Capítulo ocho
Al salir de la ducha, Camila fue recibida por su ansiosa amiga. Esta esperaba una explicación con urgencia.
—¿Vas a contarme que pasó? —preguntó Guadalupe, mostrándole un estado en el que Cristian se lo veía abrazado a una de sus compañeras de la facultad.
—Con razón no estaba en su casa anoche. Estaba en la mía con él —dijo Camila con ironía. Era un maldito desgraciado al meterse con una de sus compañeras —. Préstame tu teléfono.
El tipo pensaba que se saldría con la suya. Estaba muy equivocado. No sabía qué clase de abogada era Camila. Ella marcó el número de Cristian y este enseguida atendió.
—¿Qué quieres Guadalupe? Si es sobre Camila no me interesa —dijo Cristian al teléfono. Se sentía con mucha confianza, una que estaba a punto de desaparecer.
—Señor Aunada. Lo llamo para informarle que si no desaloja el departamento dentro de las próximas 72 horas por lo establecido en el contrato de dueño-inquilino, enviaré una citación a su trabajo —dijo Camila con tranquilidad.
—Camila, no puedes echarme del departamento. Y lo sabes perfectamente —dijo él molestó.
—Según tenemos entendido, el alquiler de la locación en cuestión está a nombre de mis padres, quienes han salido como garantes del mismo. Además, las tarjetas de crédito con la que se compraron todos los muebles fue la mía. Por lo que si se llevan algo del domicilio deberé informar a las autoridades correspondientes —dijo ella y colgó el teléfono.
—¿Ahora me vas a contar? —preguntó Guadalupe confundida hasta que su amiga le explicó lo que había ocurrido. Desde mentirle para sacarla del departamento hasta dejarla en el restorán para que ella no le hiciera problemas—. Ese desgraciado. Te dije que era un maldito —dijo rabiosa.
—Lo sé. Pero ahora lo que menos me preocupa es él —dijo Camila recordando a Lisandro.
Se había comportado como una cobarde. ¿Le importaría a él lo que ella había hecho? Por supuesto que no, se dijo a sí misma. Él era como todos los hombres confiados de sí mismos. Le encantaba pasar por el proceso de la conquista. Seguramente Camila le había hecho un favor al irse antes de que saliera del baño. Si no lo hacía, lo más probable sería que ambos pasaran por un momento incómodo y él deseara que ella se fuera lo antes posible.
—Tengo una idea —dijo Guadalupe, emocionada, sin darse cuenta de que Camila no le estaba prestando demasiada atención.
Sin dejar que Camila reaccionara, llamó a un amigo actor que tenía y le pidió que fuera al departamento a esperar a Cristian. Le sugirió que se disfrazara de policía para terminar de torturar a Cristian.
—Eres malvada Guadalupe —le dijo Camila al darse cuenta lo que su amiga pretendía hacerle a Cristian.
—¿Disculpa? No estoy haciendo nada que ese maldito desgraciado no se merezca. Ahora dime donde estuviste el resto de la noche —le dijo con curiosidad. Sabía que Camila había guardado la mejor parte para el final.
—Por supuesto que te voy a contar, pero ahora creo que voy a desfallecer del sueño. Por qué mejor no dormimos un rato —le dijo Camila a Guadalupe.
Al escuchar a su amiga, esta también se dio cuenta de que el sueño la perseguía. Ya que había estado toda la noche nerviosa esperando por ella. Las dos se acostaron en la cama de Guadalupe y se durmieron tan solo al tocar la almohada. Un par de horas después, el teléfono celular de esta última las despertó.
—Apaga eso si no quieres que te mate —dijo Camila entre dormida.
—No te hagas la mala conmigo y apágalo tú —reprochó Guadalupe también dormida. Aunque unos instantes después lo recordó y se levantó a toda prisa —. Es mi amigo
Gritó despertando a Camila de un par de sacudidas. La llamó como él había pedido y le contó todo lo que había pasado.
—Lo dejé hecho “una cedita” —dijo su amigo a Guadalupe por teléfono.
Guadalupe le dio las gracias y le dijo que le debía una. Él le aseguró que no había problema. Sin embargo, aceptaba una invitación de ambas a almorzar. Las dos estuvieron de acuerdo con él. Pero antes de que pudieran colgar sonó nuevamente el teléfono de Guadalupe. Era Cristian, llamó preguntando si Camila se encontraba en su casa para llevarle la llave del departamento. Ambas parecían satisfechas con los resultados. Y de la felicidad no pudieron volver a dormirse.
