CAPÍTULO 14

Diannel bajó las escaleras junto al suplente de Oliver y detrás de ellos estaban los cinco comandantes. Por primera vez la duquesa de Verlur era el centro de miradas de otro tipo: admiración, sorpresa y respeto. Sin embargo, nadie iba a decirlo en voz alta, pero eso no le importaba. Era suficiente saber que ella era capaz de reconocer su propia belleza.

“Baje la cabeza ante el espejo muchas veces, pero ahora no. Porque soy hermosa, no importa que lo niegue el mismo emperador. Siempre he sido más hermosa que mi querida hermana”.

—Buenas noches a todos y bienvenidos—hablo Luis actuando imitando un tono autoritario y duro tanto como pudiera—. Les doy la bienvenida a la Cueva del Lobo, disfruten de su estadía en mis tierras y espero que a sus hogares llegue una primavera tan hermosa como la que tenemos.

Los aplausos se hicieron presente ante las palabras del duque de Verlur. La mirada de Diannel rondo por todo el salón hacia las personas en las que realmente estaba interesada. Luego, se detuvo al cruzar miradas con Carmina, quien apretaba los puños y dientes de la ira. Ante ese gesto, recibió una sonrisa triunfante de la bastarda de su padre.

“¡Maldita!”, Carmina maldecía en su interior, “¡¿Cómo puedes verte de esa forma?! ¡No tienes permitido lucir así, sucia bastarda!”

Sus pensamientos eran tan obvios que hizo reír sutilmente a Diannel, eso ocasionó más ira en la pelirroja. Pronto las damas que rodeaban a la princesa de Arank trataron de hablar otra cosa, pero sus ojos no podían evitar mirar a la duquesa bastarda y se preguntaban internamente: ¿de dónde había conseguido un vestido tan hermoso?

Los duques de Verlur pasearon por el gran salón mientras eran saludados por otros nobles de sus tierras, tanto los leales como traidores. Además, era imposible no admirar su presencia cuando los cinco comandantes estaban presentes y tres de ellos eran de familias nobles del ducado. Como el 1º comandante, Sir Cristian quien logró encontrar al marqués Helshen y le susurro a la duquesa que se acercaba. El arrogante noble traidor no le había quitado la vista al suplente.

—Su excelencia —apareció el hombre que atentó contra la vida de su señor—. Es la primera vez que me presento oficialmente, soy el marqués Jeremy Alan Helshen.

—Ah —habló el suplente siguiendo el guión que le dio la duquesa—. Cierto, ¿cuántas veces lo he llamado? Creo que perdí la cuenta, pero en algún momento deje de hacerlo. Así que, ¿puede decirme que lo trajo hasta aquí?

Luis no bajó el tono arrogante. Según las órdenes de la duquesa, él debía dejar en claro a todos la falta de respeto del marqués hacia el ducado Verlur. Y ella sonrió ante el breve silencio que hubo por eso. Su gesto no pasó desapercibido para el enemigo de su esposo quien volvió a hablar:

—Soy un hombre bastante ocupado y no podía faltar a un evento importante como este…

—¿Y qué hay del llamado para la expedición hacia Kolmat? —hablo la duquesa—. Fueron muchas nobles familias las que ofrecieron a sus hombres para ir con su señor. Incluso algunos señores fueron en persona o enviaron a sus hijos a pesar del formidable número de nuestro ejército.

—Usted… —el marqués Helshen se quedó callado por indignación. Consideraba que la duquesa bastarda no debería hablarle.

—Marqués Helshen —de nuevo habló el suplente—, no envía ni un mísero mensajero cuando se lo llama, alega demencia con el asunto de la expedición y, por si fuera poco, no saludo como se debe a mi esposa, su señora.

El salón entero escuchó esas palabras, de nuevo quedaron en silencio. El marqués se asombró un poco, las palabras se le fueron ante esas señalizaciones de sus “errores”. Era alguien orgulloso, había servido con lealtad al antiguo duque de Verlur.

Jeremy Alan Helshen esperaba tomar el control del ducado debido a que no había ningún hijo de Verlur que pudiera heredar el título. El hermano menor del duque era inadecuado y su sobrino se preparaba para ser el supremo sacerdote. El marqués se apoyaba bastante en la amistad que tuvo con su señor. Por eso, sintió una gran traición cuando su gran amigo nombró a su bastardo como heredero sabiendo cómo se sentiría él: indignado de bajar la cabeza ante un hijo ilegítimo.

