Capítulo siete
Camila y Lisandro estaban en medio de un debate moral. Ella no entendía por qué un hombre necesitaba tanto su consentimiento, pese a lo que él le había explicado con anterioridad. Mientras que él no concebía tocarla sin su manifestación verbal de deseo. Esta situación había llevado a las dos partes a una impotencia inimaginable. Parecía que el fuego volvería a apagarse cuando de repente Camila habló.
—Quiero, solo quiero que no me preguntes nada —dijo ella con mucha vergüenza.
Él no dijo nada más y dio la conversación por terminada. Le bajó los pantalones del pijama y besó sus piernas con pequeños y tiernos besos. Ella se quitó la parte superior del pijama, quedando completamente desnuda frente a él.
Desde donde estaba, en cuclillas, después de unos cuantos besos que lo llenaban de ella, miró el rostro de la joven que lo acompañaba. Avergonzada como si lo que hubiera hecho fuera extremadamente audaz. Se puso de pie rápidamente para volver a besarla en los labios. Mientras lo hacía hizo que Camila abriera sus piernas y comenzó a acariciar la zona con delicadeza. Si bien Camila conocía esa sensación, nunca se lo habían hecho de un modo tan preciso. De una manera desesperada, Camila intentó apartar la mano de Lisandro al sentir cómo el calor se apodera de ella, pero él no se lo permite. Por lo que empezó a quitarle la ropa hasta dejarlo desnudo, igual que él lo había hecho con ella. A ver si eso ayudaba a que se desconcentrara un poco y no se sintiera tan alterada frente a sus caricias. Solo que con mayor desesperación terminó admirando su cuerpo, parecía tener el torso de un hombre que hacía mucho ejercicio. Sin darse cuenta lo acarició con afán.
Él la miró con deseo, el mismo que sentía ella en ese momento. Por lo que, sin preguntar, ambos se habían vuelto mudos, la llevó lentamente a la cama y cuando ella pensó que iba a pasar lo inevitable se sorprendió al sentir la calidez de su lengua, rozándola donde antes había colocado de manera acertada sus dedos.
—¿Qué haces? —preguntó ella, con una leve sensación de entumecimiento en sus brazos, por la fuerza repentina que hizo para contenerse después de sentir cómo ese calor la inundaba casi por completo.
La sorpresa por las acciones de Lisandro la habían hecho salir de la mudez. La misma que ese mismo hombre le había provocado instantes atrás. El cuerpo de Camila se estremeció y sus vellos se erizaron una vez más. Presionó sus manos contra las sábanas con fuerza hasta que él se detuvo y salió de ahí y la miró con sus penetrantes ojos marrones. Ella no entendía por qué la estaba mirando de esa manera. Y al mismo tiempo, Lisandro no podía creer que lo que ella le hubiera dicho fuera verdad.
—¿Está todo bien? —preguntó Camila, tratando de regular su respiración después de tremenda sensación en su entre pierna, ya que él no decía nada.
Algo malo estaba pasando. ¿A caso se había arrepentido de estar con ella? Se preguntó mientras se lamentaba de una manera que jamás pensó que podría sentir. Nunca la había pasado tan bien desde que tenía novio. Y esperaba seguir haciéndolo por lo menos unos minutos más.
—¿Eres virgen? —preguntó como si no pudiera considerarlo.
—Te dije que era virgen —dijo ella con la respiración aún acelerada después del contacto que su cuerpo había tenido con la lengua de ese hombre. Contacto que anhelaba retomar.
¡Esta niña no había mentido!, consideró Lisandro algo escéptico pese a haberlo visto con sus propios ojos Cómo era posible que con ese cuerpito nunca hubiera disfrutado de una noche de placer con su novio o con otro hombre.
¿Era posible que todo lo que le había dicho hasta ese momento fuera real?
A él lo impresionaba suponer eso. La única vez que había estado con una chica sin experiencia había sido con su exesposa, no había sido agradable para ninguno de los dos.