Cristian fue hasta la casa de Guadalupe y le dio la llave en mano. Él intentó hablarle, decía sentirse mal por lo ocurrido y por haberla dejado. Al parecer la compañera de ambos, al enterarse de que él no tenía dónde vivir no quería que fuera a su casa. Y ahora él pretendía que ella le diera una segunda oportunidad porque no tenía dinero ni a donde ir. Algo que a Camila no le importaba en ese momento.
—Elegiste anoche. Por lo cual no sé a qué viene todo esto —dijo ella en tono arrogante.
—¿Vas a tirar cinco años a la basura? Cami, cosita linda, sabes que te amo —dijo él casi rogando.
—Lo hubieras pensado anoche cuando me dejaste sin dinero en un maldito restorán —dijo ella y cuando estaba por cerrarle la puerta en la cara él se interpuso.
—No puedes dejarme en la calle —dijo el molesto.
En ese momento intervino Guadalupe. La cual estaba detrás de la puerta.
—Si no quieres que llame a la policía es mejor que te vayas —dijo ella muy molesta con ese maldito tipo.
En realidad, Camila se había dado cuanta al verlo nuevamente, que estaba feliz de liberarse del compromiso que tenía con él. Una relación que había tenido con alguien por quien no sentía amor. Aunque habría preferido que todo ocurriera antes de engañarla y maltratarla de esa manera. Al irse Cristian pareció molestarse por cómo lo habían tratado, pero no era algo que a Camila le importara y mucho menos a Guadalupe.
—Vamos al departamento a prender fuego sus cosas —dijo Guadalupe con una sonrisa maliciosa. Lo que hizo reír a Camila.
Su amiga estaba completamente loca. Aun así, la amaba. Era una gran amiga y la única persona en la que confiaba en esa maldita ciudad. Por lo que después de que Guadalupe le prestara ropa a Camila, ambas tomaron el automóvil del padre de Guadalupe y fueron al departamento. Su padre las había escuchado hablar y no les había dicho nada. Ya que hacía años que conocía a Camila y le parecía una joven de lo más bondadosa. Y era una lástima que un tipo como Cristian la hubiera tratado así. Sabía que su hija cuidaría esa tarde de ella.
Ya en el departamento de Camila ambas empezaron a embalar las cosas de Cristian. El silencio gobernaba el departamento hasta que Guadalupe no se pudo contener más.
—¿Vas a contarme con quién pasaste la noche? —preguntó ella mirando a su amiga a los ojos.
—Me acosté con mi jefe —dijo sin filtros Camila, mientras veía transformarse la cara de Guadalupe.
Ella gritó de gusto. Quería saber todo el chisme. No podía creer que su amiga se atreviera a hacer algo semejante.
—Me agarré de su espalda y sin darme cuenta clavé mis uñas abriendo su piel al presionar sobre él. Espero no le doliera —dijo Camila avergonzada.
—No puedo creer lo que escucho. ¿En verdad eres mi amiga? —preguntó Guadalupe mientras que tiraba las cosas de Cristian en una caja.
—Con más cuidado —dijo Camila riendo.
Guadalupe dejó caer un portarretrato y este se rompió.
—No me di cuenta —dijo con ironía—. Además, voy a contratar la cadetería con la peor referencia en internet para que destruyan lo que queda sano. Ese maldito no se merece tu bondad. Ahora dejemos de hablar de él y sigamos con el churro de tu jefe.
—Me movía al compás con él, mi cuerpo se sacudía y mi mente se encontraba bañada en una sensación que jamás pensé que un hombre causaría en mí. Deseaba que no acabara nunca, deseaba seguir así toda la noche, aunque eso significara morir de dolor —dijo Camila mientras ponía a lavar sus sábanas. Recordando la habitación donde había estado con él. Sus sábanas eran distintas, las de él eran mucho más suaves. Blancas como la nieve. Todo lo que lo rodeaba era perfecto.
—Amiga, el tipo parece increíble —dijo Guadalupe mientras comía papas fritas. Era como si su amiga le contara una novela erótica.
—No lo sé, pero grité e hice sonidos que jamás había hecho en mi vida mientras que él me miraba disfrutando conmigo —dijo ella muy avergonzada.
