Egoism: Inicio

Irving Farkas tenía el brazo sobre un joven de diecisiete años. —Niños, él es su hermano, Agostinho —dijo el Alfa y siguió hablando—. Desde hoy él vivirá con nosotros. Espero que puedan llevarse bien.

El nuevo integrante vestía con un traje verde oscuro y una camisa blanca, tenía el cabello azabache y contrastando perfectamente con sus ojos verdes esmeralda.

El joven saludó con fría cortesía—: Buenas tardes, espero que tengamos una larga convivencia.

Alex miró con interrogación a su pareja destinada, por el olor de las feromonas dominantes notó inmediatamente que el hijo de Irving era un Alfa. Un Alfa que era la calca de su padre nada más que en una versión joven.

El Omega mayor sabía poco y nada del hijo de su compañero porque Irving no solía hablar de su hijo a menos que sea estrictamente necesario. Solo sabía por experiencia propia que la madre del niño lo detestaba.

El más joven de la familia, un pequeño Omega de ocho años de ojos amarillos topacio y piel pálida, miro con miedo al nuevo integrante. Corrió a los brazos de su Papi y entre lágrimas susurró—: Papi, él me da miedo. Tiene unas feromonas siniestras. No quiero que sea mi hermano. Solamente Veikko y Selina son mis hermanos.

Por el excelente oído de Alfa, los Alfas mayores escucharon perfectamente lo que susurró el pequeño Omega entre sollozos.

Irving se sintió molesto de qué su pequeño Kerry sintiera miedo, únicamente porque Agostinho no podía controlar sus feromonas.

Quería regañar a Agostinho, pero no sabía cómo, ya que nunca había tenido el contacto necesario con él como para regañarlo.

“Supongo que su madre nunca lo ha limitado a la hora de dejar fluir sus feromonas”, pensó Irving.

Alex abrazó a Kerry con dulzura y susurró con voz suave—: Cariño, él es tu hermano y es un buen chico —dijo Alex mientras acariciaba con suavidad los cabellos cobrizos del pequeño Omega—. No le tengas miedo.

Irving vio como Selina, su hija Alfa de cabello azabache al igual que él, en los pies de su Omega. Quería llegar a su hermanito, Kerry.

Dejó el lado de Agostinho y se acercó a su pequeña Alfa. La tomó en brazos y la acercó a Kerry.

La joven Alfa estaba molesta porque su hermanito se asustó por las feromonas odiosas de Agostinho. —No tengas miedo Kerry, yo voy a protegerte, así que no tengas miedo.

Los adultos los miraron con ternura en sus ojos, pero Agostinho no los observaba con ternura sino con una intensidad malvada, pero también se destacan otras expresiones, burla y anhelo.

“Quiero contemplar si puedes protegerlo de mis planes, pequeña tonta”, pensó Agostinho.

Agostinho dirigió su mirada a Alex. Contempló con detalle su cabello cobrizo atado como una cola de caballo. Sus ojos amarillo topacio. Tenía una altura promedio, un Omega hermoso si él fuera subjetivo, sin embargo, él no lo era y le parecía detestable.

“Por tú culpa no pude recibir ese amor que esos niños disfrutan. Solo tú eres el culpable de todo”, reflexionó Agostinho.

El Omega dirigió su mirada al joven Alfa y notó la intensa mirada que le dirigía creyó que era por lo dicho por sus pequeños por lo cual pronunció—: Lo siento, no están acostumbrados a tus feromonas.

Al terminar de pronunciar su disculpa se dio cuenta de que la mirada de Agostinho era anhelo.

Irving sonrió por la acción de su esposo y se lo agradeció tomando su mano haciendo una leve presión sobre sus dedos. Luego dirigió su mirada a su hijo y vio la mirada de odio de sus ojos. Un odio que no permitiría que se extendiera. Un odio creado por su madre.

Agostinho se dio cuenta de la intensa mirada de su padre.

—Lo entiendo, no es culpa suya —expresó sonriendo, pero se notaba la frialdad en sus ojos. El joven Alfa se sentía demasiado distante a ellos. Cómo si él no llevará la misma sangre que ellos.

Irving miró a su primogénito con cautela.

“Lo siento hijo, no obstante fuiste un sacrificio necesario para llegar a mi destino y no voy a arrepentirme jamás de ello” pensó Irving Farkas.

Todos estaban con diferentes sentimientos en sus rostros.

Alex al contemplar que los niños estaban más relajados quiso ayudarlos a conocerse y cortar un poco el ambiente tenso.

—Niños denle la bienvenida a su hermano —dijo Alex mirando a sus hijos con súplica.

Selina y Kerry no estaban de acuerdo en que él sea su hermano, sin embargo, su hermano mayor se había ido de viaje y su papi estaba triste. No se podían negar a nada que su papi les pidiera mientras Veikko estaba fuera. —Bienvenido hermano, Agostinho. Espero que nos llevemos bien.

Agostinho se instaló en una habitación de invitados que a partir de ese día sería suya. Cómo solo llevaba consigo una maleta le fue fácil ordenar sus cosas.

Lo más importante para él fue una foto enmarcada de su madre y él que colocó en el respaldo de su cama.

Luego decidió explorar la mansión. Ya había explorado todos los pisos superiores cuando decidió explorar la planta baja. Estaba pasando cerca de la oficina de su padre con la puerta entreabierta cuando escucho hablar a su padre y al Omega.

—Dime qué está pasando realmente —escuchó decir al Omega con seriedad.

Irving miró con pesar a Alex, este le había seguido por toda la casa. Sabía cuál era la pregunta, pero no quería preocuparte por los planes maliciosos de su ex-esposa. —Agostinho se quedará a vivir con nosotros por un tiempo indeterminado.

Agostinho contuvo completamente sus feromonas para que no noten su presencia.

Alex lo miro molesto.

“¿Por qué no me quieres expresar nada? ¿Será que esa mujer nuevamente quiere lastimarnos?”, pensó Alex Farkas.

El Omega se puso un poco ansioso liberando sus feromonas denotando su ansiedad. Soltó una pregunta tras otra—: Eso ya lo sé pero ¿Por qué? ¿Por qué ahora después de todo lo que pasó? ¿Qué planea ella ahora? ¿Qué es lo que busca de nosotros ahora?

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