Capítulo cuatro
Camila pensó que sería la mejor noche de su vida o por lo menos una que le gustara recordar. Sin embargo, su novio, ahora exnovio, la había abandonado en un restorán. ¿Cómo la llevó esto a terminar en el majestuoso departamento de su Jefe?, no lograba entenderlo. Sin embargo, la voz del doctor Cuartuco la ayudó a salir de sus pensamientos dentro de los cuales había vivido la mayor parte de la noche.
—El baño —dijo él señalando una puerta—. Creo que lo mejor va a ser que te des un baño para calentar tu cuerpo, ya que pasaste mucho tiempo con la ropa húmeda.
Después de decirle eso, él se fue a una de las habitaciones, dejándola sola en la sala. Camila no sabía si debía ir al baño o tenía que esperarlo ahí. Por lo que se dedicó a admirar el lugar. La sala era enorme y cerca de ella había un sofá de color negro en forma de C con almohadones grises y blancos. Además, había una mesa ratona de vidrio en el medio. Tranquilamente, podían sentarse unas nueve personas en él. Camila suponía que era donde su jefe hacía algunas reuniones sociales. La dimensión de ese living era más grande que todo su departamento. Él rápidamente regresó con un pijama en la mano. Se lo dio y ella, después de agarrarlo, se dirigió al tocador.
Mientras que Camila abrió la canilla, no podía dejar de pensar en las prendas que le había dado su jefe. ¿Sería de su pareja? Se quitó el vestido que aún estaba húmedo y al quedar completamente desnuda se metió en la ducha, era muy reconfortante. El calor del agua entraba su piel y hacía que por fin dejara de temblar. Costó aclimatarse, pero una vez que lo hizo apreció el enorme baño. Ella estaba en la ducha en la que cabían unas cuatro personas de pie. La habitación estaba cubierta por cerámicos de color negro. Todas las cosas metálicas eran plateadas y tenía varios espejos. Aunque era un lugar sumamente bello, parecía muy frío. No se notaban toques femeninos por ningún lado. ¿Sería su jefe quien lo habría dispuesto de ese modo? Al mirar dentro de la ducha solo vio el jabón. Al parecer no había con qué lavarse el cabello. No era propio de ella ni bien educado revisar los cajones, por lo que decidió no lavar su cabello pese a que este se encontraba mojado.
Después de unos minutos más bajo el agua, Camila se dio cuenta de que su vida estaba de cabeza y no sabía por qué. ¿Qué había hecho mal para que su novio la dejara de esa manera? Si bien aún ella era virgen, él había estado de acuerdo en desposarla cuando se casaran. ¿En qué momento había cambiado de parecer? ¿Y por qué no le había dicho antes que su relación pendía de un hilo? Tal vez ella estaba dispuesta a cambiar algo por él. Si bien no tenía ganas de pensar en eso en este momento, su cabeza no había dejado de maquinar.
Por lo que se apresuró y terminó de ducharse. Después de secar su cuerpo y su largo cabello con una toalla de color azul oscuro que estaba colgada en la parte de la ducha más alejada al chorro de agua. Camila salió y se vistió con el pijama que su jefe tan amablemente le había dado. La seda era fría, pero muy cómoda, notó Camila mientras se terminaba de vestir. Llevaba encaje, lo que hacía la prenda mucho más delicada y atractiva a los ojos de una mujer como ella.
Camila salió del baño con la toalla en la mano porque no sabía si él la colgaba en el baño o en otro lugar para que se secara. O sí, simplemente prefería ponerla para lavar, ya que ella la había usado. No sabía nada de él, por lo que no quería hacer conjeturas que pudieran incomodarle. Sobre todo, después de ser tan amable con ella durante toda la noche, más aún si la ropa que ella llevaba puesta terminaba siendo de la esposa del hombre en cuestión. Si la pareja del doctor viera un cabello como el de Camila, seguramente se enojaría con él. Pese a que nada había pasado entre ellos esa noche. Por esa misma razón, ella había tratado de asegurarse de que ninguno quedara dando vuelta en el baño.
