“Celia Leins se lució”.
Ese era el nombre de la futura líder de la moda, una simple costurera nada popular en verlur. Pero en el futuro, sería reconocida como una gran modista. Como esa información era pública en los periódicos, fue fácil encontrarla. Diannel pensó que la costurera la rechazaría al ser bastarda, pero en su lugar, admiro su belleza y dijo que haría un vestido inolvidable.
—Wao —se expresó Giovanni— Mi señora… usted realmente se ve hermosa.
—¿Todo está listo? —preguntó Diannel.
—Ah… si, mi señora. Por ahora todo parece ir bien en el salón principal. Cada guardia tiene un ojo en los nobles sospechosos y en los sirvientes.
—Bien. En el momento en que alguien de la servidumbre hable con un noble más de la cuenta, debe ser arrastrado fuera del salón.
—Mi señora —Susan la detuvo un momento— tenga su máscara.
—Gracias —Diannel se colocó con cuidado el antifaz— Maydi, llama a… mi esposo.
—Sí, mi señora.
Casi todos los invitados estaban en el salón, la hora acordada ya había pasado. Más personas llegaron al castillo pintoresco con luces y adornos por fuera. El interior no era distinto, telas blancas colgadas en los techos junto a flores frescas que dejaban caer sus pétalos. Las mesas redondas tenían resplandecían con el plateado y su centro eran rosas de un color distinto en cada mesa. Y todo eso era lo que Carmina tenía planeado para el festival del invierno en su ducado.
Cuando la princesa de Arank recibió la invitación del ducado Verlur, creyó que era una carta de disculpas. Pero de inmediato noto el blanco, flores y antifaz decorados en la carta. Aunque las máscaras no formaban parte de su plan, si lo hacían el blanco y las flores.
—¡Esa maldita! —Carmina lanzó un jarrón al suelo asustando a sus doncellas— ¡¿Cómo pudo saberlo?! ¡¿Esa bastarda robó mi idea?!
—Mi niña —entró su niñera: la señora Alba Sanler— ¿Pero qué hace? No es el comportamiento de una princesa ducal.
—¡Nana! —Carmina lloró a pesar de ser algo mayor— ¡Esa bastarda hará su fiesta con el tema que tenía planeado! ¡No entiendo cómo pudo saberlo! —Grito fuerte— ¡Lo mantuve en secreto, compré las cosas sin que nadie lo supiera! ¡Todo iba a ser una sorpresa y ella lo arruinó!
—Mi niña no… es imposible que lo supiera. No tiene forma de saberlo, ella está lejos…
—¡¿Y por qué su tema es igual al mío?! ¡Ella ya envió las invitaciones, su festival es antes del mío! ¡Y si hago todo como lo tenía planeado, dirán que la copie!
—Mi niña, averiguaremos cómo se filtró la información, pero ahora de recomponerse. Esta actitud que muestra le da la victoria a esa rata.
—Tienes razón… —Carmina ya no gritó, pero su rostro no mostraba serenidad— si ella supo de mi tema, apuesto que sabrá cómo me veo… ¡debe haber un espía aquí!
Obviamente no había espía entre la gente de Carmina, al menos no de Diannel. Pero la rabia que sentía la hizo dudar de la gente que la acompañó desde la niñez, como sus doncellas.
—¡Ustedes! ¡Solo ustedes me acompañaron a los salones y me ayudaron con todo el papeleo!
—Princesa Carmina, la hemos acompañado siempre… —intentaron defenderse.
—¡No me salgan con eso, malditas traidoras! —Carmina las atacó a ambas, suplicaron ayuda pero ninguna sirvienta se movió— ¡¿Cuánto les pagó esa bastarda para robar el tema en el que trabaje por un año entero?! ¡Es mi esfuerzo, solo mío! ¡Y ahora ella se lo quedará todo!
Carmina era conocida como una belleza inocente y algo coqueta. Su cabello rojo y ojos verdes la destacaban como una aunténtica princesa ducal. Tenía más experiencia en la sociedad que el resto, sabía cómo ganarse el aprecio de los demás. Su rostro siempre mostraba facciones delicadas y gestos hermosos. Pero ese día, delante de sus doncellas, una invitación deformó esas facciones. Lucia tan aterradora gritando con sus labios rojos, sus ojos verdes eran oscuros, había líneas nada elegantes cuando fruncía el ceño y no podía evitar escupir al gritar.
