En mi cama X

Capitulo diez

En mi cama

Emanuel enfureció al escuchar de los labios de Vanesa que no quiso quedarse en su casa. Ella estaba haciéndole lo mismo que años atrás cuando se conocieron. Le gustaba provocarlo para después rechazarlo. Ella disfrutaba de sentirse intocable. Tratarlo como amigo para posteriormente pasarle los pechos por la cara o el trasero por las caderas. Cosa que él en un momento pensó que ella lo hacía sin darse cuenta, hasta la noche de la fiesta en la que ella se había emborrachado.

Pero él ya no era el mismo tonto. Aunque en un principio sintió lástima por ella por lo que le había contado. Sobre cómo la relación que tenía con su padre había terminado de manera violenta. Emanuel sabía perfectamente que ella no era sincera. Si no que tenía la capacidad de mentir al punto de que los demás cayeran en sus redes.

Siempre le mentía, había tenido una relación secreta con su padre. Él mismo lo había confirmado el día que ella le escribió diciendo que solo podía ser su amiga y que no quería estar con nadie. Era una maldita mentirosa e iba a hacerla pagar por ello. Ya no le tendría piedad, la vería arrastrarse y, aun así, no le daría la mano para que pudiera levantarse.

Los días pasaron y varios de los pasantes se empezaron a fijar en Vanesa. Era entendible por cómo ella se mostraba con las personas. Ninguno de ellos sabía que ella no era más que una traicionera. Solo veían lo que ella aparentaba y para todos eso era atrayente. Pero Emanuel no iba a dejar que nadie arruinara su plan.

Además, si ella no se fijaba en él, no iba a permitirle salir con nadie. Por lo que se encargó de ir transfiriéndolos a otros lugares. Cada vez que se enteraba de que alguno preguntaba si ella era soltera o si la invitaban a salir. Uno a uno los fue despachando a otros departamentos con la excusa de ayudarlos. Durante el primer día les había dado a todos, una encuesta donde les preguntaban en qué departamento preferían estar. Por lo que fue muy sencillo para él que todos esos tipos aceptaran las propuestas que él les hacía.

Ya en la casa de Emanuel, más relajados, ella se lo recriminó. Ya que en parte se había dado cuenta de lo que él hacía.

—Eres un desgraciado —dijo Vanesa, media borracha, sentada en el sillón de Emanuel.

—¿Ahora qué hice? —le preguntó él mientras le pintaba las uñas de los pies. Se veían como una típica pareja luego de un día de mucho trabajo. Aunque en realidad él apelaba a su ebriedad para conseguir lo que buscaba.

—Transferiste a Valentín y no me transferiste a mí. ¿Por qué no me dijiste que había un lugar libre en clínica? —dijo ella agitando los brazos como una loca.

—Si te mueves mucho te voy a terminar pintando la rodilla. No tengo tan buen pulso —dijo él riendo, no podía negar que se veía muy linda cuando estaba molesta y ebria.

—Muy gracioso, lo dice un neurocirujano. ¿Si tú no lo tienes, quien entonces? Además, estás cambiando de tema —le reclamó ella molesta. Se sentía un poco decepcionada, pero a la vez tenía miedo de que él hubiera perdido la confianza en ella después del incidente de las recetas.

—No me dijiste que querías seguir clínica —le dijo él mientras le soplaba los dedos de los pies.

A Emanuel le había llamado la atención que ella fue la única del grupo que había dejado en blanco esa pregunta en el cuestionario. No podía negar que ella era muy talentosa.

—No sé, todavía no sé qué quiero hacer, pero hubiese sido lindo que me tengas en cuenta. Además, eres solo un machista. Ya que me di cuenta de que estás promoviendo hombres —le reclamó Vanesa sin entender que había sido porque esos tipos habían tratado de acercarse a ella.

—Entonces la próxima vez que me pidan un alumno talentoso voy a mandar a Ramona —dijo él sabiendo que iba a molestarla con ese comentario.

—¡Hey! De todas maneras, no me importa. Sé que no soy tan buena como te gustaría —dijo ella y le pegó con el pie en el pecho.

Él le agarró la pierna y ella cayó encima. Sus caras quedaron de frente. Él acercó su mano a ella, pero no tocó su rostro. No quería que lo rechazara como siempre y le quitara la mano cuando tratara de acariciarla. Estaba cansado de su histeriqueo que ella lo hiciera sentirse menos. Cuando en realidad muchas mujeres deseaban estar en su cama.

Lo extraño fue que, por primera vez, ella acercó su rostro hasta que se apoyó en la mano de él y cerró los ojos. Se veía hermosa con los ojos cerrados.

—Podrías hacerlo si quisieras, aunque no estudiando en este país. Me ofrecieron ir a dar clases a Alemania y puedo llevar a un ayudante —dijo él mientras la acariciaba, por fin con su consentimiento. Se sentía demasiado bien, la piel de Vanesa era suave y sus dedos se deslizaban como si no necesitara hacer fuerza para mover su mano. Deseaba besarla, acariciar esa tersa piel con sus labios y sus dientes.

—¿Te vas a ir? —le preguntó ella mirándolo a los ojos y poniéndose triste.

Aun así, Emanuel sabía que no debía caer en sus trucos, pero iba a jugar un poquito con ella. Ella no tenía corazón y ahora él tampoco.

—¿Por qué? ¿No quieres que me vaya? —le preguntó y ella inmediatamente le dijo que no. Algo que lo dejó sorprendido.

—La última vez que te fuiste perdí contacto contigo por casi cuatro años —dijo ella con lágrimas en los ojos.

Él se daba cuenta de que Vanesa era muy hábil para jugar, al punto de que casi había logrado engañarlo. Pero esta vez, aunque ella había empezado el juego, él iba a terminarlo. La levantó del suelo y la llevó hasta su cuarto.

—Entonces no te vayas esta noche —le dijo él y la besó en los labios.

¿Qué hará Vanesa? ¿Volverá a rechazar a Emanuel? ¿O esta vez aceptará su propuesta?

Autora: Osaku

Todos los hechos y personajes de esta novela pertenecen a la ficción. Cualquier semejanza con la realidad son pura coincidencia.

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