Capítulo seis
—Creo que con una copa más de vino podrías convencerme —dijo ella y sonrió. Aunque ella solo buscaba un poco de complicidad en él, no se dio cuenta de que Lisandro no era esa clase de hombre. Tal vez las edades hacían que en cuestiones de conquistas estuvieran a distintos niveles.
¿Qué era lo que Camila le había querido decir? Lisandro pensaba que tal vez la joven no se sentía lo suficientemente sobria como para gustar de él, algo que claramente terminaba siendo un insulto a su masculinidad. Hacía tiempo que una mujer no lo hacía sentir así de inseguro y molesto a la vez. ¿Él no era capaz de excitarla sin estar ebria? No podía ser eso posible, e iba a demostrárselo.
Ella tomó la copa de vino, pero antes de poder beber su contenido, él la abrazó por detrás. Colocó su mentón por encima de la cabeza de Camila. Ella se quedó inmóvil, lo que hizo que Lisandro sintiera un poco más de confianza. Sabía que si se equivocaba terminaría con una demanda por acoso, y no estaba dispuesto a irse a dormir sin haber probado primero a esta deliciosa mujer.
Él no era de los que se rendían cuando algo le gustaba. Y Camila sí que le gustaba. Hacía tiempo que no se sentía retado al conquistar a alguien. Y si había sido capaz de convencer a un jurado de un triple homicidio solo con dos láminas de evidencia circunstancial cuando no existían las muestras de ADN, estaba seguro de que podría convencer a esta joven de aceptar pasar la noche en su cama. O tal vez en la mesa de su comedor, no es que a él le preocupara donde iba a fornicar con ella. Presentía que era de las que gritaban cuando llegaban al orgasm*.
A continuación, deslizó sus manos tibias por la cintura de la muchacha. Acariciando la piel de su abdomen mientras que acercaba su rostro al cuello de la joven y sus labios le propiciaban pequeñas y delicadas caricias tibias. Las cuales se daba cuenta de que a Camila le gustaban por cómo su respiración empezaba a cambiar. Por lo que se animó a llevar sus labios hasta la oreja de Camila.
—Si me das unos minutos no hará falta la copa de vino —dijo él susurrándole al oído con esa voz profunda que la ponía a mil.
Lo había hecho infinidad de veces y casi todas las mujeres habían reaccionado ante su profunda voz de inmediato. Sin embargo, esta vez pudo sentir cómo sus palabras hacían que esta mujer se estremeciera y su cuerpo respondiera a través de su piel cuando esta se erizara instantáneamente después de escucharlo. Estaba seguro de que no era por frío, ya que sus manos estaban tibias y había ajustado la calefacción para que hiciera calor dentro del departamento.
La canción que se escuchaba de fondo cambió y de repente comenzó “Kiss Me”. Lisandro sonrió levemente mientras le propició un delicado beso en el cuello a Camila. Esta sintió cómo una corriente eléctrica atravesaba su cuerpo. Era la primera vez en años que un simple beso la hacía sentirse así. Él apartó el vino de su mano y lo depositó sobre la mesa ratona para casi instantáneamente, pero con tranquilidad volver a ella. Acercó el rostro de la preciosa mujer a sus labios, pero no la besó. Ella se sorprendió, ya que en un instante lo tenía tan cerca que podía sentir la mezcla de sus alientos.
—¿Me darás la oportunidad de hacerlo? —preguntó él mientras tomaba el rostro de Camila con sus manos. Esperaba que ella le dijera que sí, pero no lo hizo.
Camila no solo no respondió la pregunta de Lisandro, sino que también cerró los ojos. Él quedó desconcertado, ya que era muy importante para quedarse tranquilo, que ella dijera mínimamente que sí.
Camila esperó ese beso cargado de deseo que sabía que la haría estremecerse nuevamente y volverse una con él, pero que nunca llegó. ¿Por qué no la besaba? Pensó ella con impaciencia, cada segundo se volvía una tortura. La realidad era que deseaba a este hombre desde el primer momento en que lo había visto y ahora era capaz de tener un poquito de él; sin embargo, Lisandro seguía negándoselo.