—Doctor Cuartuco, no quiero sonar desagradecida. Pero me preocupa lo que diga su esposa acerca de que yo esté utilizando esta ropa o incluso el baño —le dijo Camila al encontrarlo en la enorme cocina.
Por supuesto. Después de esa sala y ese living, incluso de ese baño; todo espectacularmente cómodo, lujosos y enormes. ¡Cómo era posible que ella se sorprendiera que la cocina de su jefe fuera tan… tan como todo lo demás!
—Señorita Fernández, ¿usted cree que si yo tuviera esposa traería a mi departamento a una joven tan hermosa como usted? —le preguntó él con serenidad.
Su pregunta la tomó desprevenida. Ya que ella se había quedado impresionada al ver las dimensiones de esa cocina. Sobre todo, porque, aunque se parecía a la de la casa de sus padres, se encontraba en la ciudad. En un departamento. Al darse cuenta de que su jefe le estaba haciendo un cumplido. No supo qué decir. Sobre todo, porque Cristian había acabado con su confianza y seguridad esa misma noche.
—¿Qué desea beber? —le preguntó él para salir del silencio mientras se servía una copa de vino.
Él se había dado cuenta de que se había sorprendido ante sus palabras y esperaba descomprimir un poco la situación. Ya que ella había estado nerviosa, a su parecer, desde que se subió a su automóvil. Aun así, no parecía conseguirlo sin importar lo que hiciera.
Cuando le preguntó qué era lo que quería beber, Camila dudó. No quería sonar como una niña y pedir una gaseosa. Aunque conocía, su resistencia al alcohol era casi nula. Aun así… ¿Qué importaba si se emborrachaba un poco? Ya había hecho el ridículo con ese hombre de muchas maneras esa noche, pensó.
—Lo que usted tome estará bien para mí —le dijo finalmente tratando de conservar la calma.
Él no dudó en pasarle la copa que había servido para sí mismo. Buscó otra y la llenó con el mismo vino. Camila no vio la marca de la botella, solo podía ver el color. Aunque después de ver a su alrededor seguramente era uno costoso. Si bien a ella no le gustaba el vino, este sabía diferente a los que había probado antes. Sin darse cuenta, bebió el contenido de la copa muy rápido. Cuartuco no dejaba de mirarla y ella lo notó; tal vez esperaba que degustara el vino junto a él o quizás que le diera un veredicto de la calidad. Cualquiera que fuera la razón, la hacían verse como una tonta. No es que Camila quisiera mostrarse como la niña refinada que su madre le había enseñado a ser, pero tampoco quería verse patética y así se sentía. Sabía que debía disculparse por cómo había bebido, sin disfrutarlo, catarlo o degustarlo. Sin embargo, en vez hacer eso, le pidió otra copa. Los nervios la atormentaban frente a ese hombre.
—¿Qué hacía usted por ahí? —le preguntó ella mientras le pasaba la copa para que él le volviera a servir.
—Si no es mucha molestia, desearía que tratara de hablarme de manera menos formal —dijo él mientras colocaba más vino en la copa de la joven—. Por lo menos por esta noche. Ya que debo serle sincero, me hace sentir un poco incómodo.
Ella no entendía por qué le pedía que le hablara de manera más informal. Todo el tiempo le hablan de “usted” en el trabajo. Y aunque no estuvieran trabajando, creía que era lo que él preferiría. Por respeto, por lo menos. Sin embargo, ese argumento solo pasó por la mente de Camila, ya que lo que dijo fue otra cosa.
—Usted también me dice señorita Fernández en vez de llamarme Camila —le dijo la joven molestando a su jefe. Debía tener más cuidado.
¿Quería hacerle saber que ella también deseaba que la tratara menos formal? No, no era eso. Solo hablaba por hablar. Aunque tenía que tener cuidado, ya que, aunque fuera tan cordial con ella, no dejaba de ser su jefe y, aun así, de su boca solo salían tonterías.
