Capítulo tres
Después de una terrible noche en la cual Camila perdió no solo a su novio, el cual había resultado ser un maldito desgraciado. También había sido echada de su departamento por ese infeliz. Y como para finalizar, hasta se había quedado sin trabajo después de insultar al dueño del estudio jurídico donde se encontraba haciendo su pasantía. Ya que lo había tratado como si fuera de la clase de tipo que sucumbe al deseo de los servicios de una prostituta. Si Camila le contara eso a alguien, no había podido creer que todo ocurrió la misma noche y en menos de dos horas. Cosa que ni ella entendía, por qué encima de todo le habían robado el teléfono celular. Por lo que después de todo, era de esperarse que la joven no esperara que nada bueno le pasara. Ya que por cómo la lluvia había caído sobre ella parecía un palito estropeado.
—¿Le gustaría que la alcanzara a algún lugar? Aunque no deseo privarla de sus placeres nocturnos, de ir bajo la lluvia insultando a las personas —dijo él con una sonrisa que hizo que Camila se sonrojara —No es que quiera meterme en su vida, pero si sigue así se va a terminar enfermando.
Ese hombre no solo era increíblemente sexi, sino que también era demasiado atento, según la perspectiva de Camila. Para ella había resultado ser como su ángel salvador. Aunque después de cómo se había comportado le daba un poco de vergüenza aceptar su ayuda. Por lo que intentó decirle que no era necesario, aunque sabía que sin él las cosas malas que su suerte le habían propiciado continuarían. Pero ahora, después de años de ser solo un individuo modesto y humilde, se había vuelto una chica orgullosa.
—Gracias, pero no quiero causarle…—intentó decir ella; sin embargo, una ráfaga de viento la hizo comenzar a tiritar con más fuerza.
El doctor Cuartuco hizo caso omiso a las palabras de la joven y abrió la puerta del automóvil para que ella entrara. Camila se había resignado muy pronto. Había pasado por demasiadas cosas ya para una noche. Ella se acercó; sin embargo, cuando vio el asiento del coche se detuvo.
—¿Qué está esperando, señorita Fernández? —preguntó él con curiosidad, ya que la joven parecía estar pasándola muy mal.
—Es que estoy empapada. Voy a arruinar el asiento de su Mercedes Benz —dijo ella al notar que era un automóvil muy costoso, el de su jefe.
El doctor Cuartuco se quitó el cinturón de seguridad y se sacó su chaqueta para apoyarla en el asiento del acompañante. Para Camila esa no era una mejor opción porque esa chaqueta valía lo que ella ganaba en un año. Aun así, no quería que él se impacientara, por lo que finalmente se sentó.
—Dígame a donde quiere que la lleve —dijo él con tono amable mientras regulaba la temperatura del vehículo para ayudarla a que dejara de tiritar.
Camila le dio la dirección de la compañera que vivía cerca de ahí. Ya que si le pedía que la llevara hasta la casa de su amiga Guadalupe no solo sería un abuso de su amabilidad, sino que también le daba tiempo para conversar y era algo que no tenía demasiadas ganas de hacer después de todo lo ocurrido.
El vehículo arrancó y ella sintió una puntada en su pecho. Tenía mucho frío y no había notado cuán pálida estaba hasta que se vio por el espejo retrovisor. Su cabello estaba pegado a su rostro y sus labios parecían tomar un tono levemente azulado. Su piel, la cual no era del todo clara, sino con un leve bronceado, se veía blanca, amarillenta. Toda ella se sentía horrible frente a ese hombre, en ese momento específico. Tal vez otro día, de otro modo, con otra ropa y en otras circunstancias, podría sentir que ella tenía la oportunidad de conquistarlo con sus curvas, pero no hoy.
—En realidad me han robado —dijo ella para evitar el silencio incómodo que se estaba formando, aunque también lo hacía para tratar de justificar un poco su comportamiento irracional.