—¡Su alteza, Joharel Viktor Cafder, el príncipe heredero del imperio Leoveter! —anunciaron la llegada de alguien más importante.

—Con permiso, marqués Helshen —dijo Diannel—, debemos recibir a su alteza. Espero que la próxima vez venga con mejores modales. Un hombre de su reputación y edad debería saber con quienes bajar la cabeza.

Luego de que los duques pasaran del lado del marqués, este sintió las miradas asesinas de los comandantes. Eso lo aterro y le hizo darse cuenta de que había olvidado su objetivo al hablar con los duques: quitarle el antifaz al supuesto duque.

“¿Por qué siento como si hubieran sabido mi objetivo desde un inicio?”, pensó Jeremy.

Poco sabía Diannel del príncipe heredero, fuera de su alianza con el Templo y su destino fatal al morir por la espada de su medio hermano. Aunque sí sabía bien que usaba a Carmina, no quería perder su derecho al trono y odiaba al 2º príncipe.

No pudo evitar observar detenidamente la belleza de tal hombre: treinta años, cabello azul oscuro medio largo, amarrado en una pequeña cola y con mechones adelante dando un toque seductor; piel blanca que parecía ser delicada, suave y atrapante; ojos rojos, herencia de la familia imperial, tan brillantes como rubíes que no te decían que debías robarlos, sino que ese par de joyas estaban bien en aquel rostro. El atractivo de Joharel resaltaba más con su traje blanco con una rosa celeste en su bolsillo delantero y sus ojos eran tan notorios con esa máscara.

En cuanto el príncipe heredero fue presentado, todos se inclinaron respetuosamente. Carmina no paraba de mirarlo sonrojada. Sabía que no podía decir nada de su relación, la emperatriz quería casar a su hijo con otra princesa. Hasta entonces, debía soportar amarlo en las sombras para que él pueda asegurar su sucesión y tomarla a ella como emperatriz.

“Todas estas estúpidas suspiran tan vergonzosamente. Pronto sabrán que yo soy la única mujer que el príncipe heredero ama”, pensó Carmina orgullosa.

—Duque, duquesa —saludo el príncipe en cuanto estuvo frente a los anfitriones—, es un honor estar en su castillo, la famosa Cueva del Lobo. Gracias por la invitación.

—De nada, su alteza —dijo el suplente.

—Nos honra con su presencia, alteza. Espero que esta noche sea agradable y logre disfrutar hasta la mañana siguiente —le dijo Diannel.

—Siempre habrá días agradables si esta presente hermosa mujer —Joharel la miro a los ojos.

“¿Coqueteas conmigo sutilmente frente a mi esposo?” Diannel se guardó las ganas refutar ese cortejo. “Solo está jugando y debo soportarlo”.

—Debo decir que el tema es inusual —Joharel se quitó la máscara revelando su bello rostro ante todos—. Un antifaz es un detalle interesante, duquesa —la miro sabiendo que fue su idea.

“Lo sabe. Se quita la máscara porque espera que hagamos lo mismo”.

—Pero supongo que la duquesa de Verlur entenderá si deseamos quitarnos esto ¿verdad? Esconder la belleza, me parece algo innecesario.

—Lamento que sea una molestia, alteza —Diannel tomó su mano  con el antifaz para levantarla—. Pero las reglas de etiqueta indican máscara, si vino con ella es porque ya decidió respetar tal regla ¿o me equivoco? —sonrió inocentemente, lo que provocó una sonrisa sutil al príncipe—. Supongo que algo así debe ser pesado para el heredero a la corona. ¿Debo buscarle una más ligera para su comodidad?

—No, duquesa —solo volvió a sonreir y usar el antifaz—. Espero que perdone mi falta de respeto. Pero, es la primera vez que la veo y esperaba que fuera de cara a cara.

—Ya habrá otro momento para vernos sin máscaras, alteza —dijo Diannel—. Si nos disculpa, debemos saludar al resto de invitados.

—Con permiso, alteza —se despidió el suplente algo nervioso.

