Mientras que escuchaba su respiración y sentía sus brazos relajados por el sueño, comenzó a pensar en Ángel, en cómo había sido su vida al lado de un hombre totalmente antagónico al hombre de sus sueños.
Ángel Hatcherman, era un hombre de 33 años, de contextura media, con 1,75 metros de altura, cabellos castaños y unos bellos ojos marrones, más claros, casi ámbar, hacia el centro y unas largas pestañas, una nariz recta y un mentón más bien pequeño.
No era una belleza, pero tenía un cierto atractivo que unido a una personalidad muy dulce y un complejo de caballero de la edad media, lo hacían una combinación muy atractiva para varias mujeres. Ese comportamiento siempre como un caballero era lo que le había llamado a atención desde jovencita, era reconocido en el trabajo de Guadalupe como su pareja dulce y atenta, que entendía a la perfección los tiempos de los médicos y especialmente el de una oncóloga, por eso era la pareja perfecta desde cualquier ángulo que se lo mirara.
Habían sido amigos del vecindario desde pequeños a pesar de la diferencia de edad, crecieron compartiendo amistades y comenzaron a profundizar la suya, luego de que ella terminara el secundario, luego estuvieron separados por largos periodos, mientras cada uno culminaba su carrera universitaria, pero en cada oportunidad, cada vacaciones, volvían a encontrarse y renacía esa amistad y de cierta manera ese amor incondicional.
Para muchos, que se casaran era lo que se esperaba después de tantos años de novios, pero Ángel y Guadalupe, sabían que se habían elegido, no porque fuera lo que se esperaba que hicieran, sino porque se complementaban, se conocían tan bien que muchas veces no hacían falta las palabras, con las miradas y las actitudes ya sabían que necesitaban espacio, o necesitaban compañía o querían hablar o querían solo estar en silencio.
Ambos habían tenido otras parejas, pero de un modo u otro siempre volvían. Se habían ido a vivir juntos dos años atrás, pero el trato entre ellos no había cambiado, respetaban sus profesiones y sus tiempos, querían algún día una familia numerosa, porque hasta ahora no se habían dado las circunstancias y se jactaban de ser sinceros el uno con el otro.
No los unía una gran pasión… de esas que suelen describirse en los libros, tal vez porque Guadalupe sistemáticamente se negaba a todo lo que fuera excesivo, incluso hasta el romanticismo que tenía, solamente lo disfrutaba cuando estaba sola, lo vivía a través de la lectura, como si ella no fuera capaz de sentirlo en su vida personal y necesitaba hacerlo de alguna manera.
A su favor, podría decirse que entre ellos existía un verdadero amor, basado en la confianza en el otro, amor que siempre le había representado para Guadalupe el hogar y la seguridad.
***
Con esa sensación de estar en el lugar correcto, suspiró lentamente. Trató de espantar cualquier pensamiento que afectara la relación que tenía y se acurrucó más contra Ángel.
Él ajustó el abrazo como para que supiera que estaba ahí para cuando ella lo necesitara.
Lentamente fue relajándose y llegó el momento en que el sueño tan esperado se presentó.
Esta vez, Guadalupe no volvió a soñar.
***
Cuando la sintió relajarse, Ángel recién pudo dejar de disimular que estaba dormido.
Se había dado cuenta que algo fuera de lo normal la estaba afectando, pero si ella no se animaba a contarle, él le daría el espacio suficiente para que confiara nuevamente.
Sintió un pequeño escalofrío y una sensación de amenaza lo comenzó a enseñar los dientes inconscientemente.
Él también había tenido sueños raros hace un tiempo, pero no creía que lo de ella tuviera algo que ver, el hecho que no recordara era ya una diferencia, porque él no podía olvidarse de ninguno de los detalles.
En su sueño discutía a viva voz con otro hombre y la sensación que eso le producía era muy desagradable porque discutían sobre una muerte trágica y la responsabilidad que tenía ese otro hombre en esa muerte.
No supo bien por qué, pero sentía la necesidad de mantenerse en guardia, el sueño de Guadalupe realmente lo había hecho revivir el suyo y eso no le gustaba en absoluto.
El sueño había sido tan amenazante en esa oportunidad que le consulto a su psicólogo y él le explicó que podía ser una parálisis del sueño, que ocurre cuando despertamos de un sueño pero el cuerpo no lo hace, siendo imposible mover un solo músculo y genera un estado de miedo y que muchas veces se acompaña de alucinaciones, por lo que se suelen ver demonios y amenazas que se sienten reales. Pero que es un efecto del estado de híper reactividad del cerebro, cuando detecta que no puede moverse, en fin que sería un trastorno del sueño y le recomendó realizar ejercicios de respiración antes de dormir.
Si bien lo que le había dicho tenía su sustento científico y lógico, no terminaba de cerrarle la idea, había algo en ese hombre del sueño, pero claramente no era un demonio, además no lo conocía ¿cómo podía representar para él una amenaza?
Se puso a investigar un poco y descubrió que en realidad lo de los sueños era mucho más complejo, síntomas similares a los de la parálisis del sueño se habían asociado a varios sucesos culturales y religiosos de la más variadas índoles, desde la cacería de brujas de la edad media, hasta las historias de los indígenas americanos donde las mujeres de mayor edad tejían redes de arañas o atrapa sueños para proteger a sus nietos de los malos espíritus que acechaban en los sueños. Incluso si se profundizaba un poco, hasta en la Antigua Grecia había referencias de estos estados.
Hoy las historias de los atrapa sueños varían en su metodología, pero todos coincidían en que filtraban los sueños para que a la persona solo le llegaran los buenos sueños. Tal vez sería buena idea que le regalara un atrapa sueño a Guadalupe, total con probar no se perdía nada, pensó antes de conciliar de nuevo el sueño.
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Comments
Maritza
me encantó cómo escribes, maravilloso, felicidades
2024-05-24
1
Angi Jose
pinta bien !
2022-10-08
1