CAPÍTULO 7

Los comandantes partieron a la mañana siguiente de su reunión. El 1° comandante, sir Cristian, permaneció en el castillo según las órdenes de la duquesa. Por un breve momento, tuvo algo de respeto por ella, hasta que la vio salir del castillo sin escolta. Los malos pensamientos volvieron cuando la vio partir solo con ese mercenario de apellido Arkent y dos doncellas desconocidas.

“¿Qué le da derecho a enojarse? Y no solo él, apenas salía del castillo solo con Giovanni y las hermanas todos tenían cara de esperar algo. ¡Hipócritas!”

—¿Qué ocurre, mi señora? —preguntó Giovanni.

—Nada… —Diannel suspiro y guardó silencio hasta llegar al templo Shajdy.

El templo Shajdy era importante entre la mayoría de los demás al ser el primero en construirse. Todos los jóvenes dispuestos a ser sacerdotes siempre pasan por este templo. Sin importar la edad, entran al Templo Shajdy y comienzan a estudiar. De todos ellos, es el Supremo Sacerdote quien tiene mayor poder divino, el más devoto y quien más desprecia a los bastardos.

Diannel tenía planeado borrar los indicios bastardos de sus doncellas y registrar sus nuevos nombres. Con ese acto, pediría hablar con el Supremo Sacerdote y asegurarse de que no dijeran nada sobre su esposo. Aunque, en realidad quería ver de cerca el rostro del hombre que la hizo huir del ducado con una turba furiosa persiguiéndola.

“El primo de mi esposo y enemigo a la vez”.

En cuanto llegó al templo, la gente a su alrededor reconoció de inmediato el estandarte del lobo blanco. Notaron quien era la mujer que bajó del carruaje y los susurros no pararon de rodear a la duquesa. Pero ella ya tenía toda una vida acostumbrada a peores tratos. Así que, con la cabeza en alto y una expresión arrogante, avanzó hacia el lugar que más la repudiaba.

—Buenas tardes —saludo al sacerdote encargado del archivo.

—Buenas tardes, ¿en qué puedo ayudarla? —pregunto amablemente.

—Vengo a registrar a dos hermanas que fueron señaladas como bastardas. Tengo sus certificados de nacimiento y la firma de su padre que indican que son legítimas.

Diannel sabía que esa amabilidad era porque no la conocía. Pero la ignorancia de ese sacerdote le evitó problemas innecesarios, excepto por el tiempo de papeleo.

Cuando la duquesa comenzó a caminar más al fondo del templo donde la la reconoció. Tal vez no había susurros, pero sus miradas de desprecio pesaban más. En su pasado, este tipo de miradas la asustaron demasiado. Pero ahora no sentía pesadez, porque para ella el templo y sus sacerdotes no eran más que la representación de la hipocresía y el cinismo. Y ella superó su nivel de arrogancia al vivir en carne y hueso lo que ocasiona las palabras del templo.

—¿Qué hace aquí? —frente a ella se interpuso un alto sacerdote que sabía quién era.

—Vengo a hablar con su santidad —le respondió— ¿Podría moverse?

—Mi señora —habló Giovanni, quien no ignoró la mirada despreciable que se dirigía hacia la duquesa— ¿quiere que le abra paso? —le pregunto tomando el mango de su espada.

—Ensucia nuestro templo con su presencia —continuó el alto sacerdote—. ¿Ahora lo hará con sangre inocente de un fiel creyente?

—¿Acaso dije que yo mataría a alguien? No perdamos mas el tiempo, quiero hablar con su santidad de algo urgente y que solo le concierne a él.

—Está ocupado, no tiene tiempo hoy, ni mañana o en un par de meses.

—No me dejará verlo ¿verdad? —se rio por perder el tiempo.

—Tendrá que pasar sobre mí y otros Altos sacerdotes.

—Bien, entonces envíale mi mensaje: dile que el duque de Verlur tuvo que disponer de todos los soldados y caballeros que se enviaron a sus templos. A partir de hoy, todos ellos regresaran al castillo por un asunto de nuestra familia.

—¡¿Qué es lo que dice?!

—Eso es todo, me retiro, que Dios lo bendiga y todo eso.

Su radiante sonrisa contrasto con la expresión molesta del alto sacerdote quien la insulto. Luego intentó detener a la duquesa pero fue detenido por la mano de su intimidante escolta. No hubo palabras, solo ese hombre del templo gritando a la duquesa. Pero ella lo ignoraba tranquilamente mientras Giovanni la protegía.