Camila se sentía segura de sí misma como mujer, lista para hacer lo que fuera necesario para intentar satisfacer a un hombre como Lisandro. Sabía que sería un reto para ella porque no solo su edad los alejaba del conocimiento de las prácticas, sino que era probable que él hubiera estado con muchas mujeres incluso antes de que ella naciera. Y lo que le resultaba más ilógico era que las palabras de este hombre le habían hecho recuperar la confianza que siempre había llevado oculta en su interior. Sabía que era una mujer atractiva, se sentía así. Entonces, ¿Por qué simplemente no avanzaba contra ella?
—Me muero de ganas por probar esos preciosos labios. Pero necesito tu consentimiento para poder hacerlo —le mencionó Lisandro con la voz ronca mientras la veía con deseo y ya se imaginaba dentro de ella.
Solo tenía que decirle que sí y él le daría la mejor noche de toda su vida. Sin embargo, ella prefería torturarlo un poco más, pensó él. Era malvada y aunque eso le gustaba, la haría pagar por ello cuando la tuviera completamente desnuda.
Por el contrario, Camila se preguntaba… ¿Era posible que Lisandro tuviera la capacidad de controlarse de esa manera en ese momento de deseo? Intentó responderse a sí misma. Tal vez era porque no estaba sintiendo lo mismo que ella. Si él la deseara como ella lo hacía, ni le hubiera preguntado nada y ya la tendría desnuda en su cama. De todas maneras, ella no estaba haciendo nada tampoco y se moría de ganas de besarlo. Así que no era una buena manera de comparar el deseo que ambos estaban sintiendo por estar con el otro. Por lo que trató de poner la mente en blanco y seguir esperando que ese beso llegara.
—Cariño, me estás volviendo loco ¬—dijo él, mientras que continuaba inmóvil frente a la joven que tanto deseaba.
Contenerse en ese momento había sido casi una tortura para Lisandro. Si bien el rostro del hombre se caracterizaba por no reflejar sus emociones. Por dentro sentía que iba a explotar, ya que todo su cuerpo estaba listo para poseer a esa mujer y hacerla disfrutar como nunca en su vida.
—¿Por qué necesitas que te diga que también lo deseo? —preguntó ella abriendo los ojos —¿No notas que yo también lo quiero?
Preguntó Camila con algo de enfado. No quería sentirse avergonzada al decir lo que pensaba. Y aunque lo había hecho a modo de pregunta, parecía que eso no bastaba para Lisandro. Esto la llenaba de impotencia.
—Puedo percibir muchas cosas —dijo Lisandro con una leve sonrisa cargada de deseo desenfrenado —Pero ambos hemos bebido y si hacemos algo tiene que ser porque los dos lo deseamos y no porque te dejaste llevar en un momento de ebriedad. No me gustaría que mañana te arrepintieras y sintieras que me propasé contigo debido a la situación.
A Camila no le gustaba lo que estaba escuchando, pero él tenía razón. Cuantas veces las personas cuestionaban su accionar por estar ebrios. Sobre todo, en los casos de abuso sexual que había visto en la facultad. Que este hombre le diera una lección de abogacía y moralidad no mitigaba el deseo que sentía por estar con él. Y eso era sorprendente, ya que, con su novio, por mucho menos lo habría dejado con ganas una mamada.
—¿Tanto piensas? —preguntó ella mientras se alejaba un poco de él, le molestaba tener que ser ella la que dijera que lo quería, que lo deseaba.
¿Por qué simplemente no la besó? Se preguntó molesta. Ella era muy tímida, por lo que decirlo implicaba mover muchas cosas en su interior.
—¿A caso dar tu consentimiento cuesta tanto? Soy abogado, pequeña. Y aunque me muero de ganas de besarte y más. Creo que, si no estás preparada para darme un sí, tal vez lo mejor sea que no hagamos nada —dijo con calma, aunque estaba rabioso.
Él se apartó y fue a buscar unas mantas para que ella estuviera cómoda para dormir. Camila estaba sorprendida. Había arruinado la oportunidad de estar con alguien como Lisandro. Solo por no decir la palabra indicada. Era una tonta y lo sabía. Su orgullo, su tonto orgullo. Tal vez era lo mejor, después de todo él era su jefe.
