Una parte de ella quería dejar al ducado y seguir ese camino de ruinas para irse apenas llegue la noche. Pero Diannel era consciente de la necesidad de mantener en pie el ducado para conseguir su nueva vida y la oportunidad de vengarse de todos por su propia mano.
La duquesa ordenó a otras sirvientas que le ayudarán a vestirse. Ahí noto que el mensaje no les llegó a todos, ya que una, Mera, no tardo en lastimarla con la aguja. En respuesta, Diannel tomó la muñeca de la sirvienta que la hirió, le quitó la aguja y se la clavó en el ojo sin dudarlo.
Un grito horrible se adueñó la habitación y las otras sirvientas se apartaron horrorizadas. Entró un sirviente preocupado por el escándalo y socorrió a Mera con el ojo sangrando. Miro a la duquesa bastarda con la aguja en su mano, pero no pudo decir nada por las órdenes de la señora:
—Llévala a los calabozos, se atrevió a lastimarme. Debería estar agradecida de que solo le haya punzado su ojo. Aun podrá seguir viendo lo suficiente como para continuar trabajando.
El sirviente no quiso discutir, pues en su mente se repetía que el duque la castigaría por esto en cuanto llegara. Por tal acontecimiento, Diannel recordó la primera vez que se quejó a Oliver al ser pinchada con agujas. La primera y última vez:
—La duquesa se movía demasiado, comenzó a quejarse de todo lo que hacíamos y hasta nos amenazó con cortarnos el cuello si fallábamos —dijo, tiempo atrás, la misma sirvienta del ojo herido al duque mientras derramaba algunas lágrimas y temblaba: Mera—. Creo-creo que lo hizo a propósito… —y las demás sirvientas solo afirmaron tales confesiones falsas.
Por tal mentira, su esposo le dijo que se comportara. Eso hizo que sintiera más agujas en su cuerpo por parte de Mera hasta que el dolor se sintió tan familiar que ya ni pensó en quejarse nunca más. Sacudió la cabeza para dejar a un lado tal recuerdo y se concentró en el presente. En cuanto el sirviente se fue con la tuerta, Diannel ordenó a las otras sirvientas que siguieran atendiéndola.
—Aylin no se ha quitado el pañuelo de su boca ¿verdad? —dijo Diannel.
—No… no-no se lo ha qui-quitado, duquesa —el tartamudeo de las sirvientas era placentero para Diannel que le saco una sonrisa sutil.
—Y así seguirá hasta que yo decida que se pueda escupirlo —“la soberbia me queda tan bien”—. Aylin debería agradecerme por eso. Si encuentra placer en oler las camisas de mi esposo, tener su pañuelo en su boca debe ser un sueño hecho realidad.
“Puedo tener la reputación de mujer celosa y malvada, pero me da igual. Estoy bastante complacida con que ninguna se atreva a tocarme. De por sí, quiero arrancarle los ojos a estas sirvientas cada vez que siento sus manos. Me da asco que toquen mi piel”.
Después de tanto tiempo, Diannel se vestía con lujos como una verdadera duquesa. Pero, ahora su belleza era algo a lo que no tenía tiempo para admirar. Sus ojos miraban el camino donde el ducado Verlur sería su fuente de ingresos para su venganza y futuro.
Todos los sirvientes se preparaban para recibir al duque y sus caballeros. Diannel salió a la entrada principal para recibir a su esposo. Ahí vio cómo Aylin aún tenía el pañuelo en la boca y no estaba presentable. Pues su cabello estaba despeinado por los jaloneos, los rasguños estaban alrededor de su boca y las lágrimas no fueron borradas de su rostro.
“Seguramente quieres llamar la atención de mi esposo y hacer que me regañe. Pero él no estará en condiciones de defenderte de mí. Nadie se salvara de mi… nadie”.
Los caballos se vieron a lo lejos, avanzaban tan rápido que preocupó a los demás. Pronto habían llegado a la entrada de la mansión, pero antes de recibir un saludo, alguien asustó a todos.
—¡Joseph! —Gritó apresurado el 1°comandante de la guarnición de caballeros del ducado Verlur: Sir Cristian Marco Donovien— ¡Es una tragedia, su excelencia está muriendo!
“Es un veneno lento para evitar la inmediata búsqueda del culpable. Eso fue una ventaja para llamar a un sacerdote, pero el resultado no fue algo bueno”.
