Capítulo doce
Era hora de sacar todas sus cartas y ponerlas sobre la mesa para empezar el juego, para Lisandro.
—A diferencia de lo que puedas pensar te llevaré a donde me pidas Camila —dijo él con tranquilidad en sus palabras, ya sabía por cómo ella lo miraba cuanto lo deseaba. Era prácticamente un juego ganado.
—Entonces quiero ir a mi casa —dijo molesta. Aunque estaba muy excitad*, no soportaba la idea de estar con alguien que quisiera controlarla. Ya había tenido a Cristian para eso. Ahora solo iba a hacer lo que ella quisiera cuando ella lo deseara.
Él se acercó con la excusa de querer ayudarla a acomodarse el cinturón y le dijo que estaba seguro de que debajo del vestido había una parte de ella que estaba deseosa de tenerlo nuevamente.
—Quiero estar seguro de que no me mientes, por lo que sé, los abogados suelen hacerlo. Así que te propongo algo. Vas a meter uno de tus dedos dentro de ti. Si no sale nada te llevo a tu casa. En cambio, si tu dedo sale húmedo demostrando que te caliento como tú a mí. Iremos a mi casa y nos revolcaremos toda la noche en mi cama. ¿Aceptas? —le preguntó sonriendo. Si bien era la primera vez que usaba esa estrategia, el solo pensar en que ella pudiera aceptar hacerlo ya lo cargaba de morbo, por lo que no le importaba fallar en ese intento.
Al mismo tiempo, para Camila el solo escucharlo decir esas cosas hicieron que se pusiera a mil. Deseaba estar con él, deseaba que se metiera dentro suyo y deseaba hacer todo lo que este hombre acababa de sugerirle.
—Ahorrémonos el espectáculo y vamos a tu departamento —dijo ella con la misma cara de perro que había tenido anteriormente y él sonrió.
Arrancó el motor y salieron de ahí. Mientras avanzaban a través de las calles, él deslizó suavemente su mano por la pierna de Camila. El calor que el cuerpo de la joven irradiaba contrarrestaba con el frío de sus dedos. Deslizó su mano por la suave tela hasta tocar su piel desnuda.
—Lisandro, ¿acaso te cuesta mucho esperar a llegar a tu casa? —le preguntó ella de manera que pensaba que la situación la ofendía. Aunque en realidad la ponía más y más deseosa de él.
—Debo ser sincero contigo. No hay algo que me cueste más en este momento —dijo él con una gran sonrisa en sus labios.
Camila no esperaba quedarse atrás, por lo que sí él quería jugar así. Ella también podía unirse en el juego. Por lo que colocó su pequeña y delicada mano entre las piernas de Lisandro. Sorprendido por la actitud de Camila, no pudo evitar presionar su mano contra el muslo de la joven. Ella bajó el cierre de su pantalón y acarició la zona tratando de que sus dedos alcanzaran la ranura de su bóxer.
—Camila, espera por favor —dijo el nervioso, y ella se detuvo.
Camila se dio cuenta de que estaban bajando la velocidad. Miró a su alrededor y notó que había un control vehicular cerca de ellos. Lisandro detuvo el automóvil e intentó acomodar su pantalón, pero no pudo. El jugueteo lo había dejado demasiado exaltado y no podía meterlo por completo. Aun así, bajó la ventanilla de su lado y el oficial que había solicitado que detuvieran el automóvil le pidió la documentación sin mirarlo. Al ver el nombre y el apellido de Lisandro se puso muy nervioso, casi pálido como si lo que hubiera hecho fuera extremadamente perjudicial para su trabajo. Al parecer no solo era famoso entre los abogados.
—Disculpe señor. Es control de rutina —dijo el oficial como si tratara de pedirle que lo perdonara.
Lisandro seguía igual de excitad*, pero hablaba como si nada lo molestara. Parecía que estaba mucho más tranquilo que el oficial de tránsito. Lo que sorprendía a Camila y en parte le molestaba. Un hombre que era capaz de esconder así lo que le ocurría. ¿De qué más podría ser capaz?