—Pero quiero dejar de serlo —dijo Camila tratando de convencerse de ello. Tenía mucho miedo, aunque no lo dijera.
Había escuchado que muchas de sus amigas se habían sentido incómodas durante su primera vez. Incluso algunas habían llorado o no habían querido volver a probar por un tiempo.
¿A caso a Lisandro no le parecía bien hacerlo con ella al saber que lo que decía era verdad?
Eso hacía que se preguntara otras cosas. Como por ejemplo… ¿Qué clase de mujer miente sobre eso?
—Voy a ser lo más suave que me salga —dijo finalmente Lisandro con una confianza que ni él podía creer que tenía.
Volvió a inmiscuirse entre sus piernas, lo que le dio tranquilidad a Camila. En verdad era un hombre que sabía lo que hacía. Su lengua estaba caliente y quemaba cada parte que acariciaba con ella. Camila sentía que la había provocado como nunca pensó que podía hacer. Si alguien le hubiera dicho que hacerlo con un hombre experimentado era tan agradable, hubiera empezado antes. ¿Acaso era Lisandro o en general sería así? Aunque ella se lo preguntaba, la realidad era que ahora mismo no le importaba la respuesta. Solo deseaba imperiosamente poder seguir disfrutando.
—¿Te sientes bien? —le preguntó Lisandro a Camila.
Aunque se había mostrado seguro ante ella, necesitaba saber que estaba ayudando a estimularla. Ya que era indispensable que ella se sintiera excitad* y caliente para poder estar dentro suyo.
—Te deseo —dijo ella con provocación en sus palabras.
Él le devolvió la sonrisa y se saboreó los labios para luego acercarse a ella y besarle el cuello. Finalmente, se dejaron llevar por la pasión hasta que ambos quedaron satisfechos. O eso pensó Lisandro, ya que era la primera vez que una mujer sin experiencia gritaba tanto en su cama estando él dentro.
—No puedo creerlo —susurró Lisandro mientras se apartaba de Camila, saliendo de su interior.
Había sido una de las mejores experiencias que este había tenido con una mujer sin haberse vuelto salvaje y sádica a la hora de hacerlo. Nunca había sido tan paciente y cariñoso. Lo que lo sorprendía de una extraña pero agradable manera. Tal vez ella era una chica que merecía que él tomara sus recaudos.
A diferencia de él, Camila permaneció desnuda a su lado tratando de recuperar el aliento, sintiéndose completamente desprotegida sin el contacto o la caricia de la otra persona. Ya que él se levantó sin decir nada, solo se quitó el preservativo y se dirigió hacia su ducha. Había sido sex* nada más. En ese momento Camila recuperó la cordura, tomó deprisa su ropa que aún estaba húmeda y salió del departamento de Lisandro.
Mientras tanto, él en la ducha no podía comprender lo que habían sido capaces de hacer. Ella lo había provocado de una forma tan distinta, tan única. Cuando le decía cosas mientras lo hacían, había escuchado las mismas palabras, pero ninguna de la manera en la que Camila se lo había dicho. Cómo habían podido conectar y hasta jugar en la cama. Era poco frecuente en sus encuentros este tipo de conexión y no se debía a la edad de la joven que lo acompañaba, ya que había estado con mujeres de una edad similar. Esperaba descubrirlo al volver a estar con ella.
Sin embargo, cuando él salió de la ducha, notó que Camila no estaba en la cama. La buscó por todos lados y se dio cuenta de que no estaba en su piso. ¿A dónde había ido? Llamó al personal de seguridad y le dijeron que ella ya había devuelto la tarjeta de visitante ¿Por qué se habría ido sin siquiera saludar? Se preguntaba él extrañado.
Mientras que, por su parte, Camila caminaba sin rumbo pensando en lo ocurrido. Estaba en la vereda sola, ya que, aunque apenas había amanecido, la mayoría de las personas de la zona ni siquiera se habían acostado y se notaba por la música que seguían de fiesta. Lo que en parte alegraba a Camila, puesto que no quería que nadie la viera así vestida.
