Egoísmo

Shelley no lograba comprender como esté día tan especial se volvió una pesadilla. —¿Cómo paso ésto? No lo entiendo, nunca tuvimos problemas con...

—Fue Lorreta —interrumpió Veikko mirando cada detalle en Gomer—, ella lo ordenó.

—¡Esa maldita perra! —explotó Shelley.

—¿Qué vas a hacer? —preguntó Glen.

—Ver cómo se encuentra Gomer por ahora, luego pensaré como hacerla pagar.

—¿Lo llevamos a un hospital? —preguntó Glen pasando frente al hospital alemán.

—Prefiero llamar un médico a mi casa —dijo Veikko preocupado de que Gomer genere un trauma por la situación—, no quiero que se sienta incómodo.

Gomer al escuchar voces familiares y sentir ese calor corporal tan conocido abrió sus ojos encontrándose con la atenta mirada de Veikko.

—Sabía que vendrías a salvarme —murmuró apenas audible acurrucándose más a Veikko, éste si escuchó lo que dijo.

Veikko abrazo con más ímpetu al Omega.

—Mi Omega —dijo Veikko con dulzura.

Agostinho espero a Veikko se fuera para hablar libremente con los Betas.

—Hicieron un buen trabajo —dijo Agostinho—. Les diré a mis abuelos que lo hicieron bien.

Los Betas inclinaron ligeramente su cabeza. Sus expresiones de horror había desaparecido. —Gracias, joven amo Agostinho.

El Alfa los miró fríamente. —No estaba en mis órdenes que desvistieran a Gomer.

Los Betas se sintieron arrepentidos de su estupidez. Ellos pensaron que era un Omega sin importancia pero al ver la mirada del joven Alfa supieron que era importante para él.

—Pensamos que sería más realista —dijo el Beta líder.

—Solo desaparezcan —ordenó Agostinho.

Agostinho escuchó su celular sonar. Lorreta Coulquhoun resaltaba en el celular.

—Fue una gran apuesta la que hiciste.

Lorreta sonrió con frialdad. —¿Se llevó a cabo el plan tal cual te lo indique?

—El plan se llevó a cabo, solo que hubieron imprevistos.

—¿Que clase de imprevistos?

Agostinho se mantuvo en silencio. —Los Betas me comentaron algo interesante después de que Veikko se fuera con Gomer en brazos.

—¿Qué cosa?

—Me hablaron sobre una pastilla que le hicieron ingerir al Omega pero como Veikko tenía un reloj de rastreo en Gomer que al parecer se rompió en el ataque —dijo Agostinho viendo el aparato en piso—. No pudieron hacer nada para aliviar su picazón aún.

La mirada de Lorreta cambio rápidamente a una de desesperación.

"No puede ser", pensó Lorreta con frustración.

—¿Qué? ¿Por qué no hiciste nada? Veikko no va a poder soportarlo. Él... Él...

—Cuando los Betas me lo dijeron, ellos ya se habían ido. Además Gomer estaba inconsciente existe un cincuenta por ciento de que cuando despierte ya haya pasado los efectos del narcótico.

Lorreta estaba furiosa. —Es tu jodida culpa ¿No planeas hacer nada para detenerlos?

—Dije que el plan tenía muchos baches y no escuchaste. Al final salió como te dije, no creo que él soporte la culpa por haber violado a su protegido.

Nada se escuchó del otro lado

Agostinho rió con satisfacción malvada.

"Todo salió de acuerdo a mi plan. Esto solo es el comienzo Lorreta. Mi destino, solo serás mío", pensó Agostinho Farkas.

...Ω Ω Ω Ω Ω Ω Ω Ω Ω Ω Ω Ω Ω Ω Ω Ω Ω Ω Ω Ω Ω Ω Ω Ω...

Shelley y Glen dejaron a Gomer con Veikko porque sabían que nadie lo cuidaría mejor que él. Ellos irían a resolver el problema con el partido que dejaron atrás.

Veikko al llegar a su mansión ordenó que llamarán a un médico y que hasta que éste no llegara, nadie lo molestará. Llevó al Omega a su habitación. Le dió un baño como cuando eran niños y desinfectó sus heridas.

Lo vistió y metió en la cama de dos plazas y media.

El Alfa se acostó junto a Gomer para que se sienta protegido como cuando eran niños y Gomer le tenía miedo a los zombies.

No pasó ni diez minutos cuando Veikko se levantó para ver si llegaba el médico y de paso traerle un poco de agua con azúcar a Gomer por si se despertaba alterado.

El mayordomo de la mansión de acercó a Veikko. —Joven, la señorita Lorreta solicita su presencia.

Veikko detuvo sus movimientos y con total frialdad dijo—: No la dejes entrar nunca más a esta residencia.

El mayordomo se sorprendió por la fría actitud del Joven Veikko. —Lo entiendo, Joven.

—¿Llegó el médico? —preguntó Veikko.

Jonás nego con la cabeza en respuesta.

Veikko volvió a la habitación y hecho llave por si volvían sus padres y dejaban que Lorreta se acercará a su habitación. No quería dar explicaciones hasta que Gomer despertará.

Dejó el vaso con agua sobre la mesada y entro al dormitorio.

Apenas se acercó a Gomer, éste abrió sus ojos.

Los ojos del Omega no eran los grises cálidos de siempre eran grises profundos que al ver al Alfa liberó unas potentes feromonas de Omega en celo.

El Omega sólo miraba al Alfa frente suyo. Deseaba que Veikko lo amara como nadie lo había hecho.

Gomer miró con un brillo que reflejaba salvajismo a Veikko.

Veikko se sintió completamente cautivado por las feromonas del Omega. Nunca las había sentido en esa magnitud. Ese olor a dulce de leche que liberaba Gomer era demasiado dulce como para resistirse.

Apenas se acercaron, se atacaron en un beso salvaje e intenso. Contrastando mucho con sus primeros besos que fueron dulces y tiernos.

El Alfa siguió besando al pequeño Omega con intensidad. Elevó al Omega en sus brazos y se sentó en la cama con Gomer a horcajadas sobre él.

Liberó los labios del menor y empezó un hilo de chupones que iniciaron en el lóbulo de la oreja derecha del menor. Sus labios llegaron al cuello, no beso tanto ahí por el incómodo collar, siguió hasta dejar evidencia de sus besos en cada parte de la clavícula del menor.

El Omega se estremecía de deseo y expectación al sentir los labios del contrario. El Omega tenía la piel suave como el terciopelo y gemía placenteramente cada vez que el Alfa lo acariciaba. Sus gemidos eran finos como los de un ratoncito

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