CAPÍTULO 5

En el carruaje, la plática continuó entre la duquesa y el mercenario:

—Las doncellas ¿no deberían ser nobles? —preguntó Giovanni.

—Las doncellas que tenía no lo eran, ni siquiea eran tan leales. Ya debes saberlo, soy una bastarda y el ser noble no cambia el cómo me miran. Y lo mismo pasa con los guardias y caballeros.

—¿No quieren protegerla?

—Exacto. Puedo tener escoltas con una sola orden, pero ninguno tendrá la voluntad de protegerme. En cambio tú, Giovanni, aunque sea por una deuda, estas dispuesto a servirme con el honor de un hombre. Por eso, para mi eres mejor que todos los caballeros del Imperio Leoveter.

“Porque al final serás conocido como uno de los mejores caballeros”, pensó Diannel.

—Muchas gracias —le dijo Giovanni sincero y algo avergonzado, pero sin desviar la mirada hacia la duquesa.

Giovanni quiso ser caballero, pero solo llegó a ser un mercenario mal pagado y con una hija a su cargo por el fallecimiento de su esposa. Por eso, para él era agradable y honorable que alguien lo considerara mejor que todos los caballeros del imperio. Solo que estaba demasiado avergonzado por las palabras de la duquesa como para expresarse.

—Daré mi vida por usted —le dijo determinado.

—Eso espero…

“Porque te desecharé si no me sirves. Él es un mercenario que solo me servirá porque salvé a su hija. Por eso, no puedo confiar en él del todo. Ya me dije que solo puedo confiar en mí. No debo dejarme engañar por esa cara agradecida y esos ojos determinados”.

Unas horas después, el carruaje llegó al lugar determinado. Giovanni bajó del carruaje y extendió su mano para ayudar a la duquesa quien no esperaba ese detalle. Lo que quería de él era su habilidad como guerrero para protegerla, pero igual aceptó su mano para bajar. Comenzó a mirar las casas para dar con la indicada. Pensó que eso le tomaría tiempo, hasta que un escándalo llamó su atención que le hizo encontrar a sus futuras doncellas.

—¡Malditas bastardas! —Gritó un hombre mayor, ebrio, desarreglado y sucio— ¡Les dije que debían atender bien al señor y no atacarlo!

—¡Por favor padre, Maydi solo tiene 14! ¡Solo deja que yo haga todo, tengo 20 y no me importa, pero Maydi…!

—¡Eso me da igual! —el hombre pateó a la joven que protegía a la menor— ¡Si el señor las quiere a las dos, pues las tendrá a ustedes dos, par de bastardas!

—¡Padre basta, por favor! —Habló la más joven— ¡Susan, está bien, haré lo que sea pero no quiero que salgas lastimada!

—¡Ustedes me deben dinero, bastardas! —apareció otro hombre con la camisa desarreglada y el hombro sangrando— ¡Me las van a pagar!

Diannel y Giovanni vieron a las hermanas Susan y Maydi siendo golpeadas en plena calle delante de muchas personas. Pero nadie movía un dedo para ayudarlas, con solo oír las palabras bastardas, la gente pasaba de largo o miraba el espectáculo. Luego comenzaron a reírse, los niños tiraban piedras a las hermanas y la gente comenzó a insultarlas por pedir ayuda.

—Ellas son Susan y Maydi —le dijo Diannel a Giovanni—. Tienen una deuda alta por la adicción a las apuestas de su padre. Como sabes bien, es común que algunos padres usen a sus bastardos como desvío de sus deudas y problemas.

—Nunca me gustó ver esto —le respondió Giovanni—. Siempre he creído que todos somos hijos de Heitor, incluso los que nacen fuera del matrimonio ¿Qué culpa tienen ellos de que sus padres no fueran fieles?

“El Templo perdona la infidelidad si se confiesa, pero dicta que los bastardos somos una mancha imborrable en la vida pura de un buen padre. Pero si un bastardo es reconocido por su progenitor y actual pareja matrimonial, el Templo afirma que es un hijo puro de Heitor”.

Diannel avanzó con Giovanni a su lado hasta acercarse a las hermanas. Los insultos pararon, las piedras se detuvieron y las súplicas callaron cuando las dos vieron a una mujer noble. Entonces, las manos de la duquesa se extendieron hacia las hermanas y les dijo:

—Puedo ayudarlas a cambio de su servicio y lealtad, pero sin titubeos ni quejas. ¿Qué dicen?