El sabor que había dejado él en sus labios la hacían estremecerse. Podía asegurar de que eso significaba que algo estaba mal en ella. El contacto de sus manos, sus acaricias, incluso el calor que irradiaba, cómo todo su cuerpo había reaccionado ante Lisandro. El cosquilleo enloquecedor que la invadía, y que había hecho que dijera cosas que jamás creyó que le diría a alguien.
Había pedido que le diera con fuerza. Ella había dicho eso, el solo recordarlo hacía que se sonrojara. En qué clase de demonio la había convertido. Había dicho el nombre de dios en vano. Si su madre la escuchara hablar así la habría enviado a un convento, seguramente. Eso le causaba un poco de gracia. ¿A caso ella al estar con su padre sería capaz de decir algo tan malo? Eso no solo le dio asco, sino que la sacó de la burbuja en la que se encontraba. Conocía el lugar por lo que siguió caminando descalza a toda prisa por el pasto.
Un pequeño tirón en su interior le recordó la presión y el dolor que sintió, había sido tan fuerte, pero a la vez tan efímeros. ¿Cómo era eso posible? Y cómo estos se desvanecieron al contacto con su cuerpo desnudo. Lo cuidadoso que había sido con ella, aunque Camila notaba que deseaba ser más rudo. Incluso cómo su caja torácica no podía tomar la cantidad de aire suficiente para mitigar el dolor en su torso que no la dejaba respirar, pero que, aun así, le había gustado. Ella no podía entender cómo eso era tan placentero. Y mucho menos como ese hombre se veía tan jovial mientras lo hacían.
Al cruzar la calle Camila vio una estación de servicio, por lo que fue en su dirección. Ya ahí, llamó por cobrar a la casa de su amiga. Sabía que a esa hora sus padres ya estarían despiertos. Aunque le sorprendió que cuando atendieron la voz que escuchó fue la de Guadalupe.
—¿Dónde estuviste? —preguntó su amiga muy enojada—. Estaba a punto de llamar a la policía.
Esto último se lo había dicho en tono amenazante. En verdad se había preocupado mucho por Camila.
—Es que me robaron. Pero estoy bien. Tranquila, por favor —le dijo Camila antes de volver a escuchar los regaños de su dulce amiga.
Le explicó que había sido muy difícil para ella todo lo que había ocurrido. Le había prometido contarle todo cuando se vieran, pero necesitaba que le hiciera el favor de esperarla en la puerta del complejo de su edificio. Guadalupe le confesó que hacía tan solo unos veinte minutos que había subido a su casa, ya que desde que Camila la había llamado a la noche se había quedado junto a la reja como una loca esperando por ella. Suponía que Camila no tendría dinero, y que su teléfono se había quedado sin batería porque cuando la llamó para saber cuánto tardaría este daba apagado.
Camila estaba tan orgullosa de tener aún amiga como Guadalupe que no sabía cómo agradecérselo. Casi se pone a llorar delante del teléfono público. Finalmente, tomó el taxi y fue a la casa de su incomparable amiga.
Esta dejó que se dé una ducha y por fin pudo lavar su cabello. Esto la ayudó a relajarse un poco. Algo que necesitaba terriblemente. Si seguía sometiéndose a situaciones de tanto estrés, su cabello comenzaría a caerse. Se imaginó calva y no le pareció tan malo. Estaba pensando seriamente en cortarse el cabello. Tal vez podría ir a un lugar y donarlo. Eso la ayudaría a sentirse un poco mejor consigo misma después de tantas locuras.
Al salir de la ducha, Camila fue recibida por su ansiosa amiga Guadalupe. Esta esperaba una explicación con urgencia.
Autora: Osaku
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Updated 79 Episodes
Comments
Graciela Saiz
porque se fue 🤔chica tonta 😕
2024-11-20
1
Luna_Jago
❤️💜
2024-11-18
1
Elvira Fretes
Camila que harás ahora?🤔
2024-09-04
1