Capítulo nueve
Camila se puso a pasarle su nuevo número a sus contactos importantes y ya a la noche volvió a pensar en el encuentro que había tenido el viernes a la noche con su jefe. Incluso hizo picardías con su mano varias veces mientras pensaba en la situación y en él. Ya para el martes estaba segura de que lo que había hecho había sido un error, por lo que tomó la decisión definitiva de renunciar.
Se vistió como si fuera un día más de trabajo y se dirigió al lugar. No esperaba ver a Lisandro, por lo que se apresuró a ir a hablar con Nicolás. Al entrar al sitio inhaló profundo para calmarse. Tenía que reconocerse a sí misma que le fascinaba sentir el aire viciado de la tinta y el café.
Se llevaba muy bien con todos sus compañeros. Los cuales la saludaron, apenas la vieron entrar. Cosa que en otro momento no le habría molestado ahora la incomodaba un poco, ya que no sabía si Lisandro ya había llegado y no quería que la llamara a su oficina.
Aunque en parte se lamentaba no poder quedarse los meses que le quedaban de pasantía ahí. Puesto que era el mejor paraje para un abogado que recién iniciaba. Una de las chicas le había contado que existía la posibilidad de quedar en un puesto fijo y eso la había emocionado desde el comienzo. Eran solo cuatro horas, pero para alguien como ella, sin experiencia y dentro de un bufete como ese significaba mucho. Aun así, había jodido su posibilidad ese viernes.
Sin rodeos, fue a hablar con el chico de recursos humanos y le dijo que no iba a poder seguir trabajando. Inventó una historia y sin dar muchas explicaciones le dio a entender que tenía problemas personales. No iba a decirle que se había acostado con el jefe y le daba tanta vergüenza volver a verlo que prefería arruinar su carrera y el resto de su vida. Sabía que era la actitud de una cobarde, pero eso era. Solo una cobarde que no podía enfrentar lo que le pasaba con un tipo, con el poder de arruinar su carrera si lo deseaba.
—Lamento en verdad lo que me cuentas. Teníamos muy buen concepto sobre ti —dijo el jefe de recursos humanos y le dio el formulario que debía llenar para terminar con los papeles de renuncia de la pasantía.
Camila se sentó y empezó a escribir. La oficina estaba tapada de libros. Aun así, estaba más ordenada que el resto del lugar. Cuando terminó de llenar el papel pensó que por fin todo había acabado. Al fin se liberaría de esa vergonzosa situación que estaba segura, no repetiría nunca más en su vida. Pero estaba completamente equivocada.
—Lo siento Cami, yo no firmo las renuncias. Se lo tienes que llevar al Dr. Cuartuco para que te la firme —dijo él y Camila abrió los ojos como platos.
Creyó que caería muerta en ese mismo instante. El solo escuchar su apellido hacía que se estremeciera.
—¿Tengo que ir yo? —le preguntó impresionada.
—Es que al doctor le gusta hablar en persona con cada empleado para saber el motivo de su renuncia —dijo él mientras que se ponía de pie—. Considero que es algo valorable, ya que pocos empleadores se preocupan tanto por su personal.
—Pero yo solo soy una pasante —discrepó ella tratando de quitarle peso para que él firmara su renuncia.
Aun así, él llamó a la oficina del jefe. Y cuando colgó le dio la hoja que ella había llenado con tanta valentía.
—Cami, dice que puedes pasar —dijo el su traicionero compañero y le señaló la puerta de la oficina del doctor Cuartuco.
Como si ella no supiera dónde quedaba. Ella sabía perfectamente donde quedaba. Hasta ahora solo había entrado al despacho del doctor para llevarle café o para entregarle algunos papeles importantes.
Se sentía muy nerviosa, no paraban de sudarle las manos. Ese era uno de sus defectos, según ella. Inhaló profundo y abrió la puerta, ya no había vuelta atrás. El doctor Cuartuco se encontraba sentado frente a su escritorio. Se veía estupendo con ese traje gris. Nunca le había prestado atención a lo elegante que era hasta ahora.
—Señorita Fernández, me ha informado Nicolás que usted desea dejar la pasantía —dijo sin mirarla a los ojos. La falta de contacto visual la hacía sentir un poco más cómoda.
