CAPÍTULO 12

¿A quién debe darle las gracias Diannel por caminar y hablar? No puede pensar en un nombre concreto. Más de una sirvienta pasó por su vida, las primeras fueron buenas en todo: desde la comida hasta la poca enseñanza. Sin embargo, cuando sabían que la joven señorita a quien servían era una bastarda, preferían renunciar. Entonces, llegaron crueles sirvientas y no solo sabían que debían cuidar de una bastarda, sino que era inexistente a los ojos del duque.

¿Qué acompaño a la pequeña Diannel?

En su niñez: el ático viejo con el frío entrando todas las noches, las ropas viejas cosidas entre sí para ser una manta, harapos como ropa, golpes de sirvientas y mala comida. De vez en cuando, la curiosidad de la niña era mucha como para quedarse en el ático, así que bajaba y miraba por las puertas: cenas familiares, cumpleaños felices y un padre amando a sus hijos. Sin embargo, lo que más despertaba a la envidia de ella no eran esas cosas, sino lo material: comidas, ropas y juguetes.

Comida de formas y tamaños sorprendentes, amontonados como montañas, en filas o hasta curvadas. El olor que desprendía toda esa acumulación de sabores hacían soñar a Diannel en como su estómago se sentiría. Si el olor la hacía soñar, ¿Qué sensación tendría en comer todo eso? La cuestión con las ropas es que embelleció sus ojos. Había visto pocos colores en su vida, eran opacos y representaban cosas mugrientas y aterradoras. Pero nunca creyó que las personas pudieran vestir colores tan lindos, finos y a medida. Pero sin duda, fueron los juguetes su mayor deseo: muñecas, espadas pequeñas, cajas musicales, soldados de madera, caballos para mecerse, libros coloridos. Sin duda los juguetes revolvieron más su mente que terminaron por delatarla en el cumpleaños de su medio hermano mayor.

A esa edad, Diannel ya sabía quién era su padre, pero nunca supo que lo necesitaba. Ella vio como era con sus hijos y el parecido que tenían. Se pregunto porque su cabello era negro como las cenizas y no un rojo ardiente y se cuestiono porque sus ojos eran un morado tan opaco en vez de un verde tan brillante como la esmeralda. Sin embargo, sus preguntas se quedaron en su mente ante los gritos de los adultos. Para esas personas, ella era como una sucia vagabunda y tenerla en la misma sala era repugnante. La niñera de sus medios hermanos la sacó a rastras y con, valentía y miedo, Diannel le pregunto porque no podía estar con ellos si sesupone que eran su familia.

—Las ratas se quedan en los áticos, comen las sobras, lejos de la vista de los demás porque si se las ve, se las mata. Tú eres una rata que se atrevió a intentar robar un lugar que no le corresponde. Por eso, no mereces estar con ellos. Solo mereces dolor por tus pecados.

Y Diannel le creyó. Cada palabra de la niñera la persiguió toda su vida en el castillo Arank. Pero intentó vivir como ellos y ganarse todo eso que vio. Sin embargo, su aparición en tal cumpleaños solo confirmaron los rumores de su existencia. Entonces, el duque no tuvo más opción que anunciar que era su bastarda. Tal vez tuvo un mejor cuarto, muchas sábanas, vestidos de segunda mano y algo de comida decente de vez en cuando. Pero aun no podía cenar con su familia ni celebrar su cumpleaños porque nunca supo cuando nació.

—Las ratas no necesitan saber cuando nacieron —le dijo la niñera.

Las crueles palabras, golpes, humillaciones y aislamiento no detuvieron a Diannel en querer afecto. Cuando comenzaba a entrar a la juventud de sus 13 años, decidió aprender todo lo que pudiera y más para impresionar a su padre. Pero Carmina siempre arruinó sus esfuerzos junto a su niñera, doncellas y sirvientas. Si Diannel escribía un informe sobre historia, economía o política, la niñera rompía esos informes.

—Las ratas son ignorantes. No intentes ser más que la princesa Carmina.

Lo mismo era con todo lo demás: desde arreglos, regalos, cartas o hasta notas para entrar a la academia. Todo era destruido por las mismas manos, mientras doncellas y sirvientas reían y Carmina se comportaba como una hermana generosa.

—Solo quiero que estés bien, hermana. Y estarás bien en tu rincón oscuro, oculta como una rata que no debe salir, ¿no lo crees?

—Si-si… hermana… gra-gracias.

Dejó los estudios, no entró a la Academia, pero no la decepcionó tanto cuando le dijeron que los bastardos no podían ingresar a tal lugar. Además, Diannel no era un genio como su medio hermano, su base era el esfuerzo hasta lograr resultados. Por eso, esos informes que quedaron hechos trizas, eran el resultado de un largo y pesado esfuerzo.