—Está bien, si me dices Lisandro, yo te voy a decir Camila. Además, lo que pase hoy puede quedar entre nosotros si acaso te preocupa lo que puedan decir en la oficina —dijo él y con una mirada penetrante la desnudó con el pensamiento.
¿A caso ella había escuchado bien? ¿Qué era lo que estaba tratando de decirle? ¿Este hombre había hecho una insinuación? Era la segunda vez que Camila notó en eso, pero había preferido creer que era parte de su loca y desesperada mente, la cual requería afecto y sentirse deseada. No podía ser que alguien como él se fijara en ella, y menos en estas condiciones tan perturbadoras. Ya que ella sentía que era un desastre. Camila se sonrojó al pensar en la posibilidad de que este hombre la viera atractiva. Era algo irrisorio, pero extremadamente halagador para ella, más aún después de haber sido descartada durante la cena.
—Igual no es que vaya a pasar algo que no se pueda contar —dijo ella mientras que se acercaba a él para sacarle la copa de vino de la mano. Sin darse cuenta, Camila ya estaba ebria y coqueteando con su jefe.
Ambos se sentaron en el enorme sofá que el magnate tenía en su living. Pero cuando Camila trató de beber de la copa de vino que tenía en su mano, él la detuvo y la alejó. Prácticamente, se la quitó de las manos. ¿Por qué le estaba quitando el vino si él mismo le había servido una segunda copa? Se preguntó ella mientras, sin darse cuenta, como un juego, trató de volver a quitársela. De manera juguetona, ambos se enredaron hasta que ella cayó sobre las piernas de Lisandro. Camila estaba jugando con fuego si creía que coquetear con su jefe no traería repercusiones al día siguiente, sin embargo, ni pensó en la posibilidad de que pudiera pasar algo entre ellos, aunque siguieran por ese camino. Ella levantó la vista y lo miró a los ojos. Sus ojos oscuros brillaban como si la actitud de Camila le hubiera gustado. Era algo que ambos estaban haciendo, no solo él, no solo ella. Ya que se notaba que se estaban reprimiendo, conteniendo el deseo animal que los invadía.
—Puede pasar lo que sea que quieras que pase —dijo él de manera serena y Camila no pudo evitar sonrojarse un poco más.
¿Le estaba coqueteando? Se preguntó Camila, aún dubitativa, mientras que se levantaba de golpe. Él la sostuvo, ya que ella perdió el equilibrio por un instante y con él, el control de su cuerpo. A Camila le había gustado como él había hecho para sostenerla. Como si tratara de rescatarla de un destino catastrófico. Lo que ella no había notado era que si él no la hubiera agarrado de esa manera, su cabeza habría golpeado con la punta de la mesa ratona rectangular que estaba frente a ellos. Era como si no quisiera que se sintiera incómoda, pero al mismo tiempo no había podido evitar tomarla del brazo y acercar sus cuerpos. Aun así, Lisandro no pudo evitar preguntarse si ella esperaba que se detuviera o si quería seguir jugando, ya que rápidamente Camila se apartó de los brazos de Lisandro y le pidió disculpas por lo ocurrido.
La realidad era que ella no estaba segura si podría estar lista como para ir más allá de un simple coqueteo. En cambio, se había dado cuenta de que él podía querer más esa noche si seguían jugando de esa manera. Por lo que tenía que intentar recuperar la compostura. Algo que en otro momento le parecería muy sencillo. Sin embargo, ahora, delante de Lisandro se volvía casi imposible.
Autora: Osaku
***¡Descarga NovelToon para disfrutar de una mejor experiencia de lectura!***
Updated 79 Episodes
Comments
Laura Puente
El diablo 😈 es puerco
2024-12-07
1
Luna_Jago
💜❤️
2024-11-18
1
Elvira Fretes
Camila, veo que te gustó siempre tu jefe
2024-09-04
2