Cuando Diannel supo el día en que recibiría el diario y la llave de la fallecida duquesa de Arank, le escribió una carta a su medio hermano mayor con un informante del gremio.
Tengo algo que fue de tu madre, algo que esa llave, que tanto atesoras, abre. Ven solo a la dirección dada por el mensajero con la información que te pida. De la hermana que aborreces y que ella te aborrece igualmente.
Decidió reunirse con medio hermano fuera del castillo, donde le daría el diario a cambio de la información que pidió. También fingiría no haberlo leído, algo que no era difícil para Diannel, porque desde el momento en que leyó el diario completo, ha fingido olvidar todo lo que decía.
—¿Se encuentra bien, mi señora? —le preguntó Giovanni—. Desde esta mañana…
—No es nada Giovanni —lo interrumpió—, solo leí un terrible libro…
—¿Cuál es? Juro que lo quemaré junto a todas las copias.
—Giovanni… —ella sonrió y rió sinceramente—. No te preocupes, solo existe uno y no puedo quemarlo. Aunque si puedo tirarlo a alguien más y lo haré hoy mismo.
Diannel apretó el diario furiosamente, pero al menos se relajo un poco con el comentario de Giovanni. Aun así, no dejó de mirar el camino, fue la primera en notar una cabaña vieja, el punto de reunión. Al llegar, noto un carruaje común y corriente en la entrada junto a tres caballeros con túnicas para esconder los colores rojos de sus uniformes.
El carruaje se detuvo, Giovanni bajó y extendió su mano para que su señora pudiera bajar. Desde la ventana del otro carruaje, su medio hermano mayor la observaba furioso. Era conocido por su carácter estricto e inquebrantable. Para él, la puntualidad era necesaria y respetuosa como una promesa. Por eso se enfureció al esperar dos horas.
“¿Cómo se atreve a llegar tarde? ¡Ella misma puso la hora!” pensó furioso.
El joven duque de Arank bajó del carruaje, Diannel lo vio como si fuera un desconocido. Pues fueron años desde que lo vio y, como del resto, había olvidado su rostro por completo. Vladimir Terry Arank tenía 29 años, era alto y de cuerpo esbelto por una vida de entrenamiento de espada. Su cabello rojo recordaba más a las rosas y sus ojos verdes eran tan oscuros que no parecían esmeraldas. Aun así, nadie ponía en duda su atractivo, el cual era tentador para las jóvenes solteras, quienes nunca han podido acercarse a él por sus expresiones tan serias.
—Hola —dijo Diannel— ¿Espero mucho, joven duque?
—Llegas dos horas tarde… ¡Te atreves a preguntar eso! —dijo Vladimir enojado.
—Surgieron algunos inconvenientes, joven duque. Pero espero que logre entender cuánta diferencia hay entre alguien soltero con alguien casado.
—¿Te parece eso una excusa para llegar dos horas tarde?
—¿Quiere discutir de eso ahora? Estoy perdiendo el tiempo aquí —le dijo Diannel fingiendo cansancio para irse directo a la cabaña. Por obvias razones sus guardias y el mío se quedaran afuera. Hablemos en privado, por favor.
Vladimir recuperó la compostura, pidió a sus guardias que lo esperaran y miró de reojo al escolta de su hermana bastarda. Lo que le llamaba la atención no era que solo viniera con un escolta, es que ese mismo escolta mostraba signos de lealtad ciega hacia ella.
“¿Cómo consiguió que alguien le diera tal lealtad?” se preguntó Vladimir.
Ambos hermanos entraron a la vieja cabaña, el interior era terrible: ventanas rotas, telarañas, polvo, chillidos de ratas, moho, crujidos de madera y pedazos de muebles. Ninguno se quejó del ambiente. Para Diannel, un lugar así era familiar, para Vladimir era algo sin importancia.
En el momento en que confirmaron que solo los dos estaban dentro y que nadie los oyera, se miraron fríamente a los ojos. Obviamente, aquel gesto asombro a Vladimir quien solo recordaba a la bastarda que siempre agachaba la cabeza. De hecho, el joven duque nunca había visto el rostro de Diannel de frente por años.