Susan y Maydi se veían entre sí muy preocupadas. Pensaron en correr por el miedo, pero ¿A dónde irían? ¿Dónde alguien más extendería sus dos manos para ayudarlas? Creyeron que la mujer frente a ellas les pediría cosas horribles junto a maltratos. Pero si podían evitar el dolor, aunque sea por un minuto, para ellas estaba bien tomar esas manos.

—Bien —dijo Diannel—, ahora serán mis doncellas.

—¡Oiga! —Gritó el padre de las hermanas— ¡Esas bastardas me pertenecen! ¡Tienen una gran deuda con este señor!

—Cierto… —le dijo Diannel—, pero no son objetos que estoy comprando, son dos personas que decidieron servirme.

—¡¿Cómo dice?! ¡Si las quiere, pague por estas bastardas!

El hombre iba a golpear a Diannel, pero aunque vio su mano levantada para golpearla, ella no se movió en lo absoluto. Ni siquiera cerró los ojos ante la robusta mano que se acercaba más.

—¡Ahhhh! —Gritó el padre de las hermanas— ¡Maldito infeliz!

Giovanni no esperó una orden, solo vio que alguien golpearía a la señora que juró lealtad y de inmediato actuó. Desenvainó su espada para cortar la mano de ese hombre y vio la sonrisa satisfecha de la duquesa.

—Si estos dos mueren nadie hablará de una deuda —dijo Diannel, luego miró fríamente a las personas de alrededor—. Nadie dirá nada —y con eso la gente comenzó a irse.

—Entiendo, mi señora —respondió Giovanni.

Con gritos de auxilio y perdón, ambos hombres murieron rápido por la mano de Giovanni. Todo a los ojos de las hermanas y muchas personas. Pero nadie movió un dedo para ayudarlos, así como no lo hicieron con las jóvenes bastardas.

—¿Me odian por matar a su padre? —preguntó Diannel con una ligera sonrisa que las hermanas consideraron extraña y algo tenebrosa.

—No —respondieron las dos y luego se lo agradecieron.

Diannel regresó al castillo con las dos jóvenes. Ordenó a Lola que le dieran las habitaciones de doncellas a Susan y Maydi. Eso obviamente la indignó, pero no pudo refutar nada. Las dos hermanas se bañaron con la ayuda de otras sirvientas. Se vistieron con finas telas y pronto comieron delicias culinarias. Ninguna podía creer lo que pasaba, menos que serían doncellas o que les dieran una enorme y elegante habitación que compartir con lujos que nunca soñaron tener.

—La duquesa las llama —dijo una sirvienta mirándolas molesta.

Pronto las hermanas se dieron cuenta que hubo otras doncellas, eso las hizo preocuparse más del porqué tomaron ese puesto que generalmente correspondía a las jovenes de la nobleza.

—Susan tengo miedo —dijo Maydi— ¿Por qué somos doncellas? Somos bastardas.

—No digas más —la callo Susan—. Mientras menos hablemos o sepamos mejor. Solo mira, Maydi, tenemos una enorme habitación, ropa lujosa y mucha comida.

Las hermanas llegaron a la oficina de la duquesa, ahí entraron y dieron un saludo mal hecho. Ninguna conocía la etiqueta, pero Diannel se encargaría de educarlas con esos detalles. Les pidió a las dos que se sentaran en el sofá. Luego se acercó a las hermanas y les dio dos hojas con sus nombres y una historia falsa.

—Ambas serán reconocidas como hijas de un barón sin hijos. El tipo no tiene riquezas pero con su firma ya no serán bastardas. Así no habrá problema para que alguien se queje de que sean mis doncellas. Las dos serán autenticas damas de la nobleza.

—Gracias —respondió Susan mientras calmaba a la nerviosa Maydi—, pero aun no entendemos porque nos eligió.

—Porque no tienen a nadie en su triste y lamentable vida. Tenían la vida hecha pedazos con pesos que no eran suyos. Les salve la vida, hasta su dignidad y de paso les regalo una nueva oportunidad de comenzar desde cero. Todo lo que pido es su lealtad, obedecer mis órdenes sin dudar y nunca traicionarme aun si sus vidas dependieran de eso. O ¿acaso creen que alguien más podrá darles estos regalos? Les diré que nadie lo hará, solo yo, que soy una bastarda como ustedes.

