Deja de ser tan...

Capítulo veintiuno

Al despertar él ya no estaba en la cama, había ropa para Camila. Ella se levantó y se dio cuenta de que era nueva. Se vistió sintiéndose extraña, ya que le quedaba muy bien.

¿Habría sido él quien la eligiera?

Al salir del dormitorio escuchó la voz de Lisandro que provenía de la cocina. Estaba hablando por teléfono sentado frente a la barra. Camila notó que parecía estar leyendo el diario y tomando un café antes de eso. Por lo que se sirvió uno para ella mientras él colgaba.

—No quiero que me compres ropa —dijo ella al notar que él ya tenía toda su atención.

Sin saludarla o darle un beso salió de la cocina.

¿Le habría molestado lo que Camila le había dicho?

Unos minutos después él regresó. Llevaba consigo la ropa que le había quitado el día anterior. Era claro que no podía volver a usarla porque la había roto al desnudarla, algo de lo cual Camila no se había dado cuenta.

—Buenos días —dijo y la besó en los labios. Dejó la ropa sobre la mesa y volvió a su café.

Lisandro le aseguró que lo iba a tener en consideración para la próxima. Pero estaba seguro de que ella necesitaba algo para ponerse por su descuido. Bebieron el café en silencio mientras ella veía su teléfono. Él notó que se le hacía tarde para llevarla a su trabajo, por lo que le preguntó si ya se había decidido.

—¿Decidir qué? —preguntó ella.

—¿Vas a trabajar conmigo? —preguntó él un poco ansioso.

Camila le explicó que le faltaba poco para terminar su pasantía, por lo que prefería hacerlo con su actual bufete. Si la propuesta laboral seguía después de los tres meses que le quedaban, lo iba a pensar. Lisandro no estaba conforme con su respuesta. Aun así, no dijo nada más sobre ese tema y la dejó en la puerta de su trabajo. Ese día ella estuvo mucho más relajada, aunque había dormido poco más de tres horas. Estar con él nuevamente la llenaba de energía.

—Se la ve de buen humor, señorita Fernández —dijo Leonel —deja de molestarme.

—Sabes que odio que me llames por mi apellido —le dijo ella con una gran sonrisa.

Leonel se había recibido hacía unos tres años y ahora era socio de la firma. Había estudiado en el extranjero, pero había vuelto cuando su madre enfermó. Era un buen chico y siempre la hacía sentirse como en casa. Ella se sentía muy agradecida, ya que su incorporación había sido de último momento.

—¿Qué tal la pasaste ayer? —preguntó Leonel con curiosidad.

—No sé a qué te refieres —le dijo ella

—Vi que te ibas en un BMW —dijo él con una gran sonrisa en su rostro—. Supongo que tu novio tiene buen gusto en automóviles y en mujeres.

—Deja de decir tonterías. Él no es mi novio —dijo ella avergonzada por qué los hubieran visto.

—Como digas, tu rostro dice lo contrario, pero voy a poner en tela de juicio mis instintos. Además, parece que sea lo que sea te hace bien y eso es lo más importante —le aseguró él, y le dejó los documentos que ella tenía que revisar.

En ese momento sonó su teléfono. Ella había olvidado ponerlo en silencio. Miró a su jefe y luego su teléfono.

—Atiende, seguramente es tu novio. Perdón, tu amigo con buen gusto —bromeó Leonel y se fue.

Camila puso su teléfono en silencio antes de comprobarlo. Era un mensaje de Lisandro que decía que quería verla por la noche. Ella le respondió, según el contrato verbal que habían hecho no les correspondía esa noche. Después de enviarlo sonrió con malicia.

Al darse cuenta de que estaba en el trabajo miró a su alrededor, pero por suerte nadie la vio. Quería hacerse un poco la difícil, pero él no le respondió. Le molestó un poco su actitud, así que arregló con unas compañeras para salir a beber unas copas.

Por otro lado, estaba segura de que debía hablar con Lisandro acerca de su trabajo. No era bueno que la viniera a buscar a la puerta. Ya que las personas podían empezar a sacar conclusiones sobre ellos. Algo que ambos querían evitar, respecto a la exposición pública.

El día laboral concluyó y cuando ella estaba saliendo vio a Leonel en la puerta. Estaba arrancando su motocicleta.

—¿Quieres que te alcance? —le preguntó, pero ella le dijo que no.

Ya que iba a ir a beber con las chicas.

—Ahí sí que no me meto. Deben ser terribles ustedes ebrias —les dijo al ver salir a las demás. Todas sonrieron y se despidieron de él.

En el bar una de las chicas mencionó que Leonel le parecía muy atractivo. Otra de ellas  comenzó a hablar de su otro jefe. Camila solo sonreía. Algo que le causaba gracia, ya que todas coincidían en que sería genial estar con su jefe. Como ella lo estaba sabía que no era tan maravilloso como parecía.

Camila tenía mucho pendiente, por lo que fue la primera en abandonar la mesa. Las chicas se molestaron un poco, pero, aun así, le permitieron irse. Al volver a su casa vio el automóvil de Lisandro estacionado en la puerta.

—¿Qué pasa? Pensé que nos íbamos a ver los lunes, miércoles y viernes —dijo ella y se rio. Estaba un poco ebria.

Él estaba muy molesto. La hizo entrar y empezó a andar. No solo la había estado esperando por más de dos horas, sino que cuando la había llamado ella no le había respondido.

—¿A dónde vamos? —preguntó ella, y Lisandro le dijo que a su casa. Camila le dijo que tenía mucho trabajo pendiente y él la fulminó con la mirada—. ¿Por qué me miras así? Si fuiste tú el que puso la condición de los días.

—Quiero estar contigo hoy —dijo Lisandro y ella le volvió a hablar de trabajo.

Él se negó a llevarla a su casa en ese estado. Aunque no le dijo nada por cómo ella lucia.

—No se trata de lo que quieras tú. Yo no voy a ser tu esclava sexual —dijo ella molesta.

Él la hizo entrar a su departamento a la fuerza. Ya ahí le pidió que se fuera a la ducha, ya que se encontraba ebria y así no iba a tener una conversación con ella.

—Solo fueron unas copas. Te comportas como un ogro —dijo ella tratando de sonar graciosa, pero a él no le gustó.

No podía verla en ese estado. Pensar en que otro hombre pudo haberse aprovechado de ella lo ponía histérico.

—Quiero que esto funcione, pero si vas a comportarte como una pendeja no sirve —dijo él muy molesto.

Autora: Osaku

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