Orgullo

—No… Yo no los conozco, solo los he visto—mentí—Los he visto porque Astrid es su amiga.

—¡Oh! Entiendo. Yo no soy un santo, pero esos sujetos se ven algo extraños —murmuro— Vi a uno de ellos hablando con la directora Mallory. Tal vez por eso los dejaron pasar.

De inmediato me llegó la imagen de Max a la cabeza.

—¿A cuál de todos? —dije alarmada.

—El chico rubio que tenía a Astrid en las piernas ¿Por qué? —preguntó con curiosidad.

Creo que mi alteración ya se comenzaba a notar, me calme y me hice la indiferente.

—Bueno. Te pagaré la lavada —dije cambiando de tema.

—No te preocupes, esta camisa tampoco me gustaba mucho —comentó riéndose y yo hice lo mismo.

—Entonces te hice un favor —

—Exactamente—dijo mirándome con ternura.

El timbre sonó justo cuando el silencio nos invadió.

—Nos vemos luego Zack —me despedí.

—¡Si seguro! —

Este tomo su rumbo y yo el mío, a pesar de su buen ánimo seguía teniendo vergüenza de lo que hice.

La semana en clase se volvió un poco Tensa. Los chicos siguieron frecuentando el instituto como si fuese su hogar y lo más raro es que hasta los rectores académicos se los permitía.

Pregunté varias veces en dirección, pero estos me dejaban con la misma duda: “El instituto tiene sus puertas abiertas para todo público” “No sé por qué se queja tanto señorita Samantha, acaso algunos de ellos le faltó o la lastimo” y como mi respuesta era “no” me sermoneaban más que mi madre.

Así que decidí dejar las cosas como estaban, allá ellos lo que hacían dentro de nuestro plantel.

En varias ocasiones me llevé la sorpresa de ir al baño y en el cubículo de a lado se escuchaban gemidos y golpeteos de sexo. Causando que salíera despavorida y sin querer regresar.

Y a la hora de comer, me alejaba lo más posible del comedor o me sentaba en el patio con Zack que últimamente se había convertido en mi mejor compañía ¡Quién lo diría! En cuanto a Astrid poco pasábamos palabras. A veces se veía desgastada y es trasnochada; sin embargo, en ocasiones su semblante cambiaba por completo luciendo radiante y hermosa.

El fin de semana había llegado y como mamá me lo prometió, me dejó salir con Zack. Resulta que ella ya conocía a sus padres, porque la madre de este, también trabajaba en el hospital como doctora, por lo tanto, no hubo mucha queja.

Zack llegó puntual, se veía atractivo. Traía puesto unos vans negros con blanco que le hacían juego con su suéter.

Espero paciente mientras tenía una grata conversación con mamá. Al parecer esos dos ya se comenzaban a llevar bien.

Me atreví a ponerme un vestido no muy corto de color azul con florecillas blancas . Y por encima me puse una chaqueta de gamuza negra, lo cual combinaban con mis botines patentes negros. No era una buena modista al vestirme ¡Pero algo es algo!

Al estar en presencia de ambos. Me vitorearon mientras yo le pedía a regañadientes a mi mamá que se calmara y a Zack que nos fuéramos.

Él le aseguró a mi querida progenitora que me regresaría a tiempo, para mi impresión mamá respondió con un: “Tranquilo y diviértanse"

¡Oh por Dios! ¿Quién es ella? ¿Qué hicieron con mi mamá?

Después de un rato de largas despedidas, nos fuimos al cine a ver una película de romance. Que me hizo llorar disimuladamente y a Zack se le salieron unas cuantas lágrimas.

Luego de ahí fuimos por unos helados.

—Te vi llorar —dijo Zack cuando nos sentamos uno frente al otro con nuestras copas de helado.

—Es que casualmente se me metió un sucio en el ojo —dije riendo.

—¡Oh, pero mira que casualidad! ¡A mí también! —mintió mientras se carcajeaba.

No parábamos de reír, tuve que calmarme porque casi me ahogo.

—Que bonita risa Sam —comentó sutilmente.

Mi risa se detuvo y bajé la mirada. Zack tomó mi barbilla y alzó mi rostro.

—Es en serio... No me cansaría de ver esa grata risa todos los días —

Esto si era un verdadero halago, el aura de romance se desbordaba por do quier. ¿Por qué el idiota de Max no es así? ¿Tanto le costaba?

¡Maldición! Otra vez Max en mis pensamientos. Debía sacarlo de una vez por toda. Él definitivamente no valía la pena.

—¿Y de que es tu helado? —pregunté para distraerme.

—Pues... Lo pedí de mantecado con caramelo ¿Quieres probar? —

Afirmé. Zack agarro una cucharada de su helado y me la acercó a la boca. Enseguida la recibí comiendo todo lo que contenía.

—¡Wow! Está riquísimo —Opine.

—Si verdad. Ahora no seas tramposa y dame del tuyo —

— Pero si solo es de fresa —protesté—Es aburrido.

—No importa —recalco—De igual manera quiero probar.

—Está bien —dije hundiendo la cuchara en el espeso helado cremoso de fresa y sacando una gran cantidad del mismo.

Se lo acerqué poco a poco para que no se fuese a botar. Sin embargo, cuando estaba a punto de comerlo. Alguien más lo hizo.

Max se había atravesado en medio de la mesa y había recibido toda la cucharada de helado en su boca.

—¡Mmm pero que delicia! —exclamó.

Quede con la boca abierta y la cuchara vacía en la mano. Mientras Zack lo miraba perplejo.

No contento con eso arrastro una silla, haciendo todo el ruido del mundo y se sentó con nosotros.

—Hola Sam —

—¿Qué mierda haces tú aquí? —protesté.

—Es así como me tratas después de todo —

—Disculpen ¿Qué está pasando aquí? ¿Lo conoces Sam? ¿Es el chico de la cafetería no? —pregunto Zack confundido.

—Uy a este se le achicharró una neurona —comentó Max sarcástico.

—¡Callate! Tranquilo Zack yo te explico —dije nerviosa.

En realidad no sabía que iba a decirle, no quería que Zack se hiciera ideas locas de mí ni mucho menos se disgustara por culpa de Max. Rápidamente, cree una estrategia que pudiera ser convincente, lo diría, tomaría a Zack de la mano y me largaría de ahí con él sin mucho inconveniente.

—Lo que pasa es que él es... —

—El chico con el que se acuesta ¿Por qué? — finalizó Max.

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