Giovanni no tardó en averiguar sobre un buen gremio de información, pero sí le tomó tiempo obtener la ubicación y contraseña. Diannel estaba lista para salir únicamente acompañada de su escolta, hasta que una pequeña figura apareció al final de las escaleras.
—¿María? —Giovanni se adelantó para tomar a la niña en sus brazos—. Se supone que no debes levantarte de la cama, yo iré a verte luego ¿sí?
—Papi… me siento sola… ¿Por qué no te quedas conmigo?
—Ahora debo acompañar a la señora ¿sí?
—Le diré a las doncellas que la acompañen —le dijo Diannel—. No confió en que los demás empleados cuiden bien de tu hija.
—Muchas gracias, mi señora.
María miró a Diannel tímidamente, su padre ya le había dicho quién era la mujer que salvó su vida. Pero a la pequeña le resultaba tan intimidante que olvidaba darle las gracias. Aun así, siempre trataba de hacerlo, a pesar de que terminaba tartamudeando y cansando a la duquesa.
En cuanto Susan apareció, se llevó a María para cuidarla y que pudiera despedir a su padre. De camino al carruaje, Diannel frunció el ceño al ver al mismo capitán que vino del templo Shajdy junto a otros tres caballeros.
—Duquesa —el capitán se arrodillo junto a los otros tres caballeros—, soy el capitán Héctor Gael, estoy aquí para escoltarla.
—¿Cómo dice? —Diannel no ocultó su desagrado ante eso—. Ya deje en claro a todos los comandantes sobre mi escolta. ¿Qué no te lo informaron?
—Claro que sí, mi señora. Pero, un solo escolta no es suficiente para protegerla, ni menos un hombre que lleva el apellido Arkent, por favor…
—Entienda algo, sir Héctor —Diannel lo interrumpió—. Para mí, Giovanni es suficiente para protegerme. Y la próxima vez que trate de hacer esta tontería de ser mi escolta, recibirá un castigo por desafiar mis órdenes.
—No es una tontería, mi señora. Su seguridad es prioridad para todos aquí.
—No estaré acompañada por hombres o mujeres que no tengan la voluntad de protegerme.
—¿Por qué afirma que yo no tengo esa voluntad? Tal vez pase cinco años en el templo y nunca tuve el honor de conocerla antes. Pero, es la duquesa de Verlur y eso es suficiente para mí. Por eso no puedo dejar que su vida dependa de un hombre como este.
—No importa lo que me diga, no dejaré que nadie más que Giovanni se pare a mi lado con una espada a su alcance.
El capitán Héctor quería decir más, pero comprendió que la duquesa no quería escuchar más. Solo la vio subir al carruaje junto a su escolta y partir fuera del castillo. Ya era una costumbre ver que la única persona que salía o entraba del castillo era solo la duquesa y quienes la acompañaban.
El viaje no duró tanto, un par de horas y había llegado a otro pueblo muy poco concurrido por no pertecer a ninguna ciudad. Diannel se había vestido como una persona común, Giovanni no usaba su uniforme y el carruaje no resaltaba. Su escolta la guió hasta un bar vacío. Antes de ingresar, ambos se colocaron máscaras y subieron sus capuchas. El cantinero los guió hacia el sótano en cuanto le dijeron la contraseña.
—¿Cómo debería llamarla? —pronto fueron recibidos por una mujer algo mayor que también usaba una máscara.
—Bella —le respondió Diannel— ¿y a usted?
—Me dicen Azul, algo poco original considerando el sello de este gremio. Entonces, ¿Quién es el cliente? ¿O lo son ambos?
—Solo yo.
Azul invitó a Bella a su oficina, Giovanni no tuvo más opción que quedarse atrás a pesar de su insistencia. Eso le dijo a la informante que su clienta era una noble, pero no de qué tipo.
—¿Té? —le ofreció Azul.
—No —Bella rechazo la bebida—. Quiero ir directo al punto, si no le molesta.