—No hay problema. Siga con su trabajo —dijo y le devolvieron sus documentos.
Después de guardarlos volvió a encender el coche y avanzaron por el camino. Se alejaron de los oficiales del control de tránsito y cuando Camila estuvo segura de poder hacerlo habló.
—¿Cómo haces para ser así? —le preguntó Camila sin poder contener su sorpresa. Él la miró sin entender—. ¿Cómo haces para estar tan calmado?
—Son años de práctica. Pero siéndote sincero, lo que más me preocupa ahora es llegar a la puerta del departamento porque deseo tanto cog*rte que creo que apenas detenga el automóvil te lo voy a hacer sin siquiera importarme un carajo quien pueda vernos. Así de mal me tienes —dijo él con total sinceridad, lo que hizo que Camila se silenciara de golpe.
Un calor abrumador le entró en todo el cuerpo. ¿Cómo era capaz de decir esas cosas con la mirada tan fría? Este hombre era increíble a los ojos de Camila. La hacía sentirse como nunca antes en su vida. No solo se estremecía por él, se excit*ba, se sorprendía, se intimidaba. ¿Cuánto más iba a conseguir de ella siendo así?
Ahora era ella la que se sentía impaciente por llegar. Se detuvieron en el estacionamiento y ella se quitó el cinturón de seguridad para bajar del automóvil. Sin darse cuenta cuando abrió la puerta, él ya estaba del lado del pasajero esperándola para ayudarla a levantarse, ya que el vestido era bastante incómodo para eso.
Cuando Camila bajó lo miró, sus ojos se veían muy oscuros, como si intentara ocultar el deseo, pero a la vez su mirada no se lo permitía. Verlo así hacía que ella perdiera la razón. Era la misma mirada que le había puesto la primera noche que estuvieron juntos. Una llena de lujuria y perversión.
—Entremos —le dijo él después de esperar a que ella se bajara.
Cerró la puerta del coche y la observó con atención. Lo hizo como lo haría un león a su presa. Como un animal en celo.
Él estaba seguro de que si lo deseaba lo suficiente podría hacérselo ahí mismo. Solo debía levantarle la falda y apoyarla contra algún coche. Romper esa tanga e introducirse en ella. Era capaz de hacer que la voz de Camila se escuchara en todo el estacionamiento. Volverla a oír, pedirle que siga, que sea rudo con ella, nombrar y suplicar clemencia a los dioses solo por tenerlo dentro. Eso era en parte lo que él esperaba.
¿Pero qué pasaría luego?
Por cómo Camila había reaccionado la última vez, era probable que lo volviera a hacer en ese momento. Por lo que, si él se descontrolaba y se dejaba llevar por sus instintos más primitivos en el estacionamiento, sería la última vez que estaría con ella.
Algo que, si lo pensaba, con otras mujeres no le molestaba.
¿Por qué si lo hacía si era Camila?
Caminaron en silencio hasta el ascensor. Él tocó el timbre para llamarlo. Miró a la joven, pero esta parecía ignorarlo. ¿A caso ya se estaba arrepintiendo? Cuando él estaba por preguntarle algo para verificar que ella aún estuviera en sincronía, el ascensor llegó.
Una vez que estuvieron dentro del ascensor, Lisandro se acercó a ella y le acarició la entrepierna. Camila se sorprendió, ya que esperaba que primero la acariciara o la besara en los labios. Aun así, el beso llegó a sus labios, pero de una manera primitiva, depredadora. La arrinconó contra la puerta del ascensor para poder tocarla de manera más provocadora. Camila estaba preocupada porque alguien subiera y los encontrara de esa manera tan íntima, pero pese a eso no pudo pedirle que se detuviera, ya que en parte le gustaba. Al abrirse la puerta ya estaban en su departamento completamente excitad* por la previa.
