Cuando terminó de atender a sus pacientes, no quiso salir de su consultorio. Tal vez no quería encontrarse con él.
No tenía que preocuparse, el horario de visitas había terminado hacía rato.
Solo tenía que esquivarlo, hasta que supiera manejar la situación. Con suerte quizás él no se hubiera percatado de su reacción y la tomaba como una maleducada. En ese caso no se le acercaría más.
No supo explicar por qué, pero eso la entristecía en cierta manera. ¿Desde cuándo le entristecía no ver a un tipo que no conocía? ¿Sería una alteración hormonal lo que estaba sufriendo? Era muy joven todavía para empezar un climaterio.
Pensó en Ezequiel. Él también había reaccionado ante ese hombre y ni siquiera era una cuestión de hormonas…
Cuando se percató de su pensamiento, comenzó a reír. ¿Estaba asumiendo que su comportamiento era una cuestión de atracción sexual hormonal…?
Verdaderamente se estaba volviendo una lunática.
***
Quería ver a Ezequiel, pero tenía temor de encontrarse con él. Decidió llamar al gabinete de enfermería y preguntar. Le dijeron que estaba solo. No le dieron mayores explicaciones ni se las pidieron tampoco.
Tal vez ya todos sabían sobre lo que había ocurrido y no les parecería extraño que quisiera ir cuando no hubiera nadie.
Tal vez solo era su conciencia la que le hacía tener esos pensamientos.
Tal vez no les llamaba la atención porque sabían que estaba de guardia y era normal las rondas nocturnas.
Un poco más reconfortada, salió del consultorio. Estaba todo normal.
Llegó a terapia, ingresó y fue junto a la cama de Ezequiel, tomó la hoja de parte diario y leyó las observaciones. “Estabilización de signos vitales”, “reacciones de pies y manos normales”, “dilatación de pupila normal”.
- Bueno amiguito, parece que a diferencia de mí, este tipo a ti te hace mucho bien – dijo Guadalupe con un suspiro mientras cerraba la carpeta y se sentaba al lado del paciente.
- No sabía que aún te dolía mi presencia – la voz venía de fuera de su campo visual
No necesitaba mirar para saber quién era. Por una fracción de segundo sintió la imperiosa necesidad de arrojarse en sus brazos, pero la cordura vino rápidamente en su ayuda y cuando se dio la vuelta para mirarlo, pensó en sus palabras.
- Creo señor, que usted me confunde con otra persona- dijo Guadalupe sosteniéndole la mirada y sin que se notara su sorpresa.
Gerardo la miraba extasiado, su mirada vagaba desde su pelo hasta sus pies, prestó atención a las manos de Guadalupe que se estrujaban una a la otra con más fuerza de lo aconsejable, sonrió de costado y humedeció sus labios apenas entreabiertos. Como él la siguió mirando sin decir ninguna palabra, agregó cada vez más encolerizada, aunque solo hubiera sido una excusa para su tartamudeo cuando prestó atención en como la miraba
- No nos co…conocíamos antes de hoy, no sé quién es, ja…jamás nos hemos tratado, así que ta…tampoco me pudo haber la…lastimado ni antes ni ahora co…como para que su presencia me do…doliera “aún”.
Solo una leve sonrisa, continuaba en sus labios, curvando la comisura izquierda, los ojos mantenían ese brillo de quien sabe qué hace una travesura, los ojos se entornaron, como estudiándola.
Ella podía sentir como su mirada se clavaba en su boca y luego como recorría su mentón y su cuello, llegaba hasta el escote del ambo que utilizaba cuando trabajaba y volvía a subir hasta su boca.
Repentinamente, Guadalupe sintió una sed desesperante, la boca estaba reseca, sentía sus labios a puntos de agrietarse reclamando quien sabe qué y cometió otro error… se fijó en su boca.
La sonrisa estaba más latente todavía. Tenía una boca firme, de trazos bien definidos, labios rellenos, pero sumamente masculinos, labios que daban la impresión que sabían besar, que le gustaban besar y que eran cálidos, jugosos, apetecibles.
No supo cuando se acercó, pero se detuvo a escasos centímetros de su boca, mientras el corazón de Guadalupe comenzaba una carrera desbocada hacia el abismo.
- Fuiste tú la que dijiste que a diferencia de a ti, a Ezequiel yo le hacía bien – y añadió alejándose nuevamente – y parafraseando tus palabras, si no nos conocemos y no tenemos trato, ¿cómo sabes que te hago mal?
Se incorporó nuevamente y desde su posición parecían aún más amenazador, más potente, más masculino. Guadalupe lo quería estrangular con sus propias manos, pero dudaba que lo pudiera hacer, teniendo en cuenta su tamaño, debía medir 1,90 metros por el ángulo en que tenía que levantar la cabeza para mirarlo y su pecho que estaba a escasos centímetros del alcance de su brazo, daba la impresión que fuera un muro duro y fornido.
Se tenía aún más bronca, cuando en lugar de pensar una salida decorosa, solo podía pensar en partes del cuerpo de ese hombre que en este momento se estaba volviendo insufrible para ella. Si tan solo pudiera estirar su mano y tocarlo…
- Señor – dijo Guadalupe levantándose – no es horario de visitas.
- Para Ezequiel, no soy una visita más, soy del equipo – dijo Gerardo con una expresión completa y absolutamente maquiavélica.
- Entonces señor Morfam – dijo Guadalupe sin mirarlo a la cara – me retiro yo – y agregó al pasar a su lado – únicamente un acompañante por cama en terapia.
- Si quieres quedarte, me retiro yo – ofreció Gerardo aún con cierta petulancia.
- No me tutee señor, que yo no le he dado confianza para hacerlo – dijo enfurecida.
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...Ves cosas y dices,"¿Por qué?"
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...Pero yo sueño cosas que nunca fueron y digo, "¿Por qué no?".
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...George Bernard Shaw (1856-1950) Escritor irlandés.
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