—¡No puede ser! —Carmina se cubrió la boca— ¡Nana me vieron, me vieron fea y horrible! —y lloró en los brazos de la señora Alba— ¡Les dirán a todos que soy fea!
—Eso no sucederá, mi niña —Alba la tranquilizo—. Ninguna de ellas hablará.
Las doncellas fueron arrastradas hacia su muerte. Y nunca pararon de gritar que no traicionarían a su princesa Carmina por la bastarda a la que molestaron por tantos años.
—Mi niña —Alba comenzó a hablarle directamente—, no puede dejarse ganar así. Debe opacar a esa rata en su propia fiesta. Use el vestido que planeaba usar en su festival.
—¡No puedo! —Carmina se desesperó— ¡Trabaje mucho en ese vestido!
—No puede usarlo en su festival. El blanco y las flores ahora es el tema de esa rata.
—Pero no hay tiempo… Nana… Planeé el blanco y las flores por un año entero. ¡Todo estaba listo y ahora resulta que ella hará lo mismo!
—¿Qué es este escándalo?
—¡Her-hermano!
Vladimir estuvo esas dos semanas pensando en el diario y en todo lo que decía. Entendió el motivo por el cual Carmina se lo escondió, pero lejos de comprenderla, la odio aun más. La relación entre ambos hermanos estaba completamente muerta.
—¿Acusas a una duquesa de robarte la idea? Seguro estuvo más ocupada con su festival como para pensar en ti. Además, la seguridad de nuestro castillo es inquebrantable, si afirmas que hay espías, es como si te burlaras de mi trabajo.
—¡No! Her-hermano no dije eso, solo es que…
—Le dije a padre que el festival de invierno era demasiado para ti. Alguien más pensó lo mismo que tú y solo tuvo la suerte de que su festival fuera antes que el tuyo. ¿Dejas que una casualidad te rebaje a este nivel?
—Joven duque —intervino Alba— si me permite…
—No te permito nada, Alba, y ya te dije que no quería verte. A diferencia de ti, no le tuve fe a alguien como ella. Así que hice unos preparativos para el festival en caso de que fallara. Y no me equivoque. ¿Blanco y flores? Aceptaré que el blanco es una extraña coincidencia, pero ¿flores? Nos tocó el invierno, no la primavera.
—Ya lo sabía, pero yo quería…
—Querías molestarla y eso casi arriesgas la reputación de nuestra familia.
Carmina no pudo decir nada más, solo tuvo que renunciar a la planeación del festival. Su hermano mayor se retiró luego de advertirle que se comportara. No soportaba más ese tono de odio.
—No te pareces en nada a nuestra madre, Carmina.
La princesa de Arank explotó en cuanto su hermano se fue, grito, lloro, rompió todo a su alrededor mientras maldecía a Diannel. Aunque ya había perdido su oportunidad de hacer el festival de invierno, siguió el consejo de su niñera: opacar a su hermana en su propio festival. Y como lo tenía planeado, para otra noche que nunca sucederá, Carmina usó su vestido blanco con rosas rojas, su cabello lo peino en una media cola, la máscara era blanca pero con rosas rojas a los costados.
“El rojo resalta, yo resalto. Soy la futura emperatriz escogida por el príncipe heredero. Y al final, Diannel no es más que una sucia bastarda y esta noche se lo dejaré en claro”.
—¡El joven duque Vladimir Terry Arank y la princesa Carmina Alí Arank!
Los comentarios que resaltaban a los hermanos no pararon porque Carmina tenía razón: el rojo resalta. Pronto la princesa de Arank fue rodeada por sus conocidas que alababan su belleza y su vestido. Aunque le dolió el cómo su hermano la soltó bruscamente para irse hacia otro lado.
—No hay duda de que nadie podrá opacarla. Ni siquiera esa bastarda podría igualar su nivel.
