Déjame besarte

Capítulo dieciocho

Él notó como trataba de agarrar la manija para bajar del automóvil cuando se detuvo en un semáforo, y le aterró pensar en volver a alejarse de ella.

—Perdón por ser tan duro contigo. Me gustaría invitarte a cenar para que podamos aclarar todo esto. ¿Te gustaría? —le preguntó como si estuviera desesperado por un sí.

Ella lo miró con sus encantadores ojos cafés. Algo en su mirada había cambiado. Esperaba que eso significara que podían llegar a entenderse.

—Está bien —dijo Camila y tuvo que mantener la calma, ya que temía sonreír de felicidad.

Él se inclinó hacia ella y le colocó el cinturón de seguridad, puesto que se había olvidado. Olió su aroma y se dieron cuenta de que sus pantalones empezaron a apretarle en la entrepierna. No conversaron durante gran parte del camino a su departamento.

—¿A dónde vamos? —le preguntó Camila con temor. Lo miró y sus ojos lo atravesaron.

Esta vez no pudo evitar sonreírle. Verla nuevamente lo hacía demasiado feliz. Tanto que si supiera que todo estaba bien entre ellos la habría abrazado.

—Estamos yendo a mi departamento. ¿Tienes algún problema con eso? —le preguntó Lisandro con temor a que ella rechazara su invitación. No había pensado en que ella pudiera querer estar en público con él. Sobre todo, por lo que ella le venía diciendo. Eso de no querer que nadie supiera que ellos tenían una relación más íntima.

—No, ningún problema —dijo ella, aunque parecía insegura.

Lisandro no podía dejar de temer perderla en cualquier momento. El viaje se le hacía eterno. Nunca había deseado llegar a su hogar con tanto apuro.

Por fin, ya dentro de su departamento, él se quitó el saco y abrió una de las ventanas para que se ventilara el lugar. A Camila pareció gustarle la fresca brisa sobre su bronceada piel. Se veía encantadora.

Después de observarla por un momento, la invitó al comedor. Al ver que él ya tenía la mesa preparada, Camila pareció un poco desconcertada. Lisandro recordó que debía hacer una llamada, así que le pidió que se disculpara por un momento.

—Ponte cómoda —le dijo y se fue a su dormitorio.

Quería que no los molestaran el resto de la tarde, así que dejó a cargo a Nicolás de todas las decisiones importantes para el resto del día. Se cambió la ropa, ya que había hecho calor y el traje le molestaba. Al volver al comedor la vio y su rostro seguía mostrando cierta preocupación.

—¿Pasa algo malo? —le preguntó Lisandro, pero ella solo le esquivó la mirada. Se veía muy incómoda.

—¿Sabía que iba a aceptar venir a su casa? —preguntó sin tapujos, como siempre.

Lisandro intentó explicarle que no lo había planeado. Aunque tenía que serle sincero.

—Esperaba que lo hicieras para no desperdiciar lo que estuve cocinando. Estoy tomando una clase de comidas populares de diferentes países y debía practicar para mi examen —dijo como si necesitara justificarse.

Camila no tenía idea que Lisandro asistía a clases de cocina. Pese a haber tenido su agenda en la mano, la mayoría de las citas estaban hechas a nombre de personas y no tenían referencias. Él le mostró el sushi y varias ensaladas que había hecho antes de ir a verla. Trató de ser buen anfitrión, aunque deseaba desnudarla y comerla a ella y no a la comida sobre la mesa. Le ofreció vino, pero ella lo rechazó. Seguía a la defensiva.

—Entonces, ¿que deseas tomar? —le preguntó tratando de contener sus pervertidos deseos sobre lo que él deseaba de ella.

Le pidió algo que no tuviera alcohol, por lo que él revisó su nevera. Encontró jugo de naranja. Así que sin preguntarle si le gustaba o no, se lo sirvió. Después de hacerlo se dio cuenta de que debió preguntar primero, pero ya era tarde.

—El alcohol no es la causa de lo que pasó entre nosotros, pero tranquila que no va a pasar eso hoy. Solo quiero que conversemos de algunos detalles —dijo mintiendo.

Si bien quería hablar con ella para tener un poco más claras las cosas. Esperaba desnudarla cuando bajara la guardia.

—¿De qué cosa quiere hablar conmigo? —preguntó Camila más relajada.

—Como te dije dentro del coche. Para empezar, quiero saber por qué te fuiste así de mi casa la primera vez —dijo él y levantó su copa para beber un trago de vino, ya que tenía la boca seca. Ella seguía tratándolo de usted pese a que él había dejado la formalidad con ella.

—No sé con cuantas empleadas o pasantes ha tenido usted relaciones, pero para mí fue la primera vez en muchos sentidos, y más con un jefe. Por lo que no me pareció profesional ¬—dijo ella y bebió el jugo que Lisandro había puesto frente suyo—. Por eso me fui, fue un error haber aceptado venir a su casa la primera vez, la segunda y también ahora.

Camila estaba nerviosa, por lo que se levantó de la silla. Lo que él no sabía era que el hecho de recordar lo que él le había hecho hacía que Camila se pusiera igual que él.

—No te vayas —le pidió él mientras se ponía de pie para ir tras ella de ser necesario.

Se acercó a ella para asegurarse de que se encontrara bien y no pudo evitar besarla tras ver su hermoso rostro contrariado. Notó como los besos la relajaban.

¿Era eso lo que había estado necesitando?

Siguieron así un rato hasta que la respiración de ambos comenzó a acelerarse. Fue en ese momento que ella lo aparto.

—Dijiste que no me ibas a besar —le reclamó completamente deseosa de más.

Él la ignoró y volvió a besarla. No sabía cuánto había necesitado sentirla así de cerca. Aunque pareciera tonto, esperaba más, y conformarse con unos besos lo dejaban más intranquilo.

¿Qué era lo que esta chica tenía?

Ella pasó las manos por el torso de Lisandro y este pensó que ya se había relajado. Gran sorpresa se llevó cuando ella volvió a apartarlo. Estaba dejando una angustia en su pecho, que trató de no reflejar en su rostro, pero le estaba costando más de lo que parecía.

—Sé que dije eso, pero no puedo evitarlo —dijo Lisandro y volvió a besarla, pero ahora con temor a recibir una bofetada.

Autora: Osaku

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