—Sí, doctor —dijo ella y en ese momento él volteó a mirarla. Solo eso bastó para que se volviera a sentir completamente indefensa y frágil ante ese hombre de rasgos llamativos.
—¿Podría decirme el motivo? —dijo él con mucha seriedad mientras que la invitaba a sentarse frente a él.
El estudio era muy ordenado y estaba lleno de libros y todo tipo de documentos. Se notaba lo obsesivo que este hombre era con su trabajo. Además de que le encantaba, presumir de tener lo mejor a su disposición, ya que los muebles de toda la oficina eran de roble y cuero.
—Es que… En realidad… —dijo ella. No le salían las palabras. Estaba demasiado nerviosa.
Después de todo iba a renunciar para no tener que verlo ni enfrentarlo, sin embargo, ahí estaba frente ella.
El perfume del doctor estaba en el aire, era el mismo que llevaba en su casa la noche del viernes. Camila recordó por un instante lo que habían hecho entre sus sábanas y sin darse cuenta su cuerpo comenzó a reaccionar de solo pensarlo. Le parecía que si se quedaba mucho tiempo a solas con él iba a terminar perdiendo la cordura.
—Creo que no es correcto seguir trabajando para usted. Espero que lo entienda —dijo ella finalmente.
—Señorita Fernández, ¿Está usted al tanto que nuestro bufete contrata a los pasantes que demuestran interés y dedicación durante las pasantías? —preguntó él en tono amenazador.
—Sí, doctor —dijo ella con la voz temblorosa.
La habitación comenzaba a sentirse más pequeña para Camila. Como si le faltara el aire y comenzara a sofocarse.
—En estos últimos meses ha demostrado tener sinnúmero de capacidades. ¿Está dispuesta a tirar todo lo que construyó en ese tiempo por un polvo? —preguntó él, con completa frialdad en sus palabras, por lo que ella no pudo evitar mirarlo. Parecía estar molesto—. Pensé que era más inteligente que eso.
Camila había terminado debatiendo su retiro voluntario de la pasantía con el hombre que era la causante de querer renunciar.
—Lamento que tenga esa opinión, pero no me sentiría cómoda si sigo trabajando para usted, doctor —dijo ella tratando de marcar distancia entre los dos.
Estaba poniendo la mayor de sus voluntades para poder irse lo antes posible de esa oficina. Aunque para él lo que habían hecho no significara nada, ella no podía controlar lo que su cuerpo sentía en ese momento.
—Ni una mierd*. ¿Sabe usted cómo se siente uno en un tribunal o delante de un juez? Le aviso que es mil veces peor que verme a mí a los ojos después de lo que pasó el fin de semana. Por lo que si no desea trabajar con nosotros cuando termine su pasantía no voy a interferir. Mientras tanto, cumpla con los tres meses que le restan para poder recibirse como corresponde —le dijo como si estuviera furioso con ella y le marcó la salida.
Camila no podía creerlo. ¿Esto era real? ¿La estaba obligando a seguir trabajando para él? Eso hizo que ella se disgustara, sobre todo por cómo le había hablado. Se había sentido insignificante. Era impresionante el poder que ese hombre tenía con solo sus palabras. Seguramente en el tribunal eso le servía. Pero que usara ese mismo recurso con ella la hacía sentirse muy enojada. Aun así, decidió no decir nada. Se puso de pie y salió de la oficina.
Había perdido la batalla contra el maldito de su jefe. Maldito y sensual jefe.
Se fue a su escritorio y trató de hacer su trabajo. Odiaba darle un poco la razón a lo que él había dicho. Durante el resto del día intentó no encontrarse con él de nuevo.
—Camila necesito que vayas a sacar fotocopias —le dijo una de las abogadas. Ella se puso de pie y tomó las copias—. Me alegro de que te quedes, no sería lo mismo sin ti.
¿Cómo era que se había enterado?
En ese lugar los chismes corrían una maratón. Rápidamente, fue a sacar las copias y mientras volvía recibió un mensaje de otra de sus compañeras que le decía lo feliz que se sentía, porque no hubiera renunciado pese a los problemas familiares que había tenido. Incluso sabían de sus cuartadas. Iba a tener que inventar algo más creíble. Ya que esta gente estaba capacitada para detectar las mentiras.
—Cami, creo que Nicolás te estaba buscando —le dijo otra de sus compañeras abogadas cuando ella volvió con las copias.
