Nara pasó su día libre comiendo en el sofá adelante de la televisión. Quedarse dormida tapándose con una simple manta no estaba en sus planes, pero se dió cuenta cuando despertó con la alarma avisándole de ir a trabajar.
Su espalda le dolía. Siempre había querido cambiar el sofá, pero nunca había tenido el tiempo para hacerlo.
La iluminación de la ventana mostraban el paso del tiempo, que en efecto, ya eran las 7 de la mañana.
Media hora para vestirse y salir, era cómo pan comido para su rutina diaria.
Su mente parecía aún no despertarse aún, en sólo minutos que comenzaba en la mañana. Cómo si su vida fuera en automático, se preparó y salió de su apartamento en menos de 15 minutos. Nara solo disfrutaba de ponerse un poco de alineador en los ojos y nada más. Para ella lo que le importaba era oler bien, no mostrarse tan maquillada solo por estar detrás de un escritorio.
Al caminar derecho hacia su trabajo, pasó por la calle en donde había visto los gatitos en la caja y se preguntó que había sido de ellos. Recordó al chico guapo enseguida; y una vez más siguió con él por un largo tiempo en su memoria llegando con sus pensamientos a su trabajo.
Se adentró en la empresa. Tras saludar amablemente a sus compañeros, llegó a subirse al primer ascensor vacío que tenía las puertas abiertas.
En el momento en que las puertas empezaron a cerrarse, una voz masculina gritaba a unos pocos metros.
—¡Espere!
Nara intentó apretar el botón para quedarse un momento más y al levantar la vista y ver justo al hombre llegar a las puertas, su corazón dió un brinco.
Chester también quedó sorprendido.
Sus miradas se buscaron. El llegaba alterado, y al ver de nuevo esos ojos llenos de asombro, llegó a sentir como su sangre hervía, tanto así como si hubiera una fogata prendida, que cada vez más se sacudía entre viejas tablas y palos de madera.
Por otro lado Nara quedó congelada y el reencuentro solo fue como un viento que la llenaba de escalofríos y la llevaba a tocar con su cuerpo un gigantesco hielo.
El sonrió. Ella no estaba de acuerdo en hacerlo también, o al menos, no podía.
—Hola.
—Hola...— susurró ella —.
El se acercó y ella solo retrocedió.
— No creí que te iba a ver tan ... Pronto.
Nara estuvo de acuerdo en su mente.
Estaba segura de que no lo volvería a ver.
— Yo tampoco...— él se acercó a ella, las puertas se cerraron sin dejar entrar a nadie más — Ehm... ¿A que... Piso va?
Chester río.
—Por favor, nada de formalidades señorita Lenins. Solo llámame Chester y me dirijo al penúltimo piso.
Ésta se ruborizó. Apretó el mismo botón que antes había apretado para ir a su sitio laboral.
— ¿Eres nuevo trabajando aquí Chester? Seremos compañeros de escritorio. —dijo nerviosa—
—Algo así... —sonrió—.
Ella lo miró. Sus ojos ya estaban puestos en ella . Nara sintió como aquellos ojos encima de ella le daban un poco de calor.
—¿Algo así?— frunció el ceño —.
Las puertas del ascensor se abrieron y ambos salieron del ascensor. Para la sorpresa de todos, Vanessa había llegado temprano y con una ceñida remera de tirantes dejando notar sus pechos voluptuosos sonrió al ver a Chester llegar.
— ¡Buenos días jefe!
Nara se encontró perpleja y lo observó detenidamente.
¿¿Jefe??
Gritó en su mente tanto que no podía creerlo.
El mostraba una sonrisa mientras caminaba hacia su despacho. Aquel que ayer le había mostrado su hermano antes de que se fuera.
Nara quedó quieta sin reaccionar viendo como el entraba al despacho y cerraba la puerta detrás.
Vanessa chasqueó los dedos en modo de aviso hacia Nara.
— Tierra llamando a la señorita Nara, ¿Acaso hoy no va a trabajar?
Nara se acercó a su escritorio. Y miró a Vanessa por arriba de su ordenador.
—¿Quién es él?
Vanessa sonriendo cómo si fuera la pregunta que más había estado deseando escuchar, se sentó en su silla mirando a Nara mientras esta se quitaba el abrigo.
— ¿Te acuerdas que habían dicho que hoy empezaba el reemplazo? Pues bueno, ahí está.
—Creí que el reemplazo iba a ser Hudson.
—Iba a ser así, pero el señor Thompson eligió a su hermano en el último momento.
—Espera, ¿Hermano dices?
Vanessa asintió.
Su boca aún seguía abierta por tanta sorpresa. Cuando se había presentado el día anterior, no le había dicho que provenía del famoso apellido Thompson, al menos si así fuera, ella lo recordaría.
Ambas sintieron la puerta que se abría y Chester salía ya solo con una camisa blanca apretada que aseguraba una buena vista de su cuerpo físico.
—Señorita Lenins, consigame un café negro sin azúcar y los papeles de la reunión del viernes con los dirigentes, por favor.
—Si señor.
Chester desapareció de nuevo detrás de aquella puerta. Vanessa observó a Nara mientras está le dedicó una mirada inocente y se dirigía a cumplir con las órdenes de su nuevo jefe.
¿Qué había en el destino que jugaba con ella de esa forma?
Se preguntó mientras recogía los papeles y esperaba mientras que el café ya estuviera listo.
Se mordió la lengua. Tal vez no significa nada y era solo una simple coincidencia.
Cuando el agua de la cafetera ya se había calentado, Nara con mucha cautela se dirigía con la taza agarrada con las dos manos y los papeles debajo del brazo.
Tocó la puerta despacio; Chester le gritó de adentro y ella pasó viendo que estaba sentado en la silla leyendo algunos archivos.
Él levantó la mirada. Nara dejó el café en el escritorio y le entregó los papeles que traía sin ninguna queja.
Ya se estaba girado para retirarse cuando la voz profunda de Chester hizo que se detuviera.
— Espera. Nara, debo decir que no creía encontrarte trabajando aquí...
Nara lo miró.
— No tiene porque hacer esto de verdad jefe.
—¿Jefe?—Se tiró para atrás en la silla sin soltar el bolígrafo— No tienes por qué llamarme así ya te he dicho que...
—Si no le molesta... Preferiría que haya una formalidad entre nosotros.
Chester la observó. Nara se veía diferente a Vanessa, pero para el parecía ser más hermosa. Su cabello ahora sí se podía apreciar como un cabello de un castaño bien claro, se había echo dos trenzas que la hacían verse de unos veinte, las cuales llegaban a sus pechos pequeños pero firmes. Su rostro parecía el de una muñeca, una muñeca que Chester le costaba ignorar.
— ¿Necesita algo más señor?
— Estoy de acuerdo que en el trabajo haya una formalidad, sin embargo, cuando estemos fuera me gustaría que me trataras como una persona común y corriente a la que conociste. Eso es todo, puedes retirarte.
Nara asintió. Al momento de irse vió cómo una pelota pequeña de goma estaba tirada en el suelo y entre tantos pensamientos se acordó de los pequeños animalitos que había encontrado el día anterior.
Ahora su dueño, también era aquel que ocuparía la silla de su jefe.
¿Qué más sería capaz de ocupar?
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Comments
Mari Delgado Flores
está, interesante la novela, gracias
2024-01-26
0
Rocio Martinez
Excelente historia
2023-10-04
1
Lisbeth Valbuena
ocupar tu corazón Nara es lo que quiere Chester ❤️
2023-03-09
0