Poco a poco empezaba a recuperar la cordura. Un momento de calentura había hecho que estuviera dispuesta a ser una más en la lista del hombre más poderoso de la ciudad. Algo que seguía sin molestarle y no entendía por qué su cerebro le mencionaba eso como justificación para ser tan cobarde.
Lisandro le mostró la habitación donde ella iba a dormir. Se encontraba muy serio. ¿Se habría enojado porque ella no había seguido con el coqueteo? Era algo que le preocupaba a Camila.
El dormitorio estaba al lado del living y no era el de Lisandro. Las sábanas y el edredón eran blanco. Aunque era una cama de dos plazas y estaba decorada de manera impresionante, no le llamaba la atención a Camila. Solo podía pensar en lo rico que habría sido estar con Lisandro sobre esa cama mientras que él la besara. Poder sentir el roce de su lengua, sus labios, sus suaves caricias… su virilidad. Creer en él haciéndole cosas la había excitado de una forma que nunca creyó que podría.
Sin querer, la mano de Lisandro rozó a Camila y su cuerpo reaccionó a su contacto. Ella se dio vuelta y lo besó en los labios. No le pidió permiso, no le dijo que estaba dispuesta a probar, ni nada. Solo se dejó llevar. Ninguno de los dos supo cuánto duraron sus bocas entrelazadas. En silencio agradecía que su cerebro le hubiera permitido actuar. Ya que si no se las habría hecho pagar de alguna manera.
Camila notaba que él tenía una extensa experiencia en ese campo, puesto que los besos que le daba eran extremadamente excitantes y habían provocado que todo su cuerpo temblara. Lo que la hizo preguntarse
¿Sería tan bueno en la cama como lo era besando?
Al separarse para tomar aire, Camila sintió cómo los labios le ardían por el calor y la presión que él había ejercido al hacerlo.
Volvió a besarla mientras que recorría el cuerpo de la joven con sus manos. Sus carias la llenaron por completo, el cosquilleo en su interior era abrumador. La respiración de ambos se aceleró y Camila lo notó. Se dio cuenta de que nunca había deseado tanto a un hombre. Durante mucho tiempo había pensado que tal vez era frígida, o hasta incluso asexual, ya que nada de lo que había probado con su ex le había causado un mínimo de deseo. Sin embargo, esta noche se estaba volviendo por mucho la más excitante de toda su vida.
—Camila ¿Qué estamos haciendo? —le preguntó Lisandro al darse cuenta de que estaba listo para desnudarse y dejarse llevar por el momento.
Esto no estaba bien. Él no era así con las mujeres. Normalmente, él llevaba la iniciativa, pero de manera que el consentimiento de la otra parte fuera específicamente verbal. Sabía que legalmente ella podría acusarlo de abuso. Por lo que tenía que estar seguro de lo que hacía. Además, ella era una pasante que no conocía lo suficiente. Una chica que tenía la mitad de su edad. Seguramente no sabía ni que era lo que quería para su vida. Y lo había besado al punto de hacerle perder por un instante la cordura.
—Pensé que era lo que querías —dijo ella sorprendida.
¿Qué era lo que le estaba planteando? ¿A caso estaba loco? Era más que obvio lo que estaban haciendo, se estaban besando y más que eso. Se comían la boca el uno al otro, se devoraban. De la mejor manera que Camila había experimentado.
—Claro que quiero besarte. Pero no parece que estés segura de querer esto —dijo él odiándose por ser así.
Otro hombre en su lugar solo habría tomado lo que deseaba de ella y la hubiera dejado agotada de tanto poseerla. La habría desnudado mientras la besaba y la habría tomado con fuerza. Ya que ella había sido al que lo había besado primero. Sin embargo…
Autora: Osaku
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Comments
Luna_Jago
💜❤️💜❤️
2024-11-18
1
Eret Lopez
AUTORA Se está haciendo MUYYYYYY LARGOOOO por un beso y un abrazo
2024-09-15
1
Elvira Fretes
vaya Lisandro, te sentís un poco perdido con Camila
2024-09-04
1