A pesar de que Diannel comenzó a vivir en silencio, no podía evitar chocar con otras sirvientas, la fría mirada de su padre, el rostro furioso de Vladimir y las burlas de Carmina.

Sus peores momentos llegaron cuando entró a la sociedad, no como hija del duque, sino como su bastarda. Las risas, comentarios y bromas no faltaron. Y la joven bastarda debía aceptar todo sin refutar, como siempre le decía su hermana mayor, la única que le daba algo de afecto, pero uno falso para usarla según su estado de ánimo.

El día en que Diannel fue tratada amablemente por un joven noble, se volvió su mayor sentencia. Aquel joven era apuesto y había llamado la atención de Carmina, pero ella solo vio celosa como la bastarda de su padre era encantadora para otras personas. Entonces, la princesa de Arank corrió rumores todavía peores sobre Diannel. Desde amante de joyas hasta de hombres y desde caprichosa hasta malvada. Y para alejar a todas las personas de Diannel, Carmina ocasionó una escena donde sentenció la reputación de su media hermana a lo peor.

En el cumpleaños 24 del heredero de Arank, Carmina ocasionó que Diannel fuera atacada por un ladrón cualquiera. Rompió sus ropas, la despeinó, dejó al descubierto sus hombros, parte de sus piernas y toda su espalda. Aunque ella gritó para pedir ayuda, el ladrón huyó y solo la encontraron en su lamentable estado. Nadie le extendió su mano, solo susurraron de cómo era cada rumor.

—¡Sucia bastarda! —su padre la golpeó con el bastón, un solo golpe que le dolio.

—Lo siento —se arrodilló protegiendo su adolorida cabeza—, lo siento, padre…

Diannel creyó que su padre la golpearía miles de veces con el bastón. Tenía tanto miedo considerando que era la primera vez que él la miraba y le levantaba la mano. Sin embargo, luego del primer golpe en su cabeza, el duque Arank se detuvo así mismo, se dio la vuelta y no gritó más.

—No salgas de tu habitación. Ya veré que hago para solucionar esto.

Y la solución fue casarla con el reciente duque de Verlur, un bastardo como ella, pero reconocido legalmente. Todos dijeron que su padre obligó al duque a desposar a su bastarda. Y por eso, todos en Verlur odiaron a la familia Arank, sobre todo a su bastarda.

—Serás la señora de este castillo, nuestro hijo será el siguiente duque, nunca te faltara nada y siempre serás protegida. No me pidas más —le dijo su esposo en su primera noche.

La primera noche fue una marca cruel en la vida de Diannel, porque nunca le dijeron lo que se hacía o lo que debía esperar. A la mañana siguiente, despertó sola en su cama, con sangre entre sus piernas, moretones en ciertas partes de su cuerpo y un dolor imborrable. No se quejó, creyó en las palabras de su esposo: todo sería mejor, pero no lo fue.

Todos la odiaban, no solo en el castillo, sino fuera de este. El odio de la servidumbre comenzó con sutiles bromas como: no avisarle los horarios, no ayudarla con el baño, darle su comida mal hecha, romper sus vestidos y burlarse descaradamente en su presencia. Diannel aviso de eso a su esposo por temor a que todo se repitiera, pero solo perdió.

—La duquesa no nos quiere ni ver. Creo que le molesta que una plebeya como yo sea su doncella —dijo Aylin, la sirvienta con el cariño del duque por ser su amiga de la infancia.

—Enviamos cartas para solicitar doncellas, pero nadie quiere serlo. En la posición en la que ambos estamos, los plebeyos son amigos. Sería mejor que dejaras tu actitud altanera. Estás en Verlur y aquí no despreciamos a otros como en Arank —fue la respuesta de su esposo.

Y las burlas pasaron a maltratos y nuevamente ella vivió con miedo, en silencio, aceptando el dolor, bajando la cabeza y creyendo que mañana sería un día diferente al cruel día que vivía.

“Tengo que recordar el pasado justo ahora… ¿es por el maldito diario de la duquesa Arank?”

Diannel se levantó de su cama, había luna llena y algunas estrellas. Camino hasta una ventana para ver las tierras de Verlur hasta donde pudiera. Se molesto al tener que recordar toda su lamentable vida. Recordó el objeto responsable de eso: el diario de Emilia.

Desde que Giovanni le dio el diario y la información de la subasta, Diannel se encerró en su cuarto. Cuando terminó con el asunto de la subasta, la felicidad le quitó el sueño y decidió leer el diario. Pero hacerlo le molestó y, aunque ya no lo tuviera, sentía la presencia de esas páginas.