El silencio se apoderó de la oficina, las dos hermanas se miraron entre sí, pero no para pensarlo. En la otra vieron reflejado la firme decisión de ofrecer lealtad a cambio de esa vida que tenían en las manos. Ambas se levantaron y como no sabían inclinarse respetuosamente, solo se arrodillaron con la cabeza agachada para aceptar tal maravilloso regalo.

—¡Prometo servirla para siempre, mi señora! —dijo Maydi nerviosa.

—Haremos lo que usted quiera, no me importa si debo matar a alguien por usted —respondió Susan más tranquila.

“Ellas saben bien el peso del regalo que les di: quitar la mancha bastarda de su vida. Algo que ni yo puedo hacer por mi misma. Acorrale a dos jóvenes ignorantes sin un lugar a donde ir y me convertí en su único refugio Esa ciega lealtad sin cerebro es lo que más necesitaba”.

El momento fue interrumpido por la llegada de Giovanni, las doncellas se sentaron a petición de la duquesa. Ella le mostró una caja al mercenario quien la abrió y se asombró de mirar los colores blancos y grises en un uniforme de escolta de Verlur, pero con algunas diferencias, más una espada lujosa de caballero. Todo para demostrar que él contaba con el apoyo de la duquesa.

—Giovanni, me demostraste que me defenderías sin dudarlo, pero eso que hiciste será menos comparado con las cosas que te pediré en el futuro. Pondré  tu vida en peligro varias veces, pero siempre cuidare de tu hija mientras no me traiciones.

—Jure servirla en el momento en que salvó a mi hija —le respondió tomando la nueva espada—. Y no importa lo que me pida, obedeceré sin dudarlo porque su ayuda y su fe en mí al escogerme me cambiaron la vida.

“No es fe, solo sé que eres fuerte por el futuro que te espera. Pero dejaré que creas en eso”.

—Tal vez no seas un caballero, pero yo ya te dije que para mí eres mejor que todos los caballeros del Imperio Leoveter. Así que, júrame lealtad, Giovanni Arkent.

El deodo de la duquesa señalo hacia el suelo para que el mercenario hiciera el juramento debidamente. Giovanni Arkent desenvaino la espada y la clavó en el suelo, se hinco en una rodilla y miró directamente a los ojos de la duquesa de Verlur para jurar honorablemente.

—Heitor, Divinidad salvadora del mundo, se testigo de mi juramento —tomó la mano de la duquesa y la acercó a sus labios— Mi alma luchará por su voluntad, mi corazón no dudará ante sus palabras, mi fuerza será para sus sueños y mi vida es suya. Todo para Diannel Uma Verlur.

Giovanni Arkent beso la mano de su señora delicadamente mientras pensaba que nada en el mundo le hará romper este juramento. Pues no solo era porque ella salvó a su hija, sino porque por fin conoció a alguien a quien deseaba servir. Ese sentimiento pasó alguna vez, cuando un Giovanni, solo y atormentado por la muerte de su hija, se enfrentó al 2º príncipe y terminó perdiendo. Las palabras que le dijo después fueron suficientes para jurarle lealtad. Sin embargo, ahora ese futuro se ha borrado y esas palabras que conmovieron a un padre sin su hija, ya no eran necesarias para el actual padre que aun podía abrazar a su única familia, todo gracias a su nueva señora.

Finalmente habían llegado el resto de los comandantes. Diannel estaba lista para recibirlos, atendida por dos leales doncellas y protegida por un espadachín habilidoso. Avanzó firme hasta el salón de reuniones donde vio a cinco hombres sentados y mirándola fríamente.

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Comments

Faty

Faty

Si, me gusta, me gusta eso de que no confíe en nadie, es mejor así

2023-05-30

2

Cristina Botello

Cristina Botello

esta excelente desde que empecé a leer lo unico que te fallo fueron las imagenes

2022-12-07

0

Ana Fernandez

Ana Fernandez

cuando los celos y el deseo se convierten en desprecio e hipocresía

2022-12-03

1

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