Al abrir la puerta de su entrada, Lisandro empezó a quitarse la ropa mientras que no se separaba de la dulce boca de la joven que lo acompañaba. Quedó solo con un bóxer cuando deslizó sus dedos por el cierre del vestido que él mismo le había elegido a Camila esa tarde mientras almorzaba con una mujer en ese mismo departamento.
Ella había estado jugando en su entrepierna mientras él buscaba en la computadora tipos de vestidos que le quedarían bien a Camila. Después de eso la había llevado a su alcoba y se lo había hecho hasta agotarla. De ahí había ido directo a comprar las cosas, para al mismo tiempo llamar a Nicolás para que este le pidiera a Camila que fuera a la reunión con ellos.
—¿Estás seguro de meter a Camila en esto ya? —le había consultado Nicolás. Su hombre de confianza.
—Estoy seguro. Veo mucho potencial en ella. Creo que podría con esos buitres, pero asegúrate de cuidarla —le había dicho Lisandro mientras pagaba la cuenta en la boutique.
—Está bien. Ahora, no me parece que pueda memorizar todos los nombres —le aseguró Nicolás.
—No te preocupes por eso. Pero no le digas que fue mi idea, no quiero que piense que tengo preferencias por ella, ya que la convencí para que no renunciara —le advirtió a Nicolás.
—Lo sé. Tú quédate tranquilo. Yo soy el policía bueno y tú el malo —le dijo Nicolás y luego colgó.
Lisandro había planeado todo desde el primero momento. Ese vestido, el cual esperaba quitárselo esa misma noche. Al parecer todo estaba saliendo como él lo deseaba. Aunque era una de las pocas veces en la que no se había sentido tan seguro con una mujer. No solo porque Camila era joven y hermosa, eso no había sido nunca un problema para él. Si no que esta chica en particular sacaba su lado animal y de protección a la vez. Como nunca se lo había esperado. Dos cosas en él que siempre solían estar en lados completamente opuestos.
Si él consideraba que alguien se merecía su protección, como lo había sido Nicolás en su momento, no involucraba a esa persona demasiado en su vida. Por el contrario, si alguien despertaba el animal en su interior, no tenía piedad y arrasaba con esa persona hasta hacerla pedazos.
¿Cómo era posible que deseara destrozar y cuidar a la misma vez?
Poco a poco los besos los llevaron arrastrándose hasta la cama. La misma donde habían tenido su primera vez juntos. Una de las pocas veces en la que Lisandro había sido tan delicado al tocar a una mujer. Esperaba no necesitar hacerlo de nuevo. Sin embargo, sabía que si era necesario se contendría, solo por ella.
—Eres extremadamente sensual, preciosa —dijo él mientras que la sostenía del cuello con una mano, y con la otra se deslizaba bajo la ropa interior de la joven—. Así, hermosa. No te contengas —dijo al escucharla dar pequeños, pero encantadores gritos de placer.
Esa noche tuvo relaciones con ella de una manera salvaje. Dejó salir todo lo que había estado conteniendo estos últimos días. Aun así, deseaba seguir en su interior, aunque su cuerpo ya no soportaba otro encuentro.
Nunca le había pasado algo similar. Él solía estar una o dos veces con una mujer y luego esperaba que ella quisiera irse o se quedara dormida, para no tener que seguir siendo amable y escuchar su conversación. Sin embargo, con Camila era diferente. Un miedo que desconocía se apoderaba de él cada vez que terminaba en ella. ¿Sería la última vez que lo hiciera? ¿Había podido tener suficiente?
Autora: Osaku
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Comments
Laura Puente
jajaja 🤣
ese a mí también me lo dijeron una vez...fue sensacional 🥰❤️ R
2024-12-09
1
Luna_Jago
💜❤️
2024-11-18
1
esterlaveglia
ah Lisandro te va a salir el tiro por la culata.... con la virgen viciosa y casi ninfómana de Camila 😅😂😂😂😂😂
2024-06-06
2