Diannel y Luis saludaron a más invitados para no levantar sospechas. La duquesa solo se detuvo a hablar con dos personas: el pariente lejano de la Duquesa de Raintras, quien vino en representación de su señora, y la misma duquesa de Lershe, acompañada por su esposo. Hablo con el primero para preguntar por su señora o hija, quien le aclaro que tuvieron unos inconvenientes. Luego fue con la segunda persona: la famosa Cierva Indomable, señora del ducado Lershe.

—Duquesa de Lershe, me alegra que viniera y además con su esposo.

—Gracias por la invitación —dijo el hombre junto a la duquesa de Lershe.

—¿Cómo no iba a venir? —Respondió la mujer—. La invitación era tan… inusual.

Cuando Diannel envió las invitaciones, escribió personalmente la que estaba dirigida hacia la duquesa Lershe. La excusa que les dio a los comandantes de hacer negocios con ella era solo para guardar las apariencias. Tenía otro propósito con ella y comenzaría diciéndole la verdad sobre su esposo marioneta para salvarla del desgarrador futuro que le esperaba.

—Ya llegará el momento de explicar el porqué de su invitación —le dijo Diannel.

—Pues espero que sea por vestido.Muero por saber el nombre de la modista que le confeccionó tal pieza hermosa —la duquesa Lershe no quería esperar más tiempo.

—Si es así, ¿le gustaría acompañarme a mi salón luego del banquete? Me muero por contarle este secreto.

—Claro. Aunque espero solo las dos, no quiero aburrir a mi esposo, ¿verdad, cielo?

—Tengo una esposa tan considerada ¿Qué dice usted, duque Verlur?

—Más que considerada —respondió Luis—, diría que me case con un ángel.

Las parejas rieron gentilmente, eso llamó la atención de todos y comenzaron a hablar sobre la posible amistad de dos ducados que, aun siendo vecinos, no tenían muchas relaciones. Luego de la “amistosa platica”, la fiesta siguió. Diannel miró a Carmina porque sintió como no le quitaba la vista de encima. Sabía bien que sentía celos solo por la conversación que tuvo con el príncipe.

“En lugar de morirte de celos, deberías pensar que estás en serios problemas con tu amado príncipe, Carmina. Apuesto que ni tú te esperabas que él viniera y aun así solo piensas en mi. Eso me hace sentir tan bien, querida hermana”.

—Mi señora —le habló Susan— Giovanni dijo que “esa persona” ya llego.

—Bien —Diannel sonrió más satisfecha—. Duquesa, espero que pueda disculparme, llego mi invitado especial. Luego le mandaré a mi doncella para hablar del vestido ¿de acuerdo?

—Por supuesto.

“Es una mujer peligrosa, por eso no debo tenerla de enemiga”.

—¡El Supremo Sacerdote Yodiveira Marco Verlur!

Las personas miraron incrédulas hacia la entrada y vieron a la última persona que vendría al castillo Verlur. El supremo sacerdote venía en compañía de cuatro altos sacerdotes luciendo orgullosos las ropas blancas que simbolizaban la santidad perfecta.

Según las tradiciones, luego de la noche del banquete, sigue la mañana del festival donde todos miran a sus señores recibir la bendición de un sacerdote. Yodiveira no tenía planeado venir, pero todo empezó cuando envió gente para que devolvieran la seguridad a sus templos. Todos fueron rechazados por Diannel al informar que no tenía tiempo de atenderlos. Ningún enviado cruzó las puertas exteriores del castillo y cuando Yodiveira vino en persona, fue rechazado dos veces con la misma excusa de estar ocupados. Entonces, una semana antes del festival, la duquesa bastarda volvió a visitar el templo Shajdy para ver al supremo sacerdote y obvio que fue  recibida cortésmente y delante de muchas personas.

La duquesa bastarda y el supremo sacerdote. Ambos no toleraban la existencia del otro, el odio que surgia entre ellos era tan natural y fuerte como si fueran cercanos.

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Comments

Bertha Ramirez

Bertha Ramirez

jaja 😂 😂😂😂, Yodiveira como limosnero de los duques bastardos

2024-07-02

2

Anny Gaona Parra

Anny Gaona Parra

otra boba...este príncipe solo la usa

2023-01-30

2

❊✯Daniela Hernandez✯

❊✯Daniela Hernandez✯

Si que se ganó un bono extra 🤣🤣🤣

2022-11-11

8

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3 PRIMERA PARTE: CAMBIANDO EL FUTURO
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65 CAPÍTULO 61
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68 CAPÍTULO 64
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