Me confunde con otra

Claudia siguió a Guadalupe, sabía que se dirigiría a la cafetería, así que le dio unos minutos a su amiga para que se recompusiera

- Bien amiga, ya estamos solas – dijo Claudia con una media sonrisa mal disimulada - ¿Qué te pasó hace un rato?

Como Guadalupe no contestó, corrió la silla, se sentó y le sonrió a Julio el encargado diurno de la confitería, que se acercaba en ese momento para preguntarles que querían que les sirviera.

Aprovechando que tenía una excusa para no responder, Guadalupe hizo su pedido, una tarta y un jugo. Claudia pidió lo mismo y ni bien Julio se dio media vuelta, volvió al ataque.

- No trates de escapar. En todos estos años en que te conozco y que he conocido tus candidatos, jamás te vi sonrojarte por mirar a un tipo – dijo Claudia, acercándose más sobre la mesa, como para que no la escucharan - ¿Lo conoces?

- ¡No! – Dijo Guadalupe sonrojándose nuevamente – y me muero de vergüenza, pero nunca lo había visto en mi vida – bajó la vista y comenzó a mover de un lugar a otro el servilletero de la mesa – espero que no trascienda entre el personal…

- A mí en realidad me parece genial – dijo Claudia riéndose nuevamente – ¡por lo menos sé que estás viva!, lo tuyo con Ángel siempre me pareció más un contrato que una pareja – Claudia se puso seria y continuó – no tengo nada contra Ángel, me parece que es un buen tipo, pero conociéndote como te conozco siempre pensé que necesitabas a alguien más pasional, alguien que te sacuda tu estructurada vida aunque sea por un momento y en todo caso… pero nunca te había visto así… - comenzó a sonreír nuevamente – no me imagino lo que pasará cuando te hable…

- Ni pienso averiguarlo, te lo puedo asegurar – dijo Guadalupe moviendo las manos en un gesto que pretendía desbaratar los planes de su amiga.

- Pues lo sabremos de todas maneras, porque viene para acá – dijo mientras hacia un gesto llamándolo con la mano para que se acercara.

Guadalupe dejó de respirar. Seguramente estaría doblemente colorada, tenía que sacar fuerzas de donde no pudiera y asumir la situación.

Por mucho que a su amiga le gustara burlarse de ella, no lo haría frente del hombre. Él no sabía absolutamente nada, así que no tenía por qué preocuparse. Solo tenía que comportarse normalmente.

Justo cuando estaba casi convencida que podría hacerlo, escuchó su voz.

- Hola doctora, disculpe la intromisión. – dijo pasándole la mano a Claudia.

- No es intromisión, ahora estamos en el mismo equipo, soy solo Claudia – dijo sonriéndole – te presento a Guadalupe, también del equipo, Guadalupe él es Gerardo.

Por primera vez, Guadalupe levantó la vista del servilletero y lo miró mientras aceptaba la mano que él le había tendido a modo de saludo.

No le salió la voz.

Su cerebro le ordenaba: “dile algo” “di hola”. Pero su boca se negaba a obedecer.

Lo peor todavía no había pasado, no pudo con la tentación y lo miró a los ojos. Se perdió irremediablemente.

Sus ojos eran simplemente hermosos, como lo había intuido, eran verdes con una leve tonalidad azulada, parecía un océano caribeño. Un remanso de paz y tranquilidad.

No sabía cuánto tiempo había pasado, pero reaccionó cuando la situación pasó a peores circunstancias. Gerardo tal vez incentivado por la acuciante mirada de Guadalupe se llevó a la boca la mano que aún tenía entre la suya y le dio un leve beso en los nudillos.

Apenas había rozado su piel con los labios, pero instintivamente Guadalupe retiró la mano. Todavía no podía articular palabra, así que se limitó a tratar de concentrarse en la comida que habían traído.

No pudo darse cuenta de la mirada iluminada de Gerardo o de su gesto al perder la mano de Guadalupe… cerro su puño rápidamente como para evitar que el calor de Guadalupe se escapara…

Cualquiera que viera desde otro ángulo, diría que el hombre le había caído mal a la doctora y que esta lo ignoraba de manera premeditada.

Apenas podía respirar, ni siquiera podía escuchar lo que hablaban ¿Qué le estaba pasando? ¿Quién era este tipo?

Menos mal que estaba sentada porque estaba segura que sus piernas no la hubieran sujetado en esta oportunidad.

El corazón le latía tan fuerte que parecía que todos lo podían escuchar. Se quería morir o desaparecer hasta que se calmara. Nunca había pasado tanta vergüenza en su vida.

Los segundos que siguieron eran de una angustia total, casi ni respiraba por miedo a sentir su aroma y terminar de confirmar que era el mismo hombre.

De repente, Claudia se sentó a su lado, le saco el tenedor de la mano y le dijo

- Ya se fue. ¿Estás bien?

- No

Fue la simple respuesta que logro articular. No hablaron más. Las manos le temblaban irremediablemente, aunque las estrujaba una contra otra, no podía relajarlas. Tampoco comieron. Guadalupe solo trataba de recomponerse y Claudia como una buena amiga solo la acompañaba.

Claudia miró hacia la puerta por donde había salido Gerardo unos momentos antes y sonrió. Su racional amiga, se había encontrado con alguien a quien no lo podía racionalizar y eso le gustaba mucho, pero aun así, ya no habría burlas de su parte en cuando al efecto que le provocaba.

***

Había pasado una media hora cuando se sintió bien como para pararse. Cuando se disponía a irse, Claudia la detuvo.

- Tengo que preguntarte, ¿Escuchaste lo que te dijo cuándo te saludó?

- No, no escuché absolutamente nada. ¿Qué dijo? – miraba con los ojos desorbitados a su amiga.

- Dijo que hubiera jurado que te llamabas “Elizabeth”.

Guadalupe exhaló el aire que estaba conteniendo sin darse cuenta, palideció aún más si cabe la expresión y dijo apesadumbrada

- Lo único que me faltaba en este momento…, un psicótico que me confunde con otra mujer

Claudia se rio y la abrazó mientras caminaban rumbo al consultorio de Guadalupe, sería un largo día hasta terminar su guardia.

Pero si se mantenía alejada de terapia no tendría por qué encontrarse con él y entonces se recobraría completamente.

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...Nunca desistas de un sueño.

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