—El nombre de su madre es como una pelota y usted el perro que va tras ella. Espero la pelota por dos horas luego de un largo viaje.
—¡Cuida lo que dices! —Vladimir frunció el ceño—. Dame lo que sea que tengas de mi madre, no es digno de ser tocado por una bastarda como tú.
—Esto es increíble —ella rió— ¿De verdad creyó que se lo daría sin nada a cambio?
—No puedes pedirme nada, alguien como tu debería conocer su lugar.
—¿El increíble y perfecto joven duque de Arank perderá la paciencia conmigo? No sabía que era alguien especial para usted.
—¡Tu…!
—Si no me da lo que quiero entonces no le daré nada —Diannel se acomodo el cabello— y quemaré el diario de su madre en la chimenea de mi cuarto.
—¿Diario? —Vladimir titubeo.
—Ya sabes, un diario personal donde ella anoto cada momento de su vida. Me dio curiosidad pero no tengo la llave. Supongo que al final solo el fuego sabrá lo que decían esas páginas.
—¡Si te atreves a…!
—¡Cállate! —Le gritó Diannel— ¡Le pedí información a cambio de la baratija de su madre y resulta que vino aquí esperando que se lo diera sin nada a cambio! ¡¿El joven duque es tan idiota?!
—¡Ya te dije que no tienes derecho…!
—Tengo todo el derecho de pedirle lo que sea porque tengo algo que quiere. Y si se algo de usted, es que atesora todo de ella, incluso una misera llave. ¿Acaso no le importa su diario?
—¿Cómo es posible que tú lo tengas? No, más bien… ¿Cómo siquiera sé que es real?
—Increíble, joven duque. Usted vino hasta aquí aun sin saber que tenía de su madre o si siquiera era verdad —Diannel se rió, una risa corta y elegante—. Bueno, para su tranquilidad, le diré que el diario se lo robe a nuestra querida hermana.
—¿Carmina?
—Ella lo tuvo todo el tiempo, debió tomar tu llave en algún momento y apuesto que se leyó todo el diario. ¿Quién sabe por qué no te dijo que lo tenía?
“Claro que yo lo sé, porque lo leí todo y ahora comprendo el temor y odio de Carmina en no darle el diario a su hermano mayor. Ella misma sabe que Vladimir nunca va a perdonarla por ocultarle algo tan importante como el ultimo deseo de su amada madre”.
—¡Eso no puede ser cierto! ¡Carmina nunca me ocultaría algo así!
—Ya se lo dije, joven duque: ¿Quién sabe por qué? La única forma de obtener respuestas es leyendo las palabras de su madre. Tal vez nuestra hermana si leyó el diario y decidio ocultárselo por algun motivo. ¿Por qué lo habrá hecho sabiendo cuanto su hermano amaba a su bondadosa madre? Debería recordar bien si en algún momento perdió la llave del diario, joven duque.
Vladimir recordó como hace años, a sus diez años, su hermana Carmina colocó llave que le dio su madre en su lugar. Días antes, el pelirrojo notó su desaparición y puso el castillo Arank patas arriba para encontrarlo. Carmina le explicó que solo quería tener la llave para sentir a su madre cerca, él la perdonó y recuperó su preciada llave.
“Si lo que dice es cierto… Carmina lleva tiempo con el diario”.
—Imposible.
—Me da igual si me cree, pero más vale que crea que tengo el diario. ¡Dame la información que pedí o le juro que solo le daré las cenizas de las palabras de su amada madre!
El silencio dominó el ambiente tan tenso entre los dos. Incluso los de afuera se pusieron nerviosos luego de escuchar las voces de sus señores tan fuerte. Vladimir pensó todo el camino que Diannel lo que tuviera de su madre sin dudar y él se iría mirándola con desprecio. Pero, una parte de él comenzó a dudar de eso por el pedido del mensajero. Comenzó a hacerse preguntas de cómo su hermana bastarda tenía algo de su madre, del porqué contrató a un informante para que le diera la carta en persona y el motivo por el cual pedía esa información.
