Amistades complicadas VII

Capítulo siete

Amistades complicadas

Al despertar Vanesa estaba confundida.  Volteó la cabeza hacia todos lados y se dio cuenta de que se encontraba en la cama de Emanuel. Por ese motivo, lo primero que hizo fue mirarse. Estaba vestida, lo que la tranquilizó un poco, pero seguía muy confundida y mareada. Como si su cabeza hubiera estado dentro de una licuadora antes de despertar.

¿Cómo había llegado ahí? Se levantó y fue al baño, le dolía el cuerpo y se dio cuenta de que estaba a punto de tener su periodo. Por lo que le quitó importancia. Se higienizó y tras un par de inspecciones en el baño de su amigo interpretó que era como cualquier hombre. Tenía un cepillo de dientes de repuesto. Muchas máquinas para afeitarse. Algunos medicamentos para el malestar estomacal, como la mayoría de los médicos. Y muchos preservativos, como cualquier persona responsable.

Después de salir del baño fue a buscar a Emanuel. Cuando lo localizó en la cocina, lo abrazó. No le importaba que él se molestara con ella por ser cariñosa. Después de todo lo había extrañado demasiado todos estos años.

—¿Dormiste bien? —le preguntó él como si nada. Se notaba que se sentía cómodo con los mimos que ella le hacía.

—Sí, aunque tengo que empezar a dejar de beber porque me está haciendo mierda —dijo ella y buscó agua en la nevera—. ¿Qué onda con este departamento? —preguntó ella curiosamente mientras lo miraba girando la cabeza y acompañando con el cuerpo, como si fuera pariente de un búho.

—Es de mi mamá. Me lo compró para que volviera a trabajar. Me mandó a traer las cosas que tenía en la casa de mi papá —dijo él mirándola para buscar su reacción.

La realidad era que Emanuel venía de una familia que estaba bien económicamente y eso se notaba en cómo se veía ese apartamento. Era algo a lo que ella jamás podría acceder. Aun así, se sentía feliz por él. Era algo que lo volvía más independiente. Aunque era raro, ya que él siempre había dicho que prefería la casa de sus padres para vivir. Puesto que le gustaba la arquitectura del lugar y tenía muchos recuerdos de sus abuelos. O por lo menos eso era lo que le había dicho en el pasado.

—¿Por qué? ¿No te hablas con tu padre? —preguntó ella, aunque no quería saber del padre de Emanuel. Eso aún era algo de lo que prefería no hablar con él ni con nadie.

—No. De hecho, hace años que no lo veo —le dijo su amigo y ella cambió de tema rápidamente.

Vanesa se puso nerviosa, pero no por lo que pensaba Emanuel. Ambos tenían una perspectiva distinta del mismo suceso. Algo que los consumía por dentro y volvía difícil poder contar con el otro a la hora de sincerarse.

—¿Y lo de tu nariz y tu cambio de imagen? —le preguntó ella aún confundida por verlo tan distinto.

No era una queja, ya que su apariencia siempre le había gustado. Sobre todo, por la persona que reflejaba. Aunque entendía que ahora él tal vez querría mostrarse más profesional a los ojos de sus colegas. O tal vez solo había decidido cambiar. Había pasado mucho tiempo. Mucho de lo que él era ahora ella no conocía.

—¿No te gusta más? —le preguntó él y se acercó a ella como para besarla, pero solo le quitó la botella de agua de la mano de manera juguetona.

—De hecho, creo que la apariencia no es tan importante mientras seas bueno en lo que haces. Y por cierto pienso que eres uno de los mejores médicos que puede haber en la ciudad. Es casi imposible hacer lo que hiciste. Neurocirujano en dos años. ¡Guau!, te admiro —le dijo ella mientras que se recogía el cabello tratando de disimular el hecho de que su cercanía había hecho que se sonrojara. Aun así, todo lo que le había dicho lo sentía de manera genuina.

—Es fácil decirlo. Siempre te viste bien, aunque nunca te peinabas. Tu forma de ser hacía que los demás quisieran estar cerca de ti —le recordó él de manera burlona.

Ella era hermosa sin importar como se viera. Aunque no durmiera y estuviera con ojeras, se veía muy bien. Y era algo que a él le gustaba de ella cuando eran más joven. Incluso la manera en la que ella lo miraba, eso no parecía haber cambiado. Algo que, para él, ahora, era perturbador. ¿A caso ella era solo una mentirosa que trataba de manipularlo?

—Eso no es verdad, no tengo amigos. El único real fuiste tú y me abandonaste cuando te recibiste. Después de lo del trabajo final no te volví a ver —dijo ella reclamándole y acercándose a su rostro.

—Bue, bue. Fuera de mi casa ya —le dijo el incómodo.

—¿Qué? No me digas que vas a…–dijo ella pícaramente—. Seguro que tienes mil novias con ese cuerpo —bromeó ella con él.

—No. No salgo con nadie —dijo él y agarró su teléfono mientras le abría la puerta para que se fuera.

—¡Ha! Me olvidaba. Hazme el favor de borrar ese video horrible que filmaste de mí —le dijo ella.

—Tranquila. Tengo mejores videos que ese para mirar —dijo él y se despidieron.

El lunes, cuando Vanesa volvió al hospital, se encontró con sus compañeros siendo regañados por Emanuel. Usaba su voz de tutor mandón.

Al parecer uno de ellos había realizado una indicación incorrecta a un paciente. Si bien el paciente no había sufrido, era una acción que podría hacer que les suspendan la matrícula.

—¿Quiénes de ustedes atendió al Sr. Miller? —preguntó Emanuel y Vanesa levantó la mano.

—Controlé las recetas y estaban bien, al igual que las indicaciones —dijo ella, pero Emanuel ni siquiera la miró cuando le pidió que fuera a su oficina.

Él sabía que la receta estaba bien y que el error era de la secretaria. Pero para Emanuel eso no era lo importante. Lo fundamental para él era conocer a las personas, y como encajaban en sus planes.

¿Por qué? Bueno, él estaba seguro de que se esparciría el rumor de que Vanesa había recetado mal un medicamento y con eso le bastaba. La duda era uno de sus grandes aliados en esta guerra que acababa de comenzar en contra de ella.

Autora: Osaku

Todos los hechos y personajes de esta novela pertenecen a la ficción. Cualquier semejanza con la realidad son pura coincidencia.

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