Camila, al no recibir respuesta por parte de su jefe, lo miró con preocupación. ¿Tal vez no le creía o quizás se daba cuenta de que ella trataba de justificarse? Entre más atenta lo miraba, pudo darse cuenta de que aparecía un cosquilleo en el estómago; se volvía más y más incómodo, se ruborizó por estar en la mera presencia de ese hombre. Por lo que al sentir el calor en sus mejillas se sintió como una tonta. El rostro de su jefe era apolíneo. Sus rasgos eran masculinos pero delicados. Tenía el cabello un poco más oscuro que ella y estaba perfectamente rasurado, como si en ese perfecto rostro no creciera el vello facial.
¿Era posible que alguien en alguna parte del extenso universo hubiera pensado en eso? En crear a un espécimen de la raza humana con las características exactas para que las féminas a su alrededor se sintieran como Camila; atrapada por su belleza y su porte. Irremediablemente atraída por el aroma que ese macho alfa despedía. ¿Lo era? El doctor Cuartuco la sacó de la dulce burbuja en la que ella estaba sumergida para responder.
—Supuse que algo le había sucedido. ¿Le hicieron daño? ¿Se encuentra bien? —le preguntó él en tono de preocupación.
¿Sería real o parte de la formalidad que los humanos estaban acostumbrados a utilizar dentro de su hipocresía? Era una de las preguntas que cruzó por la mente de Camila. Era normal que se sintiera así, ya que uno de esos mismos machos alfa la había dejado a la deriva horas atrás. Ella cruzó los ojos con él y se dio cuenta de que estaba actuando como una tonta. Así que con su cabeza hizo un movimiento de afirmación, respondiendo a la última de sus preguntas. Fue lo único que pudo hacer frente a ese tipo de hombre que con solo un par de ojos grandes lograban intimidarla. Poco a poco su cuerpo recuperaba el calor gracias a su jefe, pero también al calor que el vehículo liberaba por sus pequeñas ventilaciones. Aunque la joven seguía empapada.
Sin darse cuenta ya habían llegado a su destino. Camila se entristeció, ya que estaba empezando a estar cómoda dentro del enorme coche y al lado de este hombre terriblemente encantador. Al llegar él detuvo el motor y ella se sintió en la obligación de darle las gracias por su amabilidad. Aunque su paseo fuera tan corto, si ella hubiera hecho el trayecto a pie, seguramente algo más habría terminado con la poca cordura que le quedaba.
Él solo sonrió con despreocupación mientras que ella bajaba del vehículo. Claro que sí, no era nada para él, creyó Camila; no era que él quisiera estar en su compañía, ni que ella llenara de agua su costoso coche, ni que arruinara su chaqueta tras sentarse en ella. Seguramente estaba yendo a una fiesta o tal vez se iba a encontrar con una mujer de verdad, no un trapito escurrido como ella.
Ella miró el suelo y estaba lleno de agua. Pensó en saltar los charcos, pero se sintió ridícula. Ya estaba empapada. Aunque le sorprendió que él no se fuera apenas ella había bajado del Mercedes. El doctor Cuartuco se quedó esperando a que ella entrara al departamento. Era un tierno. La joven se apresuró a tocar el timbre, sintiéndose muy ansiosa por ser observada por el hombre.
Para su sorpresa, su compañera no contestó. Era algo con lo que Camila no contaba. ¿Ahora que iba a hacer? ¿Quedarse a esperarla? Había dejado de llover, pero, aun así, ella seguía mojada, por lo que iba a volver a sentir frío. Se puso más nerviosa, ya que él seguía ahí, mirándola. Tal vez habría sido mejor que no fuera tan amable y ya se hubiera ido. Camila volvió a tocar el timbre un par de veces más, pero sin éxito.
No importó a que dios le suplicara que su compañera le respondiera. Nadie escuchó sus ruegos desesperados. Una parte de ella habría sido capaz de ofrecer su alma si eso significaba sacarla de ese momento tan incómodo. Pero a esta altura consideraba que pocos querrían algo de ella. Después de unos minutos, su jefe le pidió que volviera al automóvil. Y como una niña obediente volvió a él.
