CAPÍTULO 3

El castillo del ducado Verlur, la Cueva del Lobo, cerró sus puertas. Ningún sirviente salió y nadie ajeno entró. Joseph y Lola repasaron los nombres de todos los empleados. De la misma manera hizo Sir Crisitan con los caballeros de su regimiento y los que se habían quedado en el castillo. Por tal motivo, ignoraron la orden de la duquesa sobre llamar a los demás comandantes. Diannel podría ir con el 1º comandante y exigirle acatar la orden, pero no quería perder el tiempo con un hombre que no se dejaría ganar por ojos fríos y una voz firme. Ella sabía bien, que para ganar la obediencia de los comandantes, debía demostrarles que ya no era la misma duquesa ignorada que antes. Y lo haria mediante hechos y no palabras. Por tal motivo, no despego la vista del espía en el castillo en ningún momento. Es más, ya tenía en su poder las cartas que demostraban su traición.

—Duquesa —tocó la puerta Joseph—. Escuche que nos llamó

Joseph y Lola entraron a la oficina de la Duquesa, un lugar que Diannel nunca pisó. Los asuntos del castillo siempre estuvieron al cuidado del mayordomo y la jefa de sirvientas. Y por primera vez, ambos veían a Diannel sentada en ese lugar, revisando documentos y escribiendo mientras lucía como una verdadera dama de la nobleza.

—Acérquense —le dijo Diannel sin mirarlos en ningún momento —Joseph y Lola se acercaron lo suficiente, pero algo nerviosos por el repentino cambio de la duquesa—. Di órdenes estrictas y han obedecido bien, excepto por una —dejo los documentos y los miro desafiante—. Sé que obedecieron las primeras órdenes porque era lo ideal, no por lealtad hacia mí. Así que, primero debo arreglar cosas de aquí, empezando con ustedes —ambos fueron señalados y se miraron sin comprender nada—.  Me han desobedecido por mucho tiempo. Desde que me casé hace cinco años, dieron por hecho que los empleados les decían la verdad al calumniarme. No investigaron nada y eso sólo aumentó el maltrato hacia mí.

—¿Maltrato? —preguntó Lola molesta y cansada— ¿No cree que está exagerando?

—¿Exagerando? Díganme, ¿cuánto confían en los empleados de este castillo? —el tono sarcástico de la duquesa fue insoportable para la jefa de sirvientas.

—Confió en todos ellos —respondió Lola de inmediato—. Hasta se me el nombre de sus familiares y sus problemas.

—Estoy con Lola —respondió Joseph—. Siempre entrevisto a cada empleado que quiere trabajar en el castillo. Y puedo asegurar que todos aquí son leales a su excelencia.

—¿Leales? —se burlo de su confianza—. Bien, entonces ¿les parece hacer una apuesta? —Ambos empleados miraron incrédulos a la duquesa—. Si resulta que no hay espía entre los sirvientes, me disculparé por haber sido, supuestamente, tan mala con ellos. De paso, también haré lo que ustedes me pidan —ambos relajaron sus rostros ante ese premio—. Pero, si hay un traidor entre ellos, ustedes harán lo que yo quiera sin refutar. ¿Qué dicen?

—¿Está segura? —dijo Lola confiada en que ganarían.

—Por supuesto, la pregunta es: ¿ustedes estarán seguros? ¿Y si los despido?

—Nos iremos si es que perdemos —respondió Joseph—. Confió en todos ellos.

Con esa apuesta hecha, Joseph y Lola llamaron a cada empleado del castillo. Incluyendo Mera que al fin logro salir de la prisión por el llamado de sus superiores. Lola se molestó con la duquesa por apuñalar su ojo y consoló a la pobre joven. Pero Diannel sonrió burlonamente ante ellas. Con todos reunidos y guardias en las entradas, el mayordomo comenzó el anuncio:

—¡La Duquesa cree que hay un espía entre ustedes!¡Por eso se están revisando todas las habitaciones de la servidumbre! ¡Sé que esto es indignante, pero es mejor eliminar las sospechas y seguir trabajando en nombre de su Excelencia!

El tiempo pasó, pronto entraron otros guardias afirmando que no hallaron nada sospechoso en las habitaciones. Con esto, Joseph y Lola sonrieron triunfalmente y miraron hacia la duquesa orgullosos de derrotarla. Pero ya descubrirían que no las cosas no serían como pensaban.

La duquesa bajó las escaleras con un pequeño bolso a la mano y le pidió a Mera acercarse. Ella obedecio entre temblores, pero siendo ayudada por el resto. Tanto Joseph como Lola creyeron que Mera recibiera las primeras disculpas de la duquesa. Pero en vez de eso, se asombraron al ver cómo la joven tuerta recibió una fuerte cachetada seguido de la palabra traidora.

