Casi eran las 9 de la mañana, cuando Guadalupe se dirigía al shopping para comprarle el perro a Ezequiel, levemente cansada, caminaba por el pasillo haciendo rodar su cabeza en torno al eje del cuello, tratando inútilmente de relajarse, cuando en un cruce de pasillo tuvo que correrse apresuradamente para esquivar a un grupo de periodistas que habían aparecido de la nada…
“Descubrieron al rockero”, pensó, ¡pobre tipo!
Cuando llegó al shopping, busco en la vidriera el peluche y no lo encontró, cuando pregunto al encargado, este le dijo.
- Justo lo vendí hace apenas una hora, si hubiera sabido que lo quería se lo hubiera guardado
Guadalupe observó a los demás peluches, pero ninguno le trasmitía la misma sensación que el pequeño perro.
“Lástima”, tendré que buscar alguno en otro lugar.
Con los hombros un poco aletargados, comenzó a caminar, algo había salido mal en su perfecto plan y eso la dejaba de mal humor
Se había imaginado que sería un día especial y alguien ya lo había arruinado todo.
***
Todavía estaba refunfuñando con el anónimo entrometido, cuando llegó al sector de terapia infantil.
O estaba volviéndose loca o el perro Beagle, el perro que había elegido y que ya lo habían comprado, era el mismo que estaba en la cama de Ezequiel, a sus pies.
Que tremenda casualidad que otra persona hubiera pensado lo mismo que ella… ¿O se lo había dicho a alguien? Mientras lo pensaba, negó con la cabeza lentamente. No, no había hablado con nadie.
Se aproximó la jefa de enfermeras y le tocó un hombro
- ¿Quiere pasar a ver a su paciente? – dijo con un tono muy dulce
Guadalupe la miró como si no hubiera entendido la pregunta, pero movió la cabeza asintiendo.
Cuando llegó al borde de la cama, chequeó la hoja diaria de enfermería para ver el registro de sus signos vitales, revisó la dosificación de los medicamentos y mirando al perro, le dijo.
- Tienes que venir más cerca de tu amigo – lo tomó y lo colocó al lado de Ezequiel – No sé cómo te llamarás, pero este amigo tuyo necesita mucho cariño para mejorarse, tendrás que acompañarlo hasta que lo haga y pueda jugar contigo.
Guadalupe tomó el pequeño brazo de Ezequiel y lo coloco sobre el peluche a modo de abrazo, no pudo refrenarse y se acercó a darle un beso en la frente, cuando se estaba retirando, escucho la débil voz de Ezequiel.
“Papá”
Se detuvo, escrutando el rostro en busca de alguna otra señal de que estaba escuchando. Nada. Ningún movimiento. Ningún otro reflejo.
Guadalupe, tuvo la extraña sensación de no poder distinguir si estaba despierta o dormida, era una sensación horrible, ¿se estaría imaginando cosas? ¿Verdaderamente el niño había dicho “papá”?
Salió a buscar a la enfermera y le pregunto:
- ¿Quién trajo ese perro? – la voz cargada de ansiedad
La enfermera, se llamaba María Ester, tenía alrededor de 50 años, era muy cariñosa con los niños y muy meticulosa en su trabajo, hacia todo tipo de anotaciones en su hoja diaria, desde los hechos más importantes, hasta los detalles más insignificantes.
- Si se lo dijera… ¡Le aseguro que no me lo creería! – le dijo sonriendo.
- ¿Por qué? – Preguntó Guadalupe - ¿Apareció el padre?, porque le escuche al niño balbucear “papá”
La enfermera la miro con sorpresa.
- No doctora – dijo con pesar y añadió - No apareció su padre, pero si este hombre hace que Ezequiel comience a balbucear, le aseguro que sin dudas se merecería que le llamen “papá”, aunque eso es prácticamente imposible.
Como Guadalupe la miró con una expresión de no entender sobre lo que estaba hablando, María Ester le alcanzó su cuaderno de hojas diarias y sin decir una palabra se dio vuelta y continuó con sus tareas.
Guadalupe comenzó a leer la hoja, había datos sobre los cambios de sueros, las dosificaciones de los medicamentos que le administraron, los registros de temperatura y presión, los cambios de turnos de profesionales, las observaciones de los médicos terapistas, pero no notaba nada en particular.
Miro a María Ester para decirle que no entendía, pero ella le hizo una seña como para que siguiera leyendo…
En un apartado de la siguiente hoja, había un registro de visitas, figuraba
“08:35 horas – recibe una visita registrada como Gerardo Morfam, sin parentesco con el niño. El hombre se acerca, le habla al oído unos momentos, le acaricia la mano y le deja un peluche a los pies de la cama. Se retira 08:40 horas. No se visualizan cambios en el niño”
Había recibido una visita que supuestamente no era un familiar y que le había traído de regalo justamente el perro que ella había elegido… era aún más raro pensar en ese acto como una simple coincidencia, pero no había ninguna otra explicación posible. ¿Por qué María Ester había dicho que era prácticamente imposible que fuera el padre…?
¿Quién era Gerardo Morfam…?
***
Ya había terminado su guardia, tenía libre hasta el otro día, había decidido que aprovecharía para investigar sobre las estimulaciones en pacientes en coma, tendría que charlar con Claudia para ver si había alguna manera de sobre-estimular al niño para ver si lograban hacer que reaccionara.
¿Sería posible que la visita de este hombre lo hubiera estimulado?, si era así tenía que ubicarlo para saber si estaría dispuesto a seguir ayudando y sobre todo tenía que averiguar los motivos que tenía para haberse acercado al niño. Tal vez era su padre y no lo había querido reconocer y ahora estaba arrepentido, tal vez era su padre y no lo sabía hasta ahora… sonrió para sí misma, ya se estaba haciendo toda una película con sus suposiciones.
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...La posibilidad de realizar un sueño
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...es lo que hace que la vida sea interesante.
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...Paulo Coelho (1947) Escritor brasileño.
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Comments
Aracelis León García
y este sera el mismo roquero
2024-05-27
1
Aracelis León García
me imagino wue ek mastodonte o grandulón fue el que trajo el peluche y es el mismo de los sueñ el mismo que no la dejó pasar
2024-05-27
1
Ale Must
me encanta Paulo Cohelo, es uno de mis escritores favoritos
2023-07-19
1