—No creo que sea bueno para su salud, que siga así mojada. Va a terminar enfermando —dijo el doctor Cuartuco y luego hizo silencio por un minuto como si tratara de evaluar la situación con detenimiento —Si no le molesta, puede venir a mi casa, cambiarse y esperar a que la lluvia se detenga por completo —dijo él y le abrió la puerta para que ella volviera a entrar.
Camila no podía considerarlo. Este hombre estaba dispuesto a seguir compartiendo su valioso tiempo con ella. Ahora no solo se sentía incómoda, sino también decepcionada de sí misma. Si otra fuera la ocasión estaba segura de que saltaría de felicidad. Pero no así, viéndose hecha un desastre y menos sintiéndose tan mal consigo misma.
—Señor Cuartuco, es usted muy amable, pero no puedo abusar así de su generosidad —intentó decir la joven.
A diferencia de lo que Camila pudiera pensar, él se puso insistente. Así que no le quedó otra opción que volver a ceder y aceptar ir al domicilio de su jefe. Si alguien le hubiera leído su horóscopo y le hubiera dicho que Camila pasaría la noche en la casa de su reconocido jefe, ella habría sido capaz de apostar todos sus bienes en su contra. Algo en ella quería salir, permitirle relajarse un poco. Decirle que se lo merecía, pero le costaba aceptar que un hombre apuesto deseaba ayudarla. Que se merecía esa ayuda y que valía más que lo que su maldito ex la había hecho sentir.
Su jefe volvió a cambiar la calefacción para ayudar a que Camila no temblara de frío. Aunque a él ese calor le resultaba incómodo, para no decir molesto. Así que para contrarrestarlo un poco, él abrió levemente la ventanilla del conductor. Condujo casi una hora de la cual no hablaron de nada en particular. Ya que Camila se seguía sumergida en sus pensamientos.
Cuando llegaron a unos edificios muy altos y luminosos, Camila notó que estaban cerca de la costanera. Eran los departamentos más costosos de la ciudad. Y como era de esperarse, su jefe vivía en uno de ellos. El doctor Cuartuco vivía en uno de los dos edificios más caros de toda la ciudad y los alrededores. Con un automóvil así era de esperarse que no lo dejaría fuera de su departamento en cualquier lugar como lo hacía su ex, pensó Camila y levemente sonrió. Comparar a su ex con su jefe era una tontera. Aun así, la había hecho sentir mejor.
Por un momento ella se dedicó a mirar la majestuosa vista. Era un sitio artificial, pero, aun así, era muy hermoso. Se notaba que estaba hecho para decirte que si no vivías ahí seguramente eras pobre sin importar cuanto ganaras o cuanto tuvieras. Camila notó que cuando entraron por el estacionamiento un hombre uniformado se les acercó. Al parecer el sitio tenía no solo cámaras, sino que bastante seguridad, ya que este le dio un pase de invitado que debía usar mientras estuviera dentro del edificio.
Después de estacionar el automóvil, fueron hasta unas puertas metálicas que reflejaban sus cuerpos. Él era un poco más alto que ella. Las puertas resultaron ser el ascensor, por lo que ambos entraron. Tras cerrarse la puerta con ellos adentro. Camila sintió curiosidad por saber a qué piso irían. Sin embargo, al darse cuenta del botón que su jefe presionó, se quedó boquiabierta. Él era el residente del último piso más grande que ella jamás había visto. Al abrirse las puertas del ascensor pudo notar que no solo era grande, sino que también era muy moderno, lleno de ventanales, luces estratégicamente ubicadas, pisos brillosos en los que eras capaz de poder ver tu reflejo.
Autora: Osaku
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Updated 79 Episodes
Comments
Luna_Jago
❤️💜
2024-11-18
1
Elvira Fretes
Que más te puede pasar Camila, el puede ser todo un caballero 🤷🏻♀️
2024-09-04
1
esterlaveglia
bueno a ver Camila.... no todo puede ser malo
2024-04-08
1