“Armar escándalos es lo mejor, sobre todo si es en un templo. Así estos malditos sacerdotes pueden morirse de ira al verme caminar orgullosamente en el interior de su más sagrado templo”.

Como duquesa, redacto una orden para traer de vuelta a todos los soldados y caballeros de Verlur que habían sido enviados a los templos. Con el sello en su poder, gracias al mayordomo, no tuvo dificultades. Esa misma mañana, no solo partieron los comandantes, sino cientos de cuervos para que esos hombres regresaran al castillo, ser investigados por el 1º comandante y recibir nuevas órdenes. Por tal motivo, a Diannel le pareció divertido informar de esa orden en persona al supremo sacerdote, mientras sus doncellas a los caballeros en el templo Shjady. Quienes mostraron la orden con el sello del ducado Verlur al capitán a cargo quien no dudó en llamar a todos los caballeros para regresar a la Cueva del Lobo. Y todo sin el permiso del Supremo Sacerdote, quien al enterarse, solo vio por una ventana a la Duquesa Bastarda y a los caballeros plateados prepararse para irse. Como resultado ante tal provocación, él bajó en persona a verla antes de que se retirara victoriosa.

—Vaya… —Diannel sonrió al saber que lo obligó a salir del templo—. Su santidad en persona, soy bendecida con su santa presencia ante el cielo celeste de esta larga primavera.

Yodiveira Marco Verlur tenía los conocidos rasgos del ducado Verlur: cabello blanco y ojos celestes. Solo que él no nació con una gran fuerza, al contrario, fue frágil desde su nacimiento. Pero eso no disminuyó la belleza que cautivaba a sus fieles.

Fue enviado al templo a sus 13 años, pues su poder divino indicaba que era un prodigio. Desde entonces, lo educaron para ser la representación del Templo de la cabeza a los pies. Ahora, él era eso y más, por eso era amado, venerado y hasta temido dentro de los muros sagrados. Y por eso no le importaba que un papel dijera que su primo bastardo era reconocido por su fallecido tío. Para él, Oliver era un bastardo y un papel de legitimidad no cambiaba nada. Por eso odiaba a la pareja de bastardos a los que se les dio el poder de controlar la tierra donde nació el Templo. Sin embargo, él mismo sabía que había otra razón por la que los odiaba.

—Hice un poco de tiempo al enterarme de una escandalosa noticia —Yodiveira sonreía, pero sus ojos celestes mostraron su repulsión—. ¿Dejar los templos desprotegidos? Temo que eso no puede ser posible. Me gustaría hablar en persona con el duque, mi querid primo. Por favor dígale que venga a verme lo más pronto posible.

“Imbécil. Conspiraste para matarlo y ese joven sacerdote ya debió decirte que está dormido. Pero bueno, si tú te diviertes, yo también puedo hacerlo”.

—Eso será un problema —le dijo Diannel con una sonrisa falsa—. Mi esposo se encuentra ocupado en otros asuntos de suma importancia. Así que, usted mismo tendrá que hablar con su querido primo cuando disponga de tiempo.

—¿Qué?

Yodiveira nunca esperó que la Duquesa Bastarda le respondiera. Ella siempre temblaba ante su divina presencia y aceptaba su desprecio fácilmente. Pero ahora veía a una bastarda que olvidaba su lugar ante él: el mismo representante de Dios y la perefección del Templo.

—Su santidad es un hombre ocupado, mi esposo también lo es. ¿Y a que no adivina? Yo también soy alguien ocupada, sobre todo con el Festival de la Primavera. Hice un poco de tiempo para venir a verlo por esta escandalosa noticia.

—Duquesa… —Yodiveira se esforzaba por mantener su falsa sonrisa ante ella— ¿No cree que esto es una locura? La seguridad de los templos y sus fieles es prioridad de la familia Verlur.

—Como le dije, su santidad… —Diannel sonrió burlonamente y sus ojos miraron sin parar a Yodiveira—, ya no tengo tiempo para hablar con usted. Con permiso

Antes de que el supremo sacerdote dijera algo, Diannel ya había subido a su carruaje junto a sus doncellas. Giovanni subió a su caballo asegurando a su señora. Los caballeros de Verlur ya estaban listos, pues no tardaron en prepararse ante la orden del duque. Y cuando el carruaje partió, fue seguido por los caballeros montados en sus caballos. Los altos sacerdotes gritaban que se detuvieran, pero para estos hombres, el Duque siempre será primero ante el Supremo Sacerdote.

