Arruinando tu reputación XVIII

Capitulo ocho

Arruinando tu reputación

El plan de Emanuel resultó y Vanesa fue el viernes a su casa al salir de su guardia. Estaba muy deprimida por lo que había ocurrido durante la pasantía. Pese a que en teoría él al final había resuelto los malos entendidos. Todos seguían poniendo en tela de juicio las decisiones de Vanesa.

Días atrás…

Él desde el principio tenía la certeza de que no era culpa de ella cuando la llamó a su oficina el lunes por la mañana.

—Siéntese Señorita González —le dijo mientras escribía en su computadora. Como si estuviera demasiado ocupado para tener que lidiar con ella y los problemas que le estaba causando.

—Emanuel, te juro que hice bien las recetas —dijo ella preocupada mientras él continuaba sumergido en su computadora y escribía algunas cosas.

No quería que ella se sintiera importante. Le gustaba verla así de angustiada. Una mujer como ella que siempre se mostraba fuerte, era difícil de doblegar y era algo que él haría a su gusto.

—Primero, aquí no puedes decirme Emanuel, aunque estemos solos. Segundo, no es que no te crea, es solo que esto me va a causar un montón de problemas que no necesito —dijo él y terminó de teclear para después mirarla como si en verdad estuviera complicado. Aunque no pudiera demostrarlo, deseaba tanto retener su rostro en su mente. La cara de una niña tierna arrepentida por herirlo.

Se quedó mirando unos papeles y cuando estuvo seguro de escuchar la impresora en la oficina de al lado, la miró. Ya tenía todo armado, aunque no lo pareciera.

—Lo siento mucho Dr. Romero, pero le juro que yo no hice nada malo. Incluso lo revisé tres veces —dijo ella mientras él buscaba una lapicera entre su ropa, o sus documentos sobre la mesa.

—Tranquila Señorita González, lo vamos a resolver. Pero la próxima vez trate de dejar asentadas todas las recetas que despache antes de retirarse —le dijo él con una sonrisa que ella no pudo interpretar.

Emanuel sabía cómo jugar con Vanesa. Y mientras que ella le daba las gracias, una enfermera entró a la oficina.

—Aquí está su copia doctor —dijo la enfermera mirando a Vanesa con mala cara.

Emanuel había conseguido lo que quería. Esa enfermera estaba enamorada de él y era seguro que iba a tratar de hacerlo quedar bien diciendo lo que fuera necesario para echarle toda la culpa a Vanesa sobre el supuesto incidente. Y así fue, el temor hizo que muchos pacientes no quisieran que Vanesa los atendiera esa semana. Haciendo escándalos y hasta pidiendo que alguien la supervisara.

Lo que dejó a Vanesa agotada e insegura. Por lo que, sin darse cuenta, al caer en la trampa de Emanuel, terminó llamándolo el viernes a la noche, sintiéndose deprimida y preguntándole si podía ir a su casa.

… Fin del recuerdo

—Tranquila que en unos días nadie va a recordar lo que pasó —le dijo seguro de que esto no era cierto.

Había que llevarse bien con las enfermeras si querían que algo como eso desapareciera y aunque Vanesa era muy buena profesional, a veces no se daba cuenta de cosas importantes como esa.

—No lo sé Emanuel. Ahora siempre me van a molestar con eso de las recetas. Tengo ganas de romperle la cara al tonto que se equivocó y dijo que fui yo la que hizo mal las cosas. De todas maneras, gracias por apoyarme —le dijo ella sin siquiera dudar de él. No era de las personas que sospechaban, por lo menos por ahora.

—Después de mí, creo que eres la mejor estudiante que conocí, así que ¿Cómo no voy a confiar en ti? —le dijo él y ella le tiró una almohada en la cara.

Empezaba a tenerle una confianza que era peligrosa. Sobre todo, por las duras intenciones que él tenía para con ella.

—Eres demasiado vanidoso. Antes no eras así —le reclamó ella mientras buscaba las cosas para preparar una ensalada para que cenaran. Había decidido hacerle la cena a modo de agradecimiento.

—¿Tomamos algo? —le preguntó él mostrándole unas cervezas artesanales que había comprado.

—Eres injusto. Te dije que no iba a tomar más y sabes muy bien que no puedo resistir una buena cerveza artesanal —dijo ella y agarró una.

Él lo sabía, y por eso lo había hecho. Le gustaba más cuando estaba alcoholizada. Era más dócil.

—Al final el otro día me hablaste de toda tu familia mientras estabas borracha, pero no me contaste nada de ti. ¿Sales con alguien? ¿Qué pasó con ese profesor que tanto te gustaba? —le preguntó él y le sacó el cuchillo de la mano.

La miró por unos segundos y después se puso a cortar unos tomates. Ella le dijo que seguía sola y que prefería no hablar de ese tema. Pero él no se quedaría con esa respuesta. Iba a indagar hasta que ella le dijera lo que esperaba.

—Vamos, ¿somos amigos o no? —le preguntó él de manera insistente.

—Está bien —dijo ella y sonrió—. Tuve que ponerle una orden de restricción porque empezó a hostigarme. No sé por qué se obsesionó conmigo, no aceptaba que yo no quisiera nada con él —dijo ella y Emanuel se quedó mirándola.

Vanesa le contó que al principio se sentía alagada que alguien como él se fijara en ella. Cuando todo comenzó solo iban a tomar un café y él le compartía experiencias del trabajo, por lo que ella sentía que aprendía mucho. Pero nunca imaginó que al final una negativa de su parte podría hacer que él la empezara a buscar con más insistencia.

El tipo se había obsesionado y la seguía a la casa e incluso hacía que se le complicaran las cosas en la facultad. Había profesores que se negaban a tomarla como alumna. Hasta había empezado a dar clases de nuevo para tenerla él como alumna. Por último, llegó a ofrecerle dinero a cambio de sexo, pero el colmo fue cuando terminó amenazándola de muerte.

—Ok. No sigas hablando si te hace mal —le dijo Emanuel y la abrazó con fuerza.

¿Qué era esto que ella le contaba? ¿Trataba de engañarlo? ¿Por qué no era lo mismo que él recordaba?

Autora: Osaku

Todos los hechos y personajes de esta novela pertenecen a la ficción. Cualquier semejanza con la realidad son pura coincidencia.

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