—Quiero uno de esos. ¿Tendrá algún amigo para mí? —preguntó Guadalupe.
—Tú eres lesbiana —dijo Camila entre risas.
—Por una sensación como esa me vuelvo heterosexual —dijo entre risas—. Además, soy bisexual. Solo que no hay hombre que pueda conmigo.
Las palabras de Guadalupe hicieron que Camila sonriera. La ayudaba mucho a transitar esta situación tan compleja.
—¿Y ahora qué vas a hacer? Imagino que te vas a disculpar por dejarlo y vas a pedir que te dé todo lo que tenga —dijo Guadalupe haciendo señas obscenas a su amiga.
Camila iba a lanzarle una almohada cuando tocaron el timbre de su departamento. Al parecer, el cadete había llegado antes de lo esperado. Pero cuando Camila bajó a abrir la puerta se topó con que no venían a buscar las cosas, sino que le traían una caja. Camila temía que fuera Cristian jugándole una mala pasada. Sin embargo, al volver a su departamento y abrirla se sorprendió al encontrar su sujetador en ella. Estaba recién lavado, ya que tenía el característico olor a la ropa cuando venía de lavadero. El desgraciado de Lisandro había mandado a lavar su ropa antes de devolvérsela.
—¿Te escribió una nota o algo? —preguntó Guadalupe, pero Camila le dijo que no.
Solo dejó su sujetador en la cama y luego fue a terminar de empacar. Había arruinado las cosas con su jefe de todas las maneras posibles. Y se sentía terrible por eso.
—Tal vez es solo su manera de decir olvidaste esto en mi casa —dijo Guadalupe y Camila no pudo evitar sentirse peor aún—. ¿Por qué no te pones linda y salimos un rato?
—Tengo sueño. Creo que lo mejor es que terminemos con esto, así me voy a dormir —dijo sin ganas de nada. Guadalupe notó que a Camila le costaba ocultar lo mucho que se había entusiasmado con Lisandro.
Por lo que pese a querer quedarse con ella, se fue para darle espacio. Estaba segura de que ella no dormiría, pero también entendía que necesitaba tiempo para pensar que hacer. Si eso le hubiera pasado a ella, seguramente habría vuelto a casa de Lisandro, a revolverse con él el resto del sábado y todo el domingo. Pero Camila no era como ella.
Era mucho más sensible y todas las cosas terminaba haciéndolas con culpa, lo que preocupaba a Guadalupe. Ya que si bien consideraba que Lisandro había abierto una puerta en la vida sexual de Camila. No estaba tan segura si él era el tipo de hombre con el que su amiga debía meterse después de terminar su relación con alguien como Cristian. Por lo poco que Camila le había contado de él se notaba que era un hombre que tenía el control de todo lo que estaba a su alrededor. Y ya había estado con alguien así.
…
Cuando Camila se metió en la ducha el domingo por la tarde después de terminar de empacar las cosas de Cristian y entregárselas al cadete, recordó lo que su amiga le había preguntado. “¿Y ahora qué vas a hacer?” Era la pregunta clave. Se dio cuenta de que la había jodido demasiado. ¿Cómo iba a hacer para mirar a su jefe a los ojos ese lunes por la mañana?
Lo mejor era rendirse y dejar el lugar de trabajo. Volver a empezar en otro sitio, aunque esto le costara medio año más para poder terminar su tesis final.
El lunes a primera hora llamó a su trabajo desde el teléfono de casa, y habló con el chico que se hacía cargo del personal y le dijo que se había resfriado, por lo que se tomó ese día para pensarlo un poco más. Aprovechó que no tenía que trabajar y fue a comprarse un teléfono nuevo. Aunque no le quería dar el mismo número en ese momento, pretendían que esperara unos días, por lo que terminó con un número diferente, ya que no tenía ganas de usar sus habilidades de abogada para refutarlos en ese momento.
Autora: Osaku
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Comments
Luna_Jago
💜❤️
2024-11-18
1
Elvira Fretes
jajaja Cristian obtuviste tu merecido por cabron 😡. Camila que decisión, por lo visto pensas renunciar.
2024-09-04
1
Morela Urriola
en. i pueblo dicen "le salió el tiro por la culata". El imbécil del Christian se creyó que iba a salir ganando y el que se quedó en la calle fue el 🤣
2024-08-21
1