Buenas noches doctora, ¿le sirvo su cafecito de siempre? – le dijo Ariel, el encargado del turno noche.
- Hola Ariel, esta vez ponle más crema que de costumbre –dijo Guadalupe haciéndole un guiño mientras que se sentaba en el taburete alto.
Ariel era un hombre mayor, nadie sabía su edad exacta, aunque todos sospechaban que ya había pasado los 70 años, con una cabeza calva, un abdomen prominente y una cara de bonachón, se había ganado la simpatía y el cariño de todos los que lo conocían.
También era adepto al chisme, aunque lo hacía sin malas intenciones, solo preguntaba, se enteraba de las últimas noticias y luego las contaba a cuanto ingenuo se sentara en esas banquetas.
- Doctora, ¿se enteró lo del rockero? – Dijo acercándose a la barra – Aparentemente es adicto al alcohol, su internación es algo especial, supuestamente tiene concesiones que nunca se han dado, me han dicho que hasta le permiten deambular por la institución, siempre y cuando no genere inconvenientes. ¿No le parece raro? – agrego esperando algún comentario al respecto.
- La verdad Ariel, desconozco el caso, no es muy habitual lo que me contás, pero los especialistas tendrán sus motivos para hacerlo – contestó sabiendo que si decía algo más, lo lamentaría.
- Si, le entiendo doctorcita, solo decía que es raro… - dijo Ariel sonrojado – pero la idea de que un alcohólico deambule por la institución a cualquier hora y sin limitaciones no me parece bien.
Guadalupe, lo miro, percatándose sobre lo que le había planteado, la mayoría no quería entrometerse por el respeto profesional, pero ciertamente que se infringieran las normas de esa manera, ameritaba por lo menos conocer las razones, tendría que investigar un poco.
- Te diré lo que haré – le dijo Guadalupe con tono tranquilizador – veré lo que puedo averiguar sobre el caso y si descubro que se está poniendo en peligro a mis pacientes o a los demás pacientes internados, lo hablare con la gerencia. ¿Te parece bien?
Ariel solo asintió y volvió a ocuparse de sus tareas reacomodando los mostradores.
Guadalupe quedo en silencio observando su café mientras lo revolvía y la crema se desvanecía en el remolino.
¿Un adicto al alcohol dando vueltas por la institución sin ningún control…?
Poco a poco su pensamiento meramente profesional, fue desvariando y se vió envuelta en una nebulosa de pensamientos encontrados…
¿Qué llevaría a un hombre popular a caer tan bajo como para tornarse alcohólico? ¿Qué sería lo que lo hizo recurrir a la rehabilitación? ¿Cómo sería el efecto que esto tendría en sus fans?, porque todos los rockeros tienen fanáticos ¿no?
¡Qué injusta era la vida a veces! un rockero que tiene fama, quizás más dinero de lo que se merece y una vida seguramente fácil y divertida, la desperdicia creándose una adicción, y un niño abandonado, sin padres y sin posibilidades de vivir más allá de unas pocas semanas, luchaba para sobrevivir…
¿Y cómo sabia ella que Ezequiel luchaba por sobrevivir?, apenas había realizado algunos movimientos desde que estaba internado tal vez no quería seguir viviendo…
Eso le hizo pensar en su propia vida, no era una suicida en potencia, aunque había pensado en su muerte en muchas oportunidades, cada vez que la melancolía la embargaba, pero en cierta manera a veces podía llegar a sentir que en realidad no vivía plenamente, solo se dedicaba a sobrevivir como pudiera.
Volvió en sí, miró alrededor y luego miró su café, lo probó, ya se había enfriado, lo tomó igual, necesitaba la cafeína para recomponerse y volver a trabajar.
Caminó lentamente a su oficina, la esperaba una larga tarea de revisar las dosificaciones de sus pacientes, verificar los informes de enfermería que cada noche tenia disponible, en cierta forma, también con ella hacían muchas concesiones,
Ese pensamiento la hizo sonreír… no, no eran concesiones, se había ganado cada uno de esos informes, logró hacerle comprender a los demás servicios que para que el tratamiento oncológico tuviera un buen resultado, necesitaba de cada uno de ellos. Hasta la más insignificante apreciación, podía ser la diferencia en el tratamiento.
A veces una visita de un familiar o alguien querido, mejoraban los signos vitales más que todas las combinaciones de drogas que le pudiera indicar.
La importancia de los vínculos ya se venía estudiando hace mucho en psicología, el efecto del abandono en la primer infancia era sumamente peligroso, un bebé en abandono entraba en una espiral de depresión no solo anímica sino también orgánica, dejaba de comer, dejaba de respirar y lentamente bajaba su ritmo cardiaco, literalmente se va dejando morir por falta de cariño, alguien que lo abrace y le haga sentir que no está solo en el mundo.
Pensó en Ezequiel… abandonado, solo en este mundo tan agresivo y había logrado crear un contacto leve pero importante con ella.
No podía dejar de buscar alguien que lo pudiera ayudar, tenía que encontrar al donante para salvarlo. Estaba segura que había alguien allá afuera…
Tal vez alguien de su verdadera familia aparecería.
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