—Sir Cristian, lleve al duque a su habitación —Diannel habló fuerte y claro —. Lola llama al médico y Joseph, apresúrate en llamar a un sacerdote.
—Creo que un sacerdote es demasiado…
“Antes me quedé paralizada ante la noticia. Ignoraron mi presencia y Joseph dio las órdenes sin tomarme en cuenta. Soy consciente de que no había tiempo para preguntar algo mínimo a la duquesa bastarda. Sin embargo, el mayordomo y la jefa de sirvientas nunca me han tomado en cuenta y al no tener su respeto, les dieron la libertad a los sirvientes de tratarme como quieran”.
—Joseph —“no me pisotearan de nuevo”— ¿Cómo te atreves a cuestionar mis órdenes? Llama a un sacerdote del templo y si ellos tratan de evitarlo o negarse, recuérdales quien es el duque que tiene la fuerza de proteger sus templos. Esa boca tuya se atrevió a contestarme, así que espero que puedas responder de esa manera tan soberbia al Templo en nombre de su Excelencia.
—Duquesa… —el mayordomo quedó asombrado ante tal tono de la mujer que consideraba demasiado débil para el invierno del ducado—. Lamento mi mal comportamiento. Iré de inmediato al templo a solicitar un sacerdote.
—Bien, sir Cristian, envíe un escolta con el mayordomo. Los demás… ¡Asegúrense de que nada de esto salga del castillo!
“Fue buena idea aprovechar este incidente para demostrar mi posición y poder. Lo mejor de todo esto, es que nadie escaparía de sus castigos. Me cobraré todas y cada una de ellas”.
—No he doblegado mi orden, Aylin —con solo aquella mirada, Aylin supo que la pasaría muy mal si escupiera aquel pañuelo. Ella apretó de rabia su vestido al verse incapaz de desobedecer mientras bajaba la cabeza.
Sin perder más tiempo, sir Cristian y otros caballeros levantaron la camilla donde tenían al duque. Con cuidado, se dirigieron a la habitación del señor. Diannel los siguió detrás junto a algunas sirvientas y otros caballeros. Pronto Lola apareció con el médico.
—Yo no entiendo… —sir Cristian tenía el rostro demacrado e impactado al no haber protegido a su señor— él estaba…
—Sir Cristian —le hablo Diannel firmemente—, no es el lugar ni momento para hablar. En cuanto el duque esté bien, todos hablarán de cómo terminó en este estado a los ojos de sus propios caballeros y comandantes.
“Remarcar un error suyo fue suficiente para callarlo. Pero eso solo será por ahora, debo hacer que los demás comandantes me obedezcan en nombre del duque”.
El médico confirmó la presencia de un veneno desconocido. Pero la duquesa lo conocía: Verikel, lento, mortal e incurable. Su proceso de fabricación difícil y largo. El simple hecho de conseguirlo era imposible y, por ende, nadie más que sus creadores lo conocían.
Diannel recordó al médico que descubrió el antídoto tiempo después, quien hizo hazañas aún más populares. Tal persona era necesaria para sus planes, pero dar con él no iba a ser fácil. Ni siquiera en el futuro se supo su nombre completo o de dónde venía.
“El veneno obtendrá una gran popularidad por lo de hoy y sus dos futuras víctimas. Todavía no se si usar esa información o no, mis planes requieren no involucrarme tanto con esas dos personas. Pero el médico, oh… él sin duda ya es maravilloso, por eso debo traerlo a mi lado”.
Los pensamientos de Diannel le hicieron olvidar que debía fingir llorar. Algunos no esperaban verla tan fría ante el estado del duque, ellos sabían cuánto luchaba por su atención. Cuando todos los subordinados ya se encontraban en llantos, Joseph llegó con el sacerdote que renegaba de acompañarlo.
—¿Por qué debo atender a alguien del ducado de bastardos? —era joven y algo despreocupado por decirlo en voz alta en el castillo del mismísimo duque.
“Los sacerdotes son tan iguales: ignorantes e hipócritas. Para ellos, el matrimonio, linaje, lealtad y familia son importantes. Por ello, nosotros, los bastardos, somos el producto del pecado gracias al Templo”.
El sacerdote no dijo nada más cuando llegó a la habitación del duque, pues lo recibió la nueva Diannel. A diferencia del pasado, ella no se inmuto por los típicos insultos de una persona de fe. Ya tenía una vida entera acostumbrada a ellos. No perdió tiempo y le advirtió:
—Para mejorar su estado de ánimo, piense que usted no debe salvar a un bastardo, sino al hombre que defiende sus templos de oro.
