Dos días después, Guadalupe se había dado un baño tratando de liberarse de todas las imágenes y los datos médicos que tenía en la mente.
Había sido un día extremadamente difícil, un paciente había fallecido, era mayor, pero se había generado un vínculo muy especial, él y su familia sabían que el tratamiento no lo curaría, que solo lo ayudaría a tolerar mejor los síntomas; sin embargo, acercándose al momento de morir, es cuando los pacientes, más se debaten para sobrevivir, era una condición humana el deseo de sobrevivir y era médicamente esperable que ocurriera, pero lo que nunca se había podido prever desde la medicina, era manejar los sentimientos que surgían entre paciente y médico. La distancia profesional era una materia pendiente en su haber, nunca había podido y creía que nunca lo podría hacer, porque ella se involucraba con cada paciente, luchaba hasta el último segundo para curarlo o para mejorar su calidad de vida, sin importar descansos o días feriados. “La Doc Lupita” como le había apodado uno de sus pacientes, siempre atendía el teléfono.
Guadalupe había estudiado infinidad de libros que hablaban de la distancia óptima entre médico y paciente, y pensaba que era incluso lo que más se ajustaba a su personalidad retraída, pero cuando eligió oncología como especialidad, empezó a transitar un camino completamente diferente, era imposible no emocionarse con los abrazos de alegría donde te apretujan con todas sus fuerzas e incluso algunos saltan y te obligan a saltar con ellos, o con los abrazos de tristeza, donde el peso del cuerpo y de su pena por unos breves segundos descansan sobre tu hombro y te marcan a fuego de por vida
Ese mismo día dos pacientes se habían aferrado a su mano, el paciente que falleció, antes de hacerlo le tomó la mano, le agradeció por haber hecho todo lo posible y sin soltar su mano cerró los ojos hasta que dio su última expiración.
El segundo paciente era el niño huérfano, su estado era tan delicado que apenas había estado consciente las últimas 48 horas que estaba internado.
El instinto de Claudia había sido correcto, los datos de laboratorio mostraban un aumento anormal de los glóbulos blancos, se continuaron los estudios de aspiración y biopsia de médula y la sospecha inicial había sido confirmada.
El pequeño al que llamaban Ezequiel, tenía leucemia linfoblástica aguda y si bien la detección había sido precoz, el estado de salud general era tan malo que estaba en recuperación y como el tratamiento quimioterápico sería muy agresivo para su condición, se había aceptado su incorporación en la lista de urgencia nacional para trasplante de medula.
Era un proceso que podía llegar a ser muy largo, había que ver la compatibilidad con los bancos de medulas y si no encontraba el adecuado, iniciar una campaña para nuevos donantes, ya que se desconocía la identidad de los familiares y como toda medicina basada en la evidencia, la experiencia nos indicaba que disminuía a menos del 25% la probabilidad de encontrar a un extraño compatible.
Una sensación de vacío interior se apoderó de Guadalupe y fue acrecentándose al punto que su mente recreaba una y otra vez el rostro del niño.
Tenía unos hermosos risos castaños, unos ojos con forma de avellana de color miel, la carita aún redonda de los infantes, aunque demacrada y con signos severos de desnutrición, malditos esos padres que son tan inhumanos y son capaces de dejar tirados a sus hijos en la calle para que mueran.
***
Se sentó frente al tocador, y por primera vez en mucho tiempo, comenzó a pensar en ella, sus cabellos aun mojados, eran castaños con una leve tonalidad rojiza, sus ojos eran verdes con rastros marrones y siempre le habían llamado la atención los pequeños lunares en su ojo izquierdo, una nariz levemente respingada y una boca bien delineada.
De su cara lo que siempre le había gustado era su boca. Era de una belleza natural, a diferencia de Violeta que potenciaba sus atributos, Guadalupe había tratado de ocultarlos gran parte de su vida.
Con 1,70 metros y una figura voluptuosa, había tenido que esforzarse mucho para que la miraran a la cara antes que a sus pechos, sobre todo mientras era estudiante.
Ya graduada, con un historial profesional impecable, comenzó a relajarse más y a poder disfrutar verse en un vestido escotado y sexy, sin sentirse infravalorada.
Le había huido siempre a los hombres mujeriegos y muchas veces llegaron a pensar los demás que se consideraba demasiado para cualquiera de ellos, pero no era vanidad lo que la motivaba, era la imperiosa necesidad de protegerse, hecho que inconscientemente ocurría, ante el menor indicio de peligro al respecto. Sin dudas había un trauma inconsciente que trataba de aflorar en esas circunstancias.
Era dulce y sencilla en cuanto a su imagen, humanitaria en el trato con los demás, pero terriblemente exigente consigo misma, se exigía la perfección en todo, pero especialmente en su trabajo.
Reservada en sus afectos, no era adepta al contacto físico en público, salvo muy contadas excepciones.
Solo aquellos en los que confiaba y a quienes les permitía pasar ese cerco imaginario, podían acceder a que los abrazara y besara sin que le molestase.
Era perseverante en sus objetivos y jamás traicionaba sus principios, tampoco era capaz de perdonar las traiciones de los demás, sean estos novios o amigos o simples compañeros de trabajo. Exigía mucho, pero nunca exigía algo que ella misma no daba.
Con Ángel había encontrado ese círculo de confianza que necesitaba para estabilizar su vida, o por lo menos era lo que creía que la estabilizaba.
Él la respetaba en sus límites y era ella la que los fue flexibilizando con el tiempo y le había permitido ser novio, amante y esposo, no sin antes, hacerle pasar por cuanta prueba pudiera imaginar, para saber si era el hombre correcto.
Le habían llegado rumores de supuestos romances de Ángel, pero cada vez que hablaron al respecto, habían encontrado las justificaciones que probaban que los engaños en realidad no habían existido.
Ahora repentinamente, pensaba en ello… ¿Por qué?
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...Ten cuidado con tus sueños: ...
...Son la sirena de las almas.
...
...Ella canta. Nos llama.
...
...La seguimos y jamás retornamos.
...
Gustave Flaubert (1821-1880) Escritor francés.
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Comments
Rumy Blanco
Los sueños en ocasiones, son fragmentos de lo que ocurre en tu entorno, si llama tu atención queda grabado en tu subconsciente, para luego presentarse cuando menos lo esperas. Me ocurre siempre y en lo posible trato de analizar. Esta historia es interesante.
2022-11-23
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