—¡Duquesa, esto es demasiado! —Grito Lola— ¡Prometió disculparse con todos y hacer lo que queramos!

—¡Acepte su derrota, duquesa! —También gritó Jospeh— ¡Por favor, discúlpese y retírese!

—No he perdido —dijo Diannel, y de la bolsa sacó unas cartas para arrojarlas hacia Mera— ¡He ganado desde el inicio! —dijo riendo— ¡Todas estas cartas son de Mera dirigidas hacia un desconocido! ¡Filtro información sobre la expedición, los detalles del castillo, su seguridad y los guardias que iban con el duque!

Incrédulos, Joseph y Lola miraron las cartas, las abrieron y de inmediato notaron la letra de Mera. Efectivamente, confiaban en los empleados porque los conocían tan bien que hasta reconocerían sus letras. Ambos jefes de servidumbre se dieron cuenta que cayeron en la trampa de la duquesa. Ella ganó desde el momento en que hizo la apuesta.

La duquesa ordeno que trajeran al guardia que registró el cuarto de Mera. El guardia cayó de rodillas luego de ser arrastrado. La duquesa ordenó que la siguieran con los dos espías hacia esa habitación. Pidió que levantaran el colchón donde Mera dormía y que buscarán una sutil sutura. Al hacerlo, el guardia encargado metió la mano y sacó más cartas. Entonces, comenzó a mentir:

—Vi a Mera extraña hace unos días y en la limpieza de cuartos la vi meter  estas cartas en su colchón. Pero en cuanto dijeron que no hallaron nada, supe que había un guardia incluido.

—¡Eso-eso es mentira! —Grito Mera— ¡Usted debió ponerlas ahí porque es malvada!

—¿Y copiar tu letra? No seas mentirosa. Incluso se que te ordenaron matarme. Me has estado envenenando con agujas todos estos años para hacerme estéril y luego morir.

—¡Eso no es cierto! —Mera se desesperó ante tal falsa y vil acusación— ¡Yo no tengo nada que ver con esas cartas y nunca traté de matarla!

—Seguro las demás que miraban como me hacías daño están involucradas —miro directo hacia las culpables—. De seguro también son espías.

—¡Eso no es cierto, duquesa! —Se arrodillaron de inmediato— ¡Es cierto que miramos como Mera la dañaba con las agujas pero nunca supimos que la envenenaba!

—Tendrán que decirme algo más, porque no les creo abosolutamente nada.

—Pues… ¡Mera salía mucho del castillo! ¡Dijo que visitaba a su abuelo cuando escribía el informe o pedía permiso, pero su abuelo murió hace tiempo! ¡Si mentimos es porque nos dijo que tenía novio y siempre se iba con ese guardia! —señalaron al que estaba de rodillas.

—¡No es cierto! —Dijo el guardia— ¡Yo apenas me volví un guardia, duquesa!

—Te volviste guardia hace unos meses —dijo sir Cristian, quien entró luego de enterarse de todo—. Investigue los informes de los recién llegados, el tuyo comenzó a ser extraño porque pediste permiso para visitar a tus padres días antes de partir a la expedición. Pero resulta… —sir Cristian avanzó furioso— ¡Que en tu aldea nadie sabe nada de ti, maldito traidor!

—El guardia puede ser algo tolerable porque entró apenas al castillo —dijo la duquesa—. Pero la sirvienta… —miró a Joseph y Lola—, ella lleva tiempo aquí ¿no es cierto? Parece que he ganado, así que… ¡Llévense a estos dos a los calabozos!

Siendo arrastrados, Mera gritaba que no era cierto, sobre todo el envenenamiento a la duquesa. Eso lo sabía ella bien, pues era una mentira que agregó para su diversión. Apuñalar su ojo no era suficiente y además, tenía una excusa para hacer sufrir a las demás. Para eso, copió la letra de Mera y escribió órdenes de envenenarla y otra carta de respuesta de que lo hacía mediante agujas.

—También arréstenlas a ellas —señaló Diannel de derecha a izquierda a un número de 12 sirvientas que la acosaron más que la mayoría.

—¡Duquesa no sabemos nada, le dijimos lo que sabíamos!

—Supongamos que nunca supieron nada, pero admitieron ver a Mera dañarme con las agujas. Ya confesaron dañarme y eso es un crimen contra la nobleza. ¿Debo recordarles quién soy, estúpidas? Lo haré con gusto: yo soy la Duquesa Verlur, un ducado de cuatro. Solo la emperatriz está por encima de mí. Y ustedes, se atrevieron a dañarme, reírse y mentir junto a Mera.