Era como ella le había dicho. Nicolás la estaba buscando y quería verla en su oficina para hacerle saber que le alegraba que decidiera por lo menos terminar la pasantía.
—No sabes lo feliz que me hace saber que te quedas unos meses más con nosotros. Y si algo necesitas, cuenta conmigo. Estoy aquí para ayudarte —le dijo él con una gran sonrisa.
Sí, estaba completamente confirmado. Todos sabían todo ahí.
Nicolás le comentó porque que la estuvo buscando. Al parecer el doctor le había solicitado que los dos lo acompañaran a una reunión por la noche. Ese tipo de encuentro eran bueno para los pasantes, ya que ahí conocían a personas del ambiente donde se iban a estar moviendo. Ella pretendía ser abogada penalista, por lo que conocer jueces y políticos la favorecía.
—Necesito que memorices algunos nombres, puesto que estas personas son algo egocéntricas y no van a estar conformes si Lisandro no conoce a todos ellos, si no sabes quién son cuando vengan a saludarnos. Lamento darte la lista de esta manera, pero la secretaria del doctor debía venir con nosotros esta noche, pero se tuvo que retirar antes, ya que no se sentía bien —dijo Nicolás mostrándole las planillas que necesitaba memorizar.
A Camila le sorprendía que fuera un hombre tan conversador.
—Cami, sé que no corresponde. Pero si voy solo va a ser demasiado trabajo para mí —dijo Nicolás tratando de disculparse.
Al parecer el de la idea había sido él y no su jefe quien la había propuesto para la fiesta. Y aunque esto la decepcionaba un poco, no le quedaba otra que acostumbrarse.
—No te preocupes. Sé que ese tipo de reuniones son complicadas —le dijo Camila, siendo que no le quedó otra opción que aceptar.
En ese momento le llegó un mensaje de Guadalupe que le preguntaba qué harían a la noche para celebrar su desempleo. Camila se había olvidado de avisarle que no había podido renunciar. Por lo que se tomó un minuto para escribirle una breve explicación.
—¿Todo bien Cami? —le preguntó Nicolás al verla un poco nerviosa.
—Son muchos nombres. Si bien conozco a algunos, me parece que no voy a llegar a aprenderme todos sus datos —dijo ella sintiéndose apenada.
—Escucha, no debes preocuparte, ya que yo estaré ahí. Solo aprende sus nombres. La mayoría de los que están ahí tienen algún doctorado, por lo que si no te sabes su nombre dile doctor, y aunque no lo sea no te corregirá porque eso los hace sentirse importante —le dijo Nicolás con una gran sonrisa.
Los consejos que le había dado le habían resultado muy útiles. Eso había hecho que se sintiera un poco menos presionada, y había podido memorizar más nombres.
Nicolás era una de las pocas personas que el doctor Cuartuco trataba por su nombre, según los demás era quien más confianza tenía con él. Todos sabían que él fue el primer pasante que quedó trabajando para el doctor en el bufete cuando este no era el dueño aún. A diferencia de lo que cualquiera podría imaginar, Nicolás era muy amable. No se mostraba como un hombre soberbio o engreído, pese a tener el puesto más valioso en la empresa después del doctor Cuartuco.
—Cami. Necesitamos café. ¿Podrías ir a preparar? Preguntó una de las abogadas.
Camila dejó lo que Nicolás le había dado para memorizar y se puso de pie para ir a preparar café para todos, sin embargo, Nicolás le pidió que esperara.
—Natalia, por hoy voy a necesitar que te hagas cargo tú de eso, ya que le he asignado otro trabajo a Camila. ¿Podrías hacerme ese favor? —le preguntó Nicolás a su colega.
Natalia no solo le pidió disculpas a Camila por interrumpirla. Si no que luego de eso le preguntó a Nicolás si podía ser de ayuda para él de alguna manera.
Todo parecía llevar un orden bien marcado.
Autora: Osaku
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Updated 79 Episodes
Comments
Luna_Jago
❤️💜
2024-11-18
1
Elvira Fretes
Camila, el Dr.Lisandro está muy enojado contigo 🤦🏻♀️
2024-09-04
1
esterlaveglia
vamos Camila que te quieren llevar al Cuartuco para jugar al doctor 😅🤣😂😂😂
2024-06-06
1