Guadalupe Bubans, se despertó sobresaltada, le latía el corazón desbocadamente y todavía podía sentir resbalar las lágrimas por sus mejillas.
Nunca había tenido un sueño tan perturbador.
Unos brazos musculosos y bien formados que trataban de abrazarla… pero no con violencia, más bien daba la sensación de un desesperado intento por evitar que huyera.
Trató de desprenderse, pero un pecho duro, potente, recibía los embates de sus puños que cada vez eran más infructuosos.
Ese roce… ese aroma que conocía tan bien, que la inundaba y le acaparaba todos sus sentidos, como si fuera parte de su propia esencia.
Aroma mezcla de piel, con colonia de esencia a maderas, tabaco y un cierto rasgo de alcohol… maldita combinación de aromas, que se apoderaba de los pocos resabios de cordura que le quedaban…
Una boca, firme, sensual con unos labios entreabiertos, humedecidos por el cóctel que había estado tomando, una boca implacable, que comenzó a besar su rostro, secando las lágrimas que continuaban cayendo.
Un aliento cálido que acariciaba sus sienes, la línea de su mandíbula, la base del cuello, mientras repetía “perdóname” una y otra vez…
Esa terrible sensación de saber que si se quedaba, se traicionaba a sí misma, pero si se marchaba…, si lograba separarse de él, y tomaba la decisión de irse, estaría renunciando al centro de su vida.
Segundos que duraban una eternidad, y el infinito dolor acrecentándose mientras el perdón no llegaba y en su más recóndito interior, tenía la certeza que no iba a llegar nunca.
***
Solo segundos de agitados sueños, pero hasta que el sortilegio se rompió y Guadalupe pudo despertar, le parecieron toda una vida.
El sueño era tan vívido que aún podía sentir el aroma, el roce de la piel y el calor de la boca de ese hombre. ¿Quién era? ¿Por qué soñaba con alguien que ni conocía?.
Se sintió extrañamente excitada, el corazón le latía desbocado y la respiración se hizo agitada, En su fuero interno sabía que ese hombre no era un desconocido, ¿pero quién podía ser? No había nadie que se pareciese siquiera y eso que no había podido ver su rostro. Era un hombre que emanaba lujuria, deseo, poder con cada poro de su piel y ella no conocía nadie ni remotamente similar.
Tal vez fuera solamente su imaginación, por esas novelas que les gustaba leer de romances de época, donde los hombres siempre compartían esas características: fuertes, poderosos. Siempre sintió fascinación por esas historias de amores enloquecidos, porque en su vida todo había sido siempre muy racional y poco emocional, le rehuía a cualquier sentimiento excesivo que le pudieran profesar.
Todavía lloraba sentada en la cama, cuando su pareja, Ángel le tocó el hombro y le preguntó:
- ¿Estás bien?, fue solo una pesadilla – su voz era soñolienta
Guadalupe aún temblaba, cerró los ojos tratando de despejar la mente, pero incluso podía seguir sintiendo esos labios… esos brazos y ese torso contra su cuerpo… es más, todavía sentía su aroma…
- ¿Quieres un poco de agua? – volvió a decir Ángel.
Su voz le parecía tan lejana, como si aún su alma estuviera en el sueño y no quisiera despertar.
Como si se tratase de una película en cámara lenta, comenzó a tomar conciencia donde se encontraba, era su cama, era su habitación, era su novio el que la miraba desesperado al no poder hacerla reaccionar.
- Amor… ¿Estás bien? – insistió nuevamente, abrazándola -
- Si… estoy bien… ya paso… - dijo Guadalupe con voz apenas audible -
No quería que la abrasase, necesitaba poner en orden su cabeza, necesitaba espacio, se separó suavemente de Ángel, para que no notara que el abrazo la asfixiaba, la sofocaba, tal vez hasta la molestaba, sin saber explicarse el motivo.
- ¿Qué soñaste que te puso tan mal? No parabas de llorar –pregunto Ángel mientras trataba de abrazarla nuevamente -
- No recuerdo… - mintió Guadalupe sin mirarlo, pero el temblor de su voz la traicionaba -
No quería que se diera cuenta que no le decía la verdad, no quería lastimarlo.
¿Lastimarlo…? ¿De qué o de quién?, era solo un sueño, era solo un hombre sin identidad, sin cara, sin nombre, ¿Cómo podría eso afectarlo? Ese hombre hasta siniestro podría decirse, que sin ninguna duda la había hecho sufrir en su sueño. Siniestro… ¿De dónde se le vino esa idea?
- Vuelve a dormir – le insistió para tranquilizarlo – ya estoy bien.
Ángel, totalmente desorientado se recostó en la almohada y abrió su brazo para que Guadalupe se recostara en el cómo solían hacer cuando no podían dormir.
Guadalupe dudó por unos instantes y después se zambulló en esos brazos que conocía tan bien y que siempre le habían dado esa seguridad y confianza que le faltaba. ¿Qué le estaba pasando? ¿Desde cuándo se sentía incómoda con Ángel?
Sin hablar, estuvieron abrazados hasta que el ritmo de la respiración de Ángel se fue haciendo pausado y Guadalupe supo que ya se había dormido.
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...Somos del mismo material del que se tejen los sueños, nuestra pequeña vida está rodeada de sueños.
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...William Shakespeare (1564-1616) ...
...Escritor británico.
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