“Si mi padre hubiera leído ese diario ¿me habría querido?”

Al principio, tenía planeado usarlo contra su padre, pero no era sencillo. Por eso la mejor opción fue su Vladimir porque el duque de Arank aprecia bastante a su heredero y Diannel estaba segura de que sufriría si viera a su hijo tan lamentable.

—Suficiente. Sé muy bien cuanto quiere Vladimir a su madre. Por eso, le afectara más a él las palabras de su diario. La familia Arank sufrirá, pero primero será Carmina.

Diannel quería concentrarse en la subasta, ya tenía la fecha y el lugar. Solo tenía que robarle la invitación al vizconde Allan y comprar la estatua con la reliquia sagrada en su interior. Pero eso sería hasta después del festival, el cual era en dos semanas. Las invitaciones se enviaron con prisa pero al tiempo correcto y asistirán no solo nobles de Verlur, sino algunos de la capital. Podrá ser el ducado de bastardos, pero los festivales que ocurren cada cinco años, es la oportunidad perfecta para viajar y conocer los famosos ducados que rodean a la gran capital.

Entonces las dos semanas pasaron, Diannel tenía muchos nervios, pues asistirán enemigos y posibles aliados en la noche. Pero más por el problema que ocasionó sir Hans sobre el sacerdote Elías. Aun estaba furiosa por ese incidente que ocurrio hace unos días.

“No era el momento, primero es mi hermana, luego el Templo. Por eso no tenía prisa en traer a Elías Lombert. Maldito sir Hans, casi lo arruina todo”.

—Mi señora —Susan y Maydi entraron para despertarla— es el 1º día del festival.

—Bien… —Diannel suspiro cansada—. Comencemos.

Como las invitaciones afirmaron, hay una regla de etiqueta para el festival en Verlur. Todos debían vestir blanco y únicamente decorados con flores, lo mismo aplicaba para la máscara. Por lo tanto, si alguien pidiera ver el rostro del duque, sería de inmediato sospechoso. Para eso, Diannel ordenó a los cinco comandantes estar siempre a su lado y del suplente. Pues el engaño sería también para la mayoría del castillo. Solo los comandantes, el mayordomo, la jefa de sirvientas, las doncellas, escolta Arkent y la duquesa conocerían la verdad del suplente.

—¿Cómo quedó Luis? —preguntó Diannel.

—Es como si fuera el duque en persona, mi señora —dijo Susan—. Como anuncio a todos los empleados que despertó, algunos lo creyeron cuando lo vieron hoy.

—Logró actuar tan bien como él. La ayuda de los comandantes fue buena para Luis —le dijo Maydi—. Estoy segura de que nadie en el castillo sospechara. Pero… ¡Olvidemos eso ahora! ¡Solo mírese, mi señora, esta noche nadie podrá opacarla! ¡Luce realmente hermosa!

Diannel se miró al espejo, su vista se dirigió al vestido blanco con flores de tonos rosados, bordados de manera esparcida sin opacar el blanco. Luego, miró el escote en forma de corazón que tenía, las flores eran más pronunciadas en esa parte. Finalmente vio los dos tirantes delgados y sintió el aire en la mitad de su espalda descubierta. Su cabello negro estaba suelto, pocas flores lo adornaban, pero al ser blancas eran notables entre la oscuridad de su cabellera. La joyería dorada destacaba junto a los guantes blancos. El maquillaje era delicado porque sus ojos penetrantes eran demasiado intimidantes. La máscara blanca tenía unas flores acumuladas al lado izquierdo, no eran incómodas y además resaltaba más sus ojos. Un perfecto trabajo de una futura diseñadora que ganara fama por diseños como el que usaba la duquesa ahora mismo. Por eso, la busco varios días atrás para encargarle un vestido que la haga resaltar hermosa y escandalosamente.

“¿Cuándo me he visto así? La mitad de mi espalda está descubierta, mis hombros son visibles y un escote atrevido resalta todo. Pero no me disgusta la mujer que veo en el espejo”.

—Bien, los invitados llegarán pronto.

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Comments

maiy medina

maiy medina

la golpeó???

2024-11-03

0

Bertha Ramirez

Bertha Ramirez

oliver es una basura como esposo

2023-06-08

0

Monikita

Monikita

que desgraciado ya lo odio si el siendo un hijo ilegítimo porque la otra palabra suena horrible debe saber lo que sufren los demás en su misma posición que estúpido cruel fue con esta niña a la que debía proteger como su esposa

2023-05-26

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