataba de pensar en cuan real era Mr. Star. La noche anterior se había cuestionado su existencia, tal vez lo que le está pasando es su castigo por no haber respetado al ser que tanto lo ayuda.
Pasaron al rededor de cuatro horas. El corazón de Abiel al escuchar que alguien intentaba abrir la puerta latía tan fuerte que casi se le salía del pecho. Los hombres volvieron con algunas cuerdas y una navaja en manos. Abiel se oponía a moverse de aquel lugar, tanto así que en algún momento el miedo se apoderó de él y apenas al ser rozado por uno de los hombres le pateo la cara. Lo que enojo mucho al hombre.
- ¿Acaso eres estupido? - Golpeó la cabeza del niño.
- Por favor, déjenme ir. - Gritó una y otra vez.
Pataleaba y paleaba, pero los hombres no accedían.
Uno de los hombres colocó una navaja a la par con la garganta del niño.
- Si vuelves a pronunciar cualquier palabra estás muerto, si te mueves estás muerto y si se te ocurre tratar de escapar estás muerto también. - Presionó aún más la navaja al cuello del crío.
- Si te quedarás callado y no te movieras tanto todo fuera más fácil. - Declaró el hombre que se encontraba justo detrás del niño. - No nos volverás a ver mañana, deja de ser tan dramático. Si no vuelves a hablar te dejaremos ir.
- Traga esto mocoso. - Colocó una sustancia desconocida en la boca del niño obligándolo a beberla y removió la navaja de su cuello.
El hombre terminó de amarrar al crío, lo cargó en sus brazos y junto al otro hombre salieron a las afueras del establecimiento.
- Ya estamos listos. Traigan las armas. Nosotros nos adelantaremos. - Ordenó con su imponente voz a los hombres detrás de él.
- Nuestra carnada está ansiosa por ser usada. ¿Escuchas? No está diciendo ni una sola palabra. Parece que decidió ser obediente. Que inteligente. - Rozó el rostro del niño.
Los hombres colocaron al chico dentro de una camioneta, y comenzaron su viaje al bosque.
Recorrieron un largo camino, horas y horas. Kilómetros conduciendo. Para Abiel fue todo un infierno. Con el tiempo comenzó a sentir como su cuerpo y mente cambio de un estado de perfecta consciencia a una euforia. Sentía como su ritmo cardíaco aumentaba más y más. Estaba comenzando a alucinar, tenía náuseas, dolores. Llego al punto de no saber si eso era un sueño o si realmente le estaba pasando tan pésima situación. Todo a su alrededor daba miles de vueltas, le comenzó a doler el cuerpo de tal forma que no podía evitar moverse.
- Mr. Star, ya estás aquí. - Susurró abrazando al hombre enfrente de él.
- Creo que ya está haciendo efecto. Está hablando solo. - Informó al hombre que conducía.
- Recuerda, trata de no tocarlo. Esta muy sensible en este momento. - Ordenó.
Al llegar bajaron al niño de la camioneta. Fueron de cierta forma delicados al colocarlo en la espalda de uno de ellos.
Abiel estaba inconsciente, apenas podía sentir su cuerpo, más al mismo tiempo también era muy sensible al tacto. Estaba tan hiperestésico. Cada pequeño toque se sentía como un gran golpe, pero ¿Acaso podría diferenciar entre uno y el otro en ese estado de desvarío? Su conciencia estaba en otro lugar, por mucho que trataba de mantenerse despierto la sustancia dentro de su cuerpo era mucho más poderosa.
Su delicado cuerpo colgaba en la espalda de un hombre que no conocía en absoluto. Estaba siendo llevado a lo profundo de un bosque a hacerle quien sabe que. Decir que estaba asustado está de más, lloraba en silencio sin cesar mientras se adentraban cada vez más en la espesura. Al rededor de cinco hombres esperaban a los dos que cortejaban al niño. Tiraron al crío al lado de un alto árbol, provocando que sintiera un inmenso dolor en la cabeza, dolor que desapareció al instante. Comenzaron a desvestir al niño, y lo dejaron sin más que con su calzón. Su frágil y agitado cuerpo hizo contacto directo con la nieve. En un estado de plena consciencia esto le habría causado escalofríos, pero no sintió nada en absoluto. Su cabeza daba vueltas y apenas podía mantener los ojos abiertos.
Los hombres se encargaron de amarrarlo al árbol.
Otros hombres fueron llegando y comenzaron a dividir las armas de fuego entre ellos. Eran de diferentes tipos, calibres y tamaños. La pizca de conciencia que le quedaba a Abiel logró escuchar como preparaban las armas para disparar. Su corazón se detuvo por un segundo, ¿Acaso planeaban matarlo entre todos? ¿Ese era el juego que proponían? ¿Matar a un niño de 5 años? Las lágrimas pararon en el momento que pensó en esas posibilidades, ya no solo estaba asustado ahora estaba despavorido.
Dos de los hombres se acercaron al niño y uno de ellos sosteniendo una gran recipiente lleno de sangre encima del chico anunció: - Antes de comenzar, quiero aclarar por última vez las reglas del juego.
- Si un lobo muerde al niño en alguna extremidad de la izquierda, los que estén en la izquierda pierden, todos, y lo mismo pasa con el lado derecho. Así que en vez de tratar de ganarle al de al lado es mejor ayudarlo o perderán 100 mil dólares. Sin más que decir - Derramo toda la sangre sobre el cuerpo casi desnudó del niño. - comencemos.
En este punto todos los hombres se alejaron del lugar y se escondieron detrás de los árboles. Cada uno de ellos se organizó de forma casi perfecta rodeando el árbol donde se ubicaba Abiel y dejando el lugar totalmente despejado. Cada uno de ellos con estupenda concordancia lanzaron cinco disparos al aire.
Esperaron pacientemente colocados en posición, listos para disparar y pocos minutos después se escuchó el aullido de un lobo, mientras se podía observar a algunos lobos saliendo desde detrás de los árboles, sumidos en la oscuridad. Cubiertos por su negro pelaje, y siendo muy visibles por sus brillantes ojos.
En este juego: Debían atraer a una manada de lobos haciendo ruido hasta que se acercaran lo suficiente y vean o huelan a la llamada presa. Siempre toman como presa a algún niño que vean en la calle, pero para que fuera aún más divertido drogaban a los niños para lograr que sus sentidos se agudizaran. Así podían escucharlos gritar de dolor o simplemente de miedo. Aunque a veces era tanta la cantidad de la droga que se producía el efecto contrario, el niño perdía por completo o a medias la sensibilidad. El juego se basaba en matar la mayor cantidad de lobos cuándo estuvieran lo suficientemente cerca de la presa, pero sin permitir que esta fuera tocada por los lobos. Era sin duda un juego espeluznante y macabro.
Los lobos se acercaban despacio, rodeando al chico y de un momento a otro comenzaron a saltar hacia él. Los disparos retumbaban por todo el lugar. Abiel no paraba de gritar, aunque el ruido de los disparos ahogaban aquellos gritos. Su respiración se dificultaba por toda la sangre que llegó a entrar a sus pulmones. Su vista también fue afectada. Quería escapar de ahí, estar muerto habría sido mejor que estar en ese lugar.
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