Violeta

Tienes que averiguarlo, por favor – le decía Violeta, la hermana menor de Guadalupe

Violeta Bubans, tenía 23 años, 7 menos que Guadalupe, de una belleza muy singular, tenía unos cabellos rubios oscuros y unos ojos azules imposibles de describir, era alta y delgada, lo que la había llevado a incursionar en el modelaje y a tener cierto éxito, ya que había realizado varias campañas publicitarias para marcas muy prestigiosas, pero su pasión era la música y estudiaba hacía ya varios años para ser cantante, habían formado un grupo local, que tenía relativo éxito y eran contratados para conciertos, como soportes de otras bandas más importantes.

Siempre había sido consentida, audaz, sumamente sociable, extremadamente celosa y en cierto modo el hecho de saber que era bella, le había ayudado a conseguir que los hombres hicieran lo que quisiera con solo prestarles un poco de atención.

- Haré lo posible, pero no te aseguro que lo pueda averiguar, no es mi área – le explicó Guadalupe.

- ¿Cómo que no es tu área? – Dijo Violeta con un gesto de fastidio – eres médica.

Guadalupe sonrió y levantó el rostro al cielo como pidiendo ayuda, como explicarle a su hermana que ella era médica oncóloga y que lo que le pedía que averiguara era de un área a la que ella no tenía acceso, por lo menos no sin explicar los motivos de su curiosidad, pero eso Violeta no lo entendería, así que se limitó a levantar los hombros y decir:

- Haré lo posible… es todo lo que puedo prometerte hermanita.

Violeta sonrió con una mueca, arrojó un beso con la mano y salió del consultorio de Guadalupe, con el mismo aire de diva del cine con el que había llegado unos minutos antes.

Cuando eran pequeñas, siempre era Violeta la que llamaba la atención de todos, la que exigía atención personalizada y la que ocupaba todo el tiempo de su madre. Guadalupe agradecía este desvío de la atención, así podía recluirse y disfrutar de su soledad, sin tener la necesidad de dar muchas explicaciones.

Cuando necesitaba un consejo siempre acudía a su padre, él no la presionaba, no intentaba cambiarla, ni hacerla más vistosa. Apoyó desde el inicio su elección de ser oncóloga, aunque sabía que su hija siempre estaría más expuesta al sufrimiento y a las pérdidas irreparables, pero esa era la elección que su hija había hecho y él la respetaba.

A veces se sentaban en el jardín, recostados uno contra el otro, sin hablar, disfrutaban del silencio tanto como de sus conversaciones. Siempre le decía a su hija que le preocupaba que nunca encontrara a la persona correcta y que no supiera lo que es vivir y disfrutar apasionadamente de la vida.

Su padre siempre quiso para ella, que sintiera la necesidad de pertenecer a otra persona y que esa persona le perteneciera de igual manera

Soñaba con nietos y apostaba a que los hijos de Guadalupe serían sus mimados simplemente por el hecho de ser sus hijos, pero soñaba sobre todo con que el hombre que conquistara a Guadalupe la valorara y supiera reconocer el enorme potencial de amor que se encaprichaba en ocultar. De su relación con Ángel no tenía una opinión definida, sabía que Ángel amaba a su “querubín” como solía llamarla, pero en el fondo quería más que eso para ella. No vivió mucho tiempo luego de que Guadalupe se recibiera y comenzara a trabajar… y siempre lo echaría de menos.

Fuera del consultorio, Violeta ya tenía dos o tres admiradores que la esperaban para pedirle que autografiara las fotos en las que estaba con una diminuta bikini promocionando una belleza natural de la región.

Uno de ellos, Alfonso Nuccio, era amigo de Guadalupe desde la universidad, había elegido otra especialidad, era ginecólogo, pero le había demostrado a Violeta que le interesaba y eso era una debilidad a la hora de impresionar a su hermanita.

- Tu hermana unos de estos días me va a matar – dijo Alfonso con la puerta apenas abierta e introduciendo solo la cabeza en el consultorio – ¿sabes lo que me hizo…?

Guadalupe le hizo un gesto como diciendo que no tenía la menor idea y esperó pacientemente que Alfonso pusiera los ojos en blanco, sacudiera la cabeza, suspirara y dijera con una cara de embobado total.

- Me besó en los labios – puso cara de decepcionado – y luego me rechazó cuando la invité a salir, como siempre.

Guadalupe sonrió, conocía perfectamente el juego de Violeta, cada vez que Alfonso comenzaba a mostrar indiferencia hacia ella, se presentaba en el sanatorio con cualquier excusa, lo coqueteaba, lo rechazaba y ahí quedaba su amigo muerto de amor por una buena temporada.

Esa misma escena se había repetido en varias ocasiones y siempre Guadalupe le daba el mismo consejo:

- Te dije que te resistieras un poco más, sé que le gustas, porque me lo dijo en varias oportunidades, pero también dijo que no quiere nada contigo.

- Gracias por la sinceridad – dijo dramáticamente mientras ponía la mano en su pecho como si le doliera - trataré de no ser tan fácil la próxima vez – continuó mientras cerraba la puerta y se reía.

Alfonso Nuccio era un hombre que podría decirse lindo, delgado, con 1,85 metros de altura, cabellos y ojos oscuro, la piel mate, y una incipiente espesa barba que siempre usaba como si hoy no se hubiera afeitado, era el típico italiano seductor, sabía seducir y lo había hecho sin descanso desde que se había instalado en la ciudad, hasta que el eterno seductor había caído en las redes de Violeta.

Seguía siendo un mujeriego empedernido, pero ahora estaba padeciendo en carne propia lo que era estar bajo el embrujo de una persona seductora. Sistemáticamente, Violeta le daba lo mínimo de trato como para mantener su atención, pero nunca ni un solo centímetro más de flexibilidad como para que llegaran a algo serio.

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...¿Qué es la vida? Un frenesí.

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...¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción; y el mayor bien es pequeño; que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son.

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...Pedro Calderón de la Barca (1600-1681) Dramaturgo y poeta español.

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