—Esa mujer se atrevió a mirarme a los ojos.

—¡Su santidad! No se angustie, exigiremos que esta locura se pare… ¡El Duque no puede dejar desprotegido los templos! ¡Los duques hicieron un voto de protegernos!

—Diannel… —susurro su nombre— ¿Cómo te atreves a mirarme, sucia bastarda?

El Templo disponía de su propia seguridad, pero esos hombres no eran caballeros. Por eso, el templo Shajdy solo pedía caballeros y había cincuenta de ellos. Ahora, esos mismos caballeros marchaban de regreso al castillo junto a la duquesa.

—¿Quién eres tú? —le preguntó el capitán, sir Héctor Gael, a Giovanni.

—Soy el escolta de mi señora —respondió sin verlo.

—No recuerdo tu cara, ¿a qué regimiento perteneces?

—A ninguno.

—¿Cómo? ¿No me digas que eres un aprendiz? Te ves demasiado viejo para serlo…

—No soy aprendiz, no soy soldado de Velur ni menos un caballero —Giovanni se canso de la hipocresía que rodeaba a su señora—. Soy el escolta de mi señora, la duquesa de Verlur.

Giovanni no sabía que el capitán sir Héctor no preguntaba hipócritamente. Hasta donde él sabía, había cuatro caballeros que fueron designados para proteger a la duquesa. Pero como ella casi nunca salía del castillo, no fueron necesarios para cuidarla. Héctor no dijo nada más, pero era obvia su preocupación de que alguien como Giovanni escolte a la duquesa.

Llegaron al castillo durante la noche, los cincuenta caballeros no ocultaron su asombro al ver el enorme aumento de seguridad. En cuanto ingresaron, bajaron de sus caballos y vieron salir a la duquesa. Esos hombres habían sido mandados al Templo Shajdy hace cinco años, por lo que nunca vieron el rostro de su señora.

—¿Ella es la duquesa? —preguntó Héctor Gael—. Vaya que es hermosa… —susurró.

—Dicen que es cruel con los empleados. Pero su padre, el duque de Arank la quiere mucho —comentaron los caballeros a su lado—. Pero si es muy hermosa, nuestro señor tiene suerte…

—Cuiden su boca —les advirtió su capitán—, que no se les olvide quien es ella.

Pronto sir Cristian apareció para hablar con los recién llegados. Pero solo sir Héctor noto como el 1° comandante no saludo a la duquesa y como a ella le dio igual. El recién llegado camino directo y observando de reojo la hermosa y arrogante presencia de su señora.

Los caballeros fueron interrogados por sir Cristian y cuando él notó que ninguno tenía algo sospechoso, les dio nuevas tareas. Al capitán Héctor se le asignó, junto a tres caballeros, de tratar de convencer a la duquesa de ser sus escoltas. Le pregunto a su superior quien era el escolta de la señora, la respuesta hizo que desconfiara aun más de Giovanni por ser un Arkent.

—Bueno ¿Qué está pasando aquí? ¿Por qué la duquesa tomo a un Arkent como escolta? ¿Y que sucede con el excesivo aumento de seguridad?

Sir Cristian comenzó a contarle todo, desde el envenenamiento del duque hasta las órdenes de la duquesa. La conversación no duró tanto, el capitán prometió volverse escolta de la señora y, si es posible, echar al mercenario Arkent que ya se habia ganado el odio de todos dentro del castillo. Tal apellido no provocaba más que desprecio con solo oírlo. Definitavemente, el capitán Héctor no quería que el honor de su señora se ensuciara con la reputación de tal familia caída

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Comments

Bertha Ramirez

Bertha Ramirez

pobre hector, no sabes nada

2024-07-02

0

Lia C

Lia C

Apenas comencé a leer está historia y la verdad es que ha sido toda una revelación me ha encantado tu manera de relatar está historia preciosa autora, seguiré leyendo más 😍😍😍😍😍

2022-11-15

8

juana cova

juana cova

Va a tener mucho poder.

2022-10-26

1

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3 PRIMERA PARTE: CAMBIANDO EL FUTURO
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