—Para nada, los clientes que saben lo que quieren son nuestros favoritos. Piden todo rápido y saben lo costoso que es eso. Pero no todo es dinero al final, nos fascinan las relaciones de confianza que hasta todos cargamos con veneno antes de ser interrogados —sus palabras confiadas no llamaban tanto la atención como sus ojos fijos en la su clienta.
“Realmente son extremistas con la confianza. Giovanni me dijo que la reputación de este gremio es muy fuerte. No traicionan a sus clientes y son eficientes en su deber. Encontrarlos es difícil, por eso son respetuosos con los clientes que llegan a su puerta. Él se esforzó mucho, debería comprarle un lindo regalo a su hija”.
—Son lindos detalles —hablo Bella—, pero las palabras no son suficientes para demostrar la validez de su reputación.
—Que divertida —Azul sonrió—. Entonces, dígame lo que quiera, yo le digo el precio que conlleva y quedará demostrado que nosotros, el Gremio de Colores, no somos como cualquier otro.
—Son tres cosas las que quiero: información de una subasta, un diario y un hombre que dejó la medicina oficialmente, pero que la práctica a escondidas.
—Qué interesante —Azul tomó nota y comenzó sus preguntas—. Ahora, dígame los detalles.
Diannel quería venganza antes de la paz. Aunque confirmó que su media hermana Carmina no era tan lista, eso no borraba su relación amorosa con el príncipe heredero. Por ende, sabía que ese hombre la tenía en la mira por las minas y el mantener oculto el estado de su esposo. Y su venganza no se reducía solo a una persona. Fuera de los sirvientes en Arank y Verlur, que la trataron mal, estaba el Supremo Sacerdote, alguien difícil de derribar.
“Sé que caerán en el futuro, pero no puedo esperar tanto”.
La duquesa quería verlos muertos antes de que su esposo despertara, así se iría sin problemas. Por lo que, tendría que hacer un trato de igual a igual con el futuro tirano del Imperio Leoveter: el 2º príncipe, el verdugo de sus enemigos. La única forma de pararse frente a alguien como ese hombre, y no morir de inmediato, era tener algo que deseara.
“La reliquia sagrada del primer emperador, la corona que dicta a un solo Emperador”.
En el pasado, luego de un año de que Diannel viviera como plebeya, el 2º príncipe anunció tener la reliquia sagrada: La corona de los diez rubíes. Ese anuncio colocó a varios nobles de su lado y provocó una corta guerra entre ambos príncipes. El templo afirmaba que la reliquia era falsa, debido a que el 1º príncipe los tenía agarrados del cuello por todo lo que hicieron juntos. Al final, la corta guerra la ganó el 2º príncipe, mató a los demás miembros de la familia imperial, cortó las cabezas de los nobles que no obedecieron el mandato de la corona. Finalmente, expuso al Templo como era en realidad y controlándolo con el nuevo Supremo Sacerdote que reemplazo a Yodiveira.
Sabiendo el futuro, Diannel estaba segura de poder adelantar ese destino para el templo y su familia. Pero hasta ella sabía lo difícil que sería derribar a los dos pilares del imperio en menos de un año completamente sola.
“Nada que no se pueda solucionar. Yo trazaré el camino más rápido hacia ese futuro para el 2º príncipe. Entonces, veré en primera fila como mueren ante la espada del tirano”.
Pero Diannel quería jugar. Juegos donde no deba cerrar la boca y ver a los demás retorcerse en la humillación. Ya sean pequeñas bromas o grandes escándalos, quería jugar a todo y reírse sin consecuencia. Después de todo, ¿Qué consecuencias habrá si el tirano los mata a todos? ¿Quién podrá vengarse de ella cuando esté en el único lugar donde nadie podrá alcanzarla? Y para comenzar con estos juegos, quería ver arrastrado a un hombre en específico: su padre. Para que tal hombre se arrastrara, necesitaba un diario especial.
“El diario de Emilia Abby Arank, la madre de mis hermanos”.
El día en que su media hermana Carmina le reveló todo, también le dijo el motivo por el cual no quería verla feliz nunca en su vida. Su madre, la fallecida duquesa, había dejado un diario cerrado, donde relataba toda su vida. No dio muchos detalles de lo que contenían, pero sí dijo algunos que le hizo saber a la Diannel de ahora que debía tener ese diario.
