Entre Tulipanes Amarillos Y Un Miedo Llamado Chester Sainer

Capítulo 5

Muchas dudas, pocas alternativas. Nara suspiró.

—No puedo creerlo. No estoy preparada para ir a fiestas de trabajo, no tengo nada de ropa.

Cayó sobre la cama tapada por miles de prendas. Nara miró al techo. Le parecía ver al señor Chester sonriéndole de forma cariñosa.

—Estoy loca. Debí haberme negado, Vanessa se enojará cuando lo sepa.

Tragó saliva.

No quería ser algún problema con nadie.

Una vez más alzó la vista y vió dentro del armario. Lo único que quedaba en el eran algunos busos de lana, y el vestido negro ajustado que prometió jamás no usar.

— No me mires así, no dejaré que seas tú.

Dicho esto empezó a guardar toda la ropa de vuelta, intentando distraerse de ese vestido negro que parecía hacerle ojitos al fondo del armario abierto.

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Chester salía del baño con solo una toalla rodeada en su cintura. Su cuerpo aún mantenía alguna que otra gota deslizándose por sus pectorales que parecían de un Dios. Un lunar en su hombro se mostraba feliz por ser liberado por un momento.

Chester fue a su habitación viendo los papeles que había dejado arriba de su cama.

Notó que no podía sacar a Nara Lenins de su cabeza.

Pasó su mano por su cuello mientras posaba el otro brazo en su cintura. ¿Porque le tenía tanto miedo a cortejar a su secretaria detalladamente? No era el su verdadero jefe, podía invitarla a salir a pesar de que tuviera tres meses por delante.

Se sentó en la cama agarrando su teléfono.

¿ Estaría mal contactarla?

Su número estaba en su informe, y era normal que el jefe tuviera los datos de sus trabajadores por si algo urgente llegara a pasar. Pero no era urgente, Chester sólo tenía el problema de pensar demasiado en una persona. Tiró el teléfono arriba de la cama, levantándose para ponerse algo de ropa.

Le era sorprendente caer tan rápido de tal manera por una mujer.

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A la mañana siguiente, Chester llegó unos minutos tarde de lo puntual cosa que no era habitual para el. Se había dormido y había soñado con besar a Nara Lenins en su boca mientras su cuerpo estaba rozando el suyo.

No quería levantarse, pero el trabajo lo llamaba.

Con un rostro serio subió saludando a todo aquel que le llamara la atención y en silencio se arrinconó al ascensor intentando ocultar el recuerdo de una noche interesante.

Antes de llegar, su mente se preguntó que hubiera pasado si el sueño no se quedaba ahí y había algo más excitante que no vió.

Las puertas se abrieron y tomó el valor.

Aún no había llegado Vanessa, pero su nerviosismo aumentó al ver a Nara en su escritorio.

— ¡Buenos días jefe!

El sólo asintió, entrando con prisas a su despacho. Una vez adentro, desabrochó dos botones de su camisa, sintiendo que está le apretaba.

*Diablos Chester. No pienses más de la cuenta*

Suspiró. A unos segundos de haberse sentado, alguien tocaba la puerta.

—Adelante.

Como sorpresa y si el destino le estuviera jugando una mala pasada, Nara se acercaba vistiendo una falda negra ajustada a su cuerpo con una camisa blanca. Sus piernas cortas se mostraban lujuriosamente sensuales arriba de un par de botas cortas de tacones. La mirada de Chester no quería apartar verlas, pero su mente le ordenó quitar la mirada antes de que ella se diera cuenta.

Demonios, se sentía confundido en donde debía poner sus ojos.

Nara se acercó al escritorio. Traía algo entre sus manos.

— Señor, es la correspondencia de hoy. —dijo suave —.

Chester observó los sobres intentando no subir la mirada hacia ella.

—Gracias señorita Lenins.¿Dónde está la señorita Vanessa?

— Es el día libre de ella señor.

No pudo contenerse. Sus ojos enseguida se detuvieron en su mirada almendrada.

— ¿Quiere decir que estamos solos los dos?

A Nara le dió un pequeño escalofrío.

Chester no debió decirlo de esa forma, se arrepintía por dentro.

— P... Puedes irte señorita Lenins.

—Si señor.