“¿Por qué quiere saber todas las rutas comerciales del mar de Elen hacia Arank?”
—¿Qué planeas hacer con esa información?
—Mi esposo arrestó a tres nobles corruptos de Arank en nuestro territorio operando minas ilegalmente. Quiere la información de las rutas para encontrar las que son usadas por esos nobles. Las mostrará como pruebas en el juicio contra ellos. Estoy segura que alguien tan recto como usted, entiende que el duque de Verlur está en todo su derecho de arrestar a esos nobles.
—Por supuesto, pero prefiero hablarlo con él…
—Está ocupado —lo interrumpió ya cansada de alargar la conversación—. Además, seguro lo hubiera hecho esperar por esa información porque, para usted, no somos más que bastardos que deben aceptar todo lo que se diga sin refutar. Por tal motivo, me vi obligada a chantajearlo.
Vladimir miró a Diannel, la mujer delante de él era una completa desconocida. Ni siquiera podía procesar que ella lo estuviera chantajeando. En su mente, solo pensaba en castigar a Carmina por ocultar el diario de su madre y permitir que le fuera robado por su hermana bastarda. Pero lo sabía bien, no servía de nada enojarse en ese momento. Apretar los puños o dientes no le daría aquel diario y tampoco quería seguir alargando el tema.
“Me queda claro que ella no va darme el diario sin la información”.
Vladimir llamó a uno de sus guardias, luego este le trajo un maletín de mano relleno de papeles. Diannel llamó a Giovanni, le pidió cuidarla en lo que ella verificaba los papeles. Solo vio las primeras páginas para confirmarlo y lo era: las rutas de comercio de cada noble de Arank. Satisfecha, cerró el maletín y extendió la mano hacia su escolta, este sacó el diario de su túnica.
—Aquí está, con solo verlo deberías saber que realmente es de su madre.
Vladimir lo tomó rápido, acarició la cubierta reconociendo esos bordados, diseños y firma. Todo el diario le decía que alguna vez perteneció a su madre, sacó una llave dorada de su bolsillo y la colocó en el candado, se alivió al notar cómo encajaba.
“Si es el diario de mi madre… Carmina me lo oculto”.
—Hasta pronto, joven duque —Diannel salió de la cabaña con Giovanni.
Vladimir se quedó helado por unos momentos, pero salió de la cabaña para ver como su hermana bastarda se iba. No supo en qué pensar, así que solo ordenó regresar al puerto.
El viaje fue excesivamente largo, pesado y regresó enojado. Lo primero que hizo fue llamar a su hermana, quien venía con una enorme sonrisa a recibirlo. Aunque ambos tenían una buena relación, ese día Vladimir dejó de tratar a Carmina como su hermana y ella comenzó a sentir la mirada de indiferencia y odio.
—¡No quiero verte nunca más! —Le gritó Vladimir al confirmar que ella tenía el diario desde hace años—. ¡Estás muerta para mi, Carmina!
—Espera, hermano… ¡no puede decirme algo asi!
—¡Largo de aquí, no quiero verte!
—¡Por favor, escúchame, no leas ese diario! ¡Te lo suplico, no lo leas! —se arrodilló ante su hermano desesperada—. Solo sufrirás si lo lees, debes quemarlo… —pero recibió una cachetada.
Ambos hermanos estuvieron juntos por la muerte de su madre, pero ella fue el motivo por el cual Vladimir rompió esos lazos. Siempre se ha preguntado porque su madre le dio esa llave, ese deseo que ella no alcanzó a decirle lo atormentaba desde su desceso. Y su propia hermana tenía la solución a su tormento y se lo escondió, a pesar de que conocía bien la culpa de Vladimir.
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Comments
Bertha Ramirez
siiii. venganza 😈😈😈😈
2024-07-02
0
Lia C
jajajaja amé está escena y todavía lo que le falta a la odiosa de Carmina 😈😈😈😈😈
2022-11-15
8
juana cova
toma lo tuyo fea, en tu cara
2022-10-27
2