La ropa estaba completamente mojada, cada gota de lluvia empapaba todos los rincones de su cuerpo. Una neblina acomodaba el ambiente a su alrededor: una soledad más que familiar para ella. Su estado tan lamentable no le era tan penoso al recordar que son muy pocas las personas que están viviendo cómodas. Y si hay personas felices, al menos sabe que no conoció a la mayoría. Por lo menos, se reconfortaba al saber que todos los que la lastimaron están muertos. Incluso el Emperador, quien hizo de varios lugares un nido de ratas en lucha por comida y techo, estaba muerto desde hace años. Y a pesar de que muchos prometieron mejorar cada rincón del imperio, se les olvidó ciertos lugares como en el que ella vivía.
Sus sueños le habían dicho que moriría pronto y ahora sabia que ese momento llego. Sus huesos frágiles sentían el frío, temblaban sin descanso a pesar del agotamiento. Hoy era el día en que llegó la advertencia: estaba muriendo, sola, débil, en la calle, entre las ratas y la basura.
—Mejor… —se dijo a sí misma para volver a reconfortarse.
Para ella, morir era un regalo a pesar de que por años había evitado la muerte como si de un asesino fuese. Pero ahora se canso y morir le era tan insignificante como todo lo demás.
—Ahora lo entiendo… me odie tanto a mi misma que mi propia muerte no significa nada para mí. Pero ellos… solo pensé en esas personas hasta reírme cada día de sus destinos.
Su padre, sus medios hermanos, su esposo y sus súbditos. A todos ellos les deseo la peor muerte y ya lo estaban, desde hace años. Pero no por su mano, sino por la rebelión y el nuevo emperador de aquel entonces. Eso la hacía lamentarse todavía más, ella los amo a todos sin límites, hizo de todo para recibir aunque sea una mirada y vivir con ese pequeño afecto otro día más. Pero, ¿Qué obtuvo al final? Nada más que una miseria de vida, calumnias, odio, culpa y humillación. No tuvo opción más que huir y fingir ser otra bastarda entre los plebeyos.
Al principio, ella vivió con miedo de que la reconocieran, pero ese temor pasó hacia aquel terror común de las personas en su misma posición: discriminación. Siendo una bastarda, le fue peor entre los plebeyos. No le fue fácil encontrar trabajo, era empujada al suelo cada día como si de una rutina se tratase, si pasaba algo cerca de ella, inmediatamente era señalada como culpable y luego castigada.
En su posición, ser mesera era un regalo precioso que ningún bastardo se atrevería a rechazar. Daba igual los clientes y sus manoseos, los pagos tan miserables, la poca comida y el saco sucio para cubrirte del frío. Todo daba igual si había poco de la vida que la misma fe le negaba: poca comida, poco dinero, poco calor y nada de amor.
Y aun así, sin quejarse de tales condiciones, el dolor la persiguió más. Los manoseos de los horribles clientes aumentaron a extremos terroríficos que la marcaron peor y nadie la ayudó. Suplico a gritos a su jefa, corrió en busca de ayuda hacia los soldados, pagó para que los niños no la delataran en sus escondites y hasta se exhibió como una víctima al público para que le tuvieran lástima. Pero nada sirvió: le daban la espalda, le escupían, maldecían o golpeaban y otra vez era arrastrada por esos hombres.
Lo único bueno que le vio a la rebelión del nuevo emperador fue que dejó en tanto caos al imperio que abusar de una bastarda era lo menos importante. Pronto el hambre, el dinero y el trabajo escasearon. Todo el mundo mataba, robaba o mentía para vivir otro día más con algo de comida. Entonces, ella se unió a esa vida y noto la diferencia que había cuando tomaba un cuchillo antes de dejar que la tocaran. Golpeo y asesinó por las sobras en los suelos y sintió la satisfacción de ganar sobre otros.
Con lágrimas en sus ojos y comiendo un pan mohoso, cerca de un cuerpo inmóvil y pequeño, ella se dio cuenta de la horrible verdad que nunca le dijeron: el débil es quien cae, sufre y muere primero. Ella fue testigo en carne y hueso de que arrastrarte por afecto no daba resultados, porque al final solo fue una broma, herramienta o mal adorno en la vida de los demás. Y siendo una anciana en sus últimos momentos, miro al cielo pensando en el nombre del Dios al que cada habitante del Imperio Leoveter le rezaba:
—Heitor… —extendió su mano al cielo grisáceo con la lluvia interminable— tu mundo es horrible… tus humanos son crueles y tontos… El templo dice que todos los bastardos nunca serán tus hijos o entrarán el cielo a la espera de una nueva vida, pero son mentirosos. Así que, querido Heitor… te veré pronto para burlarme de tu tonto sacrificio por este mundo.
Se contaba a todo niño en Leoveter sobre cómo su mundo pudo perecer ante los monstruos y el Reskemtrod. Entonces, Heitor, su creador, Dios y héroe, murió protegiéndolos. Ahora una anciana se reía de su sacrificio mientras la muerte la reclamaba. Se reía como si fuera lo más estúpido que hubiera hecho aquella deidad. Y tomándolo como un reto, Heitor quería demostrarle lo contrario a aquella anciana dándole otra oportunidad en su triste vida junto a un castigo.
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Updated 125 Episodes
Comments
maiy medina
Más castigo 😳😳🥲
2024-11-03
0
Bertha Ramirez
le dio otra oportunidad junto a un castigo 😪😥😰😱
2024-07-02
1
Faty
tercera vez que leo está excelente historia 😊
2024-03-29
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