—¿Cómo se atreve? —se expresó el sacerdote asombrado y algo molesto.
—Si el duque no se recupera —ella puso una expresión de tristeza fingida— ¿Cree que tendremos tiempo de ayudarlos? Muchos codician Verlur, todos estaremos ocupados defendiendo estas tierras de las víboras y sanguijuelas como para pensar en ustedes.
“Trata de responder a eso y entonces te echaré”.
Elías, el joven sacerdote, guardó silencio y reprimió su ira. Sabía que la dama frente a él no mentía con su inocente advertencia. Los Verlur protegen los templos de bandidos o durante las guerras. Por eso, los sacerdotes han sido respetuosos y obedientes con ellos. Pero esa obediencia se fue cuando un bastardo se volvió la cabeza del ducado.
“¿Deberia dejar que lo haga? Hace un momento ya estaba pensando en huir del templo”, pensó Elías. El joven sacerdote no quería complicar las cosas, menos por sus problemas. Procedió a ser obediente y respetuoso, se disculpó con la duquesa y comenzó a reivsar al duque. Así como el médico, se sorprendió de no conocer el veneno. Su revisión tardó menos al usar su poder divino, aquella luz blanca y sutil que salían de sus rezos en otra lengua. Finalmente, terminó descubriendo lo que el veneno le hacía al cuerpo del duque.
—Este veneno… no se qué tipo será pero… —trago saliva por los nervios— está destruyendo los órganos del duque lentamente. No puedo curarlo con el poder divino.
—¡¿Pero qué dice?! —Sir Cristian escupió furioso ante el sacerdote— ¡Simplemente no quiere curarlo ¿verdad?!
—¡No miento! Sacar el veneno de su cuerpo de inmediato provocaría la muerte del duque.
—¿Se puede hacer algo más?—preguntó Diannel tranquila para calmar el tenso ambiente.
—Solo hay una cosa que se puede hacer, duquesa. Puedo hacer una capa alrededor de todo el cuerpo del duque que extraiga el veneno de forma segura hasta que no quede ni una pizca. Pero hay un problema: es un método tardío.
—¿Cuánto tiempo? —aunque Diannel ya sabía la respuesta.
—Solo puedo decir que no será más de un año. Tal vez ocho, nueve o hasta once meses.
“En ese tiempo, en ese no más de un año, mis enemigos estarán destruidos por completo y me iré hacia a donde nadie me alcanzara: la Ciudad libre de Dareinka, la ciudad de los sueños”.
Diannel logró ocultar su sonrisa ante ese futuro y, de inmediato, le ordenó al joven sacerdote que siguiera con tal tratamiento y, sobre todo, que cerrara la boca sobre esto al templo. Le prometió que ella misma hablaría con los sacerdotes más adelante. No le preguntó su nombre, aunque días después, conocería su nombre y lo pondría de su lado al conocer el glorioso futuro que le esperaba a Elías Lombert. Sin embargo, aún faltaba para llegar a ese momento.
En cuanto la capa de poder divino estuvo terminada, Diannel comenzó a acomodar las cosas en el castillo a su conveniencia. Primero, despidió al joven sacerdote. Sabía que diría todo al Supremo Sacerdote, pero no le molestaba, quería que ese hombre supiera que su plan, de matar al duque de Verlur, fracasó por completo gracias a ella, la Duquesa Bastarda.
—Cierren el castillo —dijo sin rodeos y recibiendo la incrédula mirada de los sirvientes y caballeros—. Llamen a los restantes comandantes, solo yo, Joseph, Lola, el médico y sir Cristian podemos entrar a la habitación del duque. Cualquier otro está prohibido —en cuanto noto que los demás querían decir algo, Diannel los callo— ¡El duque sufrió un intento de asesinato en una expedición secreta, es obvio que hay un espía en el castillo! —y ella sabía quién era—. ¡Nadie entra y sale del castillo! —ordenó firmemente la Duquesa de Verlur. Y todos obedecieron, aunque no por lealtad, sino porque sabían que tenía razón.
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Updated 125 Episodes
Comments
Alice
Me encanta esta prota
2024-03-18
2
Mónica Aulet
ya me gustó, poniendo orden en la casa
2023-06-11
1
Faty
jajajajajaja ay no ya siento que la amó!! mi villana favorita no me decepciones!!
2023-05-30
3