Las 12 sirvientas fueron arrastradas pidiendo perdón a gritos. Pero Diannel estaba más concentrada en sus rostros de miedo. Aún no era suficiente, sobre todo al saber que ellas podrían salir libres. Pero ahora, había ganado una importante apuesta.

—¿Y bien? —les dijo a Joseph y Lola— Si decido despedirlos ¿ustedes se irán? —preguntó con una sonrisa pequeña y burlona.

—Hi-hizo trampa… —hablo Lola pero fue interrumpida por la duquesa:

—La apuesta era si había espía entre los sirvientes en los que ustedes confiaban ¿Cuándo dije que yo sabía de esto? Debieron preguntarse porque yo creía que había un traidor, así no me hubiera quedado más opción que decirle sobre Mera y sus cartas. Pero desde que soy señora, nunca me han preguntado o pedido mi opinión y por eso, los vencí.

—Bien —dijo el mayordomo resignado— ¿Nos va a despedir, duquesa?

“No… no puedo perder este trabajo al que tantos años me he dedicado por esta bastarda”. Lola deseaba que el duque despertara para detener a la duquesa. “Joseph, ¿Cómo puedes rendirte tan fácilmente? ¡Debes luchar, así podremos evitar el despido! ¡Esta vil mujer hizo trampa, no hay excusa! ¿Qué perdimos por que no le preguntamos? ¡Es una estupidez!”

Aunque Lola perdía la paciencia más rápido, Joseph era más calmado. No tenía planeado discutir la apuesta arreglada de la duquesa ni a refutar el despido. Había perdido y su orgullo de haber trabajado años para los Verlur no iba a ser su excusa para mantener su amado trabajo. Pero, para la sorpresa del mayordomo y la jefa de sirvientas, solo recibieron una orden.

—A partir de ahora, ambos deben servirme correctamente. Si hay una sola falta de cortesía, desobediencia o traición hacia mí, los despediré y Echaré a la calle a cualquier sirviente al azar —su frívola mirada era hipnótica—. Ese será el precio a pagar de desafiarme.

Delante de varios sirvientes y guardias como testigos, Joseph y Lola no tuvieron opción más que arrodillarse para evitar ser despedidos. Ya antes Joseph se estaba convenciendo de que la duquesa había cambiado para el bien de su esposo. Sin embargo, Lola se retorcía de la ira en su interior, aún la culpaba de todo. La jefa de sirvientas creía que si no fuera por ella, el duque pudo haberse casado con una mujer noble y borrar esa mancha de ser llamado bastardo.

“Sus pensamientos son tan claros para mí. Sabía que Lola no se rendiría tan fácil. Pero, ¿Qué puede hacer ahora? Mi esposo esta dormido, en su ausencia, yo soy la cabeza del ducado. Todo en Verlur esta a mi disposición: sirvientes, ejército y tierras. Y aun así, es complicado deshacerse de ciertas molestias. Esa ridícula dificultad es el resultado de la preferencia de mi esposo hacia sus súbditos sobre mi, su esposa. Por eso, debo ir poco a poco”.

—Bien —dijo Diannel ante sus cabezas agachadas mientras se arrodillaban—. Envíen una carta a los demás comandantes de Verlur para que regresen a la Cueva del Lobo de inmediato. Otra cosa: preparen un carruaje y dos guardias, saldré al pueblo un momento.

Antes, tanto Joseph como Lola habrían objetado esa orden por la regla de cerrar el castillo que Diannel misma dio. Pero ahora, la posición en la que estaban había cambiado. Lola tenía su orgullo herido, confió en Mera y esa sensación le pesaba. Joseph sentía culpa, pero tenía la mente más en el duque dormido y débil. Por eso, la mejor opción era obedecer a la señora del castillo y evitar más desorden en Verlur.

Cuando el carruaje estaba listo, Diannel se preparó para su siguiente paso: conseguir gente leal. Porque tener el respeto de los dos sirvientes no era algo agradable. Odiaba a cada persona en el castillo así como la odiaban a ella.

“Aunque al fin me obedecerán, solo lo hacen en nombre del duque. Para mi venganza, necesito gente leal solo a mi. Súbditos leales que obedezcan mis órdenes sin refutar o dudar”.

P.D. Pueden ver a Diannel y a su escolta en mi cuenta de Instagram 👉 Rhaella11 .

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Comments

Bertha Ramirez

Bertha Ramirez

siiiii/Sneer/

2024-07-02

0

Faty

Faty

WOW Autora ya te empeze a seguir!!😱🤗

2023-05-30

0

juana cova

juana cova

oh, oh, a seguir lo planeado

2022-10-24

1

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