—¡Incluso ibas a robarte a mi madre estando en el vientre de la sucia de tu madre!
—¿De-de que hablas, hermana? —pregunto Diannel en lágrimas en el pasado.
—¡Ella quería adoptarte, fingir que eras su verdadera hija para que nadie supiera que eras una bastarda! ¡Desde el vientre de tu maligna madre ya comenzabas a querer robarme todo! ¡Pero lo evite, no deje que tomaras nada y menos que mi padre y hermano vieran ese tonto diario!
“Emilia Abby Arank era especial para los miembros restantes de la familia Arank. Ella es como la pelota de un perro entrenado, porque moverían sus colas con solo escuchar su nombre. ¿Y tal mujer planeaba salvar mi vida haciéndome su hija? Siento curiosidad de porque iba a ser algo asi, ¿no soy el producto de la infidelidad de su esposo?”.
Diannel calmó su sonrisa siniestra, respiro un poco y hablo como Bella delante de Azul. Y solo dando detalles necesarios, contó sobre las tres cosas que quería. Comenzó con los datos para obtener la Corona de los diez rubíes.
—¿Buscas una subasta de reliquias antiguas en la que esté invitado el Vizconde Allan?
En el pasado, el vizconde Allan había comprado, a un bajo precio, una escultura de los reinos antiguos. Obviamente, era una estafa porque no era auténtica. Pero él tuvo ese adorno un tiempo, hasta que sus pequeños hijos la hicieron caer provocando rajaduras. En vez de enojarse, el vizconde notó de inmediato un rojo brillante y encontró la corona.
Hay hombres que seguro se habrían aprovechado de tener en sus manos una corona que superaba el simple valor monetario. Pero el vizconde Allan no era de esos y se dispuso a dársela a la familia imperial. Solo que sus empleados no cerraron la boca y la noticia llegó a oídos de los dos príncipes. El primero en dar con el vizconde fue el 2º príncipe.
“El vizconde Allan es un noble del ducado Verlur, él vive en la ciudad Donovien. Por eso le di a ese hombre el manejo de la mina de oro en vez de a la familia del 1º comandante. Será un intercambio justo por la fortuna que ya no ganará al dar con la corona”.
—Debo saber el lugar, fecha y hora de esa subasta —aclaró Bella.
—Bien. También nos pide el diario de la fallecida duquesa de Arank y la copia de su llave.
—La llave original la tiene el heredero de la familia, debe guardarla bien. Pero sé que el diario está en poder de la hija del duque.
“Carmina me dijo que no quería mostrarle el contenido de ese diario a nuestro padre y hermano. Y recuerdo como mi hermano mayor atesoraba una llave que le recordaba a su madre. ¿Cómo la obtuvo y porque no dio con el diario antes de Carmina? Eso lo ignoro y me da igual”.
—Podemos conseguir ambas cosas fácilmente. Pero el médico es difícil si solo me da un nombre. ¿No sabe algo más?
—No, solo se ese nombre. Pero no hay problema en que esa información tome tiempo. Lo que necesito rápido es información de la subasta y el diario en mi poder.
—Bien —Azul giró su pluma y de nuevo sacó su sonrisa— ¿Sabe el enorme precio que tendrá todo esto?
Fue cuando Diannel sonrió y supo que ya había dado sus primeros pasos hacia su venganza. Porque si el dinero es todo lo que necesita para cumplir sus deseos, entonces no había problema.
“Soy una mujer excesivamente rica y que no ha gastado su dote y presupuesto en cinco años. Eso y la mina de oro hacen que pueda bañarme en monedas de oro que gastaré a mi conveniencia”.
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Comments
Bertha Ramirez
amo esta novela
2023-06-08
0
Ursula
creo que el secrets de ese Diario cambiara la venganza....los pequeños cambios son importantes también
2023-05-11
0
Jehiel Ortiz Cruz
Modo Perra recargada. me encanta cuando las prota se ponen en ese talante.
2022-12-22
1