—Sin duda se ha robado la atención de todos. No imagino la vergüenza que sentirá esa bastarda cuando aparezca.
—Por favor, señoritas —habló Carmina luciendo gentil—, sigue siendo mi hermana y aunque sea, se merece un saludo cortés.
—Que amable es, princesa Carmina.
“Exacto ¡Yo soy mejor, más hermosa, elegante y noble! ¡Soy amada por el príncipe heredero! Pagarás por quitarme a mi hermano y te juro que no tendré piedad por destrozar mis esfuerzos”.
—Me pregunto a qué hora bajará mi hermana —dijo Carmina—, ni siquiera el duque hizo presencia —sonrió triunfalmente.
Carmina no sabía el porqué no se anunció la muerte del duque Verlur. Trato de contactar con Mera y Aylin, pero con el castillo cerrado, no podía hacer nada. Lo más ideal habría sido informar al príncipe heredero sobre haber perdido contacto con sus espías. Pero ella no quería preocuparlo, para ella, su cuñado bastardo estaba muerto y su tonta media hermana no podría hacer nada. Ni el aislamiento del castillo, la actitud de Diannel, el diario que le robó y la continuación del festival levantaron sospechas. Porque aún mantenía ese pensamiento sobre la duquesa bastarda:
“Ella es estúpida, no podrá hacer nada más que esconderse. No debo preocuparme por nada, estoy segura que todo saldrá bien. Porque no pueden ocultar la muerte del duque”. Inconscientemente, la seguridad de Carmina se fue cuando recordó las palabras de Diannel:
—¿Por qué mi esposo no debería estar bien?
“No, ella es demasiado tonta y está en mi poder mientras le de algo de afecto. Siempre ha sido así, Diannel es como un perro horrible que soportaría patadas con tal de que no la abandone. No tiene a nadie más en el mundo que a mí. Ella misma lo decía una y otra vez”.
—¡Lo siento, hermana! ¡Te juro que no volveré a fallarte! ¡Pero, por favor, no me dejes!
“Patética hasta el final, Diannel. Incluso siendo una duquesa y amada locamente por un hombre poderoso, no dejaste de ser mi mascota. Y es que tú estás condenada a besar el suelo que piso, acariciar las heridas que te ocasione y llorar de alegría al decirte que te quiero”.
Carmina siguió platicando mientras pensaba en el príncipe heredero. Pero esa fantasía se interrumpió cuando anunciaron la entrada de los duques de Verlur. Y no faltaron los comentarios de las dmas sobre cómo la duquesa bastarda había perdido el protagonismo sin duda.
—¡Entran el duque Oliver Hanz Verlur y la Duquesa Diannel Uma Verlur!
La sonrisa de Carmina desapareció junto al brillo que la hacía destacar entre todos. Pero no fue porque anunciaron a un hombre que ella creía muerto, sino porque la opacaron.
—No-no puede ser… —susurro Carmina totalmente incrédula.
Diannel bajo acompañada de su supuesto esposo, ambos luciendo el blanco y las máscaras. Pero fue ella quien más llamó la atención para la gran mayoría: su vestido blanco se veía ligero y mágico al brillar como estrellas, los bordados rosados resplandecían como si los hilos fueran joyas. El atractivo de la duquesa de Verlur sonrojo a varios hombres al ver su escote y hombros, aunque luego se perdieron en su cabellera negra y sedosa.
¿Quién opaco a la anfitriona de Verlur? Nadie, porque nadie brillaba ni lucía tan atrevida y seductora como ella.
Su andar elegante, su mirada al frente y sonrisa orgullosa dejó mudos a todos. En esa mujer no había rastros de la sumisa bastarda. Y eso lo notaron otras personas que miraban al duque, un hombre que ya debería estar muerto según el último informe de sus espías desaparecidos.
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Comments
Bertha Ramirez
siiiii, la venganza es un plato que sabe mejor frio😈😈😈😈
2024-07-02
1
Laura Buitrago Rozo
que horrible persona
2023-10-17
1
juana cova
Uupsi, Yodiviera... te gusta una mujer ajena huuuu
2022-10-27
6